“Somos como hormiguitas que estamos moviendo el mundo. Sostenemos la vida de la sociedad, sostenemos vuestras vidas, que se diga bien alto”
?Qui?nes son?:
Una hija cuidando a sus padres, una madre cuidando a sus hijos, un familiar cuidando a los dem?s, una se?ora que vive de eso, las enfermeras, las nutricionistas, las vecinas, las asistentes sociales, las maestras, las amigas, todas, somos todas.
Los cuidados: el ej?rcito de mujeres que sostiene tu vida
Estas mujeres cuidan, alargan la vida como el mejor onc?logo, neurocirujano, o cardi?logo juntos. Pero no ganan premios por ello, ni ocupan la portada de los medios. Por muchos milagros diarios que consigan, su trabajo es invisible. Y lo que no se ve no tiene derechos. O para ser rigurosos, algunos tienen: los m?nimos.
P?blico
11/03/2019 07:33
No hablan de caminar sino del “ritmo de la marcha”. Te pueden enumerar tres o cuatro tipos de memoria. Recitan complicados nombres de medicaciones como quien reza un padre nuestro. Son como f?sicas anticipando cu?ndo llegar? el terremoto. Cada s?ntoma nuevo puede ser el definitivo, el que arrase con todo. Suelen tener lumbalgia. Contractura en las cervicales. Crisis de ansiedad, en ocasiones. Y estr?s: “Ese estr?s que te acompa?a toda la vida”, nos dice una de ellas.
Son cuidadoras. El 90% mujeres, seg?n el informe La corresponsabilidad en las tareas de cuidados, una cuesti?n sin resolver, del sindicato UGT presentado el pasado a?o. No solo cuidan sino que hacen de columna vertebral. De coraz?n que bombea con fuerza para que el ox?geno llegue a todo el cuerpo. El par de piernas que equilibra. El par de brazos que gu?a. Las manos m?gicas que alivian el dolor f?sico. Y tambi?n el otro.
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Estas mujeres cuidan, alargan la vida como el mejor onc?logo, neurocirujano, o cardi?logo juntos. Pero no ganan premios por ello, ni ocupan la portada de los medios, ni las felicitan, pocos les dan las gracias. Por muchos milagros diarios que consigan, su trabajo es invisible. Y lo que no se ve no tiene derechos. O para ser rigurosos, algunos tienen: los m?nimos. Migajas de la migaja.
La invisibilidad de su labor hace que los n?meros tambi?n sean borrosos. Seg?n cifras de la Organizaci?n Internacional del Trabajo (OIT) al menos 3,8 millones de personas tendr?an un empleo remunerado en este sector -que incluye actividades en salud, trabajo social, educaci?n y labores dom?sticas- lo que representa un quinto del empleo total de Espa?a y un tercio del femenino. De esta cifra al menos 400.000 estar?an afiliadas a la Seguridad Social a trav?s del Sistema Especial de Empleados del Hogar, y el 95,5% ser?a mujeres, dicen desde el ministerio de Trabajo. Estas ?ltimas ser?an las que mejores condiciones tendr?an por tener un empleo formal, con su contrato, su cotizaci?n a la seguridad social (muchas veces sale de sus bolsillos y no del de sus empleadores), sus vacaciones pagadas. Pero sin derecho a la prestaci?n por desempleo, y su futura pensi?n entra dentro de un sistema especial que no cubre un r?gimen integral de la cotizaci?n en la vida laboral.
Luego est?n las que cuidan como empleo informal. Aqu? las cifras son borrosas, dec?amos. Si volvemos a los datos de la OIT, al menos diez millones de personas necesitan de cuidados en Espa?a, y seg?n este organismo el 30% del trabajo dom?stico en nuestro pa?s formar?a parte de la econom?a sumergida. Hagan la cuenta. No es f?cil. Para ellas las condiciones laborales son a?n m?s precarias: jornadas de 24 horas, sueldos muchas veces por debajo del salario m?nimo, una situaci?n de desarraigo (muchas est?n internas y alejadas de sus pa?ses), y sin derechos. “La mayor?a somos inmigrantes, que venimos aqu? para tener una vida mejor y el trabajo que nos toca es ?ste. Cuidamos para que el resto pueda trabajar”.
“Dejamos de cuidar a los nuestros para cuidar a otros y eso a veces pesa mucho, genera conflictos. Por eso tenemos que politizar los cuidados, cuestionar un sistema de patriarcado que los delega en las mujeres. Cuestionar un estado que no ayuda, que nos deja solas”, dice Rafaela Pimentel, presidenta de Territorio Dom?stico, un colectivo feminista y mestizo de mujeres, la mayor?as empleadas del hogar, que reivindican la visibilizaci?n y la reorganizaci?n social de los cuidados. Las otras mujeres de las que hablamos son las que tienen un trabajo fuera de casa, del que salen r?pido para continuar la jornada en su hogar o en el de sus padres. Es el caso de Pili, que no es su verdadero nombre, y que prefiere no darlo porque no quiere que se cuente su situaci?n como la de alguien particular: “Esto que me pasa a m? le puede suceder a cualquiera. Todos podemos vernos en esa situaci?n”.
La misma frase la repite Mariv?. Ella ya no trabaja fuera de casa, se queda dentro ocup?ndose de su padre y de su madre. Trabaj? durante 17 a?os hasta que una enfermedad neurodegenerativa no se lo permiti? m?s. Pero para este otro trabajo su discapacidad no tiene efecto. Al menos, eso intenta ella, que con una enfermedad que mantiene sus m?sculos en tensi?n permanente -duerme enganchada a una m?quina que le ayuda a relajarlos- se levanta a las 4.45 de la ma?ana todos los d?as para hacer sus ejercicios y ponerse a punto para cuidar. A las 7.00 levanta a su padre, le pincha la insulina, le da el resto de medicaciones, mientras la madre les prepara el desayuno.
-?Y qui?n te cuida a ti Mariv??
-(Se r?e)? Mi madre me ayuda todo lo que puede, entre las dos salimos adelante.
Ellas tambi?n reciben la ayuda de la Cruz Roja con un voluntario que acompa?a al padre durante cuatro horas por semana. Son 240 minutos que “pasan volando entre salir a dar un paseo y poder hablar con su madre, mir?ndose a los ojos, sin estar pendiente de nadie m?s”.
Pili cuida de su madre pr?cticamente todo el tiempo que le queda libre: “Si pienso en horas por semana, te puedo decir que trabajo jornada completa cinco d?as a la semana”. Se refiere al tiempo extra, que se suma al de su jornada laboral remunerada como administrativa. Pili sale a las seis de la tarde del trabajo y va directa a casa de su madre. All? comienza la otra jornada en la que se dedica a ba?arla, dejarle las pastillas puestas y ordenadas para que no se olvide, la comida hecha y lista para ponerla en el microondas. “Todav?a puede vivir sola, pero ya ni sale a la calle, se olvida de cosas, no quiere ba?arse, tengo que estar pendiente de todo”. Muchos d?as duerme con ella, pero el fin de semana intenta que sea sagrado para ella y su pareja: “Mi chico es una anomal?a porque me ayuda, me entiende, y ?l tambi?n ahora cuida de su madre con Alzheimer. Es lo que nos ha tocado e intentamos ponerle ganas y humor”.
Pili se guarda alguna tarde a la semana para ella y el s?bado o domingo completo. Dice que ya ha aprendido a desconectar, al menos todo lo que se puede cuando una es una cuidadora principal: “Nunca en la vida dejo que mi m?vil se quede sin bater?a, siempre estoy alerta de una llamada que pueda ser fatal. Cuando estoy de ca?as con mis amigos y de vez en cuando me pongo a mirar el tel?fono, les pido que me perdonen porque mi madre se puede morir en cualquier momento”, y r?e, r?e mucho cuando nos lo cuenta. El humor es junto a su “consejo de sabias” -sus amigas- lo que la mantiene en pie, alegre, con ganas. Es lo que la distrae de esos siete a?os que lleva con doble jornada y cuidados completos. Primero se encarg? de su padre que muri? de Alzheimer. Ahora es su madre, que con 86 a?os, los olvidos ya han empezado a morderla.
“Innato a las mujeres”
“La orientaci?n hacia los cuidados es aparentemente innata. Los cuidados remiten a las peque?as y grandes atenciones que las mujeres llevan a cabo para el bienestar de los miembros del hogar. Pero responden a un imperativo social cuyo objetivo, la reproducci?n y la sostenibilidad de la vida humana, favorece la naturalizaci?n y la ocultaci?n de esa actividad y de quien la lleva a cabo. Todo un conjunto de im?genes que configuran los cuidados como un territorio eminentemente femenino, como una actividad que se mueve entre el placer y la obligaci?n moral, entre la necesidad social y la responsabilidad individual y colectiva. Conformando algunos de los lugares comunes en torno a los cuidados”. La que escribe es la soci?loga Pilar Carrasquer en su su ensayo El redescubrimiento del trabajo de cuidados: algunas reflexiones desde la sociolog?a.
Si le preguntamos a Pili, nos dice: “Soy hija ?nica y mi madre es la familia que tengo no puedo hacer otra cosa. Entre el mandato de g?nero y la hiper responsabilidad de la hija ?nica solo puedo cuidarla y con el mayor cari?o”.
Mariv? tiene cinco hermanos. Todos hombres. Nos dice: “Ya sabes, es lo que me toca por ser la chica. Ellos vienen alg?n fin de semana a visitar a mi padre y juegan con ?l a las cartas. ?ltimamente he conseguido que se encarguen cuando tienen que hacerle la prueba del az?car, eso ha sido un gran paso”. Y sin que le preguntemos pone nota a sus hermanos: “De 0 a 10, les doy un 4,5″.
Si atendemos a los datos del eurobar?metro de 2017 nos dicen que el 44% de los europeos cree que el papel principal de la mujer es ocuparse del hogar y la familia y el 43% afirma que el rol del hombre es ganar dinero.
Rafaela Pimentel responde as?: “No es un mandato femenino, sino una construcci?n social del sistema patriarcal en el que vivimos, por eso nos rebelamos, porque no es algo natural de las mujeres, es lo que nos han dejado”.
En Espa?a hay 8,6 millones de personas mayores de 65 a?os, y seg?n datos del INE, en 2066 ser?n m?s de 14 millones, es decir, el 34,6% de la poblaci?n del pa?s. La poblaci?n envejece y cada vez vive m?s a?os, y en este pa?s tiene una de las esperanzas de vida m?s altas de Europa.
Pili tambi?n nos dice: “Creo que lo m?s importante de todo esto es tener en cuenta que los cuidados van a ser el gran problema que tendr? que enfrentar la sociedad en los pr?ximos a?os. Claro que no es algo que pertenezca a las mujeres, creo que tiene que ver con la construcci?n de la identidad, nosotras tenemos una identidad relacional que se construye a trav?s de la relaci?n con los otros. La identidad masculina es muy individual”, nos cuenta esta mujer de 51 a?os que cita entre mucha bibliograf?a a Almudena Hernando y su libro “La fantas?a de la individualidad”, y que entre su “consejo de sabias” y sus amigos el tema de los cuidados siempre est? en constante debate: “Es muy importante hablarlo, ponerlo sobre la mesa, cuestionarlo, por suerte cada vez se est? haciendo m?s, pero queda mucho por delante”.
Seg?n el informe Care work and care jobs for the future of work (Trabajo y empleo en el sector de la prestaci?n de cuidados para el futuro del trabajo ), 2.100 millones de personas necesitaban cuidados en 2015, incluidos 1.900 millones de ni?os menores de 15 a?os y 200 millones de ancianos. Para 2030, este n?mero deber?a llegar a 2.300 millones al sumarse otros 200 millones de ancianos y de ni?os. Laura Adatti, una de las autoras del informe lanza esta advertencia: “La prevalencia mundial de familias nucleares y hogares monoparentales, as? como el crecimiento del empleo de las mujeres en ciertos pa?ses, incrementan la demanda de cuidadores. Si no se abordan de manera adecuada los d?ficits actuales en la prestaci?n de cuidados y en su calidad, se generar? una crisis del cuidado global insostenible y aumentar?n a?n m?s las desigualdades de g?nero en el mundo del trabajo”.
Este a?o al igual que el pasado la huelga feminista del 8M pone la cuesti?n de los cuidados como una de las banderas. El mapa con los puntos de cuidado en el que los hombres se encargan de las diversas tareas que suelen tocar a las mujeres es apenas una de las actividades para poner luz sobre el problema.
Sigue Pilar Carrasquer: “Las mujeres no nacemos ense?adas para cuidar. La prueba est? que no todas las culturas cuidan de la misma manera. Es algo socialmente construido. Esto hay que tenerlo clar?simo y a partir de aqu?, hay que hacer tareas de sensibilizaci?n y poner medios para que no sean las mujeres siempre las protagonistas. Hace falta cambiar mentalidades, disponer de recursos”.
210 a?os para acabar con la brecha de g?nero
La Ley de Dependencia de 2006 en la que se esperaba que el Estado protegiera el derecho de todo ciudadano a ser cuidado, ocup?ndose de las necesidades b?sicas de las personas no aut?nomas sobre todo ha sufrido recortes. En 2018 murieron 80 personas al d?a sin recibir la ayuda que necesitaban, un total de 30.000 dependientes, denunciaba un informe que present? el pasado mes el Observatorio de la Dependencia elaborado por la Asociaci?n Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales: “La financiaci?n actual mantiene los recortes de 2012 y el escenario que se abre es de alta incertidumbre y peligro de un nuevo frenazo al sistema”, denuncia el documento.
Sin ayudas muchas mujeres optan por dejar sus empleos para cuidar a sus familiares. De las excedencias tomadas en 2018 para atender a alg?n familiar, el 90,5% fueron pedidas por una mujer, seg?n datos del ministerio de Trabajo.
La OIT advierte que a este ritmo se necesitar?an 210 a?os para cerrar la brecha de g?nero en el sector de cuidados. El informe Care work and care jobs for the future of work tambi?n destaca que a nivel mundial las mujeres son quienes realizan el 76,2% del trabajo no remunerado de cuidados, dedic?ndole 3,2 veces m?s tiempo que los hombres.
El estudio se?ala que durante los nueve primeros meses del a?o se emplearon 130 millones de horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado, lo que equivale a 16 millones de personas trabajando ocho horas al d?a. Si estas 130 millones de horas se pagaran al salario m?nimo equivaldr?an al 14,9% del PIB nacional.
Si atendemos a la ?ltima investigaci?n que Intermon Oxfam present? en el Foro de Davos, un total de 10 billones de d?lares anuales corresponder?an a trabajos de cuidados no remunerados producidos por mujeres, que sostienen la econom?a real. “Las mujeres son las grandes perdedoras de la econom?a global, a menudo atrapadas en los peores trabajos, a menudo porque son las responsables de cuidados vitales pero no remunerados en sus familias y comunidades”, explicaba texto. “Los que m?s ganan y las personas m?s ricas ?muchas veces las mismas personas? son principalmente hombres”.
Pili ha dejado todo organizado para poder hacer huelga este viernes. La comida lista, el ba?o dado el jueves, las pastillas en su sitio. “Eso s?, estar? pendiente porque si sucede cualquier cosa salgo pitando a casa de mi madre”.
Mariv? no tiene cuerpo de ir a la manifestaci?n, sus problemas f?sicos no se lo permiten. Se quedar? en casa cuidando.
Rafaela nos dice que para las empleadas y cuidadoras del hogar es muy dif?cil hacer huelga. El miedo a ser despedida, el c?mo vas a dejar a alguien sin cuidar. Pero desde su colectivo han participado en varias asambleas, y nos recuerda que el delantal con el c?rculo de las empleadas del hogar las representar?. Esta dominicana que lleva 23 a?os en Espa?a y toda una vida en las luchas sociales nos dice: “Somos como hormiguitas que estamos moviendo el mundo. Sostenemos la vida de la sociedad, sostenemos vuestras vidas, que se diga bien alto”.