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Descolonizaci?n de la geopol?tica, geopol?tica de la liberaci?n

Rafael Bautista :: 11.04.19

El mundo ya no es unipolar y la decadencia imperial es inobjetable. Una nueva fisonom?a se abre en el tablero geopol?tico global del siglo XXI y, si bien, ya no es el tiempo del ALBA y la UNASUR, la coyuntura que se desata en Venezuela nos impele a definir en el presente todas las luchas pasadas. Tematizar el contexto epocal no es una operaci?n anal?tica del presente sino una reflexi?n hist?rica trascendental. Esto complejiza la propia aproximaci?n epist?mica a la coyuntura y nos brinda la posibilidad de superar l?mites epistemol?gicos que son, a su vez, l?mites pol?ticos.

Descolonizaci?n de la geopol?tica, geopol?tica de la liberaci?n
El verdadero juez es el pasado

Rafael Bautista
Bolpress
Publicado el: 10 abril, 2019

El mundo ya no es unipolar y la decadencia imperial es inobjetable. Una nueva fisonom?a se abre en el tablero geopol?tico global del siglo XXI y, si bien, ya no es el tiempo del ALBA y la UNASUR, la coyuntura que se desata en Venezuela nos impele a definir en el presente todas las luchas pasadas. Tematizar el contexto epocal no es una operaci?n anal?tica del presente sino una reflexi?n hist?rica trascendental. Esto complejiza la propia aproximaci?n epist?mica a la coyuntura y nos brinda la posibilidad de superar l?mites epistemol?gicos que son, a su vez, l?mites pol?ticos. Esto es lo que nos ha conducido a que complejicemos la reflexi?n en t?rminos de geopol?tica. Ello tambi?n signific? tematizar las posibilidades de una descolonizaci?n de la geopol?tica, para proponer ya no s?lo una geopol?tica cr?tica sino lo que estamos denominando: una geopol?tica de la liberaci?n. GR?FICA: El presidente de la Comisi?n Europea Jean-Claude Junker, el presidente chino Xi Jinping, el predidente franc?s Emmanuel Macron y la canciller alemana Angela Merkel en Par?s. (DW)

EL VERDADERO JUEZ ES EL PASADO

Por Rafael Bautista S.

El cisma geopol?tico que se ha de definir en Venezuela es in?dito y merece una resignificaci?n del concepto de coyuntura. Si la coyuntura tiene importancia anal?tica es porque ?sta viene a ser el modo c?mo la historia hace del tiempo pol?tico ?acontecimiento?. Pero un ?acontecimiento? es s?lo posible si el tiempo deja atr?s su inercia cronol?gica y se produce experiencia hist?rica, es decir, se ?hace historia?. Esto es lo que se denomina tiempo mesi?nico, porque ?ste literalmente ?acontece? cuando el presente deja de ser simple presente y se constituye en receptor de memoria hist?rica, es decir, cuando el presente se hace coyuntura pol?tica. Entonces, la importancia de la coyuntura radica, m?s que en su escenograf?a pol?tica, en el c?mo la historia comparece y deja de ser pasado y se hace horizonte pol?tico; de ese modo, el pasado deja de ser una simple rememoranza y se hace presencia decisiva en la definici?n pol?tica del presente. S?lo por esta definici?n el presente se hace proyectivo y abre la posibilidad de que se proponga parir un nuevo tiempo.

Por eso la coyuntura se constituye en locus hist?rico desde donde pueden hilvanarse las referencias trascendentales que encarna el presente y que reclaman su resoluci?n hist?rica; por eso, cuando nos referimos a la coyuntura, no nos referimos a cualquier evento sino a la fragua decisiva de la definici?n pol?tica del presente. Ese es el verdadero tiempo pol?tico y no la din?mica acelerada de la gesti?n pol?tica. Por eso una reflexi?n hist?rica no mienta sobre el pasado en cuanto pasado sino que es siempre una reflexi?n del presente a la luz de la historia.

En ese sentido, hacer de la coyuntura una mera s?ntesis de la combinaci?n de factores y circunstancias en la arena pol?tica es no saber pensar el pasaje de la historia a la pol?tica. Entonces, amplificar la coyuntura es devolverle a la pol?tica materialidad hist?rica. S?lo cuando el pasado deja de ser pasado, el presente se hace coyuntura, y el futuro ya no se impone como fatalidad, dejando a la pol?tica hu?rfana de todo sentido hist?rico.

Esta reflexi?n la creemos necesaria para comprender si, lo que se juega en Venezuela es el destino de nuestros pueblos, debemos de discernir, a la luz de todos los tiempos, a qu? tipo de destino nos estamos refiriendo. Entonces, una reflexi?n coyuntural (m?s all? del mero an?lisis de coyuntura) debe trascender las limitaciones conceptuales y abrirse a aquello que hist?ricamente est? aconteciendo en el presente. La combinaci?n de factores y circunstancias presentes configuran la escenograf?a pero no explica el drama mismo en que se debate la coyuntura. Por ello se suele recurrir a referencias inmediatas pero, de ese modo, en el an?lisis de coyuntura, el presente aparece desconectado de la historia y, en consecuencia, la pol?tica queda a merced del puro c?lculo pol?tico.

En ese sentido, muchos de los an?lisis actuales, s?lo ven una r?plica de, por ejemplo, la ?crisis de los misiles?, reducido a una disputa entre potencias; pero en este an?lisis desaparece lo hist?rico de la coyuntura y, en consecuencia, el pueblo desaparece como sujeto y tambi?n lo pol?tico del presente. Es decir, esta visi?n no hace m?s que reafirmar la despolitizaci?n aristocr?tica de la percepci?n social, que resume todo al puro poder de negociaci?n. Reducir el cisma geopol?tico a una disputa, incluso de car?cter geoestrat?gico, significa tambi?n asumir el guion imperial como hermen?utica pol?tica y esto, infelizmente, s?lo conduce a su reposici?n hegem?nica; porque esta versi?n es funcional a la demagogia de la ?amenaza al mundo libre? que usa el Imperio para desatar sus ?guerras defensivas? (no hay poder m?s peligroso que aquel que se hace la v?ctima).

Por eso la guerra arancelaria desatada contra China viene acompa?ada de una renacida sinofobia que se impone en nuestros pa?ses para demonizar la expansi?n china y, de ese modo, vestir de a?oranza la decadencia imperial. Los mismos intereses desatan el renovado sentimiento anti-ruso de la guerra fr?a para, entre otras cosas, incrementar el presupuesto militar (?nico sost?n actual del d?lar). Ambos develan la inseguridad imperial a la hora de reponer su hegemon?a, porque el mundo ya no es unipolar y la narrativa imperial ya no sabe en qu? mundo se encuentra. En su decadencia, ya no sabe c?mo renovar su dirigencia mundial y s?lo acude a reponer sus mitos fundacionales; frente a la expansi?n e influencia de nuevas hegemon?as, s?lo sabe reafirmar su horizonte de prejuicios e imponer su mitolog?a m?s acabada: su ?excepcionalismo? como su ?destino manifiesto?. Por eso la reposici?n de la Doctrina Monroe no es casual sino se inscribe en una decadencia que no es s?lo econ?mica sino hasta espiritual.

Entonces, el cisma geopol?tico que se abre, abre tambi?n al presente y lo enfrenta a la historia, porque el cisma tiene que ver con la sobrevivencia misma de la dicotom?a global centro-periferia, es decir, del orden geopol?tico moderno-imperial. Eso significa la develaci?n de la carne misma que se atiza en esta conflagraci?n, y esto consiste en el posible desmantelamiento del concepto de soberan?a. Es decir, lo que se pretende demoler, al modo del atentado a las torres gemelas, son las soberan?as nacionales. Al Imperio no le queda otra, porque su reposici?n hegem?nica en un des-orden tripolar y, para colmo, post-occidental, depende de desterrar a nuestro continente ?y al mundo entero? a una situaci?n pre-estatal (Venezuela es s?lo el comienzo). Esta regresi?n hist?rica no es una fatalidad del subdesarrollo sino una demanda del desarrollo (el discurso de ?make America great again? presupone esta condena).

Por ello la necesidad de restaurar la Doctrina Monroe, para as? enfrentar la posibilidad de una revoluci?n continental. Si esto es as?, la reflexi?n coyuntural nos debe posibilitar advertir qu? horizontes no cumplidos est?n debatiendo en el presente su posible resoluci?n; porque no hay pasado que est? pasado y no hay lucha hist?rica que no despierte utop?as no logradas y, si el conflicto es de tal magnitud, cabe preguntar si el presente pol?tico est? a la altura de una resoluci?n de tal magnitud.

Como hace casi dos siglos, USA acude a su mitolog?a para afirmar su vocaci?n imperial (en la historia no hay nada casual). Una otra Doctrina, desde el Sur, nac?a desde la visi?n prof?tica de Bol?var, que comprend?a la necesidad de una liberaci?n continental; despu?s Ch?vez es quien intenta cumplir aquello, expresado como Doctrina Bolivariana, ahora continuado por Maduro. Eso es lo que ahonda la decadencia de la hegemon?a imperial y le obliga a transferir su contienda global a lo que considera su ?patio trasero?. Desde el golpe a Mel Zelaya en Honduras, hasta la creaci?n del PROSUR, la cosa estaba clara: no se iba a permitir, bajo ninguna circunstancia, una desobediencia generalizada; porque es precisamente condici?n b?sica, para ser Imperio, la ausencia de un proyecto com?n en sus naciones oprimidas.

La lucha de doctrinas manifiesta una lucha a vida o muerte que enfrenta el Imperio en su propia decadencia; para sobrevivir en un nuevo equilibrio global tiene que sepultar toda apuesta liberadora de sus colonias inmediatas, lo que implica una desposesi?n sistem?tica de toda soberan?a nacional. A la hora de reponer la importancia estrat?gica de la Federaci?n Rusa, Vladimir Putin es consciente del peligro global que implica un mundo sin soberan?as nacionales. En ese contexto, la aparici?n de los BRICS, era la respuesta nacionalista frente la globalizaci?n financiera del d?lar. Por eso es desacertada la acusaci?n que hace el Imperio: ni China ni Rusia son competencia imperial. Por un lado, lo que antepone Rusia en la actual disputa geopol?tica global es no permitir, bajo ninguna circunstancia, volver a ser periferia, ya que eso significar?a la balcanizaci?n total, es decir, la capitulaci?n indefinida. Por otro lado, la expansi?n China no es imperial; los inventores de la p?lvora ?que se anticipan a los europeos por 74 a?os al ?descubrimiento? de Am?rica? nunca necesitaron de invasiones extraterritoriales, siempre les bast? su expansi?n comercial.

Para China, ni el socialismo ni el capitalismo son fines nacionales; o sea, encasillar al nacionalismo chino en una clasificaci?n occidental es puro eurocentrismo y eso es lo que hace que Europa y USA no entiendan a qui?n en verdad se enfrentan. Por eso la coyuntura nos brinda la posibilidad de, incluso delimitar ?m?s all? de la provinciana visi?n anglosajona del mundo? el concepto de Imperio como exclusivamente occidental.

No toda dominaci?n es imperial; una dominaci?n apenas formal no constituye Imperio. La expansi?n imperial es la primera manifestaci?n de lo que conocemos como ?factor exponencial?. La historia imperial comienza en Roma, pero requiere de la vocaci?n ?universalista? que le brinda un cristianismo funcionalizado, para rematar definitivamente su proyecci?n imperial en proyecto ?civilizatorio?; de ese modo, una dominaci?n infinita se afirma contundentemente en cuanto ?proyecto de salvaci?n universal?. Por eso las guerras que patrocina el Imperio gringo se declaran ?guerras santas? o ?lucha del Bien contra el Mal?; esta inevitable divinizaci?n es el verdadero fundamentalismo moderno. Por eso Marx tiene raz?n: la cr?tica de la religi?n es condici?n de toda cr?tica. Bajo el Imperio romano no hay otro Dios que el Dios del Imperio; esa amenaza imperial se expresa actualmente de este modo: no hay otra democracia que la democracia gringa.

Por eso puede invadir pa?ses en nombre de la ?libertad?, los ?derechos humanos? y la ?democracia?. Estos ?dolos conforman el discurso secular de su pretensi?n divina. Esto es lo que naturaliza el Imperio como geopol?tica del sentido com?n, es decir, como religiosidad naturalizada (por eso hasta beatifica a sus sicarios medi?ticos, como ?San Jorge Ramos?, patr?n de los falso-positivos). En ese sentido, la Doctrina Monroe expresa la antropolog?a imperial como clasificaci?n naturalizada de la desigualdad humana; esto es lo que significa ?Am?rica para los americanos?. Por eso la coyuntura es tan dram?tica y pone en juego la existencia misma de nuestras naciones. En el des-orden tripolar, el Imperio s?lo puede sobrevivir si acaba con toda soberan?a nacional, por eso alinea a todos sus t?teres y los re?ne en el PROSUR contra la UNASUR (la OEA contra la CELAC, la AP contra el ALBA, etc.).

La visi?n geopol?tica del comandante Ch?vez era una actualizada y estrat?gica adecuaci?n de un proyecto de liberaci?n continental en un contexto post-imperial; su lucidez consist?a en advertir el desmoronamiento imperial, lo cual significaba apartarse de ese derrumbe y optar por un ingreso soberano en la nueva arena global multipolar. En su ambici?n infinita, un Imperio muere desde adentro y todo empieza por la decadencia moral; cuando cae, cae como un coloso de bronce con pies de barro y arrastra a todo aquello que no sabe apartarse de esa ca?da.

Si la econom?a sigue su viraje al pacifico (y el ?ltimo encuentro en Paris, entre Xi Jinping, Angela Merkel, Emmanuel Macron y el jefe de la Comision Europea Jean Claude Junker ?donde Europa busca desesperadamente ingresar a las tres rutas de la Seda y China promover un nuevo orden internacional?, es una muestra del apogeo oriental y la declinaci?n de Occidente), todo intento de cooptar nuestras econom?as por parte de la hegemon?a del d?lar s?lo lograr? aislarnos del mundo, es decir, el verdadero aislacionismo se har? realidad gracias a la vergonzosa capitulaci?n que promueven las oligarqu?as latinoamericanas en defensa exclusiva del d?lar.

Demoler la soberan?a de los Estados supone una transferencia de derechos por desposesi?n jur?dica, es decir, la transmisi?n de soberan?a a un ?apoderado? transnacional. Esto significa el fin de la ONU; pero no se trata de su obsolescencia sino de que el Imperio declara el fin del derecho internacional; de este modo se implementa la estrategia Rumsfeld-Cebrowski: dividir el mundo en el caos y el orden. S?lo de ese modo los Estados sobrevivientes pueden acceder al mundo del caos reducido a tanque de recursos estrat?gicos, pero s?lo y ?nicamente a trav?s del Estado gendarme.

La Doctrina Monroe fue pensada para impedir la injerencia de las potencias europeas en Am?rica, mientras USA desarrollaba todas sus capacidades intervencionistas; ahora el intervencionismo es apenas un dato que verifica la soberan?a hipotecada de nuestros Estados. Por transferencia de soberan?a, es decir, de poder pol?tico, es que el Imperio se unge de poder real; s?lo de este modo el colonialismo se hace colonialidad. En ese sentido, las invasiones son, para el Imperio, cobro hipotecario. La riqueza hidrocarbur?fera, mineral y acu?fera, de la cuenca del Orinoco, no son meros justificativos de un saqueo mercantil sino el cobro que estima ?justo? el ?derecho de conquista?.

Con el ?ltimo reconocimiento gringo de la soberan?a israel? de los Altos del Gol?n, el Imperio antepone el ?derecho de conquista? sobre la diplomacia, la guerra sobre la pol?tica; y con ello entierra el derecho internacional que, precisamente, dio origen a la ONU. ?ste es el coup d?Etat contra toda jurisprudencia vinculante y la renuncia a un pacto democr?tico entre potencias (un Imperio no lucha por algo sino por todo). Ya evidenciada su vulnerabilidad imperial (sobre todo en el ?mbito militar), la ?nica opci?n que le queda, es amenazar al derecho y la seguridad global. Lo cual ya es una realidad con la deuda universalizada que promueve la religiosidad acabada del capital, donde la incertidumbre, el miedo, la insatisfacci?n, la inestabilidad, la angustia, la inseguridad generalizada se vuelven activantes de la ?nica seguridad: el dinero inmediato. Si no hay nada seguro, la propia fisonom?a que adquiere la realidad es la incertidumbre. ?Por qu? las fake news son decisivas en esa clase de mundo? Porque ?stas, aunque no establecen ninguna certidumbre a largo plazo, s? ofrecen un soporte ef?mero, como el dinero. Las fake news tienen ese origen, s?lo pueden nacer del fake money, es decir, expresan a las finanzas actuales, cuyo grado de realidad son apenas burbujas en un mundo de la post-verdad.

Por eso, para el Imperio, ninguna alternativa puede prosperar, porque eso significar?a la relativizaci?n de su mitolog?a. Desde su excepcionalismo USA jam?s se ha considerado un igual a las otras naciones, por eso concibe la ONU desde la clasificaci?n imperial: mientras la Asamblea General aparenta una democracia mundial, el Consejo de Seguridad y su poder de veto es el ojo de Dios que reduce al mundo a un pan?ptico global.

Por eso la coyuntura, como acceso sint?tico a lo hist?rico de la pol?tica, nos puede conducir al escenario ?ltimo que se debate en el presente. La descripci?n que hemos realizado es posible desde esa perspectiva. En ese sentido, la revoluci?n bolivariana ?como lo que posibilit? inicialmente la revoluci?n democr?tico-cultural en Bolivia? es imposible de comprender si no incluimos en la reflexi?n aquello que actualiza como pasado latente. Todo el orden referido en nuestra descripci?n es el sistema-mundo moderno que, en su decadencia, en cuanto rebeli?n de los l?mites emp?ricos que relativiza toda econom?a del crecimiento ?como es el capitalismo moderno?, vuelve a sus or?genes como expresi?n hist?rica de su crisis. La modernidad nace con la conquista del Nuevo Mundo y esa conquista empieza en el Caribe. Y en el Caribe, una vez que el genocidio indio es consumado, es continuado por el genocidio afro; es decir, el Caribe es el primer altar sacrificial que alza la modernidad para consagrar su proyecto de dominaci?n universal.

Si lo que se enfrentan, hoy en d?a, son, como hab?amos dicho, dos tipos de doctrinas, es porque esas doctrinas resucitan el conflicto inicial. Porque lo que pretende naturalizar el Imperio es, en realidad, producto de la invasi?n, saqueo y genocidio que origina el mundo moderno. Por ello hablamos de crisis civilizatoria y no simplemente de crisis del capitalismo. El Caribe, como el Mare Nostrum del mundo moderno, siempre fue, geopol?ticamente hablando, una zona estrat?gica. Fue la primera ?rea de disputa entre las potencias europeas; y su autonom?a, con respecto del lecho continental, fue el primer descuartizamiento del Abya Yala como un todo integrado. Eso es lo que el Imperio pretende confirmar en la idiosincrasia pol?tica, incluso de izquierda, para dilatar la disociaci?n entre lo indio y lo afro en todo proyecto de liberaci?n continental.

Venezuela se constituye en el puente hist?rico entre el continente y el Caribe, donde se est? produciendo el comparecer hist?rico del pasado m?s profundo de la crisis actual. Hait? fue la primera naci?n de hombres libres del mundo moderno; de ese modo la di?spora africana hizo tambi?n suyo el destino del Abya Yala. Lo que queda de Hait? es la sa?a de los imperios modernos en escarmentar toda pretensi?n de igualdad humana. Pero Hait? fue la primera naci?n en apoyar la independencia americana, financiando incluso al ej?rcito de Bol?var. Despu?s Hait? es excluida por todos, como despu?s lo ser? Cuba. El desenlace actual depende de saldar esas deudas hist?ricas y superar esa fatalidad pol?tica.

USA impulsa su vocaci?n imperial en el Caribe, por eso en el Caribe tambi?n se define su sobrevivencia, lo cual no es casual, ya que el primer contra-discurso de la modernidad, como se?ala Enrique Dussel, nace tambi?n en el Caribe. Desde que nace el sistema-mundo moderno, siempre ha sido una ?rea de definiciones globales (la ?ltima fue la ?crisis de los misiles?), as? que, a la luz de una historia de liberaci?n, lo que hoy se debate es la resoluci?n hist?rica de aquellos horizontes diferidos. S?lo en ese contexto, la auto-constituci?n del pueblo en sujeto hist?rico, cobra las dimensiones expl?citas de lo que significa ser sujeto hist?rico. Pues la ?sujeci?n? del sujeto es hist?rica porque su constituci?n no es de hoy sino de toda la acumulaci?n hist?rica que transfiere las esperanzas pasadas en compromisos presentes. Por eso el sujeto llamado pueblo se hace universal, porque en su lucha se implican todos los muertos que reclaman reparaci?n mesi?nica, es decir, resurrecci?n de todos los justos (como dec?a Vallejo: ?cu?ndo ser? que desayunemos todos juntos/al borde de una ma?ana eterna?).

No todo se define en el reino de este mundo. El mismo mundo no se define sino a partir de una referencia siempre trascendental a s? mismo. Lo que le trasciende es aquello que precisamente le da sentido, le otorga singularidad y destino. Esa referencia jam?s la encontramos en el futuro sino en el pasado. El secularismo moderno, traducido en praxis pol?tica, nos conduce al desprecio del pasado y apostar por un futuro ya definido por la inercia del progreso infinito. Pero esta apuesta cancela lo hist?rico de nuestra existencia pol?tica y despoja a la lucha de todo car?cter trascendental. Un pueblo es pueblo, o sea, act?a en tanto que pueblo, cuando encarna toda la materia ut?pica del pasado y se propone la redenci?n final.

Por eso toda revoluci?n siempre se ha concebido como el principio de algo nuevo; esta pasi?n mesi?nica, que nunca ha sido tematizada por la intelectualidad de izquierda, es la clave que falta para devolverle la ?cosa sagrada? a la pol?tica. En ?ltima instancia, creer en el pueblo significa creer en esta ?cosa sagrada? que contiene el pueblo en tanto que pueblo, como encarnaci?n de lo diferido hist?rico y hecho epifan?a revolucionaria para todos los tiempos.

El esp?ritu de los tiempos ya no pertenece al Occidente moderno. M?s bien Occidente comparece hoy en el tribunal de la historia. Por eso no todo se define, como dec?a Alejo Carpentier, en el reino de este mundo. El c?ndor del Sur y el ?guila del Norte del Abya Yala presagian un nuevo tiempo, que ha escogido a Venezuela como sitio de peregrinaci?n hist?rica; en lenguaje cristiano, avecin?ndose la pascua, los pueblos son convocados a salir de la dominaci?n del reino de este mundo y merecer la ?tierra prometida?; porque la promesa ut?pica se transfiere hist?ricamente y el Abya Yala se encuentra en condiciones de redimir toda la historia pasada. El mundo ya no es unipolar y la decadencia imperial es inobjetable. Una nueva fisonom?a se abre en el tablero geopol?tico global del siglo XXI y, si bien, ya no es el tiempo del ALBA y la UNASUR, la coyuntura que se desata en Venezuela nos impele a definir en el presente todas las luchas pasadas.

S?lo de ese modo se redime la historia y el presente se hace tiempo mesi?nico. Por eso la coyuntura pol?tica nunca ha sido materia de ortodoxos, pues lo real de la realidad no puede ser reducido a objeto de disecci?n. Lo real es m?s bien lo que da sentido al presente y eso trasciende toda referencia emp?rica. Por eso tambi?n lo pol?tico de la existencia no se decide en el presente sino en el pasado. El verdadero juez es el pasado.

Una descripci?n geopol?tica cr?tica que se proponga estar a la altura de la hiper-complejidad global que adquiere el mundo en un orden post-occidental, parte de un locus hist?rico-pol?tico que le permite la apertura propositiva de pensar el mundo m?s all? de los marcos euroc?ntricos impuestos en todo ejercicio cognitivo de comprensi?n de la realidad. En ese sentido, pensar el horizonte hist?rico-pol?tico que proyecta la coyuntura, nos conduce a un ascenso metodol?gico que ser?a, en ?ltima instancia, el modo c?mo se comprende una determinada realidad, esto es, exponer su relevancia en el contexto mundial.

En eso consistir?a pensar un proyecto: en el c?mo de su modo de inserci?n positiva en el mundo. En ese sentido, tematizar el contexto epocal no es una operaci?n anal?tica del presente sino una reflexi?n hist?rica trascendental. Esto complejiza la propia aproximaci?n epist?mica a la coyuntura y nos brinda la posibilidad de superar l?mites epistemol?gicos que son, a su vez, l?mites pol?ticos. Esto es lo que nos ha conducido a que complejicemos la reflexi?n en t?rminos de geopol?tica. Ello tambi?n signific? tematizar las posibilidades de una descolonizaci?n de la geopol?tica, para proponer ya no s?lo una geopol?tica cr?tica sino lo que estamos denominando: una geopol?tica de la liberaci?n.

La Paz, Bolivia, 8 de abril del 2019
Rafael Bautista S.
autor de: ?El tablero del siglo XXI.

Geopol?tica des-colonial de un orden

global post-occidental?,

de pr?xima aparici?n.

Dirige ?el taller de la descolonizaci?n?
rafaelcorso@yahoo.com


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