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Las desconocidas

Santiago Alba Rico :: 16.03.19

La mayor movilizaci?n feminista de la historia de Espa?a se produce en el contexto de la mayor radicalizaci?n derechista.

16-03-2019
Las desconocidas

Santiago Alba Rico
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La mayor movilizaci?n feminista de la historia de Espa?a se produce en el contexto de la mayor radicalizaci?n derechista

He escrito otras veces que una sociedad empieza a habitar el umbral del ?fascismo? cuando sus miembros dan por supuesto ?y reaccionan a la medida de esta convicci?n? que s?lo se puede esperar lo peor de los desconocidos. Podr?a decirse que bajo el capitalismo, donde el ?contrato? regula econ?micamente los v?nculos individuales, la desconfianza es ya un presupuesto antropol?gico, pero el contrato no es incompatible con la ingenua confianza en el pescadero, al que preguntamos si las sardinas est?n frescas (aunque su inter?s sea m?s bien mentir), o en el viandante al que consultamos la hora o la localizaci?n de una calle. Hace falta el derrumbe de todos los contratos, comenzando por el llamado ?contrato social?, para que los desconocidos de pronto se vuelvan fuente de amenaza y para que, al mismo tiempo, el c?rculo de los conocidos, al que queremos ce?ir el desamparo de nuestra vida, se contraiga hasta la clausura neur?tica. Los primeros desconocidos, los m?s visibles, son obviamente los ?extranjeros?, v?ctimas de esa inversi?n psicol?gica, explotada muchas veces a lo largo de la historia bajo el nombre de ?chivo expiatorio?, que convierte precisamente al m?s d?bil, rodeado, ?l s?, de desconocidos, lejos de su tierra, en el m?s desconocido de todos y, por eso mismo, en la mayor fuente de peligro.

La traducci?n pol?tica de este paso de la desconfianza contractual al terror antropol?gico es el desplazamiento del ?spero eje schmittiano amigo/enemigo al mucho m?s estrecho conocido/desconocido. La decisi?n pol?tica por excelencia es ?dec?a el jurista filonazi Carl Schmitt? la de trazar una l?nea entre amigos y enemigos para regular a continuaci?n la relaci?n con el adversario. A los enemigos, claro est?, hay que combatirlos, pero tambi?n se puede negociar con ellos; y el reconocimiento de ese estatuto ?el de enemigo? era para Schmitt la condici?n misma de la reglamentaci?n y la negociaci?n. El eje conocido/desconocido es, en este sentido, mucho m?s primitivo y excluyente. La decisi?n pol?tica de distinguir a los conocidos de los desconocidos es acompa?ada, en el mismo gesto, de la imposibilidad de todo arreglo o acuerdo. Con los enemigos se negocia; a los desconocidos se los expulsa o extermina.

?Qui?nes son los desconocidos? En primer lugar los que est?n ?fuera? y pretenden entrar: los invasores de toda laya, incluidos los marcianos. As? se genera ese falso club de conocidos, m?s o menos amplio, que llamamos Naci?n: yo no veo ni pobres ni ricos, ni hombres ni mujeres, s?lo veo espa?oles, dec?a Rivera contra los independentistas catalanes y contra los ?comunistas?. Pero esa actividad clasificatoria, en precipicio enloquecido, va cerrando cada vez m?s ?Espa?a?, como el caballo blanco de Santiago, y el desconocido se vuelve enseguida interno: el inmigrante, claro, completamente marcianizado, pero tambi?n, s?, el catal?n, la feminista, el activista de izquierdas. El eslogan ?los espa?oles primeros? es inseparable de la virtual decimatio demogr?fica del n?mero de espa?oles, reducidos al angosto ?mbito de mi tribu ideol?gica. La imagen de Santiago Abascal asomado a un balc?n con la bandera espa?ola y tocado con un morri?n imperial del siglo XVI es una buena s?ntesis de esta matanza ideol?gica: la ?reconquista? apunta precisamente a todos esos ?desconocidos internos?, poblaci?n numeros?sima de la anti-Espa?a hist?rica, que amenazan con convertir la Naci?n en un pa?s extranjero. Digamos la verdad: Espa?a ha estado siempre felizmente poblada de ?extranjeros internos?. Pero digamos la verdad: salvo en per?odos muy breves de ?olvido? democr?tico, Espa?a ha estado siempre infelizmente poblada de extranjeros internos en peligro.

Las guerras civiles ?record?moslo? son guerras entre conocidos. O mejor dicho: son las guerras que estallan inevitablemente cuando los conocidos se convierten en desconocidos internos. No hay nada m?s amenazador ??lo siniestro?, seg?n Freud? que el hecho de que un conocido devenga de pronto extra?o, irreconocible, incomprensible. Contra ?l se desencadena no el odio impersonal de los fuertes contra los d?biles sino la concreta rabia aniquiladora de los despechados, los traicionados, los acorralados: los que defienden su peque?a casa del vecino fel?n. Esta actividad clasificatoria astringente en torno al eje conocido/desconocido anuncia, seg?n el t?tulo de un viejo libro de Hans Magnus Enzensberger, ?perspectivas de guerra civil? en toda Europa. En Espa?a, que ostenta el r?cord hist?rico de guerras fratricidas, deber?amos tener mucho cuidado a la hora de recuperar este modelo de memorizaci?n intravenenosa.

En todo caso, si el destropopulismo consiste en la multiplicaci?n al?foba del n?mero de los desconocidos, la soluci?n no est? en defender el cosmopolitismo abstracto o los grandes principios descarnados; se tratar? m?s bien de aceptar este marco de las cortas distancias como territorio en disputa para ampliar, en direcci?n contraria, el n?mero de los conocidos. Los conocidos son siempre ?ficciones?: nos tranquiliza, por ejemplo, tropezar con un espa?ol en un mercado de Bali, con independencia de su voto, su equipo de f?tbol o sus aficiones. ?Espa?ol? es una ficci?n performativa y vinculante; ?internacionalista?, por ejemplo, no. Si queremos ejercer el internacionalismo habr? que estirar y estirar, contra la construcci?n de desconocidos internos, el n?mero de los conocidos internos que llamamos ?Espa?a?.

Por eso es tan importante el feminismo. Porque si se trata de aumentar el n?mero de los conocidos desde las cortas distancias, ning?n movimiento cuenta con una experiencia hist?rica m?s favorable y potencialmente m?s ?universal?. La guerra civil se produce ?dec?amos? cuando los conocidos se convierten en desconocidos internos. Pues bien, el feminismo consiste en subvertir esta metamorfosis; en voltear su tendencia excluyente y neur?tica. S?lo hay ?guerra de sexos? ?y s?lo por parte de los hombres contra las mujeres? cuando las mujeres son consideradas, como ha ocurrido a lo largo de la historia y sigue ocurriendo en tantos sitios, como ?desconocidas?. La relaci?n de poder que llamamos patriarcado, con su cultura aparejada, ha transformado sin interrupci?n a las mujeres en ?nuestras desconocidas internas?. Los hombres se casaban siempre, y a?n se casan muchas veces, con una ?desconocida? (es decir, una ?mujer?), lo que alimentaba al mismo tiempo su amenaza y su misterio; en cuanto a las ?desconocidas? no casadas, a?n m?s peligrosas, s?lo pod?an ser putas o brujas. Estas ?desconocidas? ten?an adem?s la llave de la reproducci?n y del placer sexual, de tal manera que no se pod?a desactivar su poder y controlar sus cuerpos sin aumentar su ?enigma?. Como explica muy bien Angela Carter en un libro de 1979 de necesaria relectura (La mujer sadiana) la sacralizaci?n del ?tero, con la consiguiente divinizaci?n de la mujer, era inseparable del dominio masculino y de su invulnerabilidad metaf?sica. Muerta la diosa, mueren los dioses; muere, dice Carter, la noci?n misma de eternidad: ?si la diosa est? muerta, la eternidad ya no tiene d?nde ocultarse. El ?ltimo expediente de regreso al hogar nos es negado. Debemos enfrentarnos con la mortalidad, como si fuera la primera vez. Creo que esta es la raz?n por la que tanta gente encuentra aterradora la idea de la emancipaci?n femenina?.

As? que la igualdad entre hombres y mujeres ?su inclusi?n com?n en el mismo club de conocidos? pasa por la ?muerte de la diosa? y el reconocimiento de una fragilidad compartida. Esta es la verdad que explica la aparente contradicci?n entre las conquistas feministas y el aumento de la violencia de g?nero en pareja: no se mata a las mujeres porque sean desconocidas sino porque, al darse ellas a conocer, los hombres se vuelven fr?giles. La agresividad del maltratador machista no es la rabia aniquiladora del xen?fobo o del anticomunista proyectada sobre el amenazador conocido transformado en extra?o sino, al contrario, el dolor homicida, cuerpo a cuerpo, del cobarde que ve c?mo su mujer, hasta ahora misteriosa y controlada, se vuelve tan familiar como ?l. El marido maltratador no es un ?fascista? ni un ?terrorista?, enemigo schmittiano o desconocido invertido: es un conocido sufriente y debilitado al que su mujer, incluso v?ctima de su violencia, ha derrotado ya. Por eso el neomachismo pol?tico, muy poderoso, es una tentativa de devolver su misterio a las mujeres para devolver as? su inmortalidad a los hombres. Muchas mujeres quieren seguir siendo misteriosas y mucho hombres quieren seguir siendo inmortales y por la misma raz?n: porque unas y otros se sienten as? m?s protegidos. Por eso no hay que desde?ar las resistencias al feminismo como pura ?alienaci?n? ignorante ni criminalizarlas como mera barbarie patriarcal. No todos los dolores son expiatorios; hay dolores injustos y criminales que agravan, a fuerza de dolor, el dolor de los m?s d?biles. Pero lo cierto es que a veces ?dejadme decir este disparate? matar duele. Si queremos evitar m?s muertes de mujeres y extender la potencia emancipatoria del feminismo al 99% de la poblaci?n es necesario comprender el dolor cultural inmenso, injusto y sincero que genera este indispensable impulso liberador.

(Como hay que aceptar asimismo que no se puede desacralizar completamente el mundo sin poblarlo de desconocidos o, en su defecto, de protocolos, por lo que, si queremos secularizar a la mujer, habr? que sacralizar a cambio los cuidados que hemos llamado ?madre?, columna no pol?tica sobre la que se ha sostenido el universo. Toda la seguridad de los humanos procede, no de la polic?a ni de los gobiernos, sino de las ?madres?, aunque no tengan necesariamente ?tero ni sus hijos sean necesariamente biol?gicos).

En todo caso, lo cierto es que, muerto el comunismo y resucitado el nacionalismo identitario ?para conocidos?, ?nicamente el feminismo puede reducir el n?mero de desconocidos victimizables. ?Mujer? es, como Espa?a, una ficci?n, pero una ficci?n en la que, si no se hacen muy mal las cosas, pueden caber tambi?n los hombres (para constituir as? una ficci?n Humanidad m?s o menos performativa y vinculante).

Dos son, a mi juicio, los peligros: uno el de ?politizar? el feminismo, en el sentido de convertirlo en un partido, una asignatura escolar o una identidad ?para conocidas?. O en el de ceder a la ilusi?n, o a la tentaci?n, de una inmediata traducci?n de las masivas movilizaciones feministas al terreno electoral. Me atrevo a observar ?y quiz?s incluso es bueno? que conciencia feminista y contienda electoral discurren en paralelo y sugiero que la mejor manera de frenar a los partidos neomachistas es justamente no ceder a la politizaci?n que ellos denuncian y demandan, id?ntica a la suya. Conviene recordar, en todo caso, que la mayor movilizaci?n feminista de la historia de Espa?a se produce en el contexto de la mayor radicalizaci?n derechista de la reciente historia de Espa?a.

El segundo peligro, al contrario, es el de despolitizarlo (el feminismo). Creo que hay que alegrarse de que los partidos neomachistas se hayan sumado a rega?adientes a esta hegemon?a discursiva y movilizadora, y no importa si piensan lo contrario de lo que dicen: huelgas como la del 8-M tienen el efecto inmediatamente pol?tico de cerrar bocas y obligar a revisar estrategias e incluso c?lculos electorales. Pero el contraataque de la derecha, ahora en ese mismo marco ?feminista? donde se la ha encerrado, es visible y peligroso. Cuando se quieren dejar las cosas como est?n, dec?a Maquiavelo, se cambian las palabras o se adoptan las del rival. As? las oligarqu?as se hacen llamar democracias y la fuerza se hace llamar derecho. La reacci?n de los medios y partidos neomachistas a las manifestaciones del 8-M ha sido la de acusar a la ?izquierda? de robar un patrimonio com?n; es decir, la de llamar sectarismo y partidismo y hasta vandalismo al feminismo y llamar feminismo… al machismo. Para mantener politizado el feminismo, como condici?n de urgentes transformaciones m?s generales, es necesario seguir controlando, por tanto, el marco hegem?nico y sus discursos, y ello implica parad?jicamente, frente a esta acusaci?n de ?empeque?ecimiento? sectario, asumir el riesgo de aceptar a muchas y muchos desconocidos a fin de que el feminismo sea el normal patrimonio com?n de todos los que no caben en la Espa?a cerrada por Santiago ni en la democracia encogida por las oligarqu?as. Lo mejor que se puede decir del feminismo, y de ah? las esperanzas que despierta en este momento de contracci?n neur?tica, es que gracias a ?l, despu?s de siglos de crueles misterios religiosos, los hombres y las mujeres empezamos por fin a conocernos. Estamos, por as? decirlo, en nuestra primera cita; ni la lluvia ni el fuego ni los dioses deber?an impedir la segunda.

Fuente: http://ctxt.es/es/20190313/Firmas/24892/Santiago-Alba-Rico-desconocidos-feminismo-fascismo-patriarcado-neomachismo.htm


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