De c?mo Bashar al-Asad ha ido aplastando a la disidencia.
Tortura en las prisiones secretas sirias
De c?mo Bashar al-Asad ha ido aplastando a la disidencia
Anne Barnard
The New York Times
Traducido del ingl?s para Rebeli?n por Sinfo Fern?ndez
Memorandos enviados al jefe de la inteligencia militar de Siria informando sobre las
muertes de detenidos bajo custodia. Se ha ocultado parte de la informaci?n para
proteger la integridad de la prueba en caso de posibles procesamientos
-Foto: Commission for International Justice and Accountability (CIJA)-
Gaziantep, Turqu?a.-
Los agentes de seguridad sirios mantuvieron a Muhannad Ghabbas colgado de las mu?ecas
durante horas, le estuvieron golpeando hasta hacerle sangrar, le aplicaron descargas
el?ctricas y le metieron un rev?lver por la boca.
El Sr. Ghabbash, estudiante de Derecho en Alepo, confes? repetidamente su verdadero
delito: organizar protestas pac?ficas contra el gobierno. Pero siguieron tortur?ndole a lo
largo de doce d?as hasta conseguir que escribiera una confesi?n ficticia sobre un plan para
llevar a cabo un atentado.
Eso, dijo, fue solo el principio.
Fue transportado en un medio a?reo hasta una abarrotada prisi?n situada en la base a?rea
de Mezze en Damasco, la capital siria, donde los guardias le colgaron desnudo de una valla,
a ?l y a otros detenidos, roci?ndoles con agua en las noches fr?as. Para entretener a sus
colegas durante la cena, seg?n declararon ?l y otros supervivientes, un oficial que se hac?a
llamar Hitler obligaba a los prisioneros a asumir roles de perros, burros y gatos, golpeando
a los que no ladraban o rebuznaban correctamente.
Seg?n explic?, en un hospital militar vio c?mo una enfermera golpeaba en el rostro a un
amputado que ped?a analg?sicos. En otra prisi?n, cont? hasta 19 compa?eros de celda que
murieron de enfermedades, torturas y negligencia en un solo mes.
?Fui de los afortunados?, dijo el Sr. Ghabbash, de 31 a?os, quien sobrevivi? a 19 meses
de detenci?n hasta que sobornaron a un juez para liberarlo.
Muhannad Ghabbash, a la izquierda, que sobrevivi? 19 meses de detenci?n en c?rceles
sirias, aparece con sus colegas en una organizaci?n para refugiados en Turqu?a
(Foto: Laura Boushnak para The New York Times)
En el momento en que el presidente de Siria, Bashar al-Asad, se acerca a la victoria tras
una revuelta de ocho a?os, hay que tener presente que para conseguir ese ?xito ha sido
fundamental la existencia de un sistema secreto, a escala industrial, de arrestos arbitrarios
y prisiones de tortura. Mientras el ej?rcito sirio, con el apoyo de Rusia e Ir?n, luchaba por
el territorio contra los rebeldes armados, el gobierno emprend?a una guerra despiadada
contra los civiles, encerrando a cientos de miles de seres en mazmorras inmundas donde
miles de ellos sufrieron tortura y muerte.
Seg?n la Red Siria para los Derechos Humanos [Syrian Network for Human Rights], un
grupo de supervisi?n independiente que lleva a cabo recuentos muy rigurosos, hay casi
128.000 detenidos que no han vuelto a aparecer, presumi?ndose que est?n muertos o que
siguen a?n bajo custodia. M?s de 14.000 murieron ?bajo tortura?. Muchos prisioneros
murieron por tener que soportar situaciones tan terribles que una investigaci?n de las
Naciones Unidas etiquet? el proceso como ?exterminio?.
A pesar de que la guerra va amainando y la atenci?n del mundo se desvanece y los pa?ses
empiezan a normalizar relaciones con Siria, el ritmo de nuevos arrestos, torturas y
ejecuciones est? aumentando. Las cifras alcanzaron su punto m?ximo en los primeros
a?os, los m?s sangrientos del conflicto, pero el a?o pasado la Red Siria registr? 5.607
nuevos arrestos que califica de arbitrarios, m?s de 100 por semana y casi un 25% m?s
que el a?o anterior.
Los detenidos han podido sacar a escondidas recientemente varias notas advirtiendo de
que se est? enviando a cientos de detenidos a un lugar de ejecuci?n, la prisi?n de
Saydnaya, y prisioneros reci?n liberados est?n informando de que los asesinatos se est?n
acelerando.
Una foto de sat?lite de la prisi?n militar de Saydnaya, donde el gobierno sirio
ha ejecutado a miles de presos
(Foto: Amnist?a Internacional v?a Agence France-Press ? Getty Images)
Los secuestros y asesinatos ejecutados por el Daesh atrajeron mucho m?s la atenci?n de
Occidente, pero el sistema penitenciario sirio ha multiplicado bastantes m?s veces la cifra
de personas detenidas por el Daesh en Siria. Las detenciones efectuadas por el gobierno
representan alrededor del 90% de las desapariciones registradas por la Red Siria.
El gobierno sirio ha negado la existencia de abusos sistem?ticos.
Sin embargo, los memorandos del gobierno reci?n descubiertos muestran que los
funcionarios sirios que informan directamente al Sr. Asad han ordenado detenciones
masivas y conoc?an bien las atrocidades que se perpetraban.
Los investigadores de cr?menes de guerra de la ONG Commission for International Justice
and Accountability (CIJA) han encontrado memorandos del gobierno que ordenan medidas
severas y comentan las muertes de detenidos. Los memos fueron firmados por altos
funcionarios de seguridad, incluidos los miembros del Comit? Central de Gesti?n de la
Crisis, que informan directamente al Sr. al-Asad.
Un memorando de la inteligencia militar reconoce muertes por tortura y condiciones
indecentes en las prisiones. Otros memos informan sobre la muerte de detenidos, algunos
de los cuales pudieron identificarse m?s tarde entre las fotos de miles de cad?veres de
prisioneros que fueron sacadas de contrabando por un desertor de la polic?a militar. Dos
de los memos autorizaban un trato ?duro? a determinados detenidos.
Un memorando del jefe de la inteligencia militar, Rafiq Shehadeh, sugiere que los
funcionarios tem?an a posibles futuros enjuiciamientos: en ?l ordena a los oficiales que le
informen de todas las muertes y que se tomen medidas que aseguren la ?inmunidad
judicial? de los agentes de la seguridad.
En 2016, en una entrevista realizada en su despacho en un palacio otomano en Damasco,
al-Asad arroj? dudas sobre la veracidad de los relatos de los supervivientes y de las familias
de los desaparecidos. Cuando se le pregunt? sobre casos espec?ficos, dijo: ??Est? Vd.
refiri?ndose a suposiciones o a algo real?? Y sugiri? que los familiares hab?an mentido
cuando dijeron que hab?an visto a los agentes de seguridad llevarse a sus seres queridos.
Los abusos, dijo, eran errores aislados, inevitables en una guerra. ?Ha ocurrido aqu?, por
todo el mundo, en todas partes?, dijo. ?Pero no responde a ninguna pol?tica?.
A lo largo de siete a?os, The New York Times ha entrevistado a docenas de supervivientes
y familiares de detenidos fallecidos y desaparecidos, ha revisado documentos
gubernamentales que detallan las muertes en las c?rceles y la mano dura contra la
disidencia, y ha examinado cientos de p?ginas de testimonios de testigos contenidos en
informes de derechos humanos y documentos judiciales.
Los relatos de los supervivientes contenidos en este informe son coherentes con los relatos
de otros prisioneros detenidos en las mismas c?rceles, y est?n respaldados por los
memorandos del gobierno y las fotos sacadas a escondidas de las c?rceles sirias.
El sistema penitenciario era parte integral del esfuerzo de guerra del Sr. al-Asad para
aplastar los movimientos de protesta civil y arrastrar a la oposici?n a un conflicto armado
que no pudiera ganar.
En los ?ltimos meses, el gobierno de Siria ha reconocido t?citamente que cientos de
personas han muerto estando detenidas. Bajo las presiones de Mosc?, Damasco ha
confirmado la muerte de al menos varios cientos de personas que estaban detenidas
emitiendo certificados de defunci?n o catalog?ndolos como muertos en los archivos de
registros familiares. El fundador de la Red Siria, Fadel Abdul Ghany, dijo que la medida
enviaba un claro mensaje a los ciudadanos: ?Hemos ganado, s?, hicimos todo eso pero
nadie va a castigarnos?.
Hay pocas esperanzas de que los altos funcionarios rindan cuentas a corto plazo. Pero hay
un movimiento creciente para buscar justicia a trav?s de los tribunales europeos. Fiscales
franceses y alemanes arrestaron a tres exoficiales de seguridad y emitieron ?rdenes
internacionales de arresto para el jefe de seguridad nacional de Siria, Ali Mamlouk; su
director de inteligencia de la Fuerza A?rea, Jamil Hassan, y otros, por torturas y muertes
en prisi?n de ciudadanos o residentes de esos pa?ses.
Fiscales franceses y alemanes han emitido ?rdenes de b?squeda del jefe de la
seguridad nacional de Siria, Ali Mamlouk
(Foto: Al-Watan, v?a Agence France-Presse)
Sin embargo, al-Asad y sus lugartenientes permanecen en el poder a salvo de cualquier
arresto, protegidos por Rusia con su poder militar y su veto en el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, los Estados ?rabes van restaurando las relaciones
con Damasco y los pa?ses europeos est?n considerando hacer lo mismo. La retirada
planificada por el presidente Trump de la mayor?a de las 2.000 tropas estadounidenses en
el este de Siria reduce la ya m?nima influencia estadounidense en el conflicto, que ha
entrado en su noveno a?o.
Tal impunidad no es s?lo un problema interno sirio. Sin reformas en los aspectos relativos
a la seguridad, es poco probable que los cinco millones de refugiados sirios que se hallan
en Oriente Medio y Europa regresen a casa para arriesgarse a ser arrestados
arbitrariamente. Y en una ?poca de autoritarismo envalentonado desde la extrema derecha
europea a Arabia Saud?, al-Asad ha demostrado que la m?xima violencia contra la
disidencia civil puede ser una estrategia ganadora.
?Todo esto no se limitar? a Siria?, dijo en Berl?n Mazen Darwish, un abogado sirio de los
derechos humanos, que ha ayudado a los fiscales. ?La gente olvida lo que es la dictadura
porque aqu? llevamos 70 a?os de paz tras la II Guerra Mundial. Pero los derechos humanos
no est?n en el ADN de los Estados ni de los pol?ticos?.
?La justicia no es un lujo sirio?, dijo. ?Es el problema del mundo?.
Mazen Darwish, abogado sirio de los derechos humanos, con su mujer, Yara Bader, en
Berl?n. Ambos estuvieron detenidos en Siria
(Foto: Laura Boushnak para The New York Times)
Un gulag en expansi?n
El sistema de detenci?n sirio es una versi?n en tama?o grande del montado por el padre
de Bashar, el presidente Hafez al-Asad. En 1982, aplast? un levantamiento armado de la
Hermandad Musulmana en Hama, arrasando gran parte de la ciudad y arrestando a
decenas de miles de personas: islamistas, disidentes de izquierda y sirios al azar.
(Foto: Marko Djurica/Reuters)
A lo largo de dos d?cadas, alrededor de 17.000 detenidos desaparecieron en un sistema
dotado de un repertorio de torturas que tomaron prestado de los colonialistas franceses,
de los dictadores regionales e incluso de los nazis: entre sus asesores de seguridad figuraba
el ayudante fugado de Adolf Eichmann, Alois Brunner.
Cuando Bashar al-Asad sucedi? a su padre en 2000, mantuvo vigente el sistema de
detenciones.
Cada una de las cuatro agencias de inteligencia de Siria (militar, pol?tica, fuerza a?rea y
seguridad estatal) tiene sucursales locales por toda Siria. La mayor?a tienen sus propias
c?rceles. CIJA ha documentado cientos de ellas.
Fue la detenci?n y tortura de varios adolescentes en marzo de 2011, por unos grafitis
cr?ticos con Bashar al-Asad, lo que empuj? a los sirios a unirse a los levantamientos que
se extend?an por los pa?ses ?rabes. Las manifestaciones que protestaban por el trato dado
a los adolescentes se fueron propagando desde su ciudad natal, Dara?a, lo que produjo
nuevos arrestos e impuls? m?s protestas.
Una avalancha de detenidos por toda Siria confluy? con los disidentes encerrados en la
prisi?n de Saydnaya. Los nuevos detenidos iban desde ?basureros, a campesinos, a
ingenieros, sirios de todo tipo y condici?n?, dijo Riyad Avlar, un ciudadano turco que estuvo
detenido 20 a?os despu?s de ser arrestado en 1996 cuando era un estudiante de 19 a?os
de edad, por entrevistar a un grupo de sirios sobre una masacre acaecida en la prisi?n.
Las torturas aumentaron, dijo; los reci?n llegados eran agredidos sexualmente, golpeados
en los genitales y obligados a aporrearse o incluso a matarse unos a otros.
Nadie sabe exactamente cu?ntos sirios han pasado por el sistema desde entonces; los
grupos de defensa de los derechos humanos estiman que fueron de cientos de miles a un
mill?n. Damasco no da a conocer dato alguno de la prisi?n.
Riyad Avlar, ciudadano turco que estuvo detenido durante 20 a?os despu?s de ser
arrestado en 1996, cuando era un estudiante de 19 a?os de edad, por entrevistar a un
grupo de sirios sobre una masacre ocurrida en la prisi?n.
(Foto: Laura Boushnak para The New York Times)
Foto del Sr. Avlar, guardada en su tel?fono m?vil, mostrando c?mo era a los 18 a?os.
(Foto: Laura Boushnak para The New York Times)
Seg?n todos los relatos, el sistema se desbord?. Algunos detenidos pol?ticos acabaron en
prisiones regulares. Las fuerzas de seguridad y las milicias progubernamentales crearon
mazmorras improvisadas en escuelas, estadios, oficinas, bases militares y puestos de
control.
El recuento de la Red Siria de 127.916 personas actualmente atrapadas en el sistema es
probablemente un c?lculo incompleto. Esa cifra, que responde al recuento de los arrestos
informados por las familias de los detenidos y otros testigos, no incluye a las personas
liberadas o confirmadas como muertas.
Debido al secretismo del gobierno, nadie sabe cu?nta gente ha muerto bajo detenci?n,
pero se han registrado miles de muertes a trav?s de memorandos y fotos.
Un exoficial de la polic?a militar siria, conocido como C?sar, con una chaqueta azul con
capucha, en una sesi?n informativa del Congreso de 2014 en Washington
(Foto: Alex Wong Getty Images)
Un exoficial de la polic?a militar conocido solo como C?sar para proteger su seguridad,
estaba encargado de la tarea de fotografiar cad?veres. Huy? de Siria con im?genes de al
menos 6.700 cad?veres, con signos graves de maltrato y en los huesos, que
conmocionaron al mundo cuando emergieron en 2014.
Pero tambi?n fotografi? memorandos de su jefe informando de muertes a sus superiores.
Al igual que los certificados de defunci?n emitidos recientemente, los memorandos
enumeran la causa de la muerte como ?paro card?aco?. Uno de los memorandos identifica
a un detenido que tambi?n aparece en una de las fotos de C?sar con el ojo arrancado.
Las prisiones parecen haber sido alcanzadas por una extra?a epidemia de enfermedades
del coraz?n, dijo el Sr. Darwish, el abogado de derechos humanos. ?Por supuesto que
cuando mueren el coraz?n se detiene?, dijo.
Recorrido por la tortura
El Sr. Ghabbash, el organizador de las protestas en Alepo, sobrevivi? a las torturas en al
menos doce instalaciones de detenci?n, lo que le convirti? en ?un gu?a tur?stico? del
sistema. Su odisea comenz? en 2011, cuando ten?a 22 a?os. Era el hijo mayor de un
contratista de la construcci?n del gobierno y se inspir? en las protestas pac?ficas en el
suburbio de Daraya, en Damasco, para organizar manifestaciones en Alepo.
Muhannad Ghabbash logr? sobrevivir a su paso por doce centros de detenci?n
(Foto: Laura Boushnak para The New York Times)
Fue arrestado en junio de 2011, y liberado despu?s de prometer que dejar?a de protestar.
?Pero no cumpl? mi promesa?, recordaba con una sonrisa.
En agosto fue de nuevo arrestado, la misma semana en que, seg?n un memo de CIJA, los
principales funcionarios de al-Asad ordenaron una ofensiva m?s dura, criticando la ?laxitud?
de las autoridades provinciales y pidiendo m?s arrestos de ?aquellos que incitan a la gente
a manifestarse?.
Al Sr. Ghabbash le mantuvieron colgado, fue golpeado y azotado en una serie de
instalaciones militares y de la inteligencia general, seg?n explic?. Sus captores finalmente
lo dejaron ir con una severa recomendaci?n dada a muchos j?venes como ?l: que se fueran
del pa?s.
Incluso cuando liberaron a los presos islamistas m?s radicales detenidos en la prisi?n de
Saydnaya desde hac?a mucho tiempo, que luego liderar?an a grupos de rebeldes, trataban
de eliminar a la oposici?n civil. Ambas medidas, dicen los cr?ticos, parecen haber sido parte
de una estrategia para trasladar el levantamiento al campo de batalla, donde Bashar alAsad y sus aliados disfrutaban de ventaja militar.
Con los grupos de civiles de ideas afines huyendo o encarcelados y las fuerzas de seguridad
disparando contra los manifestantes, el Sr. Ghabbash se esforz? en disuadir a sus aliados
de no tomar las armas y caer en el juego del gobierno.
La inteligencia de la Fuerza A?rea en Alepo le arrest? pronto por tercera vez. Lo que m?s
le sorprendi? fue la insistencia surrealista de los interrogadores en algunas trampas del
procedimiento judicial. Lo acusaron de un atentado, al parecer ficticio, en una fecha
anterior a que cualquier bomba de la insurgencia golpeara Alepo. A pesar de tener poder
para acusarlo como les apeteciera, insistieron en que confesara.
En ocasiones le met?an en un neum?tico para darle palizas. Se desmayaba, se despertaba
desnudo en un pasillo helado y las palizas comenzaban de nuevo. Un oficial le puso una
pistola en la boca; otro insisti? en que una mujer que gritaba, y a la que no pod?a ver, era
su madre.
Su relato coincide estrechamente con el de otros detenidos en la instalaci?n, y algunos
describen cosas a?n peores. Un superviviente, que pidi? ser identificado solo como Khalil
K. para proteger a su familia, que a?n se encuentra en Siria, vio a un adolescente que
tard? 21 d?as en morir despu?s de que los interrogadores le rociaran con combustible y le
prendieran fuego.
Presos sirios firmando documentos de liberaci?n en el cuartel del Mando de la Polic?a en
Damasco (Foto: Bassem Tellawi/Associated Press)
?Por una cuesti?n de conciencia, no quer?a confesar algo que no hab?a hecho?, record? el
Sr. Ghabbash. ?Hab?a cinco personas haci?ndote preguntas a la vez. Ten?as fr?o, sed, los
labios llenos de sangre, no pod?as concentrarte. Todos te gritaban y te golpeaban?.
Guard? las u?as que le arrancaron de los pies y tiras de piel que se le desprendieron de
las plantas golpeadas. Se las guard? en el bolsillo, so?ando con poder mostr?rselas alg?n
d?a a un juez. Pero un d?a le quitaron los pantalones.
El 12? d?a firm? una confesi?n.
?Escribe de forma convincente?, le dijo el capit?n Maher. ?Hay alguien que te est? llevando.
Imagina c?mo es. ?Alto, bajo, grueso??
El Sr. Ghabbash se decidi? por un coche plateado y ?un tipo alto, con gafas y pelo claro?.
?Empec? a pensar que ten?a talento para la escritura?, dijo.
Castigos surrealistas
En marzo de 2012, el Sr. Ghabbash fue trasladado en avi?n a la base a?rea militar de
Mezze, llamada as? por un vecindario cercano a Damasco.
Para entonces, ?l y numerosos supervivientes hab?an relatado que exist?a un sistema de
transporte a escala industrial entre las c?rceles. Los detenidos eran torturados en cada
tramo de sus viajes en helic?pteros, autobuses, aviones de carga. Algunos recordaban
haber viajado durante horas en camiones que normalmente se utilizan para llevar
cad?veres de animales, que van colgados de una pata y encadenados a ganchos para
carne. La nueva celda del Sr. Ghabbash era la t?pica: 3,5 metros de largo por 2,7 de ancho,
tan abarrotada que los prisioneros ten?an que dormir por turnos.
Fuera de la celda, en el pasillo, hab?a un hombre esposado y con los ojos vendados. Era el
se?or Darwish, el abogado de derechos humanos. Se le hab?a escogido para que le diera
lecciones a un juez sobre las leyes sirias que garantizaban un juicio justo.
M?s tarde se determin? su castigo: “Desnudo, sin agua, sin poder dormir, obligado a beber
mi propia orina”.
La tortura en las c?rceles se hizo m?s brutal y barroca a medida que los rebeldes que
estaban fuera avanzaban y los aviones de guerra del gobierno bombardeaban vecindarios
ariscos. Los supervivientes describen el trato s?dico, las violaciones, las ejecuciones
sumarias o los detenidos a los que se dejaba morir de heridas y enfermedades no tratadas.
El Sr. Ghabbash recibi? pronto su propio castigo especial. Fue interrogado por un hombre
que se hac?a llamar Suhail Hassan, posiblemente Suhail Hassan Zamam, que dirig?a las
prisiones de la Fuerza A?rea, seg?n una base de datos del gobierno que lleg? a filtrarse,
quien le pregunt? c?mo pensaba ?l que podr?a resolverse el conflicto.
?Elecciones reales?, record? haber respondido. ?La gente solo quer?a algunas reformas,
pero usasteis la fuerza. El problema es que tenemos que estar con vosotros o nos mat?is?.
Estas declaraciones le hicieron ganar un mes de tortura extra, la m?s extra?a en su terrible
experiencia.
Un guardia que se hac?a llamar ?Hitler? organiz? una cena s?dica para sus colegas. Llev?
arak y pipas de agua, dijo el Sr. Ghabbash, ?para preparar el ambiente?. Hizo que algunos
prisioneros se arrodillaran, convirti?ndose en mesas o sillas. Otros ten?an que jugar a ser
animales. ?Hitler? reforzaba las instrucciones esc?nicas con palizas.
?El perro ten?a que ladrar, el gato maullar y el gallo cacarear?, dijo Ghabbash. ?Y Hitler se
encargaba de domesticarlos. Cuando acariciaba a un perro, el otro perro deb?a actuar
como si estuviera celoso?.
La audiencia inclu?a tambi?n a prisioneros, en celdas cercanas o colgados con los ojos
vendados en vallas de alambradas cercanas, que confirmaron el relato. Algunos guardias
hicieron que los que estaban colgados suplicaran: ?Amo, tengo sed?, para rociarles despu?s
con mangueras, dijo el Sr. Ghabbash.
Despu?s de semanas o meses, muchos presos consiguieron unos supuestos juicios que
duraban breves minutos, sin abogados defensores. El del Sr. Ghabbash fue t?pico. En un
?tribunal de campo? militar en 2012, escuch? a un juez recitar su condena: ?Terrorismo
con destrucci?n de bienes p?blicos?, y su sentencia: ?muerte?.
?Todo el juicio dur? minuto y medio?, dijo.
Tem?a que le enviaran a la prisi?n de Saydnaya, que por entonces era un centro de
ejecuciones masivas. Seg?n un informe de Amnist?a Internacional, all? se ha ahorcado a
miles de detenidos despu?s de juicios sumarios.
?Bien, se acab? todo?, record? haber pensado. Pero no fue as?. Tuvo que soportar otro a?o
de palizas diarias.
Las im?genes de sat?lite muestran el aumento de las fosas comunes en un cementerio
cerca de Damasco entre 2010, izquierda, y 2016, derecha. Amnist?a Internacional dijo
que los cad?veres de los prisioneros ejecutados en la prisi?n de Saydnaya fueron
enterrados all?.
(Fotos: Amnist?a Internacional, v?a Agence France-Presse - Getty Images)
Su ?ltima etapa transcurri? en una prisi?n improvisada en las profundidades subterr?neas,
cerca de Damasco, un b?nker militar de la IV divisi?n de ?lite, un feudo de Maher, el
hermano de al-Asad. Los supervivientes recuerdan las visitas de supervisi?n de los oficiales
con las insignias de la unidad. Pero la inteligencia de la Fuerza A?rea llev? a cabo all?
operaciones despu?s de que la prisi?n de Mezze se inundara, seg?n los supervivientes y
los archivos de CIJA.
No hubo m?s interrogatorios.
?Torturaban solo por torturar?, dijo el Sr. Darwish, quien tambi?n fue trasladado all?. ?Por
venganza, para matar, para quebrantar a las personas?.
Los supervivientes cuentan estas historias con un sentido negro del humor, aunque solo
sea porque hubo otros que sufrieron m?s.
?S?, me golpearon, tuve que hacer de perro?, dijo Ghabbash. ?Pero otras personas fueron
asesinadas o violadas?.
Violaciones y abusos
Las mujeres y las ni?as sufrieron violaciones y agresiones sexuales en al menos 20
divisiones de inteligencia, mientras los hombres y los ni?os fueron atacados en 15, seg?n
inform? el a?o pasado una comisi?n de derechos humanos de las Naciones Unidas.
El ataque sexual es un arma de doble filo en las comunidades musulmanas tradicionales,
donde las supervivientes son a menudo estigmatizadas. Ha habido familiares que han
matado a mujeres que hab?an estado detenidas en los llamados asesinatos por honor, a
veces tan solo por suponer que hab?an sido violadas, seg?n informes de derechos humanos
y los testimonios de supervivientes.
Mariam Khleif, de 32 a?os, madre de cinco ni?os, residente en Hama, fue repetidamente
violada durante el per?odo de su detenci?n. Mariam explica que hab?a ayudado a
manifestantes heridos y entregado suministros m?dicos a los rebeldes, actos tildados de
terrorismo por el gobierno.
Mariam Khleif
(Foto: Laura Boushnak para The New York Times)
En septiembre de 2012, explic?, agentes de seguridad la sacaron de su casa. En la sucursal
320 de la seguridad estatal en Hama, el jefe de investigaci?n se present? a s? mismo como
el coronel Suleiman. Los archivos de CIJA muestran que la Sra. Khleif estuvo detenida y
que un tal coronel Suleiman Juma dirigia la sucursal de Hama.
?El coronel estaba comiendo pistachos?, recordaba m?s tarde en su peque?o apartamento
en Reyhanli, Turqu?a. Me escupi? encima las c?scaras y no me ahorr? ning?n insulto?.
En una celda en el s?tano de un metro cuadrado la metieron a ella y a otras seis mujeres.
Los guardias la colgaron en la pared y le estuvieron pegando y golpe?ndola en los dientes.
Vio c?mo los guardias arrastraban a una presa que se quejaba de hambre hasta un retrete
para llenarle la boca de excrementos, un m?todo recordado por otros supervivientes.
?A medianoche?, dijo, ?al coronel Suleiman le llevaban muchachas hermosas para que las
violara. Me acuerdo muy bien de ese coronel y de sus ojos verdes?.
La Sra. Khleif identific? al coronel en unas fotograf?as del funeral de un oficial de seguridad.
Entonces se derrumb?.
El coronel y sus amigos -hombres vestidos con ch?ndales- asaltaban a las mujeres en una
habitaci?n contigua a su oficina en la que hab?a una cama y estaba ambientada con la
fotograf?a de Bashar al-Asad, dijo. Salpicaban con arak a las v?ctimas, un nuevo insulto
para los musulmanes que se abstienen de consumir alcohol.
La celda de las mujeres no dispon?a de ba?o. La sangre de las violentas violaciones
manchaba el suelo. Una compa?era de celda abort?. Cuando la prima de la Sra. Khleif lleg?
a un acuerdo un mes despu?s para que la liberaran, la Sra. Khleif hab?a perdido un tercio
de su peso. M?s tarde huy? al territorio rebelde como m?dico.
Otra superviviente relat? por separado a los investigadores de CIJA que el coronel Juma la
hab?a violado el mismo mes en la misma prisi?n. Los detalles se parec?an mucho al relato
de la Sra. Khleif.
Incluso las mujeres que no fueron violadas denunciaron tocamientos, insultos sexuales,
amenazas de violaci?n para obtener confesiones y ?registros? de cavidades.
En unas instalaciones de Damasco, varias supervivientes dijeron por separado que el
investigador principal se reservaba para s? el trabajo de penetrarlas con los dedos. Lo
llamaban Sharshabil, el nombre ?rabe del mago malvado de ?Los Pitufos?. Otra mujer, que
se cubre la cabeza, dice que a ella estuvo acarici?ndole el cabello y el cuerpo desnudo
durante el interrogatorio, detalles que ocult? a su familia.
La familia de la Sra. Khleif la rechaz? por lo que consideraban p?rdida de su honor y por
su posici?n pol?tica, dijo. Su hermano, partidario del gobierno, le envi? mensajes de texto
con amenazas de muerte; su marido se divorci? de ella.
Para algunos hombres conservadores, el conflicto hizo que cambiara su actitud. Varios
supervivientes y familiares varones dicen que sus familias honran ahora a las
supervivientes de agresi?n sexual como heridas de guerra. La Sra. Khleif no ocult? nada a
su nuevo esposo, un antiguo rebelde.
?Eres una medalla en mi pecho, eres una corona sobre mi cabeza?, record? que le hab?a
dicho ?l. ?Cocin? para m?, me masaje? la cara con aceite. Me ayud? a recuperar mi antiguo
ser?.
Infecci?n rampante, comida podrida
Adem?s de la tortura, las insalubres condiciones de detenci?n son tan extremas y
sist?micas que en un informe de las Naciones Unidas se dice que equivalen a exterminio,
a crimen contra la humanidad.
Muchas celdas carecen de ba?os, dijeron los exprisioneros. Los presos consiguen que les
concedan tan s?lo unos segundos al d?a para poder ir a la letrina, relataron; con diarreas
desenfrenadas e infecciones urinarias, no les queda otra opci?n que aliviarse en c?lulas
abarrotadas. La mayor?a de las comidas son algunos bocados de comida podrida y sucia.
Algunos prisioneros mueren de puro colapso psicol?gico. No se les permite la mayor?a de
los medicamentos, las lesiones no se tratan.
Munir Fakir tiene 39 a?os, pero despu?s de su terrible experiencia en Mezze, Saydnaya y
otras prisiones, parece al menos diez a?os mayor. Un veterano disidente, dijo que fue
arrestado cuando iba de camino a una reuni?n de la oposici?n noviolenta. Las fotos de
antes y despu?s del cautiverio muestran la intensidad de la experiencia: un hombre fuerte
que tras ser liberado aparece tan demacrado que su propia esposa no puede reconocerle.
Munir Fakir, 39 a?os, dijo que el fr?o se utilizaba como castigo en la prisi?n de Saydnaya.
Durante m?s de un mes, ?l y sus compa?eros de celda tuvieron que dormir desnudos con
temperaturas heladoras (Foto: Laura Boushnak para The New York Times)
El Sr. Fakir con su hija en su hogar de Estambul
(Foto: Laura Boushnak para The New York Times)
En Saydnaya, el fr?o era el castigo por hablar o ?dormir sin permiso?, recordaba Fakir
mientras tomaba una infusi?n de hierbas en un caf? de Estambul. M?s de una vez al mes,
todas las mantas y ropas de sus compa?eros de celda eran confiscadas; ten?an que dormir
desnudos con temperaturas bajo cero. A veces, dijo, se les negaba el agua. Por ello,
intentaban lavarse frot?ndose la piel con la arena que las hormigas desenterraban de las
grietas del piso.
El d?a en que nos conocimos, el Sr. Fakir estaba recordando el aniversario de la muerte de
un compa?ero de celda abatido por una infecci?n dental no tratada, hasta el punto que la
mand?bula se le hinch? casi del tama?o de ?otra cabeza?.
Sin embargo, el ?tratamiento? pod?a ser tambi?n mortal. La tortura y el asesinato se
realizaban en los mismos hospitales en los que, en otras alas, los dignatarios visitaban a
oficiales heridos, dijeron el Sr. Fakir y otros supervivientes y desertores.
El Sr. Fakir fue llevado dos veces al Hospital Militar 601, un edificio de la ?poca colonial
con techos altos y vistas de Damasco. All? hab?a hasta seis prisioneros desnudos
encadenados a cada cama.
?A veces quer?amos que alguno muriera para coger su ropa”, dijo.
En una ocasi?n, explic?, observ? que el personal del hospital reten?a la insulina de un
diab?tico, un camarero de 20 a?os, hasta que muri?.
Muchas noches, un hombre que ten?a la doble funci?n de enfermero y guardia, que se hac?a
llamar ?Azrael?, el ?ngel de la muerte, se llevaba a un paciente detr?s de una puerta de
vidrio esmerilado.
?Ve?amos la sombra de alguien golpeando y escuch?bamos gritos, luego sobreven?a el
silencio, un silencio sofocante?, dijo Fakir. ?Por la ma?ana ve?amos el cuerpo en el pasillo
al ir al ba?o. Ve?amos cuerpos apilados. Ten?amos que pisar descalzos los cuerpos de
nuestros compa?eros?.
El Sr. Ghabbash tambi?n recuerda a “Azrael”. Fue llevado al mismo hospital con una
infecci?n que le dej? una profunda cicatriz en una pierna. Por la noche, escuchaba a un
amputado gemir por falta de analg?sicos, y la respuesta que le dio un hombre: ?Voy a
hacer que te sientas c?modo?.
Fingiendo dormir, el Sr. Ghabbash entorn? los ojos cuando el hombre levant? un bast?n
con punta de metal y declar?: ?Soy Azrael?, y redujo la cara del paciente a una pulpa
sangrienta. El Sr. Ghabbash dijo que se vio obligado a llevar el cad?ver a un ba?o del
pasillo. Dos cuerpos estaban ya dentro.
El Sr. Fakir dijo que sus compa?eros de prisi?n le hab?an dicho que llevaban los cuerpos
primero al ba?o y luego a un ?rea de estacionamiento del hospital, un sitio donde C?sar
fotografiaba los cad?veres.
?La gente no me cre?a?, dijo. ?Pero luego aparecieron las fotos de C?sar?.
Un superviviente de otra prisi?n, Omar Alshogre, dijo que le hab?an ordenado que
escribiera n?meros en las frentes de los cad?veres, como se ve en las fotos de C?sar. Pero
cuando los cad?veres se amontonaban y se descompon?an, dijo, tuvo que escribirlos en un
papel y sacar con pala los cuerpos en pedazos.
Los memos del gobierno obtenidos por el CIJA muestran que el jefe de la inteligencia
militar, un miembro de la Oficina de Seguridad Nacional que informa directamente a Bashar
al-Asad, sab?a del aumento de muertes en las prisiones.
En una comunicaci?n de diciembre de 2012, se observaron aumentos en las muertes de
detenidos y de cad?veres acumulados en los hospitales. Se orden? a los funcionarios que
informaran al jefe de la agencia de c?mo hab?an muerto y qu? hab?an confesado; y que
todo ello apareciera expresado de forma que se protegiera a los funcionarios de tener que
rendir cuentas en el futuro bajo ?cualquier autoridad judicial?.
Otra comunicaci?n, un a?o despu?s, mostraba que las muertes segu?an aumentando. ?Es
imperativo atender la limpieza y la higiene y la salud de los detenidos?, dec?a, para
?preservar vidas y reducir las muertes que han aumentado de forma considerable
?ltimamente?.
El memorando se quejaba de escasez de interrogadores. Cerca del final de una larga lista
de ?errores?, incluida la tardanza en el papeleo, se agregaba: ?golpes y torturas a los
detenidos?.
?Parece como si le estuvieran diciendo a esa gente que se comportara bien?, dijo Nerma
Jelajic, portavoz de CIJA, ?pero conocemos bien el contexto?.
Los documentos de CIJA muestran que los oficiales fueron castigados por delitos como ?no
obedecer ?rdenes?, dijo. Pero no se menciona que se haya castigado a nadie por ejecutar
torturas.
Nombres escritos con sangre
Detenidos y desertores han arriesgado su vida por contar a sus familias, y al mundo, sus
terribles experiencias.
En el calabozo de la IV divisi?n, varios detenidos decidieron sacar a escondidas los nombres
de todos los prisioneros que pudieron identificar.
?A pesar de que estamos tres pisos bajo tierra, a?n podemos continuar con nuestro
trabajo?, recordaba Mansur Omari, que fue arrestado mientras trabajaba para una
organizaci?n local de derechos humanos.
Mansour Omari sac? de contrabando un trozo de tela que conten?a los nombres de los
detenidos escritos con sangre. (Foto: Lexey Swall para The New York Times)
El mensaje escrito en sangre lleg? a las capitales occidentales, los restos de la camisa se
exhibieron en el Museo del Holocausto en Washington.
(Foto: Lexey Swall para The New York Times)
Otro detenido, Nabil Shurbaji, un periodista que por casualidad fue el primero en inspirar
al activista Ghabbash en 2011 y luego comparti? su celda en Mezze, trat? de escribir en
trozos de tela con pasta de tomate. Al resultar demasiado borrosa, el Sr. Shurbaji utiliz?
finalmente la sangre de los detenidos, de sus enc?as desnutridas, mezclada con ?xido. Un
sastre detenido cosi? los retales en la camisa del se?or Omari y los sac? a escondidas.
El mensaje en sangre lleg? a las capitales occidentales; los retales de la camisa se
exhibieron en el Museo del Holocausto en Washington. Pero el se?or Shurbaji todav?a
estaba dentro.
?La fatiga anegaba los poros de mi cara?, escribi? a su novia durante un breve respiro en
una prisi?n que permit?a las cartas. ?Intento recuperar la risa y se me mezcla con la
angustia. Trato de aferrarme a la paciencia y a ti?.
Dos a?os despu?s, un detenido liberado inform? que al Sr. Shurbaji le hab?an golpeado
hasta matarle.
?No nos olvides?
En Siria, L?bano, Turqu?a, Jordania, Alemania, Francia, Suecia y m?s all?, las familias y los
supervivientes intentan seguir adelante.
Despu?s de su liberaci?n en 2013, el Sr. Ghabbash aterriz? en Gaziantep, Turqu?a, donde
trabaja en los programas por los derechos de la mujer y de ayuda a los refugiados en la
?ltima zona de Siria controlada por los rebeldes.
La Sra. Khleif trabaja en una escuela para refugiados y para empoderar a otras
supervivientes. El Sr. Fakir, al que la cocina de su mujer ha rellenado sus mejillas
regordetas, se uni? a una especie de asociaci?n de alumnos para supervivientes de la
prisi?n de Saydnaya que se ayudan mutuamente a documentar sus experiencias, superar
el trauma y encontrar trabajo.
El Sr. Darwish lucha contra el insomnio y la claustrofobia, pero prosigue con su trabajo
para conseguir que los verdugos rindan cuentas ante la justicia. Recientemente testific?
sobre la prisi?n de Mezze en una audiencia en un tribunal franc?s en el caso de un padre
sirio-franc?s y su hijo, que muri? all?: un estudiante universitario y un maestro en una
escuela francesa en Damasco. Eso ayud? a los fiscales franceses a consolidar las ?rdenes
de arresto contra el Sr. Mamlouk, el principal funcionario de seguridad, el Sr. Hassan, el
jefe de inteligencia de la fuerza a?rea y el jefe de la prisi?n de Mezze. Ahora, el Sr. Mamlouk
puede ser arrestado si viaja a Europa.
La amenaza de enjuiciamiento, dijo Darwish, es la ?nica herramienta que queda para salvar
a los detenidos.
?Te da energ?a, pero es una gran responsabilidad?, dijo. ?Eso podr?a salvar a alguien.
Algunos son mis amigos. Cuando me liberaron me dijeron: ‘Por favor, no nos olvides’?.
El a?o pasado, la Asamblea General de las Naciones Unidas vot? para crear y financiar un
nuevo organismo, el Mecanismo Internacional Independiente e Imparcial, para centralizar
la preparaci?n de los casos de cr?menes de guerra. Pero el organismo no tiene capacidad
para hacer cumplir, acusar o arrestar.
La guerra de Siria sigue sin soluci?n pol?tica. Con las conversaciones de paz estancadas,
Rusia est? instando a Occidente a normalizar y financiar en cualquier caso la
reconstrucci?n, aplazando las reformas.
Un sirio de alto nivel, bien informado respecto al esfuerzo b?lico del gobierno, no
identificado por razones de seguridad, dijo recientemente que no hay posibilidad de llevar
a cabo reformas para conseguir que las agencias de seguridad respeten los derechos
humanos. A lo sumo, dijo, Rusia podr?a hacer que el aparato de detenci?n fuera m?s
eficiente.
Los millones de familiares de detenidos desaparecidos flotan en un limbo social y
psicol?gico. Sin certificados de defunci?n, las presuntas viudas no pueden volver a casarse
ni los hijos heredar.
Fadwa Mahmud vive ahora en Berl?n y no sabe nada de su marido ni de hijo desde hace
seis a?os (Foto: Axel Schmidt/Reuters)
Fadwa Mahmud, que vive ahora en Berl?n, no tiene la menor idea de si su esposo, Abdelaziz
al-Khair, est? vivo.
Hace seis a?os, el Sr. al-Khair, un destacado disidente, viaj? a Damasco desde el
extranjero, con garant?as de seguridad, para mantener conversaciones entre el gobierno y
la oposici?n noviolenta.
El hijo de la Sra. Mahmud fue a buscarlo al aeropuerto. Nunca salieron del recinto, que
est? controlado por la inteligencia de la fuerza a?rea. No se ha sabido de ellos desde
entonces.
?No tenemos derecho a deprimirnos?, dice la Sra. Mahmud, que teje una manta en su sala
de estar. ?Tenemos que seguir adelante?.
En una de las esquinas hab?a un mont?n de mantas: de color lavanda, amarillo, azul beb?.
El mont?n sigue creciendo. Se imagina a su marido pasando fr?o en la c?rcel. Las est?
haciendo para ?l.
[En la elaboraci?n de este informe han colaborado: Saad Alnassife y Carlotta Gall desde
Gaziantep, Turqu?a; Karam Shoumali, desde Berl?n; y Mahmoud Bitar, desde Reyhanli,
Turqu?a.]
Anne Barnard es la antigua directora de la oficina de The New York Times en Beirut. Ha
trabajado asimismo para Moscow Times, Philadelphia Inquirer y Boston Globe. En la
actualidad es miembro del Edward R. Murrow Fellowship, Council on Foreign Relations, que
promueve un periodismo de calidad.
Fuente: https://www.nytimes.com/2019/05/11/world/middleeast/syria-tortureprisons.html
Esta traducci?n puede reproducirse libremente a condici?n de respetar su
integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebeli?n.org como fuente
de la misma.