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Mapas sin centro, espaciamientos rizom?ticos del lado oculto

Ra?l Prada Alcoreza :: 27.04.19

Lo que las sociedades modernas contempor?neas enfrentan es la propia decadencia de la civilizaci?n moderna. La decadencia puede expresarse en la rutina del sistema-mundo cultural de la banalidad, as? como en la explosi?n de violencias proliferantes del a-sistema-mundo del lado oculto de la econom?a y del poder. Esta angustia no se resuelve ni por un lado u otro, ni por la rutina tradicional de la recurrencia consumista, tampoco por la descarnada violencia de la dominaci?n grotesca.

26 abril, 2019
Mapas sin centro, espaciamientos rizom?ticos del lado oculto
Ra?l Prada Alcoreza

?C?mo funciona el lado oculto de la econom?a y el lado oculto del poder? Al respecto hay que tener en cuenta que ha fracasado la ?guerra contra el narcotr?fico?. ?Por qu?? Si se tiene en cuenta una descripci?n somera de a quienes se atrapa, se puede observar que la gran masa demogr?fica de los presos por narcotr?fico son lo que podemos considerar, metaf?ricamente, peque?os peces, en Bolivia denominamos ispis. Incluso cuando se llega a atrapar a lo que se denominan los grandes ?capos?, adem?s de desmantelar, por lo menos, parte de la red y de los circuitos, afectando a la organizaci?n clandestina, el funcionamiento de los tr?ficos il?citos persiste, fuera de parecer que, mas bien, se expande y hasta se fortalece. ?Por qu?? Uno de los errores de la ?guerra contra el narcotr?fico? parece ser el mismo enfoque o lo que podemos llamar el pre-supuesto o pre-formato de mapa arborescente, centrado y con troncos que sostienen el enramado, adem?s de sostenerse en rizomas de ra?ces. Tal parece que las din?micas del lado oculto de la econom?a y el poder no funciona de esa manera, pues cuando se afecta a sus supuestos centros y troncos, el tejido de estos funcionamientos vuelve a reproducirse.

Por lo tanto, no es lo m?s adecuado creer que las econom?as pol?ticas de los tr?ficos il?citos forman mapas centrados y arborescente; mas bien, habr?a que enfocar el fen?meno del lado oscuro de la econom?a y del poder desde una perspectiva rizom?tica. No hay centro, ni ejes, ni troncos, sino flujos rizom?ticos, capaces de reconstruir los tejidos afectados, por m?s destrozados que se encuentren; nuevamente lo roto o quebrado reaparece como si nada. En consecuencia, habr?a que sugerir que los famosos ?capos? no son exactamente los centros de las formas de organizaci?n, desorganizaci?n y reorganizaci?n de lo que se denomina c?rteles; as? como tampoco, hay que considerar ejes de sus formas de organizaci?n. Al contrario, habr?a que pensar que cualquier punto puede ser el centro virtual. Por eso, cuando se atrapa a ?capos? o se desmantela parte de la organizaci?n ?criminal?, el tejido de espaciamientos rizom?ticos vuelve a recomponerse. Puede ocurrir esto en la misma organizaci?n ?criminal? o sino en cualquier otra u otras que emergen.

Lo que decimos nos lleva ins?litamente a conclusiones sorprendentes, que son ilustrativas, aunque solo sirvan como hip?tesis interpretativas de aproximaci?n. Una de estas hip?tesis dir?a que los llamados ?capos? no son tan ?capos?, como se cree. Estos personajes dram?ticos y convertidos en monstruos del crimen parecen, mas bien, atrapados en las propias redes del narcotr?fico y en los juegos de la competencia despiadada por el control territorial. Parecen ser, mas bien, personas, por m?s carism?ticas que sean, provisionales y cambiables. La cualidad y la fuerza de las formas del lado oculto de la econom?a y del poder parece radicar en flujos aut?nomos o semiaut?nomos, que pueden asociarse y formar grandes cadenas y organizaciones eficientes, tanto de producci?n il?cita, as? como de distribuci?n il?cita, tambi?n consumo il?cito.

El Estado tiene una estructura arborescente, centrada, con tronco y ejes, que sostiene enramadas. Lo mismo pasa con las organizaciones internacionales que intervienen en la ?guerra contra el narcotr?fico?, ni que decir del orden mundial. El Estado, la polic?a, los dispositivos nacionales e internacionales de ?lucha contra el narcotr?fico? son mapas arborescentes. Se enfrentan a formas de organizaci?n, desorganizaci?n y reorganizaci?n no arborescentes ni centradas, formas que ya hemos llamado rizom?ticas. Una primera conclusi?n, que podemos sacar de esta interpretaci?n es que la guerra del Estado y los organismos internacionales lleva las de perder, pues se enfrenta a flujos a-centrados, que pueden reproducir sus tejidos afectados, precisamente por asociaciones de m?nadas, que act?an aut?nomamente y de una manera imprevista. Estos dispositivos de la interdicci?n se concentran en centros, en troncos de la organizaci?n ?criminal?; creen que, atrapando a los ?capos?, destruyendo estos centros y destruyendo sus troncos, pueden desbaratar al narcotr?fico. Se equivocan, pues no hay exactamente centros ni troncos imprescindibles, tampoco ?capos? fundamentales; los centros, los troncos, los ?capos? pueden ser remplazados. Es m?s, son remplazados no porque sean exactamente necesarios, sino por que es la forma de presentarse y representarse ante el Estado y el orden mundial, ante los imaginarios oficiales, que creen que la ?nica forma de organizaci?n posible es arborescente. Por eso, las estructuras centradas del Estado y del orden mundial, de las organizaciones internacionales de interdicci?n, quedan asombradas y derrotadas, cuando, despu?s de dar golpes certeros contra los ?capos? y c?rteles, vuelven a observar la regeneraci?n de lo que consideran la monstruosidad del mal.

Bueno pues, no solo que la ?guerra contra el narcotr?fico? ha fracasado, sino que el enfoque que supone esta guerra, que deriva del paradigma centrado y arborescente, ha mostrado su completa inutilidad. Para decirlo en t?rminos del lenguaje militar y policial en boga, los dispositivos de la ?guerra contra el narcotr?fico? no visualizan al enemigo; creen que se mueve de la misma forma que las instituciones estatales, cuando no es as?; se mueven de otra manera.

Lo que m?s se ha acercado a una aproximaci?n m?s pertinente, a tener informaci?n adecuada sobre los c?rteles y a tener una contigua comprensi?n de lo que ocurre, sean los m?todos de ?infiltraci?n? de los organismos internacionales de interdicci?n. Sin embargo, a pesar de contar con informaci?n emp?rica y cercana, la forma de procesar esta informaci?n, que no deja de ser centrada y arborescente, limita la utilidad de los datos que acumulan. Terminan interpretando de la misma manera acostumbrada, centrada y arborescente. En consecuencia, las interpretaciones a las que llegan derivan en las mismas t?cticas y estrategias de la ?guerra contra el narcotr?fico? fracasada.

Estamos ante una guerra perdida de antemano. Que solo persiste, con grandes recursos y presupuestos, por la tozudez de los Estados, la polic?a, el ej?rcito, cuando interviene, los organismos internacionales de interdicci?n. ?Entonces, de qu? se trata? ?De continuar la ?guerra contra el narcotr?fico?, empero con estrategias y t?cticas distintas, que cambien el enfoque centrado y arborescente, por un enfoque rizom?tico? Puede ser plausible esta opci?n; sin embargo, esto equivale a una transformaci?n profunda de los dispositivos, organismos, m?quinas de guerra involucradas; lo que no parece realizable, dada las genealog?as del Estado y del orden mundial. Pero ?Qu? significa cambiar a un enfoque rizom?tico y derivar en acciones tambi?n rizom?ticas? En primer lugar, parecerse a las formas de funcionamiento y de organizaci?n del enemigo declarado. El riesgo constatado de estas analog?as es que polic?as y ?delincuentes? terminan confundi?ndose, organismos de interdicci?n y c?rteles terminan pareci?ndose, dispositivos de ?lucha contra el narcotr?fico? y mafias se hacen similares. Se acercan tanto que ya no se sabe qui?n es qui?n.

La segunda conclusi?n de esta interpretaci?n hipot?tica y aproximativa es: no tiene sentido esa ?guerra contra el narcotr?fico?; la mejor manera de acabar con el narcotr?fico no es la guerra, sino la b?squeda de acuerdos y consensos que pongan fin al entramado dram?tico, fin compartido por todas las partes. Puede esto parecer altamente rom?ntico y hasta inocente, cargado de buenas intenciones, en un mundo donde el camino al infierno est? empedrado de buenas intenciones. Sin embargo, al recurrir o desplazarse al enfoque rizom?tico, lo que sobresale a la fenomenolog?a de la comprensi?n es que los flujos rizom?ticos, en su condici?n de m?nadas, no son, en s? mismos, inclinados a la asociaci?n o asociaciones del lado oscuro de la econom?a y del poder. Que esto ocurra es por los condicionamientos de las estructuras de poder dominantes y las estructuras econ?micas hegem?nicas. Si las m?nadas de los flujos encuentran otras asociaciones posibles, se conformar?an otras composiciones, con mejores irradiaciones y alcances, m?s arm?nicos socialmente.

Las formas del lado oscuro de la econom?a y el poder emergen de la misma sociedad institucionalizada, que ha construido al Estado, las mallas institucionales estatales, sociales y culturales. Entonces, el problema se encuentra en el mismo marco de las relaciones sociales de las sociedades modernas. Si se dan las famosas mafias y otras estructuras de poder paralelas a las institucionales es porque la semilla se encuentra en la misma sociedad que se defiende de estos males. La tercera conclusi?n que sugerimos es la siguiente: se requiere que la sociedad institucionalizada se enfrente a s? misma. Deje la catarsis acostumbrada para expiar imaginariamente los males que enfrenta; deje de buscar culpables y se encamine a comprender las din?micas sociales que producen esta dualidad, para decirlo esquem?ticamente, entre bien y mal.

La sociedad institucionalizada debe retornar a su substrato, a la sociedad alterativa; tiene que enfrentar sus propias contradicciones. Sobre todo, est? obligada a deconstruir sus propios imaginarios y enfrentarse a sus ilusiones, a sus fetiches. La felicidad no se encuentra en la acumulaci?n, tampoco en el enriquecimiento il?cito. La angustia humana se desenvuelve tanto en los ?mbitos de la sociedad institucionalizada, as? como en los ?mbitos de la diseminaci?n de esta sociedad, donde la decadencia social no se expresa ya en la reiteraci?n de la banalidad cultural y la cultura de la banalidad, sino en comportamientos desesperados, que derivan en las formas de violencia m?s intensas.

Lo que las sociedades modernas contempor?neas enfrentan es la propia decadencia de la civilizaci?n moderna. La decadencia puede expresarse en la rutina del sistema-mundo cultural de la banalidad, as? como en la explosi?n de violencias proliferantes del a-sistema-mundo del lado oculto de la econom?a y del poder. Esta angustia no se resuelve ni por un lado u otro, ni por la rutina tradicional de la recurrencia consumista, tampoco por la descarnada violencia de la dominaci?n grotesca, que reclama para sus actores, desesperadamente, el reconocimiento que no lo tienen. La angustia tiene que ser atendida de manera directa, hurgar en su genealog?a y arqueolog?a, comprender su generaci?n y sus arquetipos. Las sociedades humanas cuentan con capacidades liberadoras, por as? decirlo, la comunicaci?n y la reflexi?n, colectiva e individual. Por eso es menester darse la oportunidad de realizar esta comunicaci?n y estas reflexiones. No parece sostenible decir que se apostar?a por mantener el despliegue de la angustia; es, mas bien, de esperar, que se opte por la posibilidad de suspender la angustia heredada y cong?nita.

La ?ltima conclusi?n de este ensayo es: es racional que las sociedades y pueblos se den la oportunidad de escapar a la fatalidad, al dramatismo de lo que parecen ser destinos inscritos. Salir del esquematismo dualista religioso y moralista de que hay mal y hay bien, como sustancias o esencias del acontecer humano. Por lo tanto, salir de la trama sencilla y esquem?tica del enfrentamiento entre buenos y malos. Volver a la pregunta que la hemos repetido, una y otra vez: ?C?mo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente? Es menester dejar hablar a todos los actores de los dramas modernos contempor?neos; preguntarles: ?Por qu? hacen lo que hacen? Si se pudiera acudir colectivamente a esta pregunta, se podr?a acudir a otra: ?Qu? hacer para llegar a acuerdos y transitar a sociedades que no aniden la angustia, que cultiven la confianza?


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