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La revoluci?n rusa en ucrania 1918-1921

N?stor Makhno :: 28.05.19

La otra mirada de la revoluci?n traicionada por los bolcheviques, que crearon el capitalismo de estado siguiendo a Lenin y Engels que hab?an abandonado a Marx cuando ?ste rompi? con el llamado “marxismo”, el comunismo que expropi? la potencia social.

LA REVOLUCI?N RUSA EN UCRANIA 1918-1921

N?stor Makhno
http://www.nestormakhno.info/spanish/memorias/index.htm

A manera de prefacio

Al momento de publicar este primer volumen de la Revoluci?n Rusa en Ucrania considero ?tiles algunas palabras introductorias.

En primer lugar, deseo advertir al lector sobre la ausencia de documentos importantes que deber?an figurar en esta obra: resoluciones y proclamas de la Uni?n de Campesinos de Gulai-Pol?, del Soviet de Diputados campesinos y obreros y de su inspirador directo, el grupo campesino anarquista-comunista de Gulai-Pol?.

Este grupo se dedic?, con una admirable constancia, a reunir bajo su estandarte a los campesinos y obreros de esta regi?n. Siempre a la vanguardia, nuestro grupo los condujo, explic?ndoles el sentido y el alcance de los acontecimientos que ten?an lugar, exponi?ndoles los objetivos de los trabajadores en general y los de los anarquistas-comunistas, m?s cercanos de la mentalidad campesina, en particular.

Lamento, tambi?n, no poseer las fotograf?as del grupo anarquista-comunista campesino de Gulai-Pol?, que me hubiera gustado ver ocupar, acompa?ado de breves notas biogr?ficas, el primer sitio entre los documentos relativos a la Revoluci?n Rusa en Ucrania, al movimiento makhnovista nacido de esta Revoluci?n, a los principios que lo guiaron, a los actos, en fin, que de ella resultaron.

Hubiera deseado insertar en estas p?ginas los retratos de estos revolucionarios desconocidos, surgidos de lo m?s profundo del pueblo Ucraniano, y que bajo mi impulso y gu?a, lograron crear entre los trabajadores ucranianos ese movimiento revolucionario, amplio y poderoso, a la cabeza del cual flotaban las banderas negras makhnovistas.

Por desgracia yo no he podido conseguir hasta ahora esos documentos, los cuales publicar?, en cuanto tenga la posibilidad, con el fin de someterlos a los trabajadores del mundo entero, a fin de que ellos los juzguen.

Mi relato es completamente conforme a la verdad hist?rica, sea que trate de la Revoluci?n Rusa en general, o de nuestro papel en particular. Solo intentar?n ponerlo en cuesti?n aquellos “historiadores” que, no habiendo tomado parte alguna efectiva en los acontecimientos revolucionarios que se narran en estas memorias, y que a pesar de haberse puesto al margen de la Revoluci?n, trataron, por la palabra y por la pluma, de hacerse pasar frente a los revolucionarios extranjeros por gentes que conocen a fondo y en todos sus detalles la Gran Revoluci?n Rusa.

Nosotros sabremos siempre refutar esas cr?ticas, porque carecen de fundamento, pues esos “expertos” no saben de qu? hablan, ni contra qui?n gritan…

Mi ?nica pena es que estas memorias no vean la luz en Ucrania y no aparezcan ni en ruso ni en ucraniano. La culpa es de las circunstancias y yo no puedo hacer nada.

El autor

Posdata: me complace expresar mi sincero y profundo agradecimiento al camarada franc?s E.W. cuya ayuda fraternal inestimable me ha permitido extraer de mis notas y publicar las p?ginas que siguen.

N.M.

Dedicatoria

Dedico este libro a la memoria de mis amigos, los camaradas: Pierre Gavrilenko, Alexandre Kalachnikoff, Mo?se Kalinitchenko, Simon Kartnik, Philippe Krate, Isidore (Pierre) Liouty, Alexis Martchenko, Sawa Makhno, Andr? Semenota, Gabriel Tro?an, St?phane Chepel, Boris Veretelnik, H. Gor?lik, Luc Pantcheuko, Abram Schneider y otros, que lucharon conmigo para organizar a los trabajadores revolucionarios ucranianos y realizar nuestro ideal com?n: una sociedad anarquista-comunista libre.

Todos encontraron la muerte en circunstancias diversas, pero en la b?squeda de un ?nico objetivo: la realizaci?n de la idea de libertad, de igualdad y de trabajo independiente.

El autor

En Ucrania

La Revoluci?n de febrero de 1917 abri? por completo las puertas de las prisiones pol?ticas rusas.

Los obreros y los campesinos que se arrojaron armados a las calles, unos en blusa azul, otros envueltos en la capa gris de soldado, contribuyeron en gran parte a ese resultado. Desde el inicio, los trabajadores revolucionarios tuvieron que hacer frente a los socialistas-estatistas, que hab?an ya, en acuerdo con la burgues?a liberal, formado un gobierno “revolucionario” provisional e intentaban mantener el movimiento revolucionario en la v?a que este gobierno hab?a trazado.

Los trabajadores exigieron entonces la amnist?a inmediata, que es la primera conquista de toda Revoluci?n. Y el socialista-revolucionario A. Kerensky, ministro de Justicia, se inclin? frente a su voluntad.

En pocos d?as, todos los detenidos pol?ticos fueron liberados y reiniciaron, entre las masas de las ciudades y de los campos, la propaganda activa que antes hab?an realizado clandestinamente en la atm?sfera intolerable del r?gimen zarista.

Al mismo tiempo que a otros detenidos pol?ticos ?que el gobierno del Zar, los propietarios y los terratenientes hab?an encerrado en los h?medos calabozos, esperando privar as? a la masa de los trabajadores de su elemento m?s avanzado y matar, a trav?s de ello, todo intento de denunciar la iniquidad del r?gimen- la libertad me fue devuelta a m? tambi?n.

Condenado a cadena perpetua, encadenado, a menudo enfermo, ocho a?os y medio de reclusi?n no hab?an, sin embargo, quebrantado para nada mi fe a la causa anarquista. Siempre convencido de la victoria futura del trabajo libre, de la igualdad y de la solidaridad sobre la esclavitud creada por el Estado y el Capital, sal? de la prisi?n central de Mosc? el 2 de marzo de 1917 y me puse a trabajar de nuevo dos d?as m?s tarde, en Mosc?, dentro del grupo anarquista de Lefortovo. Por supuesto yo no hab?a olvidado nuestro grupo anarquista-comunista de Gulai-Pol?, creado diez o doce a?os antes, y que, al decir de mis camaradas, continuaba su actividad, a pesar de la p?rdida de numerosos militantes de vanguardia.

Yo estaba muy preocupado por lo deficiente de mi educaci?n te?rica y por mi desconocimiento de las soluciones positivas que me hubiesen permitido resolver los problemas sociales y pol?ticos desde el punto de vista anarquista. Cierto, yo sab?a que ese era el caso nueve veces sobre diez, en nuestro medio nos hac?an much?sima falta las escuelas que hubieran sido capaces de proveer este g?nero de formaci?n. No por ello dejaba de sentir profundamente esta laguna y no cesaba de sufrirla.

Solo la esperanza de que este estado de cosas no durar?a me consolaba y me volv?a a llenar de valor; en efecto, yo estaba firmemente persuadido de que el trabajo abierto, en el seno del intenso movimiento revolucionario, demostrar?a con gran fuerza a los anarquistas la necesidad de crear una organizaci?n poderosa, capaz de llevar al combate a todas las fuerzas anarquistas y de crear un movimiento de conjunto coherente y consciente del objetivo a alcanzar. Tal era el futuro que me hac?an entrever los progresos inmensos de la Revoluci?n Rusa. En mi pensamiento, la acci?n anarquista en esos periodos estaba indisolublemente ligada a la acci?n de la masa de los trabajadores, a aquellos que eran los m?s ?ntimamente interesados en el triunfo de la verdad y de la libertad, en la victoria de un nuevo r?gimen social y en la nueva organizaci?n de la sociedad humana.

Entreve?a el desarrollo poderoso de nuestro movimiento y su influencia sobre el resultado final de la Revoluci?n. Y esta idea me era particularmente querida.

Fortalecido por esta convicci?n, me traslad? a Gulai-Pol?, apenas tres semanas despu?s de mi liberaci?n; regres? al sitio donde hab?a nacido, donde hab?a vivido, donde hab?a dejado tantos seres queridos, tantas cosas amadas, y donde sab?a bien que podr?a obrar ?tilmente enmedio de la gran familia campesina, en el seno de la cual se hab?a formado nuestro grupo. Aunque hab?a perdido dos tercios de sus miembros en el cadalso, en las praderas heladas de Siberia o en el exilio, no por eso el grupo ten?a menos vitalidad.

Su n?cleo original hab?a desaparecido casi por completo, pero sus ideas hab?an penetrado profundamente entre los campesinos, mucho m?s all? de los l?mites de Gulai-Pol?.

Una gran fuerza de voluntad y un conocimiento profundo de lo que los anarquistas quieren alcanzar, son necesarios para decidir lo que es posible obtener en una Revoluci?n, a?n si ?sta es solo pol?tica.

Fue de aqu?, de Gulai-Pol?, que sali?, del seno de la masa de los trabajadores, esa fuerza revolucionaria formidable sobre la que, siguiendo a Bakunin, a Kropotkin y otros, debe apoyarse el anarquismo revolucionario; es ella la que indicar? el medio para terminar con el viejo r?gimen de servidumbre y crear uno nuevo en el que la esclavitud no exista y la autoridad no tenga cabida. La libertad, la igualdad y la solidaridad ser?n entonces los principios que gu?en a los hombres y a las sociedades humanas en su vida y en su lucha por m?s felicidad y prosperidad.

Esta idea no me hab?a abandonado durante toda mi estancia en el presidio y con ella volv? a Gulai-Pol?.

PRIMERA PARTE

Cap?tulo primero

Primer contacto con los camaradas e intentos de organizaci?n de una acci?n revolucionaria
Apenas de regreso me encontr? con antiguos camaradas del grupo. Por ellos supe que un gran n?mero faltaban. Entre los que vinieron a verme estaban: Andr? Semenota (hermano de Sacha y Procope Semenota), Mo?se Kalinitchenko, Philippe Krate, Sawa Makhno, los hermanos Procope y Gr?goire Charavski, Paul Korost?lev, L?on Schneider, Paul Socrouta, Isidore Lotty, Alexis Martchenko y Paul Hound?i (Korost?lev). Algunos j?venes, que formaban parte del grupo desde hac?a s?lo dos o tres a?os, y que yo no conoc?a, se hab?an a?adido a los m?s veteranos. Le?an las obras anarquistas e imprim?an clandestinamente, con ayuda de una prensa manual, proclamas que distribu?an en torno a ellos.

?Y cu?ntos campesinos y obreros que simpatizaban con el ideal anarquista vinieron a verme en su compa??a! Ciertamente, no pod?a tomarlos en cuenta en los planes que hac?a para el futuro. ?Que importaba! Ten?a delante m?o a mis amigos campesinos, esos anarquistas ignorados, luchadores valientes que no saben ni mentir ni enga?ar. Eran verdaderas naturalezas campesinas: era dif?cil convencerlos, pero una vez convencidos, una vez que hab?an comprendido la idea y la hab?an verificado por su propio razonamiento, ellos exaltaban ese nuevo ideal en todas partes y en toda ocasi?n.

En verdad, vi?ndoles delante m?o, me estremec?a de contento, resent?a una emoci?n tan viva que conceb? el proyecto de llevar, desde el d?a siguiente, una propaganda activa en toda la regi?n de Gulai-Pol?, haciendo huir al Comit? Comunal (unidad administrativa del gobierno de coalici?n), dispersando la milicia e impidiendo la formaci?n de cualquier nuevo Comit?. Decid? pasar a la acci?n sin tardanza.

Sin embargo, en la ma?ana del 25 de marzo, cuando todos los campesinos y campesinas, venidos desde la tarde del d?a anterior para ver, como ellos dec?an, “al resucitado de entre los muertos”, se hab?an ido ya, todos los miembros del grupo, improvisamos una reuni?n en el curso de la cual no me mostr?, en realidad, tan ardiente: en mi exposici?n el proyecto de realizar una propaganda activa entre los campesinos y los obreros, de hacer huir al Comit? comunal, no ocup? un lugar suficientemente importante.

Los camaradas estuvieron sorprendidos de escucharme insistir en la necesidad, para nuestro grupo, de estudiar mejor el estado actual del movimiento anarquista en Rusia. La dispersi?n de los grupos que exist?an antes de la Revoluci?n no me satisfac?a. “Una t?ctica que no descansa en la coordinaci?n est? condenada a la esterilidad, dije. Esa t?ctica es incapaz de aprovechar la fuerza de los trabajadores y el entusiasmo de las grandes masas en el momento de la fase destructiva de la Revoluci?n”.

“En esas condiciones, los anarquistas partidarios de tal modo de actuar deben, o bien separarse de los acontecimientos e inmovilizarse en la propaganda sectaria de grupos, o bien quedarse a la cola, asumiendo ?nicamente tareas secundarias y trabajando as? en provecho de sus adversarios pol?ticos.

“De manera que para poder suprimir las instituciones gubernamentales, para anular, en nuestra regi?n, todo derecho de propiedad privada sobre las tierras, las f?bricas, los talleres y otras empresas, debemos, siempre teniendo en cuenta el movimiento anarquista en las ciudades, aproximarnos a las masas campesinas para asegurarnos de la firmeza de su entusiasmo revolucionario, por una parte, y por otra, para hacerles sentir que estamos con ellos, indudablemente convencidos de las ideas que les planteamos en las reuniones comunales y en los m?tines.

“Esta es, camaradas una de esas cuestiones de t?ctica que tendremos que estudiar en un futuro cercano. Tendremos que profundizarla en todos sus detalles, porque de su soluci?n depender? la elecci?n de t?ctica que adoptaremos para nuestra actividad.

“Esto es central para nosotros en la medida en que nuestro grupo es el ?nico que, durante once a?os, ha continuado en contacto con la masa campesina. No existen ya, de acuerdo con mis informaciones, ning?n otro grupo en los alrededores. Aquellos de las ciudades, Alexandrovsk y Ekaterinoslav, no cuentan m?s que con pocos sobrevivientes y, por lo dem?s, desconocemos d?nde se encuentran actualmente; unos deben estar en Mosc?, sin que se sepa cuando regresar?n, otros han emigrado a Suiza, a Francia o a Estados Unidos y no se sabe nada m?s de ellos. Por tanto, no podemos contar m?s que con nosotros mismos.

“Por poco extenso que sea nuestro conocimiento de la doctrina anarquista, ello no debe impedirnos elaborar un plan de acci?n para llevarlo adelante en los medios campesinos de Gulai-Pol? y de la regi?n. Debemos, sin tardanza, comenzar a organizar una Uni?n de Campesinos y poner a la cabeza uno de los campesinos de nuestro grupo. Ello presenta un doble inter?s: as? impediremos que el elemento hostil a nuestro ideal pol?tico se implante en la Uni?n; y tambi?n podremos informar constantemente a la Uni?n acerca de los acontecimientos, logrando de esta forma la realizaci?n de un acuerdo total entre la Uni?n y nuestro grupo.

“Los campesinos podr?n, de esta manera, enfrentar el problema de la reforma agraria y declarar la tierra propiedad colectiva; y ello, sin esperar que esta cuesti?n, capital para ellos, sea resuelta por el gobierno ?revolucionario?.”

Los camaradas se mostraron contentos de lo que hab?an escuchado. Sin embargo no aprobaron mi manera de tratar este tema.

El camarada Kalinitchenko conden? severamente mi punto de vista, pretendiendo que nuestro papel de anarquistas, en el curso de la Revoluci?n actual, deb?a limitarse a difundir nuestras ideas, puesto que al estar tan ampliamente abierto nuestro campo de acci?n, deber?amos aprovechar ?nicamente el momento para hacer comprender a los trabajadores nuestro ideal sin tratar de entrar en sus organizaciones.

“Los campesinos ver?n as?, dec?a, que nosotros no buscamos someterlos a nuestra influencia, sino que, simplemente, queremos hacerles comprender nuestras ideas para que inspir?ndose en nuestros m?todos y en nuestros medios de acci?n, construyan, con total independencia, una vida nueva”.

Fue en ese punto que se termin? nuestra discusi?n, porque eran las siete de la ma?ana y yo deseaba presentarme, hacia las diez de la ma?ana, a la reuni?n comunal de los obreros y campesinos en donde el presidente del Comit? comunal Proussinski, dar?a lectura a la proclamaci?n del comisario de distrito explicando c?mo deb?a ser interpretado el cambio de r?gimen producto de la Revoluci?n.

Decidimos, simplemente, que hab?a que someter mi proyecto a un an?lisis y a una discusi?n m?s detallada y nos separamos; algunos camaradas regresaron a sus casas y los dem?s se quedaron para ir conmigo a la reuni?n comunal.

A las diez de la ma?ana estaba con algunos de ellos en la plaza del mercado; miraba la plaza, las casas, las escuelas.

Entr? en una de ?stas y encontr? al director. Hablamos largamente de los programas de ense?anza, cuesti?n sobre la cual yo ignoraba todo. Me enter? de que el catecismo formaba parte del programa y era en?rgicamente defendido por los popes y por una parte de los padres de los alumnos. Esto me indign?, pero no me impidi? inscribirme, alg?n tiempo despu?s, como miembro de la Sociedad de Amigos de la Ense?anza, organismo que subvencionaba las escuelas. Yo me dec?a que tomando parte activa en sus trabajos, lograr?a quebrantar las bases religiosas de la ense?anza.

Llegu? a la reuni?n comunal hasta el mediod?a, poco despu?s del discurso del subteniente Proussinski, presidente del Comit? comunal. (En ese momento estaba en Gulai-Pol? el 8vo regimiento serbio, con un destacamento de ametralladoras rusas: 12 ametralladoras, 144 hombres y 4 oficiales. Cuando se organiz? el Comit? algunos de sus oficiales fueron invitados a ser parte de ?l. Uno de ellos, Proussinski, fue electo presidente; otro, el teniente Koudinov, jefe de la milicia. De estos dos oficiales depend?a por tanto el orden p?blico en Gulai-Pol?).

Al terminar su discurso, el presidente del Comit? me invit? a tomar la palabra, para apoyar sus conclusiones. Yo declin? la proposici?n y tom? la palabra sobre otro tema.

En mi discurso, demostr? a los campesinos que era inconcebible que existiera en el Gulai-Pol? revolucionario un Comit? comunal presidido por personas ajenas al municipio y a las cuales, en consecuencia, no se les pod?a pedir cuenta por sus acciones. Y propuse designar inmediatamente cuatro representantes por cada uno de los siete sectores que comprend?a Gulai-Pol? para estudiar esta cuesti?n y muchas otras.

Los maestros de primaria se unieron inmediatamente a mi proposici?n. El director de la escuela puso su establecimiento a nuestra disposici?n. Se decidi? que cada sector elegir?a sus representantes y se fij? el d?a de la reuni?n.

Fue as? como, a mi regreso del presidio, retom? contacto con la vida activa.

Al poco tiempo, fui invitado por los maestros a su reuni?n privada. Primero nos conocimos m?s profundamente. Uno de ellos era socialista revolucionario, los otros, m?s o menos quince en total, no pertenec?an en su mayor?a, a ning?n partido.

Despu?s, abordamos una serie de cuestiones que concern?an la inacci?n de los maestros que, sin embargo, ard?an de ganas de tomar parte activa en la vida p?blica y buscaban la forma de conseguirlo. Decidimos actuar en conjunto y constituir, en inter?s de los campesinos y de los obreros un nuevo Comit? en lugar del que estaba compuesto de oficiales y de “koulaki” (campesinos ricos que explotaban a otros campesinos), electos no por todos los campesinos, sino solamente por los m?s ricos de ellos.

De all? me traslad? a la reuni?n de nuestro grupo donde fueron discutidos mi informe y su refutaci?n por parte del camarada Kalinitchenko. Como resultado de ese debate, se decidi? que se emprender?a, desde el d?a siguiente, una propaganda met?dica entre los campesinos y los obreros de las f?bricas y de los talleres.

No estando a?n organizados, los trabajadores no pod?an constituir una “Unidad territorial”, de car?cter anarquista, capaz de luchar eficazmente contra el Comit? comunal y, lo quisieran o no, estaban obligados de agruparse alrededor de este ?ltimo. Por ello era urgente llevar a cabo la elecci?n de ese Comit?. Era necesario, adem?s, llevar adelante una propaganda intensa en favor de la constituci?n de esa unidad territorial, de la cual formar?amos parte para influirla y llevarla as? a desconfiar del Comit? comunal, que estaba inspirado por el Gobierno de coalici?n, y a establecer sobre ?l su propio control.

“Yo veo en ello, dec?a a los camaradas, el medio de negar tanto los derechos del gobierno de coalici?n como el principio mismo de esos Comit?s comunales. Adem?s, si nuestra acci?n en esta v?a es coronada por el ?xito, haremos comprender a los campesinos y los obreros esta verdad: solos ellos, conscientes de su papel revolucionario, pueden encarnar fielmente la idea de la autonom?a, sin tutela alguna de partidos pol?ticos ni del gobierno.

“Este es el momento m?s propicio para nosotros, anarquistas, de buscar en la pr?ctica, aun al precio de muchas dificultades y tanteos, la soluci?n de toda una serie de cuestiones de actualidad, de las cuales depende, de una manera u otra, la realizaci?n de nuestro ideal.

“Dejar pasar este momento ser?a una falta imperdonable para nuestro grupo, que se separar?a as? de la masa de los trabajadores, cosa que es lo que m?s debemos temer en estos instantes. Ya que ello equivaldr?a a desaparecer de la lucha revolucionaria, e incluso, en ciertos casos, y que ser?a peor a?n, equivaldr?a a obligar a los trabajadores a abandonar nuestras ideas, a las cuales se aproximan y se aproximar?n cada vez m?s si permanecemos entre ellos, si marchamos con ellos a la lucha y a la muerte, o a la victoria y a la alegr?a”.

Los camaradas dijeron, medio en broma:

-”Amigo, te apartas de la t?ctica anarquista. Nos hubiera gustado escuchar primero la voz de nuestro movimiento, tal y como t? nos invitabas a hacer cuando nos encontramos por primera vez.”

-”As? es, debemos escuchar esa voz y la escucharemos, si en realidad existe un movimiento anarquista. Pero yo no lo veo a?n. Y sin embargo, s? que debemos ponernos a trabajar sin tardanza. Os he propuesto un plan de acci?n. Ustedes lo han adoptado ?Qu? m?s podemos hacer, si no es ponernos a trabajar?”

As? pasaron semanas enteras en discusiones est?riles. Sin embargo cada uno de nosotros, siguiendo la decisi?n tomada, hab?a ya comenzado a trabajar de su lado, en conformidad con el plan adoptado en com?n.

Cap?tulo Segundo
Organizaci?n de la Uni?n de los Campesinos
Hacia la mitad de la semana, los delegados electos por los campesinos se reunieron en la escuela para discutir acerca de la elecci?n de un nuevo Comit? comunal.

Nosotros hab?amos preparado para esta Asamblea, con algunos de los profesores, un reporte que uno de ellos, Korpoussenko, deb?a leer. El reporte estaba bien orientado y redactado correctamente.

Los delegados de los campesinos, tras haber llegado a un acuerdo con los delegados de los obreros de las f?bricas, presentaron una moci?n demandando nuevas elecciones.

Respondiendo al deseo de los profesores de Levedef y Korpoussenko, yo agregu? a esta moci?n algunas palabras introductorias.

Los delegados regresaron hacia sus electores y estudiaron con ellos esta moci?n y cuando fue aceptada por estos, se fij? la fecha de las elecciones.

Durante ese tiempo los miembros de nuestro grupo hab?an preparado a los campesinos para la organizaci?n de la Uni?n de los Campesinos.

Por ese entonces, lleg? el camarada Krylov-Martynov, delegado del Comit? regional de la Uni?n de los Campesinos del partido socialista-revolucionario, con la intenci?n de realizar en Gulai-Pol? un Comit? de dicha Uni?n.

?l mismo, antiguo prisionero, Krylov-Martynov, se interes? en mi vida, vino a mi casa y tomando un t? hablamos largamente. Termin? por pasar la noche bajo mi techo.

Entretanto, ped? a los miembros de nuestro grupo que convocaran a una reuni?n comunal en la que se establecer?an las bases de la organizaci?n de la Uni?n de los Campesinos.

Krylov-Martynov era buen orador. Pint? a los campesinos un cuadro atrayente de la lucha futura de los socialistas revolucionarios para que las tierras les fueran entregadas sin indemnizaci?n -lucha que deb?a tener lugar en la Asamblea Constituyente de la que se esperaba la convocatoria pr?xima. El apoyo de los campesinos les era indispensable. Invit? entonces a ?stos, a agruparse en una Uni?n de los Campesinos y a sostener al partido socialista revolucionario.

Ese discurso nos sirvi? de pretexto, a m? y a otros miembros del grupo, para exponer nuestro punto de vista.

Esto fue lo que les dije:

“?Nosotros, como anarquistas, estamos de acuerdo con los socialistas- revolucionarios en cuanto a la necesidad que ustedes tienen de organizarse en una Uni?n, pero no en vistas de servir de apoyo al partido socialista revolucionario en su futura lucha oratoria contra los socialdem?cratas y los Cadetes (el partido de la derecha) en el seno de la futura Constituyente, si alguna vez ?sta es convocada!

“La organizaci?n de la Uni?n de los Campesinos es, desde nuestro punto de vista, necesaria para lograr que los campesinos aporten el m?ximo de sus fuerzas a la corriente revolucionaria ?As? contribuir?n a ensanchar sus riberas, a hacer m?s hondo su lecho, para que, desarroll?ndose en completa libertad, esta corriente alcance toda su amplitud y d? todos sus resultados!

“Para los campesinos, estos resultados son siempre los mismos: la posibilidad para los trabajadores del campo y de las ciudades -cuyo trabajo de esclavo y la inteligencia artificialmente envilecida sirven de pedestal al Capital y a ese robo organizado que es el Estado,- de no necesitar m?s, en su vida y en su lucha por la libertad, de cualquier tutela de los partidos pol?ticos, as? como de sus discusiones en el seno de la Constituyente futura.

“Los campesinos y los obreros no deben ocuparse m?s de la Asamblea Constituyente. Ella es el enemigo de los trabajadores del campo y de las ciudades. Ser?a verdaderamente criminal de su parte esperar de ella la libertad y la felicidad.

“Esta Asamblea no es m?s que un juego de azar para todos los partidos pol?ticos. Pregunten, a cualquiera que frecuente este tipo de lugares, si alguna vez alguien sali? de ah? sin haber sido enga?ado ?nunca! ?nadie!

“?Los trabajadores, los campesinos y los obreros que env?en all? sus representantes, tambi?n ser?n enga?ados!

“No deben pensar actualmente ni en la Asamblea Constituyente, ni en organizarse para apoyar a los partidos pol?ticos, incluyendo al Partido socialista- revolucionario ?No! Los campesinos, lo mismo que los obreros, tienen que ocuparse de cuestiones mucho m?s importantes. Deben prepararse para el momento en que todas las tierras, f?bricas y talleres sean reintegrados a manos de la comunidad y, sobre esta nueva base, construir una vida nueva.

“La Uni?n de Campesinos de Gulai-Pol?, de la cual ponemos aqu? los cimientos, deber? de trabajar en ese sentido”.

Nuestra actitud no desalent? para nada al delegado socialista-revolucionario del Comit? Regional de Campesinos. Supo estar de acuerdo con nosotros. Y ese d?a, 29 de marzo de 1917, la Uni?n de los Campesinos de Gulai-Pol? fue fundada.

Su Comit? se form? de 28 miembros, todos campesinos; yo estaba entre ellos, a pesar de mis excusas reiteradas. En efecto, yo estaba demasiado ocupado en la formaci?n del secretariado de nuestro grupo y en la redacci?n de su declaraci?n. En respuesta a mi petici?n, los campesinos no encontraron nada mejor que proponer mi candidatura en cuatro sectores y en cada uno fui electo por unanimidad.

As? fue formado el Comit? de la Uni?n de los Campesinos, del cual fui elegido presidente.

Se procedi? entonces a la inscripci?n de los miembros. En el espacio de cuatro o cinco d?as, todos los campesinos del lugar, sin excepci?n, se inscribieron, sin contar por supuesto, a aquellos que eran propietarios.

Estos ?ltimos, defensores de la propiedad territorial privada, se separaron de la masa de los trabajadores, confiando en formar un grupo distinto. Y s?lo lograron atraer a los m?s ignorantes de sus sirvientes. Pensaban que conseguir?an aguantar as? hasta la celebraci?n de la Asamblea Constituyente y obtener la victoria con la ayuda de los social-dem?cratas (el Partido social-dem?crata ruso defend?a en ese entonces, el derecho de propiedad sobre las tierras).

En realidad, los trabajadores campesinos no ten?an ninguna necesidad de la adhesi?n de los campesinos propietarios. Ve?an en ellos a enemigos hereditarios y comprend?an que esos campesinos propietarios solo ser?an inofensivos cuando, por medio de una expropiaci?n forzosa, sus tierras fueran declaradas propiedad de la comunidad.

Al expresar esta ?ltima idea en su propio medio, con una convicci?n inquebrantable, los campesinos condenaban por adelantado a la Asamblea Constituyente.

As?, la Uni?n de los Campesinos fue formada. No obstante, no abarcaba a todos los campesinos de la regi?n, ya que un cierto n?mero de granjas y de aldeas no formaban parte de ella. Esta circunstancia imped?a que la Uni?n se pusiese a trabajar con el entusiasmo suficiente para lograr la adhesi?n de otras comunas e incautar, mediante una acci?n revolucionaria organizada, las tierras de los terratenientes y del Estado, para devolverlas a la comunidad de los trabajadores.

Por esta raz?n, abandon? Gulai-Pol? y emprend?, con el Secretario del Comit? de la Uni?n, un recorrido por los pueblos y las aldeas para crear ah? Uniones de los Campesinos.

A mi regreso, di un informe al grupo de lo realizado e insist? sobre el estado de esp?ritu revolucionario que hab?a encontrado por todas partes y sobre la necesidad de sostenerlo con todas nuestras fuerzas y dirigirlo con prudencia y firmeza por la v?a anarquista.

Todo el mundo, en nuestro grupo, estuvo satisfecho con los resultados obtenidos; cada cual me dijo lo que hab?a hecho en ese mismo orden de ideas y me inform? de la impresi?n que nuestra propaganda intensiva ten?a sobre los campesinos, etc.

El camarada Krate, quien era entonces secretario y me hab?a reemplazado durante mi gira, nos cont? sobre la visita que hicieron a Gulai-Pol? durante nuestra ausencia, los nuevos propagandistas venidos de Alexandrovsk. Ellos hab?an pronunciado discursos a favor de la guerra y de la Asamblea Constituyente, y hab?an intentado hacer votar sus resoluciones. Pero los obreros y los campesinos se hab?an negado a ello, pretextando que se encontraban en un periodo de organizaci?n y que, en consecuencia, no pod?an recibir ninguna moci?n que procediera del exterior.

Todas esas manifestaciones de una vida activa y consciente nos inspiraban felicidad, confianza, y sosten?an nuestro ardor y nuestro deseo de continuar sin descanso nuestra obra revolucionaria.

Cap?tulo tercero

Investigando en los archivos de la polic?a
Entretanto, los encargados de la oficina de la milicia Gulai-Pol?, el subteniente Koudinov y su secretario, el viejo e inquebrantable Cadete A. Rambievski, me invitaron a ayudarles a examinar los archivos de la polic?a.

Estos archivos presentaban un inter?s muy particular y rogu? al grupo que asignara un camarada para acompa?arme. Le di tal importancia a este trabajo que estaba dispuesto a abandonar moment?neamente cualquier otra actividad. Algunos de mis camaradas, Kalinitchenko y Krate en particular, empezaron por burlarse de m? porque deseaba, dec?an ellos, correr al auxilio de los jefes de la milicia. No fue sino despu?s de una larga discusi?n que Kalinitchenko convino que yo ten?a raz?n y vino ?l mismo conmigo. En esos archivos, encontramos documentos que probaban que algunos de los habitantes de Gulai-Pol? hab?an espiado a los hermanos Semenota y a otros miembros de nuestro grupo, y notas consignado cu?nto hab?an cobrado por sus servicios esos perros.

Descubrimos que entre otros, Pierre Charovski, antiguo miembro del grupo, era un agente de la polic?a secreta a la cual hab?a prestado numerosos servicios.

Transmit? todos estos documentos a nuestro grupo. Desgraciadamente, todas las personas implicadas hab?an muerto en la guerra. Solo quedaban Sopliak y Charovski y los polic?as Onichtchenko y Bougaev, los cuales, fuera de sus horas de servicio, se vest?an de civiles y se deslizaban por los patios y los jardines para espiar a todos aquellos que les parec?an sospechosos.

Anotamos los nombres de aquellos que estaban a?n en vida, considerando que el momento de ejecutarlos no hab?a llegado a?n; por lo dem?s tres de ellos, Sopliak, Charovski y Bougaev no estaban en Gulai-Pol?: hab?an desaparecido poco despu?s de mi llegada.

Hice p?blico el documento probando la culpabilidad de P. Charovski quien hab?a entregado a la polic?a a Alexandre Semenota y a Marthe Pivel. Los documentos que concern?an a los tres culpables ausentes fueron mantenidos en secreto. Esper?bamos su regreso para poder arrestarlos sin mayores dificultades. En cuanto al cuarto, Nazar Onichtchenko, el gobierno de coalici?n lo hab?a enviado al frente, pero hab?a logrado, tras un corto periodo, abandonar el ej?rcito y viv?a desde entonces en Gulai-Pol?, sin presentarse en las reuniones comunales ni en los m?tines.

Poco despu?s de la publicaci?n del documento que acusaba a Pierre Charovski, Nazar Onichtchenko me abord? en el centro mismo de Gulai-Pol?. Era ese mismo polic?a y agente secreto que durante un registro en mi casa hab?a permitido que se cateara a mi madre y que la hab?a abofeteado cuando ella protest?.

Ahora, ese perro, que hab?a vendido el cuerpo y el alma a la polic?a, se precipitaba hacia a m? y, quit?ndose la gorra, gritaba tendi?ndome la mano: “?Nestor Ivanovitch? ?Hola!”

La voz, los gestos, la m?mica de ese Judas provocaron en m? un asco indecible. Me puse a temblar de odio y le grit? con furor: “?atr?s, miserable, atr?s o te mato!” ?l salt? hacia un lado y se puso blanco como la nieve. Inconscientemente llev? mi mano hacia el bolsillo y tom? febrilmente mi rev?lver, pregunt?ndome si era preciso matar a ese perro all? mismo lugar o si era preferible esperar.

La raz?n pudo m?s que la furia y la sed de venganza.

En el l?mite de mis fuerzas, me dej? caer sobre una silla a la entrada de una tienda. El tendero se aproxim?, me salud? y me hizo preguntas que no fui capaz de entender. Me excus? de haber ocupado su silla y le rogu? que me dejara tranquilo. Diez minutos m?s tarde, ped? a un campesino que me ayudara a regresar al Comit? de la Uni?n de los Campesinos.

Tras enterarse de mi encuentro con Onichtchenko, los miembros de nuestro grupo y los del Comit? de la Uni?n exigieron la publicaci?n del documento que probaba que, al tiempo que era polic?a (lo que los campesinos sab?an muy bien, puesto que hab?a arrestado y golpeado a un buen n?mero), tambi?n era agente de la polic?a secreta.

Todos los camaradas pidieron con insistencia que se hiciera p?blico este documento para poder enseguida matar al culpable.

Yo me opuse en?rgicamente y les rogu? dejarlo tranquilo por el momento, haciendo notar que hab?a traidores m?s peligrosos, en particular Sopliak que, de acuerdo con las pruebas que ten?amos en las manos, era un especialista del espionaje. ?l hab?a trabajado mucho tiempo en Gulai-Pol? y en Pologui entre los obreros de los almacenes y hab?a contribuido a la entrega del camarada Semenota.

Otro, Bougaev, era tambi?n un sopl?n consumado. Iba y ven?a entre los campesinos y los obreros, cargando, sobre un plat?n de madera, panecillos y agua gaseosa para vender. Se le vi? sobre todo en la ?poca en que el gobierno del Zar hab?a prometido una recompensa de 2,000 rublos a quien entregara a Alexandre Semenota. M?s de una vez, Bougaev, disfrazado, hab?a desaparecido semanas enteras en compa??a del comisario de polic?a Karatchentz y de Nazar Onichtchenko. Abandonando sus puestos oficiales, recorr?an los alrededores de Gulai-Pol? o los barrios de Alexandrovsk y de Ekaterinoslav. El comisario de polic?a Karatchentz fue muerto por el camarada Alexandre Semenota en el teatro de Gulai-Pol?. Bougaev, Sopliak y Charovsky estaban vivos y se escond?an en alguna parte de la regi?n.

He ah? por qu? no deb?amos tocar a?n a Nazar Onichtchenko. Era necesario armarse de paciencia y tratar de poner la mano sobre los otros que, a decir de los campesinos, a menudo eran vistos en Gulai-Pol?.

Al tiempo que les ped?a a los camaradas no molestar a Nazar Onichtcheko por el momento, les dije que era importante apoderarse de todos esos perros y matarlos en seguida, y que tales personajes eran nocivos para cualquier comunidad humana. “No se puede esperar nada de ellos, su crimen es el m?s horrible de los cr?menes, la traici?n. Una verdadera revoluci?n debe exterminarlos a todos. Una sociedad libre y solidaria no tiene ninguna necesidad de traidores. Deben perecer todos por nuestras propias manos o ser muertos por la vanguardia revolucionaria”.

Todos los camaradas y amigos renunciaron, por el momento, a desenmascarar a Nazar Onichtcheko sin tardanza, postergando as? su ejecuci?n.

Cap?tulo Cuarto
Nuevas Elecciones del Comit? Comunal

La idea de control.
Mientras nuestro grupo estaba ocupado en llenar ciertas formalidades y en repartir el trabajo entre sus numerosos miembros, (?ramos ya m?s de ochenta pero poco en?rgicos) y elaboraba la lista de las publicaciones anarquistas rusas y ucranianas a las cuales deb?amos suscribirnos, las nuevas elecciones del Comit? comunal de Gulai-Pol? comenzaron. Mi candidatura y la de un cierto n?mero de mis camaradas fueron propuestas de nuevo por los campesinos y fuimos electos.

Algunos de ellos se abstuvieron de votar, otros tomaron parte en las elecciones, pero en la mayor?a de los casos votaron s?lo por los miembros de nuestro grupo o por nuestros partidarios.

A pesar de las s?plicas de los campesinos para que yo fuera a representarlos al Comit? comunal, deb? renunciar a ello, no por principio, sino porque ignoraba la actitud de los anarquistas de las ciudades ante esas elecciones. Hab?a pedido informes sobre esto por intermedio del secretario de nuestra Federaci?n, con los compa?eros de Mosc?, pero no hab?a recibido a?n ninguna respuesta.

Por otra parte, me negu? por una raz?n mucho m?s importante: mi elecci?n legal al Comit? comunal habr?a contrariado mis planes, siendo mi intenci?n la de orientar la actividad del grupo y de los campesinos hacia una disminuci?n del poder de esos comit?s.

Nuestro grupo hab?a aprobado mis planes y era con el fin de realizarlos que hab?a aceptado la presidencia del comit? de la uni?n de campesinos.

Estos planes consist?an en unir a nuestro grupo, lo m?s ?ntimamente posible, en una comprensi?n pr?ctica de la obra revolucionaria, a los trabajadores del campo y en no dejar penetrar a los partidos pol?ticos entre sus filas. Para ello, era necesario hacerles comprender que los partidos, por m?s revolucionarios que fuesen en el momento presente, matar?an inevitablemente cualquier iniciativa creadora en el movimiento revolucionario si llegaban a dominar la voluntad del pueblo. Adem?s, era necesario llegar a mostrarles la necesidad de tomar bajo su propio control y sin perder un solo d?a, el Comit? comunal, organismo no revolucionario y que actuaba bajo la ?gida del gobierno; ello con el fin de conocer siempre a tiempo las acciones del gobierno provisional y no encontrarse, en el instante decisivo, aislados y sin informaciones precisas sobre el movimiento revolucionario de las ciudades.

Finalmente, deb?amos hacerles comprender que no pod?an contar con nadie en su tarea m?s urgente: la conquista de la tierra y el derecho a la libertad y de la autonom?a y que ellos deb?an aprovechar este momento y los problemas en los que se encontraba el gobierno, en raz?n de la lucha de los partidos pol?ticos, para realizar en toda su amplitud sus aspiraciones anarquistas y revolucionarias.

Eso fue, en grandes l?neas, el plan de trabajo que propuse al grupo de Gulai-Pol?, desde mi regreso de Mosc?. Habl? de ello a todos mis camaradas, suplic?ndoles que lo adoptaran como base de acci?n para nuestro grupo en los medios campesinos.

Fue pues en nombre de esos principios que me decid? a abandonar las diferentes exigencias t?cticas adoptadas por los anarquistas en los a?os 1906-1907; durante ese periodo en efecto, los principios de organizaci?n fueron sacrificados al principio de exclusividad; los anarquistas se refugiaban en sus c?rculos y grupos, que encontr?ndose separados de las masas, se desarrollaron anormalmente, paraliz?ndose en la inacci?n y perdiendo as? la posibilidad de intervenir eficazmente cuando se produc?an los levantamientos populares y las revoluciones.

Todas mis sugerencias fueron aceptadas por nuestro grupo que en una acci?n organizada, las desarroll? y las hizo adoptar, si no por todos los campesinos de Gulai-Pol?, por lo menos por una mayor?a imponente. Es verdad que para ello necesitaron varios meses. Expondremos m?s adelante, en todos sus detalles, su actividad constante y fecunda en el curso de las fases sucesivas de la revoluci?n


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