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Las guerras imperialistas del siglo XXI. Cuando el enemigo del pueblo vive en todos los bandos

John Cajas-Guijarro :: 14.02.19

Varios gobiernos del mundo levantan banderas y discursos antiimperialistas solo contra uno de los bandos en disputa; banderas y discursos que sirven de muletillas que ocultan el entreguismo de esos gobiernos hacia alg?n otro bando imperialista (ejemplo paradigm?tico fue el discurso del fetichismo progresista en contra del ?imperialismo yanqui?, mientras por debajo se aupaba al imperialismo chino).

Las guerras imperialistas del siglo XXI

Cuando el enemigo del pueblo vive en todos los bandos

Por John Cajas-Guijarro

?Los que desean la guerra, la preparan y por medio de vagas promesas de una paz venidera o creando el miedo a invasiones intentan convertirnos en colaboradores de sus planes, son amenaza para nuestro mundo y para cualquier tipo de paz?.
Hermann Hesse

Hemos estado acostumbrados, especialmente en Am?rica Latina y otras regiones de la periferia capitalista, a escuchar en?rgicos discursos en contra del ?imperialismo yanqui?. Y sin duda que ese imperialismo posee un historial muy poco agraciado, el cual va desde la injerencia en las pol?ticas internas de los pa?ses hasta las intervenciones militares -directas o indirectas- dependiendo, casi siempre, de cu?ntos recursos -petroleros, energ?ticos, geoestrat?gicos, etc.- est?n en juego. En todas esas injerencias, la sangre de muchos inocentes de la periferia ha sido derramada.

Sin embargo, en medio de la algarab?a de los discursos antinorteamericanos se fue perdiendo el contenido del t?rmino imperialismo. Recuperando -sin mucha emoci?n- algunas intuiciones sugeridas por V.I. Lenin (quien, recordemos, replante? los argumentos de R. Hilferding a la vez que respondi? a la pol?mica mantenida con K. Kautsky durante los inicios de la Primera Guerra Mundial), vale retomar la noci?n del imperialismo como una fase superior del capitalismo caracterizada al menos por los siguientes patrones:

El aparecimiento del capital financiero como fusi?n entre capitales productivos y no productivos -bancarios, comerciales, especulativos entre otros que podr?an entrar en la categor?a de capital ficticio-. Dicho capital financiero adquiere cierta -pero no absoluta- autonom?a e influencia global.
La exportaci?n de capitales y su permanente relocalizaci?n con el fin de ampliar las fronteras de explotaci?n tanto de la fuerza de trabajo como de la Naturaleza de las regiones perif?ricas (exacerbando en dichas zonas tanto la sobreexplotaci?n laboral como el extractivismo).
La mundializaci?n de los procesos de concentraci?n-centralizaci?n del capital, que termina llevando al surgimiento de oligopolios transnacionales con influencia econ?mica global.
La pugna de dichos oligopolios en la divisi?n del mundo en zonas de influencia, tanto con el af?n de ampliar sus fuentes de medios de producci?n (en especial la obtenci?n de recursos naturales), ampliar sus mercados, y hasta ampliar su poder?o hegem?nico en general. Esto ?ltimo implica, entre otras cosas, el dominio imperialista ideol?gico y cultural impulsado a trav?s de dispositivos de control hegem?nico modernizados que incluyen celulares, redes sociales, buscadores de Internet, tiendas en l?nea y dem?s avances consumistas de nuestros tiempos (utilizados incluso para que, voluntaria y gratuitamente, la poblaci?n entregue informaci?n personal -y hasta sensible- a grandes corporaciones).
El capital ficticio no solo presiona por la obtenci?n de ganancias especulativas, sino que incluso retroalimenta la acumulaci?n del capital productivo, creando una mara?a en donde no se sabe d?nde termina la producci?n y empieza la especulaci?n. Esta compleja relaci?n es conocida desde hace muchos a?os atr?s. Un banquero ingl?s, James William Gilbart, en su libro The History and Principles of Banking, en 1834, fue categ?rico: ?Todo lo que facilita el negocio, facilita la especulaci?n, los dos en muchos casos est?n tan interrelacionados, que es dif?cil decir, d?nde termina el negocio y empieza la especulaci?n?. Esta conclusi?n, entre otras, permiti? a Karl Marx desarrollar sus reflexiones sobre cr?dito y capital ficticio (ver cap?tulo 25 del tomo III de El Capital).
La entrada tanto en la banca como en el sistema financiero internacional de recursos nacidos desde procesos de lumpen-acumulaci?n como el narcotr?fico, la trata de personas, la venta de armas y dem?s mecanismos violentos que cada vez son m?s habituales en la l?gica capitalista de lucrar como sea (para muestra basta mencionar el papel de los recursos del narcotr?fico para sostener a la banca internacional durante la crisis de 2009).
La agudizaci?n de la diferenciaci?n entre los pa?ses de la periferia y semiperiferia capitalista y los grandes centros que cada vez consolidan un mayor poder econ?mico global (con procesos como, por ejemplo, la agudizaci?n del intercambio desigual o la extracci?n de recursos usando alguna de las m?ltiples formas de acumulaci?n por desposesi?n).
N?tese que, de los patrones presentados, ninguno considera que el imperialismo del siglo XXI es una caracter?stica propia de un pa?s espec?fico. Al contrario, el reparto del globo que se observa en esta fase superior del capitalismo se da entre grandes capitales oligop?licos de m?ltiples regiones del mundo, con una relativa menor participaci?n de los Estados en relaci?n a los imperialismos cl?sicos. Clara muestra de la naturaleza multipolar del imperialismo contempor?neo es la pugna entre los grandes capitales asociados a EEUU y a China, los cuales se disputan los mercados de manera feroz y sin escr?pulos (al punto de declararse la ?guerra econ?mica? entre ambas potencias, con escaramuzas bastante peculiares como lo sucedido con la empresa china Huawei).

Es decir, el imperialismo en el siglo XXI no tiene una nacionalidad definida, sino que cada vez adquiere una mayor multiplicidad de nacionalidades; tan m?ltiples como m?ltiples son las potencias capitalistas que se reparten el mundo. En particular, podemos pensar en -al menos- dos grandes ?campos? del imperialismo que desde hace alg?n tiempo se enfrentan entre s?: imperialismos occidentales (con capitales oligop?licos originalmente enraizados en EEUU, en Europa Occidental y otros), e imperialismos orientales (consolidados originalmente en regiones como Rusia, China, Europa Oriental y otras zonas que entraron abiertamente en la l?gica capitalista luego del fracaso del bloque sovi?tico).

Si bien, en consonancia con lo dicho antes, muchos de estos capitales ya han perdido su ubicaci?n geogr?fica original y se localizan en donde puedan maximizar sus beneficios, a?n mantienen lazos financieros con bolsas de valores y hasta con gobiernos de regiones espec?ficas del mundo, lo cual permite su distinci?n. Al mismo tiempo, los capitales de los diferentes imperialismos crean espacios donde interact?an y negocian unos con otros -cual reuniones entre diferentes capos de la mafia-, conformando ?rganos que aspiran a actuar casi como gobiernos globales; un ejemplo es el foro de Davos, en donde la hipocres?a no logra ocultar c?mo muy pocos grupos de poder aspiran a definir el futuro del mundo?

Tanto los imperialismos occidentales como orientales tienen el mismo fin: la autovalorizaci?n ad infinitum del capital y de los procesos de concentraci?n-centralizaci?n, cueste lo que cueste (sin importar ni siquiera la devastaci?n clim?tica, un campo de batalla donde los imperialismos ya empiezan a identificar otra fuente de lucro). Esto no implica que, al interior de cada uno de esos imperialismos tambi?n existan disputas encarnizadas. Pero dichas disputas muchas veces pueden mantenerse en pausa cuando se trata de sostener el poder ante otros imperialismos.

En el caso latinoamericano la cuesti?n se devela de forma clara: mientras que en la larga y triste noche neoliberal los imperialismos occidentales se encargaron de expoliar a los pueblos de la regi?n, durante el auge y ca?da de los progresismos dicha expoliaci?n qued? mucho m?s en manos de los imperialismos orientales. En ambas ?pocas, tanto gobiernos neoliberales como ?progresistas? se volvieron meras piezas dentro del reparto planetario de grandes oligopolios capitalistas -norteamericanos y chinos, sobre todo- que dominan el mundo econ?mico de nuestros tiempos.

As?, mientras en una ?poca la deuda externa latinoamericana crec?a gracias a la fuerte influencia del Fondo Monetario Internacional -bajo la tutela norteamericana- en una ?poca subsiguiente el endeudamiento creci? especialmente con el apoyo del Eximbank de China. Mientras en una ?poca los ?elefantes blancos? serv?an para extraer divisas de los pa?ses a trav?s de proyectos empujados por el Banco Mundial, en otra ?poca esos ?elefantes blancos? pasaron a ser financiados por el Banco de Desarrollo de China. Mientras que en una ?poca las redes de corrupci?n ven?an de la mano de un neoliberalismo salvaje que jug? con nacionalizar deudas privadas y privatizar activos estatales, en otra ?poca se formaron redes de corrupci?n ?progresista? y neoliberales financiadas tanto por empresas oligop?licas transnacionales regionales (como Odebrecht) en conjunto con capitales del imperialismo oriental (como las m?ltiples constructoras chinas y hasta rusas que entraron en la regi?n). Corrupci?n que, por cierto, galopa a la par de los extractivismos, que resultan un elemento m?s del campo de batalla de los imperialismos.

Pero la disputa entre los imperialismos del siglo XXI no solo se ha vivido en tierras latinoamericanas. Basta recordar los casos de Libia y sobre todo Siria para notar como, mientras unos grupos ?rebeldes? -incluyendo a extremistas y terroristas- eran apoyados por los imperialismos occidentales, las fuerzas gubernamentales -represivas y autoritarias- eran apoyadas por los imperialismos orientales. En Libia gan? occidente (con la ca?da de Gadafi), en Siria al parecer gan? oriente (con la supervivencia y consolidaci?n de Al Assad). Afganist?n ser?a otro caso de estudio, en donde los imperialismos se han sucedido desde hace d?cadas buscando consolidar una posici?n geoestrt?gica sobre los recursos energ?ticos existentes en dicho pa?s. Y en la mitad, entre miles de muertos y desplazados, los supervivientes de los conflictos vivieron -y todav?a viven- en medio del infierno de la guerra. Aqu? tambi?n podemos recordar la guerra de Irak fomentada por los imperialismos occidentales (sobre todo norteamericanos), las invasiones y bombardeos vividos en su momento en Georgia por parte de los imperialismos orientales (sobre todo rusos), o la disputa en Ucrania (donde ambos bandos parecen seguir en disputa)?

Todos estos casos -y much?simos otros que deber?n citarse en su momento- son ejemplos de una violencia exacerbada por las guerras imperialistas del siglo XXI. Guerras en donde el enemigo del pueblo vive en todos los bandos; no solo en el lado del ?imperialismo yanqui? sino tambi?n en el lado del ?imperialismo europeo?, el ?imperialismo ruso?, el ?imperialismo chino? ? en definitiva, el enemigo vive entre los imperialismos occidentales y orientales. Mientras tanto, varios gobiernos del mundo levantan banderas y discursos antiimperialistas solo contra uno de los bandos en disputa; banderas y discursos que sirven de muletillas que ocultan el entreguismo de esos gobiernos hacia alg?n otro bando imperialista (ejemplo paradigm?tico fue el discurso del fetichismo progresista en contra del ?imperialismo yanqui?, mientras por debajo se aupaba al imperialismo chino).

Tal realidad -violenta, sanguinaria y multipolar- de la fase superior del capitalismo debe llevarnos a una reflexi?n muy seria sobre la idea misma de imperialismo, particularmente en Latinoam?rica, pues esta idea no solo que ha sido vaciada de contenido, sino que merece ser reinterpretada a la luz de un mundo tan cambiante en el cual el capital sigue dominando. Una reflexi?n que es urgente, m?s a?n cuando las tenazas de unas y otras potencias del mundo se ciernen sobre el pueblo venezolano; un pueblo inocente que puede volverse otro campo de batalla de las guerras imperialistas del siglo XXI si no se logra una salida democr?tica, soberana y, sobre todo, en paz.-


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