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Territorio, Autonomía y Libertad. Notas sobre identidad mapuche urbana

07.01.04

“‘INDIO’ SIGNIFICABA OTRA COSA MÁS QUE
AQUEL VASALLO QUE AGACHA LA CABEZA PERMANENTEMENTE”

No habían pasado dos décadas de la invasión militar del
Puelmapu cuando a orillas del Lago Nahuel Huapi fue fundado
el pueblo de Bariloche, hoy centro turístico internacional.
Esas tierras, que acunaron al lonko Valentín Sayweke y a su
gente, se transformaron en la ‘Suiza
Argentina’, según la caracterización de Francisco P.
Moreno, ‘avanzada’ científica de la masacre.
Ese ‘encanto suizo’ se materializó en la
edificación alpina y el espíritu eurocentrista fue
inmortalizado.

Desde mediados de la década de 1880 comenzó a consumarse la
usurpación y el genocidio y hacia 1920 comerciantes de
origen sirio libanés, los turcos, lograron los primeros
títulos de tierras ‘libre de ocupantes’, según
cuenta Ricardo Daniel Fuentes en una ponencia (1). Según
este investigador “…a partir de 1950 (…) se
desencadena una lenta pero constante apropiación privada de
tierras fiscales en la Línea Sur, que desplaza a los
pobladores originarios hacia las zonas urbanas. Esta
situación se agrava y acelera a partir de 1980, por dos
motivos principales: la caída del precio de la lana, que
afectó principalmente al pequeño criancero; y la sucesión
de grandes nevadas que produjeron la muerte de miles de
animales, decidiendo, en muchos casos, la suerte del
sector”.

En los alrededores de la ‘Suiza Argentina’ se
configuró el patio trasero, el Bariloche profundo, los
barrios altos donde el 70 u 80 por ciento de sus habitantes
son mapuche. La gente de Sayweke, la gente mapuche, el
Pueblo Mapuche - primero despojado de su territorio y su
libertad, después de sus tierras y sus animales - fue
confinado a los barrios altos y la periferia… A los
márgenes… donde termina Suiza y empieza el Tercer Mundo.

Pero tanto esa ‘Suiza’ como esos barrios están
en el Wallmapuche, así lo entienden los jóvenes mapuche que
a pesar del cemento y desde el cemento se paran y
reivindican la pertenencia a ese, su Pueblo, y demandan
Territorio, Autonomía y Libertad. Se saben mapuche urbanos
porque ese medio es parte de su origen. Así lo entiende
Lorena Caniuqueo, que nació en Bariloche y estudia
Comunicación Social en Gral. Roca. Ella integra el Equipo
de Comunicación Mapuche ‘Mapurbe’ y el
periódico mapuche Azkintuwe, que circula a ambos lados de
la Cordillera. Ella sabe de márgenes y del cemento y lo
cuenta, habla de la autoafirmación y de la lucha, a pesar
de la ‘Suiza Argentina’.

- ¿Qué es un warriache?

LC: Warriache es un término que surge hace poco tiempo. Es
algo creado, palabras que se incorporan por los nuevos
procesos que vivimos los mapuche y que quiere referirse a
aquellos que estamos en las ciudades, donde además hemos
nacido y nos movemos cotidianamente.

- Durante los últimos años hablé con muchos mapuche que
luchan por su Pueblo, sobre todo con gente que vive en
ciudades, y algunos de ellos sienten que por ser urbanis
están a mitad de camino. ¿Para vos el mapuche que está en
la ciudad está a mitad de camino?

LC: Creo que en general los mapuche estamos en búsqueda de
un montón de cosas. Empezar, en base a la situación
concreta que en general hoy pasamos todos, a volver a
armar, a juntar los pedazos y a plantearnos qué cosas
queremos hacer con la cultura mapuche. Y tanto la gente que
está viviendo en el campo como la que está en la ciudad
estamos un poco a mitad de camino, pero formamos parte de
un proceso mucho más amplio de reconstrucción de nuestra
historia familiar, de nuestras historias personales, de
nuestras historias como jóvenes, como mapuche, como Pueblo
Mapuche.

Por ahí los que vivimos en la ciudad tenemos una serie de
inquietudes o necesidades de conocer nuestra cultura,
aprender mapudugun, poder interpretar y hacer bien un
ngellipun. Cuestiones así, que por ahí son necesidades que
he visto que no están en la gente que vive en el campo.
Estoy hablando de lo que generalmente pasa, no quiere decir
que siempre suceda de esta manera, pero por ahí nosotros
nos planteamos otras necesidades que nuestros lamuen que
están en el campo no se las plantean.

- En la ciudad esa necesidad a veces lleva a
fundamentalismos.

LC: Sssí… o a idealizar demasiado, lleva también a una
parálisis, es decir, que vos te planteas: “Un
ngellipun se hace de esta manera. El primer paso es esto.
Se levantan a tal hora. Se forman así. Después viene esta
parte”. Y nosotros necesitamos saber por qué lo
hacemos, no que esto se hace así porque lo digo yo o porque
lo dice la papay tanto, sino empezar a entender que esto es
una obligación nuestra.

Los que ahora somos jóvenes, el día de mañana o ahora
nomás, de qué manera vamos a retransmitir e incorporar a
los pichikeche a todo este proceso si mínimamente no
empezamos a buscar el entendimiento, poder hablar como
iguales. Si vos estás entendiendo que vos, yo y nuestra
gente está en un proceso de rearme, de rejunte, entonces
nos tenemos que permitir estos espacios de poder entender
qué quiere decir eso de nuestra cosmovisión, de nuestra
filosofía. Poder entenderlo, porque eso significa hacerte
cargo y ser responsable con eso que estás aprendiendo. Y
creo que esa es una falencia grave que tenemos. Por la
emergencia por encontrar nuestras raíces, la verdad de las
cosas, muchas veces caemos en este error de no
replantearnos nada. ¿Quién puede decidir quién es mapuche?.
Si no somos los propios mapuche los que nos planteamos y
discutimos seriamente qué es lo que queremos hacer.

- ¿Al warriache o al mapurbe se lo podría tomar como una
nueva identidad del Pueblo Mapuche hoy?

LC: Creo que son formas que de hecho están siendo
incorporadas, es algo que nos sirve para identificar lo que
vivimos como Pueblo Mapuche a partir de toda una serie de
cuestiones, causas históricas que nos obligaron a vivir en
la ciudad. En ese sentido, si sirve para eso, puede ser
incorporado, ahora, lo que no sería bueno que pasase es que
otra vez se utilicen o se incorporen términos para crear
fragmentación. Es decir: los mapurbe, los warriache - los
nombres que le queramos poner - tienen más derecho a hacer
unas cosas y menos legitimidad para hacer otras.

Como estamos vivos y creando continuamente vamos a ver si
nos sigue sirviendo o no. O sea, que no nos pase lo que nos
pasó con lo de guluche y puelche. Los guluche son esto, los
puelche somos otra cosa.

- Vos formas parte del Equipo de Comunicación Mapuche
‘Mapurbe’ y editan un fanzine con ese nombre.
¿Por qué lo eligieron?

LC: Lo usamos como una forma de llegar a los jóvenes
mapuche que están en los diferentes barrios, tanto en
Furilofche (Bariloche), Fiske Menuko (Gral. Roca), como
cualquier ciudad. Pretendemos, esperemos que funcione,
trasladar la posibilidad de que vos por más que estés
viviendo en el barrio Villa Obrera de Fiske Menuko, sos
mapuche, tenés una identidad y un origen inmediato en este
lugar. Tenés tus raíces acá nomás. Eso trae aparejado un
montón de cosas, tus viejos no se vinieron acá porque son
gente que bajan los brazos de movida, porque no hizo nunca
nada para pelear en ningún lugar.

Lo que pasa con la mayoría de los pibes es que se reniegan
terriblemente con su familia, con su origen, con sus
raíces, con su historia y encima le quieren hacer creer que
vos, que estás viviendo en el pueblo, sos cualquier cosa:
“Hermano vos no podes ser mapuche, tu tiempo ya pasó,
desde el momento que te viniste para acá se cortaron todos
tus lazos con tu pueblo…” Nosotros lo que
pretendemos hacer es usar algún código mínimo, una forma de
entendernos siendo jóvenes, estando en la ciudad y teniendo
un montón de otras características en cada barrio, en cada
mapuche, en cada wentru, en cada zomo, ultrazomo que esté
acá, porque seguimos teniendo identidad.

- Ustedes en el fanzine hablan de mapunkies, mapuheavies.
¿Qué es un mapunky? ¿Es una moda? ¿Es un producto de la
vida en la ciudad?

LC: Son cuestiones que nos sirvieron para identificarnos,
para juntarnos en determinado momento y que hasta ahora
sirven para juntarnos. La mayoría de los que hacemos
Mapurbe o los que estamos planteando estas cuestiones desde
las ciudades no nos conocimos así. No nos conocimos en lo
que podría ser un ámbito natural mapuche: ni en
organizaciones, ni en kamarikun ni en nada de eso, nos
juntábamos en la esquina o en la garita, en los recitales.
Cuando se armaban las grandes trifulcas porque nuestros
viejos habían quedado todos sin laburo.

Vos ya venías castigado con un montón de cosas y traías
todas las cosas negativas que te transmite esta sociedad
por el hecho de que sos mapuche. A eso se le sumaban un
montón de otros factores que compartís con un montón de
gente de tu barrio. Entonces cuando nos empezamos a juntar
fue en esos ámbitos, en la calle, cuando organizábamos
alguna cuestión que era más por el hecho de saber: ¿soy yo
solo o hay más gente?. Te juntabas por ahí con la excusa de
ir a escuchar un recital, de tener ciertas características
entre nosotros. Nadie decía que era mapuche en ese momento,
no te hablo de tanto tiempo tampoco.

- Pero eran todos cara de kultrún, como decís vos.

LC: Sí (se ríe). Nosotros ahora vemos que pasa lo mismo,
que hay un montón de lamuen que están en la movida heavy.
Por ejemplo en Fiske Menuko hay una movida fuerte de heavy
metal y la mayor parte de la gente es mapuche, y en
Furiloche también. Cuando nos juntábamos estaba la
Resistencia Heavy Punk y la Resistencia Heavy Punk era
mapuche. A partir de juntarnos a hacer recitales empezabas
a hablar de un montón de cuestiones. Te planteabas:
“Bueno viejo, pero al final nosotros estamos en esto,
estamos con esta desesperación, con esta incertidumbre
porque… ¿es herencia? ¿qué pasa?”. Y de a poco, con
un montón de lamuen, de gente joven, te empezas a plantear
un montón de cosas: “Uy, ¿vos qué apellido
sos?”. Porque primero vos te disfrazas de lo que
venga, hasta en esos lugares, que supuestamente son tus
lugares, donde podes hablar con sinceridad. Sos el Mecha,
el Gula, nombres que te disfrazaban. “- ¿Pero vos qué
apellido tenés? - Yo soy Ñancucheo. - Yo soy
Caniuqueo.” Empezas a hacer toda una cadena. “-
Lo que pasa es que mi viejo se vino acá… - ¿Por qué se
vino tu viejo? - Porque lo corrieron los milicos”; o
“- Había que hacer ahí una escuela rural de la
provincia y lo sacaron”; o “- Llegó el turco,
se quedó con las tierras”. Y al final tenías un
montón de coincidencias y encima te juntaste ahí, pensas y
te vestís más o menos igual. Tu identidad, que era
inicialmente ser un punky, se agrandó mucho más.

Nosotros éramos un grupo de pendejos hincha pelotas que nos
juntábamos en la garita a no hacer nada…

A patear viejitos…

LC: (Risas) No, nosotros nunca pateamos viejitos, aunque
había unos viejitos…

Te dabas cuenta que era todo un proceso, vos eras alguien
que había surgido a partir de todo un montón de cosas que
le había pasado a tu familia. Te empezas a dar cuenta de
que tus viejos no son unos cagones: “Si le pasó al
otro y al de aquel barrio también… ¿Qué pasa acá?”.
Empezas a cuestionar un montón de cosas y decís: “No
empezó ahora, que nos empezamos a juntar acá, empezó hace
muchísimo tiempo atrás”. Entonces reivindicas esas
historias de resistencia que continuamente nos ocultan y
que nos sirvieron muchísimo para poder hablar con firmeza
de nuestra identidad.

Son códigos de la gente más joven… tampoco todos los
urbanos, tampoco todos los jóvenes. Una parte importante de
nuestra gente joven de la ciudad, de los barrios
periféricos, se identifica con estas cuestiones.

Los mapuche urbano que se mantienen al margen de los
mapunkies, de los mapuheavies. ¿Cómo ven esto? ¿Los toman
en serio? ¿Los toman como una cuestión que no tiene nada
que ver con el Pueblo Mapuche?

LC: La mayoría lo toma: “Vos no podes ser mapuche y
andar con cresta y borcegos”, “No podes ser
mapuche y andar con la campera llena de cosas brillantes,
tachas”. Es como que hay algo que no cuaja, pero
volvemos al tema este de qué es lo puramente mapuche. Esto
es mapuche, esto no. Yo sé que le puede costar a mucha
gente nuestra, a los mayores, inclusive que le produce un
choque. Pero también entiendo que uno no se puede plantear
ninguna reconstrucción seria como Pueblo si no se pone a
ver mínimamente cómo quedamos después de todo el despelote
que se significó la invasión del estado chileno y el estado
argentino.

Ya te digo, muchos hasta hoy andaríamos sueltos por ahí,
sin juntarnos, si no hubiese sido por estos espacios que se
crearon, que supuestamente no eran mapuche. “El
recital no tiene nada que ver con los mapuche”, y no
sé si no tiene nada que ver, a partir de ahí nosotros
pudimos rearmar nuestra identidad. Había indicios fuertes
de que nosotros ‘indios’ éramos, y eso si en la
escuela se podía lo negabas y en el recital lo resaltabas:
“¡Eh, indio!”. “Indio” significaba
otra cosa más que aquel vasallo que agacha la cabeza
permanentemente. Esos lugares nos permitieron volver a
juntarnos y negarlos sería no permitir a los que están
volviendo a través de esa vía plantear sus cuestiones,
necesidades, inquietudes.

Me comentabas que en Roca hay una movida heavy, también en
Bariloche. ¿Y en qué otras ciudades?

LC: Lo que más conozco son estos dos lugares porque son los
lugares donde he estado viviendo, pero a nosotros nos ha
permitido crear vínculos con gente que está en Viedma,
Neuquén, Cutral Co, Zapala…

¿Todavía no se ha generado un ámbito de encuentro como
mapunkies?

LC: No. Todavía no, pero no sé, está por venir parece.

En cualquier momento gran festipunk en Ingeniero Jacobacci.

LC: Sí (risas). De hecho gente que vive acá ha organizado
un par de recitales en Fiske Menuko con consignas mapuche.
Por ahí eran bandas de Buenos Aires que ni idea tenían, les
parecía que era justo todo esto de las recuperaciones de
tierra, plantarte como mapuche y reivindicar tu derecho en
la ciudad, pero no la ven todavía. Y era entendible que le
pase a ellos, pero nosotros mínimamente… Por ahí vienen
lamuen o ñañas que ni idea tienen, caen al recital porque
vienen a escuchar las bandas. Y ahí ven… “¿Y esta
bandera de dónde la sacaron?”, o “¿Qué onda
estos fanzines?”, o “¿Qué es ese nombre re
largo que le pusiste?”. Y vos en el medio vas tirando
cosas.

No te digo que sea algo masivo pero sí es algo que de a
poco se va metiendo en estos lugares, en los diferentes
grupos que se forman en la ciudad como espacios de
resistencia. Y uno va mechando la identidad mapuche en esos
lugares que originalmente fueron creados o fueron hechos
con otro tipo de identidad. Estos lugares te posibilitan ir
encontrándote con tus pares e ir entendiendo que ese
también puede ser tu espacio y que, como dice una lamuen,
vos podes mapuchizar esos espacios y no siempre andar
awinkándote.

Allá, en Furilofche, también, de a poco se empiezan a
contactar los pibes con los de acá. Sos mapuche y vos pasá
data de que toca tal banda acá, nos juntamos, pero también
después: “Desalojaron una familia en Leleque” o
“Hay una recuperación en Traiful. Difundan”.
Hay que hacerse cargo de eso. Son gente nuestra que está
moviéndose también por nuestro Pueblo.

Muchos de los que hoy están en organizaciones mapuche,
gente de más de 35 o 40 años, se ha formado en la iglesia o
en un partido político.

LC: Bueno, esas son las cosas que salen también. A vos te
dicen: “Sos heavy, pero sos mapuche, no podes ser
las dos cosas”. No entender que esto es parte de lo
que estamos construyendo en nuestra historia, sin tener
tampoco una mínima lectura crítica sobre qué le pasó…
Mucha gente se empezó a nuclear en la iglesia y en los
partidos políticos, en asociaciones vecinales, de a poco
les sirvió para ir juntándose con otros lamuen y poder
crear otros espacios. Esos espacios no te resultaban,
ideológicamente no concordaban con lo que estabas pensando,
con lo que te estabas planteando, pero te dieron la
posibilidad de vincularte con tu gente. ¿Y acá por qué no
puede pasar lo mismo? Sería negar a la gente nuestra que se
junta en estos lugares y que a partir de esos lugares está
empezando a encontrar con su identidad.

Hernán Scandizzo

(1) Fuentes, Ricardo Daniel; “De a poco estamos
siendo”. La construcción de la identidad de los
mapuche urbanos. IV Encuentro Nacional de Historia Oral.
Conflictos y experiencias del siglo XX, Buenos Aires 25,26
y 27 de agosto de 1999.


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