El soci?logo franc?s Michel Wieviorka ha seguido con rigor los rumbos de esta insurrecci?n popular. Wieviorka es uno de los intelectuales m?s reputados de Francia. Su obra sociol?gica te?rica se sit?a en una l?nea que toma en cuenta la globalizaci?n tanto como la construcci?n individual y la dimensi?n subjetiva de los actores.
Presidente entre 2006 y 2010 de la Asociaci?n Internacional de Sociolog?a (ais/isa), Wieviorka es actualmente director de estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales y preside el directorio de la Fundaci?n de la Casa de las Ciencias del Hombre en Par?s.
?Los ?chalecos amarillos? se desarrollaron en un desierto pol?tico?
Entrevista con Michel Wieviorka
Eduardo Febbro
Nueva Sociedad
Abril 2019
?Los ?chalecos amarillos? se desarrollaron en un desierto pol?tico? / Entrevista con Michel Wieviorka
Un pu?ado de semanas agitadas protagonizadas por una Francia que se visti? de amarillo provocaron una de las sacudidas m?s densas que hayan conocido las democracias liberales en los ?ltimos 25 a?os. Articulado a partir de una protesta contra el aumento del precio de la gasolina, el movimiento de los ?chalecos amarillos? (gilets jaunes) emergi? en Francia en noviembre de 2018 y se fue ampliando hasta poner en tela de juicio la globalidad de un sistema pol?tico y financiero orientado hacia sus propios intereses.
La historia social nunca se acaba, menos a?n en una sociedad como la francesa donde la idea de igualdad organiza los pilares de la narrativa nacional desde la revoluci?n de 1789. Los ?chalecos amarillos? irrumpieron desde la periferia, desde el coraz?n herido de una Francia a la que se llam? err?neamente ?invisible?. En un momento en el cual, como casi todas las sociedades occidentales, el pa?s atravesaba una profunda crisis de representatividad, los gilets jaunes construyeron la suya en una zona de aislamiento. A lo largo de todo el territorio, empezaron ocupando las rotondas, es decir, ese lugar circular de cruce de caminos que comunica con rutas que se internan en los pueblitos, esos p?ramos hace mucho tiempo dejados al abandono por un Estado que cerr? estaciones de trenes, escuelas, correos y bancos. De aquella soledad periurbana o perirrural saltaron a la capital francesa, ante el asombro de los analistas de Par?s. El gobierno franc?s se qued? mudo y paralizado, tanto m?s cuanto que ven?a de una serie ininterrumpida de victorias rotundas contra los sindicatos y otros movimientos sociales: impuso su reforma laboral sin muchos sobresaltos y luego la reforma de uno de los mitos de Francia, la empresa nacional de ferrocarriles, la sncf.
Los ?chalecos amarillos? atravesaron los intersticios de las certezas del poder y la copiosa ignorancia de los medios. Se vistieron con el chaleco fluorescente que se debe llevar obligatoriamente en los autos y ganaron una visibilidad incuestionable. Con el correr de los d?as, la visibilidad se torn? en legitimidad y esta, en un respaldo masivo de la poblaci?n. De las rotondas, que jam?s abandonaron, pasaron a Par?s. En la capital francesa armaron uno de los revuelos sociales m?s intensos de que se tenga memoria. A diferencia de otros momentos de tensi?n social, los ?chalecos amarillos? desplazaron el punto de resistencia. En lugar de los barrios populares, fueron a manifestar en el coraz?n de la riqueza: los Campos El?seos y sus s?per ricas avenidas adyacentes, donde est?n concentradas las riquezas m?s abultadas del mundo. El Estado se asust?. Lleg? a sacar a la calle m?s polic?as que manifestantes, reprimi? con una violencia inaudita, arrest? de forma preventiva, impidi? a mucha gente que fuera a las manifestaciones de los s?bados. La represi?n policial dej?, al cabo de dos meses, cientos de detenidos y heridos graves: mutilados de manos o pies, gente que perdi? un ojo. En defensa de su modelo, el Estado lleg? a violar las propias reglas que ?l mismo hab?a fijado. Nada disuadi? a los ?chalecos amarillos?. Aunque se fueron dividiendo entre el sector m?s radical que anhela derribar al gobierno en la calle y otro m?s moderado que aspira a convertir el movimiento en una entidad pol?tica, la insurrecci?n amarilla persiste tanto como su mensaje original: vivimos en un sistema de acumulaci?n demente y de exclusi?n radical donde se pretende que unos pocos paguen las condiciones de vida de la modernidad. No fueron de derecha ni de extrema derecha, ni tampoco de izquierda o de extrema izquierda, ni tampoco ecologistas. Objeto de m?ltiples intentos de manipulaci?n y cooptaci?n pol?tica, los ?chalecos amarillos? no entregaron su fuerza y su legitimidad al mejor postor. Su aparici?n vino acompa?ada de varias invenciones sociales: no solo el chaleco, tambi?n la articulaci?n entre las redes sociales y la realidad y esa forma in?dita de haber bautizado cada manifestaci?n de los s?bados como un ?acto?. Una forma de decir que la gran pieza de teatro sigue en el escenario.
El soci?logo franc?s Michel Wieviorka ha seguido con rigor los rumbos de esta insurrecci?n popular. Wieviorka es uno de los intelectuales m?s reputados de Francia. Su obra sociol?gica te?rica se sit?a en una l?nea que toma en cuenta la globalizaci?n tanto como la construcci?n individual y la dimensi?n subjetiva de los actores. Con sus primeros trabajos, empez? a construir una suerte de sociolog?a de la acci?n a partir de los consumidores de la d?cada de 1970. Ello lo llev? a interesarse en los movimientos sociales y en fen?menos como el racismo, el terrorismo y la violencia. En 1989, su libro Societ?s et terrorisme [Sociedades y terrorismo] le vali? un r?pido reconocimiento internacional. Sus obras traducidas al espa?ol son: El espacio del racismo (Paid?s, Barcelona, 1982); La primavera de la pol?tica (Libros de la Vanguardia, Barcelona, 2007); El racismo: una introducci?n (Gedisa, Barcelona, 2009); Otro mundo. Discrepancias, sorpresas y derivas en la antimundializaci?n (fce, Ciudad de M?xico, 2009); Una sociolog?a para el siglo xxi (uoc Ediciones, Barcelona, 2011); La violencia (Prometeo, Buenos Aires, 2018) y El antisemitismo explicado a los j?venes (Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2018). Presidente entre 2006 y 2010 de la Asociaci?n Internacional de Sociolog?a (ais/isa), Wieviorka es actualmente director de estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales y preside el directorio de la Fundaci?n de la Casa de las Ciencias del Hombre en Par?s.
?Como definir?a usted el levantamiento de los ?chalecos amarillos?? ?Acaso fue una revuelta fiscal, una revuelta ecol?gica o, m?s globalmente, la manifestaci?n de un hartazgo general contra la desigualdad?
Ha sido un movimiento social en un contexto de crisis pol?tica y social. Es una parte de la sociedad que dice no aceptar sus condiciones de vida, que quiere pagar menos impuestos y, de alguna manera, reh?sa pagar la transici?n ecol?gica. Se ha dicho que los ?chalecos amarillos? eran una suerte de Francia invisible. En realidad, era invisible solo para quienes no quisieron verla. No era en nada invisible. Muchos trabajos han demostrado la existencia de una Francia que no vive en las mismas condiciones en las que se vive en el centro de Par?s. En este pa?s hay muchas desigualdades sociales, hay regiones que se han convertido en desiertos. Cuando alguien vive en un lugar donde ya no hay trabajo, ya no hay servicios p?blicos, donde no hay escuela para los ni?os ni maternidad para atender los nacimientos; cuando no hay m?s estaciones de trenes, ni correos, en suma, cuando todo esto desaparece, la gente se dice: la vida no es posible.
Ha habido entonces una ceguera pol?tica acumulada por parte de los sucesivos gobiernos.
El problema es el tratamiento pol?tico de todo esto. No ha habido propuestas pol?ticas pensadas seriamente para esta parte de la poblaci?n. Esto empez? a gestarse a finales de los a?os 70, principios de los 80. Pero no es el ?nico problema de este pa?s. Tambi?n est? la problem?tica de los suburbios. Y todo esto nunca fue objeto de pol?ticas fuertes. No se pens? en reabrir servicios p?blicos, no se pens? en tomar en cuenta a toda esa gente para la cual el autom?vil es indispensable. Hay muchas familias que necesitan hasta dos autom?viles. Viven lejos del lugar del trabajo. A menudo, marido y esposa viven a 50 o 60 kil?metros del lugar de trabajo. Tampoco hay escuelas para los ni?os y entonces tienen que ir a trabajar con el auto y tambi?n usarlo para llevar y traer a los chicos de la escuela. Todos estos problemas nunca fueron tratados de manera seria.
Hay tambi?n dos elementos constantes que surgen con esta crisis: la ruptura, en Francia, del sistema colectivo de solidaridad, y el abismo entre la poblaci?n, sus necesidades y la dirigencia pol?tica global. ?Est? de acuerdo?
S?. Francia, como muchos otros pa?ses, vive un proceso de fragmentaci?n. Y en este proceso desaparecen las formas de solidaridad colectiva, o se transforman en nacionalismos y repliegue sobre s? mismo. Pero esto es apenas un aspecto del problema. El otro es la crisis del sistema pol?tico. En Francia, las formas cl?sicas de la democracia liberal, o sea, la representaci?n pol?tica, no funcionan m?s. Los partidos cl?sicos ya no funcionan y esto explica en mucho los problemas. La gente siente que los partidos pol?ticos no la representan, que est?n lejos, que esos partidos pertenecen a un tiempo antiguo y que no son los que necesita hoy. En esta situaci?n, el poder est? desconectado de la poblaci?n, sin capacidad de mediaci?n. Pero esta crisis de la representaci?n no ata?e solo a los partidos pol?ticos, tambi?n engloba a los sindicatos, a las asociaciones.
Estamos en un pa?s donde las mediaciones pol?ticas y sociales se est?n debilitando, donde el poder ha funcionado de manera tecnocr?tica. Hay poca pol?tica y mucha racionalidad que no toma en cuenta la vida de la gente. Los partidos pol?ticos no funcionan bien. Han perdido la capacidad de plantear propuestas. Esta es la raz?n por la cual los ?chalecos amarillos? se desarrollaron en un desierto pol?tico. No hay correas de transmisi?n pol?tica. Est? el poder central del gobierno, el presidente, est? luego el pueblo y en el medio no hay nada para llevar a cabo una mediaci?n. El gobierno tiene la mayor?a en la Asamblea Nacional, pero los diputados de su partido, La Rep?blica en Marcha, fueron muy, pero muy poco inteligentes.
Mucho se ha dicho en todo el mundo que Francia volv?a a marcar la pauta de la revuelta social. La izquierda radical ve en los ?chalecos amarillos? la realizaci?n del sue?o de una insurrecci?n ciudadana. Sin embargo, el perfil de los ?chalecos? es m?s complejo.
Los ?chalecos amarillos? no hablan mucho de insurrecci?n. Pero como la gente necesita tener marcadores hist?ricos, intenta buscar algo que ligue a los ?chalecos amarillos? con esas referencias. Y all?, desde luego, aparece la Revoluci?n Francesa. Sin embargo, los ?chalecos amarillos? no son un movimiento revolucionario. S?, es cierto que se habla del presidente Emmanuel Macron y del poder como del rey Luis xvi o de su esposa Mar?a Antonieta. Sin embargo, no se trata de un movimiento revolucionario que quiere tomar el poder. Hubo mucha violencia durante las manifestaciones, pero no fueron los actores centrales quienes la desencadenaron. Son otros, son gente que vino a romper cosas y a enfrentarse con la polic?a, son gente que tiene ideas pol?ticas de extrema izquierda o de extrema derecha. Admito que hubo ?chalecos amarillos? que actuaron de forma violenta, pero no son el coraz?n del movimiento. No se trat? de un movimiento que pretendiera acabar en una revoluci?n.
All? est? la idea de que, al no ser un movimiento identificado, puede ser utilizado peligrosamente por uno u otro sector pol?tico.
En su coraz?n, el movimiento de los ?chalecos amarillos? est? diciendo: tenemos problemas sociales y queremos que el poder nos responda de manera social, o sea, queremos dinero para vivir mejor, queremos pagar menos impuestos. Son, por consiguiente, demandas sociales. Pero fuera de los ?chalecos amarillos?, en la extrema izquierda, se dice: ?Este movimiento quiere la revoluci?n?. En la extrema derecha se dice: ?Los ?chalecos amarillos? tienen que saber que los problemas de Francia son la inmigraci?n, el islam y la identidad nacional?. Cada sector los etiqueta con sus ideas. Pero la verdad es que los ?chalecos amarillos? nunca hablaron as?. Insisto: no es un movimiento pol?tico, no es un movimiento de extrema izquierda o de extrema derecha. Tal vez haya gente adentro radicalizada, m?s abierta a ideas extremistas, pero en ning?n caso fue ese el perfil de los gilets jaunes. No tienen nada que ver con el comunismo, ni con el fascismo. Es muy dif?cil hacer comparaciones, y no solo hist?ricas, sino tambi?n en el espacio de hoy. Hay gente que dice que los ?chalecos amarillos? fueron un poco como en Italia, con La Liga y el Movimiento 5 Estrellas, o como en Reino Unido con el Brexit, o como los votantes de Donald Trump en Estados Unidos y como en Brasil con Jair Bolsonaro. No son comparaciones v?lidas. Los ?chalecos amarillos? son una cosa ?nica y muy distinta de todo lo dem?s.
Hay en este movimiento algo que lo diferencia de todas las dem?s soluciones que los pa?ses buscaron colectivamente a trav?s de las elecciones. ?No han pedido un cambio de poder, que el poder cambie su forma de gobernar?
Exactamente. En Italia hay problemas del mismo tipo. La gente vot? por Beppe Grillo (5 Estrellas) o a favor de la extrema derecha de Mateo Salvini. En Reino Unido los problemas tambi?n son similares, y all? la gente opt? por salir de Europa. A su vez, en Brasil, los electores llevaron a Bolsonaro al poder. Entonces, lo que constatamos es que en todos esos pa?ses la respuesta a los problemas sociales fue directamente pol?tica. La gente se dijo que con cambios pol?ticos su situaci?n iba a mejorar. En Francia no pas? eso. Aqu?, la gente dijo: ?Queremos una respuesta del gobierno a nuestros problemas?. Hubo una inteligencia colectiva impresionante.
Esto constituye ya una innovaci?n en s?, pero hay m?s. Por ejemplo, los ?chalecos amarillos? nacieron en las redes sociales, pero con un perfil y una din?mica distintos de los que se pudieron ver en otros pa?ses o en la ?primavera ?rabe?.
Hoy no se puede hablar de movimientos sociales sin tomar en cuenta las redes sociales, internet o los tel?fonos m?viles. Las nuevas tecnolog?as de la comunicaci?n son centrales. Sin embargo, la fuerza de los ?chalecos amarillos? consisti? en decir: ?Vamos a articular lo digital con la presencia concreta en todo el territorio nacional?. Es decir, la vida concreta de actores que viven y se encuentran en cada lugar y, adem?s, que se tornan visibles con los famosos chalecos amarillos. Entonces, se trata de un movimiento digital con, por un lado, internet y las redes sociales y, por el otro, una dimensi?n visible en todo el territorio. Los ?chalecos amarillos? articularon las dos vertientes. Antes de los chalecos tuvimos Ocuppy Wall Street en eeuu o los indignados del 15-m en Espa?a y otros movimientos de este tipo. Ambos tienen una cierta manera de articular las redes con un lugar concreto de encuentro. Pero claro, solo un lugar de encuentro. Aqu?, con los ?chalecos amarillos?, la ocupaci?n, el encuentro, fue en todo el territorio nacional. Adem?s, el mismo chaleco amarillo les dio una visibilidad muy fuerte que funcion? muy bien en la televisi?n. Desde este punto de vista, estuvimos frente a un movimiento muy innovador. Han sido muy visibles. Por otra parte, ha sido un movimiento horizontal. Aqu? no hay ning?n l?der carism?tico. Los ?chalecos amarillos?, al menos hasta ahora, no quieren o no han sido capaces de promover a un l?der fuerte.
Este perfil que los caracteriza ?no puede acaso volverse un problema, o sea, acarrear su propia extinci?n?
Los ?chalecos amarillos? enfrentaron el problema de transformar la horizontalidad en una verticalidad de tipo pol?tico. Habr? que ver.
La lista de innovaciones es larga. Por ejemplo, incluye tambi?n la tem?tica ecol?gica. La revuelta naci? con una protesta contra una medida gubernamental destinada, en principio, a financiar la mal llamada transici?n ecol?gica. El Poder Ejecutivo pretend?a equiparar el precio del gasoil, que es m?s barato, con el del combustible com?n.
S?, el movimiento se desencaden? a ra?z del aumento del precio de los combustibles. La gente empez? a decir que los ?chalecos amarillos? estaban en contra de la transici?n ecol?gica. La verdad es un poco m?s compleja. Despu?s de que estallara la revuelta, el gobierno dijo que esos impuestos eran para la protecci?n del medio ambiente, pero la verdad es que se trat? m?s que nada de recaudar m?s impuestos, muy poco se habl? antes de ecolog?a. Al mismo tiempo, los ?chalecos amarillos? dec?an: ?No estamos en contra de la transici?n ecol?gica, pero ?por qu? tenemos que pagarla nosotros??. Son un movimiento que no trata sobre la transici?n ecol?gica, no se mete con la ecolog?a, no se opone a la transici?n ecol?gica, pero termina introduciendo la idea seg?n la cual hay una contradicci?n: ?qu? queremos hacer? ?Queremos financiar la transici?n ecol?gica o queremos ayudar a los m?s pobres a vivir normalmente?
Pero toca el tema de la justicia fiscal, el famoso art?culo xiii de la Declaraci?n de los Derechos del Hombre de 1789 donde se expresa claramente que se paga seg?n lo que se tiene. All? aparece la noci?n plena de igualdad.
Ocurre que hubo una falta inicial, un pecado original cometido por el presidente Macron. Cuando lleg? al poder en 2017, lo primero que hizo fue modificar el impuesto aplicado a las grandes fortunas, el isf. El gobierno inici? su trayectoria pol?tica con esta medida y otras m?s que estaban claramente a favor de las empresas. La gente empez? a decir que el gobierno les daba mucho a los ricos, a las empresas, y al final es a nosotros a quienes nos toca pagar. Hay una idea muy fuerte de que Macron es el presidente de los ricos y de los poderosos; que es, adem?s, un presidente arrogante, que habla de manera negativa y displicente sobre muchos temas. Por ejemplo, una vez dijo que, para la gente que no tiene trabajo, es muy f?cil encontrar uno. ?Basta con cruzar la calle y hay un trabajo?. Tal vez, a veces, sea as? para algunos, pero para la mayor?a de la gente no es el caso. Hay muchos ejemplos sobre la falta de inteligencia pol?tica y sentido social de muchos integrantes del aparato de poder. El caso m?s extraordinario es el del presidente del grupo parlamentario del partido de gobierno, La Rep?blica en Marcha. En un momento de la crisis de los ?chalecos amarillos?, Gilles Le Genre dijo: ?Fuimos demasiado inteligentes?. Eso equivale a decir que los otros eran demasiado est?pidos. En suma, son gente arrogante, gente que no sabe hacer pol?tica. Son gente que aplica la pol?tica del poder.
En este sentido, el rechazo a la arrogancia de los ricos fue muy poderoso. Jam?s se hab?a visto en Francia una manifestaci?n en la que la gente atacara, en Par?s, el barrio de los ricos, ni menos a?n los s?mbolos de la naci?n, como el Arco de Triunfo o la Tumba del Soldado Desconocido. Esta vez s?. No fueron la Plaza de la Bastilla, la Plaza de la Naci?n o la Plaza de la Rep?blica los escenarios de la confrontaci?n, sino los Campos El?seos o la Avenida Foch. No hay que olvidar que este movimiento no naci? en Par?s sino en el interior. Puede que haya gente en Par?s con alguna simpat?a o sensibilidad cercana hacia los ?chalecos amarillos?, pero no fue la mayor?a. El coraz?n de los ?chalecos amarillos? est? fuera de la capital. En tiempos pasados, los momentos importantes, insurreccionales, con movimientos sociales fuertes, surg?an en Par?s, eran genuinos de la ciudad. Pero los ?chalecos amarillos? acuden a la capital desde el interior del pa?s para manifestar con la intenci?n de ir lo m?s cerca posible del poder pol?tico. Y el poder pol?tico est? en Par?s, en los alrededores de los Campos El?seos. El movimiento no manifest? en esos barrios porque ah? se encontraba el dinero o la riqueza, sino porque all? se encontraba, precisamente, el poder pol?tico. Y como el dinero, la riqueza y el poder pol?tico residen en los mismos lugares, los unos porque viven all? y los otros porque en esas zonas funciona, precisamente, el poder pol?tico, ocurri? lo que vimos. Al menos al principio, los ?chalecos amarillos? ocuparon los barrios pudientes no como una cr?tica contra los ricos, sino para llegar lo m?s cerca posible de donde estaba el poder presidencial.
?Qu? lecciones deja la insurrecci?n amarilla francesa en el campo pol?tico y social?
Este movimiento significa que salimos de un mundo y entramos en otro. Significa que salimos de un tipo de sociedad y nos dirigimos hacia un perfil nuevo de sociedad. Y lo que realmente estaban diciendo los ?chalecos amarillos? era precisamente esto: no queremos pagar para este cambio. No queremos ser ni los que van a desaparecer, ni los que van a empobrecerse. No nos corresponde a nosotros pagar por este cambio. Los ?chalecos amarillos? plantean la pregunta clave: ?qui?n va a pagar por eso?
La otra lecci?n que aporta esta revuelta concierne a la forma misma de la insurrecci?n: hoy ya no hay movimientos sociales importantes si no son capaces de articular lo digital, o sea, internet y las redes sociales, con la presencia concreta, f?sica, en el terreno. Ambos son necesarios. Si un movimiento es solo virtual, no funcionar?. Hacen falta las dos dimensiones: las nuevas tecnolog?as de la comunicaci?n y la presencia territorial masiva. Esto es nuevo. El repertorio de las formas de acci?n colectiva ha cambiado. Desde luego, no son los primeros que demuestran esto, pero los gilets jaunes lo han llevado a la pr?ctica de forma muy, muy fuerte. Hay m?s lecciones. Este movimiento es simp?tico en t?rminos sociales. No es un azar que 70% de la poblaci?n lo respalde. Sin embargo, los ?chalecos amarillos? son una cat?strofe en muchas otras dimensiones: ?c?mo se construir? Europa con un movimiento que obliga al gobierno a no obedecer las reglas comunes europeas en t?rminos de presupuesto? A su manera, los ?chalecos amarillos? debilitan la construcci?n europea. En segundo lugar, en cierta forma, los ?chalecos amarillos? han sido un movimiento en favor del autom?vil, lo que es contrario a la transici?n ecol?gica. Esto ocurri? en un pa?s que era uno de los l?deres en la lucha contra el cambio clim?tico. Los ?chalecos amarillos? son socialmente simp?ticos y, al mismo tiempo, introducen problemas de otra naturaleza. Y estos problemas son las tem?ticas del futuro. Se trata de un movimiento defensivo cuyo costo consistir? en hacer que el futuro sea mucho m?s dif?cil, inclusive para los actores del movimiento. Aclaro que los ?chalecos amarillos? no son antimodernos, pero s? dicen que no quieren pagar por la modernizaci?n y el cambio. Es eso.