Clajadep :: Red de divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular

Imprimir

Genealogía de la multitud. Seis años de luchas sociales en Bolivia

Raúl Prada Alcoreza :: 21.07.19

Ha vuelto la discusión sobre los nombres, las definiciones, los conceptos y las clasificaciones sociales. ¿Cómo identificar a los movimientos sociales desatados como respuesta a la destrucción socioeconómica dejada por el neoliberalismo? ¿Encontramos allí al proletariado?

Genealogía de la multitud
Seis años de luchas sociales en Bolivia

Raúl Prada Alcoreza*

Ha vuelto la discusión sobre los nombres, las definiciones, los conceptos y las clasificaciones sociales. ¿Cómo identificar a los movimientos sociales desatados como respuesta a la destrucción socioeconómica dejada por el neoliberalismo? ¿Encontramos allí al proletariado?

Se trata de nuevas clases o, más bien, de una nueva descomposición de
las clases, un nuevo desclasamiento, como ocurrió cuando se formó el
proletariado? Antonio Negri y Michael Hardt sugieren volver a utilizar
el nombre de multitud para referirse a los nuevos fenómenos sociales,
en el contexto de la globalización. En esa misma perspectiva, aunque
con otra tonalidad, lo hace también Paulo Virno, al hablarnos de la
gramática de la multitud. Este retorno a la categoría de multitud usada
por Spinoza no sólo abre un debate, sino que también nos enfrenta
nuevamente a los secretos del lenguaje, del que no salimos nunca enmarcándonos en nuestro hábito de nombrar.
¿Por qué multitud es mejor que proletariado en el análisis y la
interpretación de las luchas sociales contemporáneas? ¿No es mejor
hablar de una modificación en el ámbito de las relaciones entre lenguaRaúl Prada Alcoreza*
Genealogía de la multitud
Seis años de luchas sociales en Bolivia
* Sociólogo. Profesor de la Universidad Autónoma Gabriela René Moreno y de la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier, Bolivia. Miembro del grupo
COMUNA. Constituyente en la Asamblea Constituyente de Bolivia.
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
174
jes y referentes espacio-temporales? Con esto estamos diciendo que la
situación del lenguaje hoy no es la misma que durante el siglo XIX y la
mitad del XX. Durante la segunda mitad del siglo pasado el lenguaje se
diseminó, emergieron desde su interior sus partes componentes, cada
una de ellas reclamó la representación de la totalidad. Este proceso
abrió nuevas posibilidades al lenguaje. Se volvió más rico y expansivo.
Se complementó también de otra manera con las prácticas e instituciones sociales. Las transformaciones tecnológicas también redituaron su relación con el lenguaje. Tomando en cuenta este contexto de
transformaciones podemos ver al lenguaje como matriz, pero también
como flujo, estructura, desplazamiento, composición, invención. Es de
esperar entonces que los usos del lenguaje también cambien. Proletariado ya no quiere decir lo mismo, y algo parecido ocurre con multitud
y clases sociales. Las condiciones de significación de estas palabras
han cambiado.
No estamos apostando a una especie de metafísica el lenguaje.
No decimos que sólo han cambiado las condiciones del lenguaje; decimos que han cambiado las condiciones de articulación del lenguaje
con las instituciones. Lo que decimos supone la modificación y transformación de las instituciones mismas, de su mapa, de su disposición
en el mapa. No dejamos de percibir una transformación en la geografía
social. En los antiguos usos del lenguaje, se diría, de cambio en la realidad o, mejor, en los recortes de realidad. Empero, no hay que olvidar
que la realidad de la que se hablaba no es independiente de los usos
del lenguaje. Esa realidad se hace visible en el lenguaje. Tendríamos
que hablar entonces de una compleja relación entre articulaciones del
lenguaje; relación que se abre a las articulaciones de estas articulaciones con composiciones institucionales, con configuraciones espaciotemporales. Hablamos entonces de los distintos niveles del lenguaje, de
diferentes sedimentaciones del lenguaje, estratificaciones del lenguaje,
que componen formas de expresión y formas de contenido. Podemos hablar de una mezcla entre prácticas, usos, articulaciones, composiciones
del lenguaje y prácticas, comportamientos, conductas, instituciones,
conglomerados institucionales, formaciones sociales. Estos planos de
consistencia pueden dar cuenta de la ubicación, el valor, el estancamiento, el desplazamiento y la diseminación de los sentidos.
Durante la modernidad se utilizó la concepción de clase social en
plural para describir el cuadro diferenciado de la sociedad. Primero se
usó para describir el cuadro económico. Las clases sociales respondían
a funciones económicas. Esto se puede ver en el cuadro económico
de Quesnay. Saint-Simon transfirió la diferenciación del cuadro económico a un cuadro social. Las clases económicas no sólo aparecían
descriptas sino que también asumían una forma dinámica; se enfren-
Raúl Prada Alcoreza
175
taban una a otras. El sentido de la dinámica de clases venía dado por la
lucha de clases en el contexto de la Revolución Francesa. El socialismo
francés retoma esta herencia teórica, y le otorga mayor precisión. Marx
y Engels desarrollan la teoría de la lucha de clases en el contexto de las
sociedades estructuradas por el modo de producción capitalista. Se trata de un campo de intensidades, desplazamientos, contradicciones que
atraviesan, componen y corroen el espacio social. En esta historia de
contradicciones y antagonismos, el proletariado surge como una clase
compuesta por la disolución de las otras clases. Por lo tanto, aparece
como límite de las clases sociales, donde estas dejan de ser clases para
reconocerse en su disolución completa, cuando pierden toda propiedad
y les queda sólo su cuerpo, susceptible de convertirse en mercancía.
El cuerpo como mercancía es la fuerza de trabajo. La lucha de clases
adquiere su mayor nivel de intensidad desde la perspectiva del proletariado, la última clase, la que no tiene nada que perder. Su lucha tiende,
a su vez, a disolver la sociedad de clases. El proletariado liberará a las
clases explotadas de las cadenas impuestas por el capitalismo. En la
descripción marxista, el proletariado no sólo adquiere personalidad
propia sino que también se convierte en sujeto como conciencia de clase para sí. La figura que se describe es la del obrero uniformado que
llena las ciudades industriales. Proletariado, término plural, define a
esa clase liminar explotada por el capital. El proletariado es el portador
de una nueva sociedad, es el sepulturero de la sociedad capitalista y el
creador de la sociedad comunista.
La Comuna de París, las insurrecciones de 1848, las huelgas
y paros, las luchas por las ocho horas de trabajo son los escenarios
en los que el proletariado adquirió un perfil histórico. La expansión
de las luchas sociales modernas al Oriente va a enriquecer la forma
y contenido del proletariado. Las tesis del Oriente, que desarrollaran
Lenin y Trotsky, son la expresión mejor lograda de los nuevos rasgos
del proletariado, a escala mundial. La complejidad de las formaciones
sociales en el Oriente, en los bordes y periferia del capitalismo, trata de
ser pensada a partir de modificaciones en las formaciones enunciativas marxistas, desplazamientos de las prácticas discursivas. El sentido
del proletariado cambia en ese nuevo horizonte que define la alianza
obrero-campesina. Alianza que permite plantear la posibilidad de la
revolución proletaria a partir del quiebre en el eslabón más débil de la
cadena capitalista.
El siglo XX se abrió con la insurrección de los guerreros del cielo
celeste, tai ping, los llamados boxer, en la China ocupada por las potencias colonialistas. En Bolivia se abrió con la Guerra Federal y dentro de
ella con la rebelión aymará. De 1910 a 1919 transcurrió la Revolución
Mexicana. Todas estas subversiones se dieron en la periferia capitalista.
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
176
Ninguna de ellas fue proletaria. Se trató prioritariamente de campesinos en México, de indígenas en Bolivia, de guerreros taoístas en China.
Fue una lucha por la reforma agraria, por la defensa de las tierras de
las comunidades, y una guerra abierta contra la ocupación colonial.
Todos estos objetivos tuvieron que ver con la expansión capitalista y las
consecuencias perversas que provoca en las formaciones sociales convulsionadas de la periferia. Son otras clases las que se levantan contra
las instituciones de propiedad de la tierra, la ley de exvinculación, la
extraterritorialidad de las ciudades-puertos ocupadas, la extraterritorialidad de las embajadas imperialistas. Las contradicciones desatadas,
convertidas en antagonismos, no son directamente contra el capital,
sino contra las formas políticas y económicas que instaura el capital
en las lejanas tierras de la periferia. ¿Cómo nombrar a estas clases no
proletarias? ¿Se encuentran en proceso de proletarización? No, de ninguna manera. Se enfrentan a instituciones neocoloniales, instituciones
que refuerzan paradójicamente la expansión del capital. Esta expansión
aleja a estas clases, a las que incluso podemos llamar comunidades,
de su pasado. Las somete a una actualidad destructiva. Por eso ellas
se resisten, se rebelan y se sublevan. Esta es la matriz de las luchas de
liberación nacional. Estas luchas congregaron a conglomerados sociales en descomposición, afectados por la corrección que provocan los
diagramas de poder gamonal y colonial, los agenciamientos concretos
de poder, las instituciones sostenidas al amparo de los estados bárbaros, al servicio del sistema mundo capitalista, de las instituciones de
ocupación. Estas rebeliones en la periferia capitalista constituyeron
otros sujetos. Lecturas de mediados de siglo XX las identificaron con el
nacimiento de la conciencia nacional. Pero, a mediados de dicho siglo se
tenían otras realidades; se incorporó el proletariado a estas multitudes,
levantando banderas de liberación nacional.
Las alianzas del proletariado con las otras clases explotadas, no
sólo campesinas, construyeron perfiles políticos de transición, perfiles de liberación nacional mezclados con proyectos socialistas. Por eso
se utilizaron en estos discursos nacionalistas términos como alianza
de clases en el sentido de una dirección histórica, influenciados por
ideologías socialistas, hasta por discursos marxistas. Estas alianzas
de mitad del siglo XX se identificaban con un proyecto de futuro; en
cambio las alianzas, si las podemos llamar así, se identificaban con
un pasado perdido, que quería ser recuperado. Ambas subversiones se
dan en un mundo capitalista en distintos tiempos de su evolución. A
fines del siglo XX y comienzos del XXI, se asiste a nuevas rebeliones
e insurrecciones anticapitalistas, en otra etapa de los ciclos largos del
capital. Como afirma Negri, el proletariado profesional ha desaparecido, también el proletariado masa, y aparece un proletariado nómada,
Raúl Prada Alcoreza
177
articulado en su sufrimiento y subversión a otras clases en disolución.
Negri, Hardt y Virno identifican al sujeto de estas rebeliones de fines de
siglo y comienzos del nuevo como multitud. Desarrollando una mirada
retrospectiva, ¿estamos autorizados a hablar de una genealogía de la
multitud en todo el siglo? Trataremos de responder a esta pregunta, no
sólo desde una perspectiva teórica, sino también a la luz de la historia
reciente y la historia larga, pasando por el ciclo mediano, la historia
del siglo XX. Ello puede ayudarnos a responder la pregunta sobre los
alcances de las categorías de proletariado y multitud. Puede permitirnos evaluar su conexión, su disociación y diferencia en el transcurso
del tiempo social.
Genealogía de la multitud
No interesa averiguar qué concepto resulta más adecuado para dar
cuenta de las luchas sociales en la actualidad del capitalismo globalizado, si proletariado o multitud. No se trata de saber qué concepto tiene
mayor correspondencia con la realidad, haciendo paráfrasis a Tarky.
En primer lugar, habría que decodificar realidad, lo que se entiende
por realidad. Empero no estamos en esta discusión; la realidad no deja
de ser una totalización ideal, una construcción de la razón, como en
el caso de naturaleza, como diría Kant. Estamos lejos de aceptar que
la realidad es la absoluta exterioridad, pues esa realidad nombrada no
deja de ser también una construcción, sobre todo en sentido creativo.
Volviendo al tema, proletariado y multitud son interpretaciones de procesos constitutivos de subjetividades alterativas a las formas de dominación del capital. Forman parte del lenguaje, de las prácticas discursivas;
por lo tanto, forman parte de las articulaciones entre composiciones
del lenguaje y composiciones no lingüísticas, composiciones sociales
y subjetivas. Son también formas de relaciones entre instituciones del
lenguaje e instituciones sociales; empero, también se trata de relaciones
entre líneas de fuga lingüísticas y líneas de fuga sociales. Sobre todo
esto último importa cuando se trata de comprender los usos del concepto, la categoría o la palabra de multitud.
La multitud se opone al pueblo, como explica Paulo Virno; la multitud no se opone al proletariado, sino que multitud y proletariado se
complementan. El proletariado deviene multitud. La multitud se opone
al pueblo, de la misma manera que se opone al Estado (Virno, 2005). El
pueblo es la base de legitimidad del Estado; es la voluntad general que
delega su poder al soberano. En cambio, la multitud se niega a transferir
el poder al soberano. Podríamos decir que la multitud constituye su propia autonomía. Es inmediatamente autónoma. Se constituye en voluntad
inmediata, en voluntad colectiva, que se realiza en la acción multitudinaria. La multitud es aprensible y comprensible desde la condición de
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
178
posibilidad epistemológica de campo configurante del acontecimiento.
Acontecimiento entendido como devenir de múltiples singularidades. La
multitud es un acontecimiento social y político. Sin embargo, debemos
cuidarnos de separar el concepto de multitud de los contextos donde
emerge. La multitud adquiere significación histórica concreta cuando
se toma en cuenta el perfil propio del acontecimiento social en cuestión.
No se trata solamente de vincular la práctica discursiva a la práctica
política, el discurso a la acción, sino de lograr una interpretación que
sea posible a partir de los horizontes de visibilidad que abre la acción
misma. La acción y el conocimiento no están desligados de la praxis. No
sólo hablamos de la praxis que construye el conocimiento, de la praxis
de investigación, de la práctica teórica, sino que hablamos de la praxis
política. El conocimiento, la comprensión, la interpretación y el análisis
están íntimamente ligados a los efectos políticos y, por lo tanto, a las
prácticas que ocasionan esos efectos.
Alguien dirá que lo anterior es una tesis marxista. Ciertamente,
se le parece. Sin embargo, es de notar que no se trata de la dialéctica.
No se busca una síntesis entre teoría y praxis. No se trata de la unidad
de la pluralidad. Se trata de la multiplicidad que no deviene unidad,
sino que se mantiene en el devenir de campos de intensidades, de la
articulación de planos de consistencia. El acontecimiento como multiplicidad de singularidades exige un pensamiento que, a su vez, sea
acontecimiento. La clave se encuentra en cómo se articulan los planos
del lenguaje a los planos de los campos sociales. La clave está en cómo
se forma una máquina de guerra. La multitud adquiere sentido como
máquina de guerra.
La dinámica molecular de la multitud
No vamos a hacer un estado del arte del concepto de multitud. No
vamos a revisar su nacimiento en los escritos de Nicolás Maquiavelo,
menos detenernos en la exorcización que hace Thomas Hobbes de la
multitud, defendiendo desesperadamente el concepto de pueblo. Para
los fines de este ensayo optaremos por circunscribirnos al ámbito de las
recuperaciones contemporáneas de la multitud, realizando un breve recorrido por los ensayos de Gilles Deleuze sobre el tema. Retomaremos el
trabajo de interpretación de Antonio Negri. En este camino, tenemos los
despliegues analíticos de la multitud en dos polémicos libros de Michael
Hardt y Antonio Negri: Imperio (2000) y Multitud (2004). Asimismo,
nos abriremos a los aportes de Paulo Virno, especialmente los del texto
“Gramática de la multitud”. En esta perspectiva, haremos también una
evaluación teórica y práctica de los usos del concepto de multitud en
COMUNA, particularmente en los trabajos de mi autoría (Prada Alcoreza
en COMUNA, 2000; 2001; 2002; 2005; Prada Alcoreza, 2004).
Raúl Prada Alcoreza
179
No podemos comenzar esta evaluación de la multitud sin antes
plantearnos algunas hipótesis de trabajo. Quizá la más importante
tiene que ver con la constitución histórica de la multitud, sobre todo
con la forma de su constitución. Esta forma no sólo se diferencia de la
forma de constitución del pueblo, que tiene que ver con la conformación de la voluntad general, y con la construcción de la representación
de la totalidad, tanto de la sociedad como de los ciudadanos. También
se vincula con el pacto de la unidad, el contrato social, base de legitimidad sobre la que se sostiene la soberanía. Ernesto Laclau habla de
una construcción discursiva del pueblo, que pasa por el ámbito propiamente discursivo, el nivel de los significantes vacíos, que exceden
en su desmesura los contenidos empíricos, mediante los cuales una
demanda particular adquiere universalidad y hegemonía, interpretando y articulando el resto de las demandas en cuestión. La construcción
de pueblo se da recurriendo también al desplazamiento retórico del
discurso (Laclau, 2005). Se puede entender la construcción de pueblo
como la construcción de una identidad colectiva que pasa por la evolución concurrente de las demandas. La evolución de las demandas pasa
por las peticiones, que se convierten en reclamos, los cuales devienen
en demandas democráticas, y adquiren una subjetividad más amplia
al convertirse en demandas populares. Este desarrollo de las demandas define una frontera interna, distingue pueblo de Estado, además
de hacer posible la constitución del pueblo mediante una articulación
equivalencial de las demandas.
La multitud vive otro proceso, diferente a la universalización del
pueblo, distinta a la hegemonía de la demanda que interpreta a las
demás. La multitud no se hace posible a través de la articulación equivalencial de las demandas, una especie de combinatoria de las demandas. La multitud aparece como un acontecimiento de singularidades,
singularidades irreductibles, por lo tanto resistentes a la equivalencia y
a la generalización. La multitud no es la construcción de una identidad,
sino que más bien se manifiesta como un devenir de identidades, un
magma de significaciones. Las singularidades no desaparecen, aunque
dialogan, establecen alianzas, formando consensos, sí, pero como en
un mapa cambiante de alianzas y acuerdos, de objetivos y postulados.
No es que hay algo en común, como un sentido común, sino que la
comunidad, como existencia plural, padece, se conmueve, es afectada,
por la acción que desencadena, la rebelión que hace emerger de sus entrañas, la insurrección que expande atravesando los espacios del poder.
La multitud es un campo configurante cambiante. La política es vivida
por la multitud como conflicto social.
En El retorno de la Bolivia plebeya (Prada Alcoreza en COMUNA,
2000) se trabajó para el análisis de la guerra del agua (abril de 2000) en
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
180
una hermenéutica de la violencia, que se propuso como tarea deshilvanar el acontecimiento a partir de las singularidades. El acontecimiento,
compuesto por singularidades, no estaba exento de sentido. En el texto
se escribió lo siguiente:
El acontecimiento está constituido por singularidades, estas singularidades se distribuyen y dispersan dibujando el
perfil circunstancial con la masa aleatoria de los hechos.
Las singularidades tienden a converger hacia un punto de
saturación y de diferenciación, a partir del cual se pasa a
conformar otro acontecimiento. El acontecimiento se remite
a sus dos modos de acontecer, evidentemente en la figura de
acontecimientos concretos, delimitados y temporalizados,
pero también en la prefiguración de acontecimiento puro, de
acontecimiento en su condición trascendental. Pervivencia
del acontecimiento más allá del espacio y del tiempo (Prada
Alcoreza en COMUNA, 2000: 94-95).
El acontecimiento en su condición trascendental es un a priori; es el
acontecimiento puro, como tal, como posibilidad. Empero este a priori
no se encuentra en el nacimiento, aunque miente el origen; se encuentra,
paradójicamente, en la emergencia actualizada del acontecimiento, en el
presente. Pero en un presente pensado como ruptura, como dislocación.
¿Podríamos decir que esta condición trascendental del acontecimiento es el sentido? ¿Qué hay de la multitud como acontecimiento social
compuesto por múltiples singularidades sociales, políticas, culturales
y subjetivas? La multitud es la condición subjetiva del acontecimiento.
Obviamente no como conciencia histórica sino como potencia social,
como poder de los cuerpos plurales, motivados por afectos, pasiones,
deseos, razones. Podemos hablar entonces de la multitud como autonomía de lo colectivo respecto a las formas de poder enajenadas, como
por ejemplo el Estado y las instituciones. La multitud como perspectiva
de las sociedades sin Estado.
Para comprender la producción del acontecimiento, para comprender la praxis de la multitud, es menester comprender la irreductibilidad de las singularidades. En el texto mencionado se afirma:
Lo que se opone a la forma de lo personal, lo general y lo individual es la idea de singularidades, que deben ser tomadas en su
pluralidad como anti-generalidades, que son impersonales y
pre-individuales. La idea de singularidades nos permite abordar la multiplicidad del acontecimiento, tanto en su campo
de dominio como en su potencia genética (Prada Alcoreza en
COMUNA, 2000: 98).
Raúl Prada Alcoreza
181
Las singularidades no pueden generalizarse, son irreductibles, impersonales y pre-individuales. Las singularidades pueden ser concebidas
a partir de otro horizonte distinto a la universalidad. Se trata del horizonte relativo al espesor de las multiplicidades, espesor que puede ser
visualizado, palmado, conmensurado en el flujo de las temporalidades,
como devenir de multiplicidades. La multitud está conformada por
multiplicidad de singularidades, las mismas que aparecen en sus formas concretas organizativas, grupales, redes comunitarias, filiaciones
y alianzas, fragmentos geográficos de clase, fragmentos y flujos de la
proletarización en los contextos determinados por los ciclos históricos
del capital. La multitud se compone de emplazamientos, desplazamientos y reemplazamientos de subjetividades, que aparecen como formas
de reconocimiento, formas del lenguaje, escrituras agramáticas de los
cuerpos. La multitud es un desplazamiento espacio, temporal y subjetivo de flujos y movimientos de cuerpos, motivados por afectos, deseos,
pasiones, razones y proyectos políticos, inherentes a la naturaleza de
los problemas asumidos, de las demandas expresadas, de las formas
políticas inventadas por la revuelta de lo colectivo.
No es fácil captar el acontecimiento de la batalla, ella transcurre por encima del combatiente; este sólo ve sus actos particulares, pero no capta la verdad eterna del acontecimiento. Hace
falta una larga conquista para llegar a este más allá del valor
y la cobardía, hace falta encontrar la capacidad trascendental
para captar lo puro de la batalla, encontrar esta facultad que
es una intuición volitiva. No hablamos, como se ve, de una
intuición sensible, de una intuición intelectiva y de una intuición imaginativa, como es el caso de los enunciados críticos
de Kant, sino de una voluntad inmanente al acontecimiento
(Prada Alcoreza en COMUNA, 2000: 98-99).
¿Se habla acaso de la intuición de la multitud al hablar de la intuición
volitiva? Para afirmar esto habría que concebir antes una voluntad de
la multitud. ¿Cómo podríamos hablar de la voluntad de la multitud
cuando nos referimos a una multiplicidad? En todo caso, tendríamos
que hablar de multiplicidad de voluntades. Sin embargo, en el texto
mencionado, no se habla de intuición de la multitud, sino de intuición
del acontecimiento, intuición volitiva, que puede llegar a tenerla el combatiente herido de muerte, que a decir de Deleuze “no es ni cobarde ni
valiente, que ya no puede ser ni vencedor ni vencido, completamente
más allá, sosteniéndose allí donde se sostiene el acontecimiento, participando allí de su terrible impasibilidad” (1989: 118). La intuición volitiva
es la síntesis de voluntades que desean la realización de un campo de
posibilidades, que definen horizontes de futuro. Se trata de un conoci-
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
182
miento desiderativo. Es a partir de este horizonte de visibilidad que se
comprende el presente y el pasado, se le da sentido a lo que ocurre en el
ahora, se rescata el sentido inmanente del acontecimiento.
Se ha dicho que la intuición volitiva puede abarcar los horizontes
problemáticos del acontecimiento, pero lo hace como intuición trascendental, evidentemente no sensible, es decir, no relativa a la forma pura
del espacio y el tiempo, sino como una intuición relativa a la voluntad
trascendental. Voluntad pura no mediada por la experiencia, voluntad
originaria, anterior a toda voluntad empírica. En otras palabras, condición de posibilidad de la acción misma, condición que da forma a nuestros impulsos, a nuestros anhelos, querencias y deseos. Les da lugar,
las cobija, como convirtiéndose en morada. La voluntad es el territorio
de los impulsos, los instintos, los anhelos, las querencias y los deseos;
es un territorio que cobra vida precisamente al cobijar estas pasiones,
y adquiere perfiles circunstanciales en forma de síntesis coyunturales. La intuición volitiva es como un acontecimiento anticipado, que se
adelanta al devenir, preforma las acciones transformadoras del mundo.
Mediante esta actividad volitiva se capta el mundo tal como debería ser
y a partir de esta prefiguración se vislumbra el mundo tal como es o,
por lo menos, tal como parece ser. El mundo tal como debería ser es el
futuro. El mundo tal como es tiene que ver con el pasado. El presente
es el acontecimiento, cuando actuamos gobernando las cosas, iluminándolas, sacándolas de las profundidades en donde se encuentran
atrapadas. En el acontecimiento actuamos y movilizamos las cosas,
les damos vida, las hacemos presente (Prada Alcoreza en COMUNA,
2000: 99-100). En el texto en cuestión se hace perceptible el acontecimiento a partir de la intuición volitiva, intuición ínfimamente ligada
a las motivaciones desencadenadas por la acción de la multitud. Por
lo tanto, la multitud no solamente es concebida como acontecimiento
social y político, sino también y sobre todo como el sujeto primordial
de la intuición volitiva.
Ahora, lo que importa es saber cómo se ha formado el concepto
de multitud a partir de la experiencia histórica concreta, a partir de la
vivencia de los eventos desatados por los movimientos sociales en la
historia reciente de Bolivia.
La multitud en los movimientos sociales
La forma en la que aparecen los movimientos sociales en Bolivia al comenzar el siglo XXI es novedosa por la composición social, por la forma
de organización, por su gestación a partir de las asambleas de base,
por sus localismos, sectorialismos, gremialismos, comunitarismos,
que terminan gestando sus propias alianzas, expandiendo los alcances
de las movilizaciones. El perfil plural de las movilizaciones hace a los
Raúl Prada Alcoreza
183
movimientos sociales compuestos de multiplicidades y singularidades,
que tienden a manifestar sus propias autonomías. En la guerra del agua
emergió la multitud con su propia criatura, la Coordinadora del Agua
y de la Vida. Coordinadora que supuso la organización de todos los
sectores alzados contra la privatización del agua, desde los campesinos
hasta los profesionales, pasando por los ejes articuladores de la movilización antiglobalizadora, los regantes y los fabriles, así como también
las juntas de vecinos y los guerreros del agua, jóvenes estigmatizados
por la sociedad que se convirtieron en los héroes de la guerra del agua.
En El retorno de la Bolivia plebeya se describen estas circunstancias del
siguiente modo:
Los guerreros del agua dejaron en suspenso los engranajes
del Estado, su forma gubernamental fue vencida, la disponibilidad de decir, así como la decisión de los dispositivos
políticos, quedaron conculcados por la fuerza de la masa.
La iniciativa de la acción quedó en manos de la multitud abigarrada que tomó las plazas y las calles, sitió también los
cuarteles, asediando con la elocuencia popular de las piedras
las vetustas fortalezas de un orden decadente (Prada Alcoreza
en COMUNA, 2000: 89-90).
En este caso, la multitud no es meramente una construcción teórica, tal
como la describimos antes, sino que viene a ser una emergencia que se
hace visible. Se trata de la emergencia de los cuerpos afectados por el
neoliberalismo, las políticas de privatización, los procesos de globalización, las formas recurrentes del capitalismo contemporáneo, el cuarto
ciclo del capitalismo, según Giovanni Arrighi, etapa del capitalismo
desterritorializado, según Antonio Negri, la restauración prolongada de
las herencias coloniales, de acuerdo a las interpretaciones de COMUNA.
La multitud viene a ser una configuración desde la perspectiva de la
agitación de los cuerpos, su convulsión e irradiación política. La multitud se construye a partir de las nociones comunes que devienen de
la experiencia y de las prácticas. Esta configuración está íntimamente
ligada al poder de los cuerpos, a lo que pueden los cuerpos, a la potencia corporal. Esta construcción inductiva nos retrotrae a las tesis
ontológicas, epistemológicas y éticas de Baruch Spinoza. Este filósofo
crítico, que Negri caracteriza como la anomalía salvaje, también desarrolla dos tipos de construcciones conceptuales, una línea deducida de
la razón, la otra inducida desde la práctica (Hardt, 2004). En el primer
caso, estamos ante una crítica de la filosofía racionalista de Descartes,
crítica combinada con tradiciones naturalistas del Renacimiento. En
el segundo, estamos ante una ruptura de Spinoza con la tradición filosófica, cambiando radicalmente la perspectiva del análisis, lleván-
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
184
donos a la inmanencia del cuerpo. Por lo tanto, podemos deducir dos
epistemologías en la evolución de Spinoza. La referencia a este filósofo
exuberante, expulsado del reino español y de la sinagoga, no es casual,
no sólo por el uso del concepto de multitud, remontándonos a una genealogía del concepto, sino sobre todo por el método, que deja de ser
meramente geométrico, para llegar a ser un método práctico. Michael
Hardt afirma al respecto:
La piedra de la revolución que produjo Spinoza en la epistemología es su concepción del rol de la noción común entendida
como el vínculo entre la imaginación y la razón. Spinoza desmitifica la razón. En el argumento especulativo de la Parte II
(de la Ética), Spinoza define la razón en un estilo cartesiano,
matemático. La razón era un sistema dado de verdad necesaria, de modo que la producción de la razón era completamente
oscura. Por lo tanto, el primer género de conocimiento (imaginación, opinión y revelación), la fuente del error, no podía
desempeñar ninguna función positiva en un proyecto de búsqueda de la verdad; la única estrategia podía ser su negación.
Ahora bien, en el proyecto práctico del pensamiento de Spinoza
hallamos una importante distinción entre las diferentes formas del primer género de conocimiento y una valoración de la
imaginación. La imaginación suministra una indicación real
(aunque fluctuante y contingente) del estado de los cuerpos y
las relaciones que están presentes. La noción común interviene
con la capacidad de hacer que la imaginación sea permanente
y necesaria: la combinación no niega la imaginación, sino que
en cambio la lleva al plano de la razón (Hardt, 2004: 200).
No nos olvidemos de que Spinoza distingue tres géneros de conocimiento. El primer género consiste en la imaginación, la opinión y la
revelación; el segundo género es la razón y el tercero, la intuición. El
primer género es la fuente del error, pero también, como se ve, la matriz de los otros géneros de conocimiento. Esto último es importante,
pues cuando leemos a Negri, Hardt y Virno, el manejo que hacen de
la categoría multitud parece responder a tres consideraciones. Una
primera tiene que ver con la herencia teórica del Renacimiento, rescatada en plena clausura del siglo XX, y en el contexto del nacimiento
del siglo XXI, que apunta al horizonte de una nueva época. La segunda consideración tiene que ver con el uso de la categoría multitud y
parece responder a una adecuación conceptual, adecuación que responde a un nuevo perfil histórico de la subsunción del trabajo al capital. Este nuevo perfil expresa la diseminación del proletariado masa,
del proletariado uniformizado, que trabaja en las grandes usinas. La
Raúl Prada Alcoreza
185
adecuación teórica responde entonces a las actuales condiciones del
proletariado nómada, versión posmoderna de la explotación capitalista contemporánea. La tercera consideración tiene que ver con que la
multitud no deja de ser parte de la nueva formación discursiva marxista en polémica con el marxismo modernista del siglo XX. Estas tres
consideraciones no toman en cuenta el sentido práctico, desarrollado
por Spinoza en la Ética (1977), retomado por la crítica de la filosofía, asumido en las subversiones teóricas del materialismo aleatorio1
.
Desde esta otra perspectiva, que podríamos llamar una epistemología
práctica, la multitud viene a ser también y sobre todo una figuración, una configuración y una reconfiguración de la experiencia de las
luchas sociales antiglobalizadoras, anticapitalistas y anticoloniales.
Forma parte del imaginario social de los movimientos sociales.
El perfil de la multitud durante la guerra del agua aparece en la
bullente explosión de rebeliones que atraviesan la ciudad de Cochabamba, los valles y la zona del Chapare, llegando a la cordillera y la puna
cochabambina, de donde bajan contingentes campesinos sindicalizados
y ayllus:
La Coordinadora del Agua emerge del esfuerzo multitudinario de los poderes locales dispersos en la geografía de la urbe
y en el mapa de las territorialidades concretas del valle. Se
trata en realidad de una red de alianzas de diferentes estratos
de una sociedad abigarrada. Lo que los une es la lucha por el
control del agua, que en el fondo es una lucha por la reproducción social, por el destino de la vida social. Se encuentran articulados en la Coordinadora característicos sectores
como los regantes, distribuidores del agua, que controlan
pozos locales, las juntas de vecinos, los fabriles, los maestros
urbanos y rurales, asociaciones civiles, agrupaciones de profesionales, movimientos de jóvenes. Los combatientes de la
Coordinadora se llaman a sí mismos como los guerreros del
agua (Prada Alcoreza en COMUNA, 2000: 90).
Como puede apreciarse, la multitud viene a ser la emergencia de una
matriz de redes y estrategias sociales. Podríamos decir que se construye por la subversión de la práctica (Prada Alcoreza, 1986). La mayoría
de la población, la mayor parte de la sociedad, entra en contradicción
con el modelo de privatizaciones. La gota que hace rebalsar el vaso es
el intento desmedido de la privatización del agua, elemento vital para
la reproducción de la vida. Es el momento en que la contradicción se
convierte en un abierto antagonismo con las políticas del gobierno neo1 Título de un libro póstumo de Luis Althusser. Ver también Alain Badiou (2002).
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
186
liberal. Estas contradicciones abarcan no solamente al proletariado fabril, sino también a amplios sectores de la población no obrera. Si bien
el sindicato fabril sirve de catalizador de la lucha, de articulador de la
Coordinadora del Agua y de sujeto de la convocatoria, la incorporación
de otros estratos de la sociedad, la gestación del movimiento a partir
de organizaciones territoriales, las alianzas suscitadas y consolidadas
en asambleas y cabildos, muestran la complejidad del conglomerado
social levantado. Esta articulación de diferencias, composición de singularidades hacen la multitud.
La multitud, en su momento de emergencia, supone un orden de
relaciones. En el caso de la guerra del agua, tendríamos que hablar de
un orden de relaciones en torno al agua. A las preguntas de cuál es este
orden de relaciones y de qué síntesis histórica cristaliza la significación
social del agua, se respondió con cinco proposiciones, en el texto en
cuestión. En primer lugar, se trata de una red de consumo y de distribución. En segundo lugar, de un mapa de fuerzas que disputan el control
del agua, buscando direccionalizar su uso, su posesión, sus finalidades,
así como sus recorridos. En tercer lugar, se trata de una nueva forma
emergente de organización de la movilización y representación social.
En cuarto lugar, de la abolición de la significación social del estado de
cosas globalizado por vías de la privatización. En quinto lugar, del horizonte utópico que avizora la creatividad de la acción de la multitud.
Las jornadas de abril de 2000 son visualizadas a partir de un
armazón conformado en distintos planos de la realidad: el plano expandido por el consumo, el mapa intenso de las fuerzas, las estructuras de
las organizaciones, la resignificación de las cosas y los hechos, además
del horizonte utópico abierto.
Es que la guerra por el agua no podría ser evaluada en su
múltiple dimensionalidad sino a partir de la demanda de su
consumo, la distribución y concentración de las fuerzas intervinientes, la movilidad y el carácter de las organizaciones,
la lucha por el sentido y la legitimación social, así como el
valor histórico de la apertura hacia las posibilidades de futuro. Ocurre también como si todos estos planos de realidad se
cruzaran y dieran lugar a una interpretación mayúscula, a un
entrelazamiento abigarrado de alta intensidad. Se concentra
la multitud y es como si se evocara el espíritu de la comunidad,
se concentra la temporalidad y es como si la historia diera un
salto a otro escenario que sale del campo de lo cotidiano, se
concentran las voluntades y es como si se amplificaran las
potencialidades de la masa social incandescente. La guerra
por el agua rememora antiguas luchas, pero también convoca
Raúl Prada Alcoreza
187
a su fantasma, que llega del porvenir como promesa (Prada
Alcoreza en COMUNA, 2000: 93).
La guerra del agua define las matrices sociales de la rebelión que, durante seis años consecutivos, van a sostener los movimientos sociales
bolivianos, desde abril de 2000 hasta mayo y junio de 2005. La rebelión
social tiene su propio itinerario, con sus altas y bajas, con sus flujos y
reflujos; comprende hitos importantes en la construcción de la memoria
corta de esta historia reciente: el bloqueo de caminos de septiembre de
2000; la marcha indígena por la Asamblea Constituyente; las elecciones
de 2002; el motín policial de febrero de 2002, con el subsecuente desborde de muchedumbres y masas en las ciudades de La Paz y El Alto;
la guerra del gas de octubre de 2003, con la consiguiente renuncia del
presidente y el colapso del gobierno, lo que inició la primera transición
política; la movilización nacional de mayo y junio de 2005, impidiendo la materialización de la conspiración conservadora, que buscaba
restaurar el orden perdido de los partidos tradicionales neoliberales,
imponiendo una segunda transición, con la sustitución constitucional
del presidente de la Corte Suprema de Justicia, acompañada de la salida
electoral a la crisis política.
Estos hitos, que son como las cumbres de los recorridos de los
movimientos sociales, vinieron acompañados por otros desplazamientos menos intensos, menos extensos, quizá más locales o sectoriales,
que podemos figurar como relativos a los niveles intermedios de la montaña, los montículos del ciclo de la rebelión: la continuidad abrumadora
de las marchas cocaleras, que comenzaron antes del año 2000, y que
por lo tanto tienen su propia ruta; las marchas cíclicas de los maestros
por aumentos salariales y otras reivindicaciones gremiales –además de
oponerse a la Reforma Educativa– que se dan insistentemente cada año,
siguiendo también su propio derrotero; las sucesivas marchas de los y
las prestatarias, sucesión que tuvo un desenlace dramático con la toma
de la superintendencia de bancos por parte de aguerridas dirigentes
prestatarias que se introdujeron en el inmueble forradas de dinamitas;
la marcha de los jubilados, ancianos y ancianas que reclamaban por
sus jubilaciones, en contra de la privatización de los fondos de los seguros sociales; las marchas de la clase sandwich, ex trabajadores que
se encontraron atrapados en medio del camino entre la anterior ley de
jubilación y la nueva; el bloqueo de caminos de los cooperativistas mineros, que reaparecen después de febrero, con la típica indumentaria
del legendario proletariado minero, con guarda tojos, chamarras de
cuero y dinamita en mano; las marchas de la Central Obrera Boliviana
(COB), desde Caracoles a la sede del gobierno; la lucha de los estudiantes de la ciudad de El Alto por su universidad pública.
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
188
Pasando a otro nivel, y continuando con las metáforas montañesas, tenemos también las quebradas y los valles de la rebelión, que
corresponden a los reflujos de los movimientos sociales en el período
considerado: un lapso corto, empero problemático, que se da un tiempo
después de las elecciones, cuando se comienzan a plantear diferencias
agudas entre direcciones y bases, instrumentos políticos y movimientos
sociales; un lapso largo, que dura como dos años, que transcurre durante la primera transición, cuando se remontan momentos críticos para
los movimientos sociales, como cuando se da lugar al referéndum sobre
los hidrocarburos, referéndum promovido por el gobierno transitorio;
lapso abiertamente problemático debido a la distancia marcada entre el
instrumento político y los movimientos sociales. Tomando perspectiva,
aplicando una mirada retrospectiva, podemos decir que el despliegue
de la potencia social se desarrolló de un modo permanente, aunque de
una manera compleja y contradictoria, pero manteniendo una evolución
sostenida de la sublevación. La cúspide de la movilización nacional logró
materializarse entre mayo y junio de 2005, desplazando portentosamente
el bloqueo de caminos y el sitio de las urbes hacia la ciudad de Santa
Cruz, urbe y entorno rural convertidos en la línea más intensa de los
enfrentamientos. Esta expansión, en combinación con el juego de poderes, logró el desenlace de la crisis en la ciudad de Sucre, la capital de la
república. El juego de poderes se produjo entre las maniobras del Congreso, el Ejecutivo, los comités cívicos, los medios de comunicación, las
empresas transnacionales, en contraposición a los movimientos sociales.
En Sucre se reunió el Congreso para sesionar, buscando una sustitución
constitucional forzada en la persona del resistido presidente del Congreso
y en la perspectiva de un estado de sitio y la represión a los movimientos
sociales. Una vez que arribaron los parlamentarios a la ciudad de Sucre,
el movimiento social tomó la capital, emboscó a los congresistas, tendiéndoles lo que se dio en llamar un corralito. Al Congreso no le quedó otra
opción más que renunciar a su conspiración, reconocer los hechos, su
situación insostenible en la capital, avalar otra salida constitucional –que
no estaba en sus planes– y habilitar con ello el adelanto de las elecciones nacionales. Luego de esta derrota de la santa alianza conservadora,
oligárquica, cívica, parlamentaria y transnacional, el Congreso volvió a
sesionar en la sede del gobierno.
En la ciudad de La Paz, después de largas diatribas, se llegó a un
acuerdo político que consistió en juntar las llamadas dos agendas, la
agenda de octubre de 2003, que correspondía a los movimientos sociales, y la agenda de enero de 2005, que correspondía al Comité Cívico de
Santa Cruz. En su diseño estratégico, la agenda de octubre propuso la
nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea
Constituyente. De manera contrapuesta, la estrategia del Comité Cívico
Raúl Prada Alcoreza
189
planteó un referéndum autonómico y la elección de prefectos. El acuerdo político consistió en las elecciones nacionales y de prefectos para
diciembre de 2005, además de la convocatoria a la Asamblea Constituyente y el referéndum autonómico para julio de 2006. Las elecciones se
realizaron el 18 de diciembre, después de una perturbadora pelea por
los escaños, que tuvo por objetivo la postergación de las elecciones. La
victoria contundente, por mayoría absoluta, del Movimiento al Socialismo (MAS) trazó un nuevo escenario político. La derrota electoral de
los sectores conservadores colocó en una situación vulnerable a la derecha, e hizo difícil mantener en términos de legitimidad sus objetivos
y proyecto político, consistente en continuar con el modelo neoliberal y
lograr los llamados gobiernos autonómicos.
Considerando este contexto político y social, comprendiendo la
gama de coyunturas sucesivas, además de sus desenlaces y las aperturas
a nuevos horizontes políticos, la victoria del MAS no puede explicarse
sin ese impresionante tejido alternativo de la movilización social. Las
condiciones de la victoria política se crearon en los intensos escenarios
construidos por los movimientos sociales. El paso raudo por las distintas coyunturas, vertiginosamente empujadas por la turbulencia social
y política, creó nuevos horizontes de visibilidad, a un ritmo intenso. En
este tiempo de luchas sociales se construyó un intelecto general, y nuevos
sujetos sociales, modificando la mentalidad de las masas, destruyendo
valores y prejuicios heredados, para construir nuevos valores, que son la
base de la autovaloración de indígenas, mestizos y trabajadores. La victoria electoral fue un hecho político construido por la subversión social.
Volviendo a la construcción práctica de la multitud, a partir de
la experiencia boliviana, vemos que esta se constituye en abril de 2000,
en plena guerra del agua. Antes no había multitud. Esta es un arte de
organización, mediante el cual es posible marchar hacia una combinación política que aumente la fuerza de los cuerpos. No debemos olvidar
que, para pensar realmente en términos de poder, se debe plantear la
cuestión en términos de cuerpo (Spinoza en Deleuze, 1989). Todo lo que
el cuerpo puede hacer puede pensarse también en sentido del derecho
natural. Desde esta perspectiva, la ley de la naturaleza ya no se refiere a
una perfección final, sino al deseo inicial, al apetito más fuerte (Spinoza
en Deleuze, 1989). Las auténticas leyes naturales son normas de poder,
no reglas de deber. La expresión del poder libre de cualquier orden moral
es el principio ético de la sociedad. A propósito de esta ética de la multitud, afirma Deleuze:
Ir al extremo de lo que uno puede hacer [aller jusqu’au bout de
ce qu’on peut] es la tarea propiamente ética. Este es el momento
en que la Ética toma el cuerpo como modelo: pues todo cuer-
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
190
po extiende su poder tan lejos como puede hacerlo. En cierto
sentido, todo ser, cada momento, va hasta el extremo de lo que
puede hacer (Deleuze, 1989).
A partir de la organización de los encuentros sociales se da el paso del
derecho natural al derecho civil. El derecho civil no niega al derecho
natural, ni se produce ninguna síntesis dialéctica entre ambos, de tal
modo que se conserva y supera la contradicción. No se trata de una
concepción dialéctica que en realidad conserva y restaura lo negado.
Al contrario, el derecho civil preserva e intensifica el derecho natural, de la misma manera que la razón fortifica la imaginación (Hardt,
2004: 209). Concurre en este proceso la transformación de la multiplicidad en multitud. Hardt dice que la multitud es la multiplicidad que
se ha hecho fuerte (Hardt, 2004: 209). Nosotros podemos afirmar que
la multitud es la potencia social que se ha realizado como ética y como
política. Los vínculos sociales se han transformado, los viejos valores
han sido destruidos y se han creado otros nuevos, la cohesión social
adquiere dimensiones expansivas y niveles de empatía que no podían
lograrse antes, en las condiciones de una multiplicidad aterida. En estas
condiciones, el gobierno de la multitud es la democracia. Al respecto,
debemos aclarar que se trata de la democracia radical, para que no se
confunda esta afirmación con una apología de la democracia representativa, delegativa y formal, que no es más que la simulación burocrática
e institucional de la democracia. La democracia para Spinoza es el
gobierno absoluto de la multitud.
Este derecho, definido por el poder de la multitud, se llama generalmente Estado. Y es absolutamente controlado por quien,
a través del consenso común, maneja los asuntos de la república […] Si este cargo corresponde a un concilio compuesto por
la multitud general, el Estado se llama entonces democracia
(Spinoza, 1977).
Clase obrera y multitud
Durante el período dominante neoliberal de 1985 a 2000, las resistencias dispersas no constituyeron una multitud, sino que se trató de resistencias locales, sectoriales y gremiales, afincadas en organizaciones
que no terminaban de formar redes, tejidos ni entramados sociales. En
gran parte, estas organizaciones eran la fragmentación de lo que fue la
centralidad proletaria minera y su entorno, centralidad conformada y
expandida a lo largo de la historia sindical. Podemos datar la historia
concentrada del sindicalismo en Bolivia desde las postrimerías de la
guerra del Chaco hasta los días del hundimiento de la Unidad Democrá-
Raúl Prada Alcoreza
191
tica y Popular (UDP), cuando se derrumbaron la hegemonía y la dirección de la COB, que llegó a ser, después de esta caída y hasta nuestros
días, una organización que sólo agrupa a una minoría de los obreros
sindicalizados, además de los maestros, gremialistas y campesinos. En
el proceso de reproletarización, la extensa mayoría de los trabajadores
no se encuentran sindicalizados. En las condiciones del retorno tardío a
un capitalismo salvaje, en pleno proceso de globalización, se conformó
un proletariado nómada, que se movía al margen de los congresos de
la COB y en los umbrales del sindicalismo. La COB no se preocupó de
organizarlos, menos de sindicalizarlos. Fueron iniciativas como la de
los fabriles de Cochabamba las que buscaron que se organizasen nuevos
sindicatos de las trabajadoras que trabajan a destajo para las empresas
que las subcontratan, en las circunstancias de la flexibilización laboral.
Desde 1985 hasta nuestros días se vive la crisis del sindicalismo obrero,
el achicamiento y pérdida de convocatoria de la COB, la desvalorización
de su rol durante las crisis económicas provocadas por las políticas
neoliberales de privatización y ajuste estructural, el achicamiento del
Estado, las reformas estatales, las reformas políticas como la Ley de
Participación Popular y la Reforma Educativa, funcionales a la globalización. La crisis de la república se hizo patente cuando estallaron las
rebeliones de los movimientos sociales desde abril de 2000. A lo largo de
los seis años de luchas sociales, desde la primera guerra del agua hasta
la segunda guerra del gas, en mayo y junio de 2005, la participación de
la COB fue colateral. La otrora gloriosa central de los trabajadores de
Bolivia no logró recuperar su brillo.
La historia del sindicalismo obrero tiene su propio recorrido conmovedor: desde la constitución de la Federación de Fabriles, en 1946,
hasta la caída de la UDP, pasando por la fundación de la COB, en 1952
–fundación acompañada por el clamor inmediato de la Revolución Nacional–, pasando también por la lucha obrera contra la decadencia de
la revolución –lucha que tuvo el desenlace de antagonismo abierto, de
enfrentamiento militar en las pampas de Sora Sora en 1963; tampoco
podemos obviar la participación abierta de la COB en la conformación
de la Asamblea Popular. Esta historia quedó en la memoria. No se ha
vuelto a actualizar.
Podemos hablar también de una historia larga del sindicalismo
boliviano. Guillermo Lora escribe y describe la Historia del movimiento
obrero boliviano desde 1848 (Lora, 1967-1980), trazando un itinerario
que pasa por distintas etapas de desenvolvimiento, desde mediados del
siglo XIX hasta nuestros días, incluyendo, claro está, el último período
de crisis del sindicalismo obrero. Los antecedentes del sindicalismo boliviano se encuentran en los gremios artesanales. En su etapa formativa
se caracterizaron por estar condicionados por relaciones precapitalistas
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
192
de producción. La historia del sindicalismo propiamente dicha comienza
después de la Guerra Federal, cuando se instaura el régimen liberal.
La historia contemporánea del movimiento obrero boliviano
presenta dos etapas claramente definidas. En la primera época, que va desde 1920, predomina la marcha ascendente de la
feudal-burguesía, representada primordialmente por el liberalismo, hacia el monopolio del poder político. Luego vienen
los esfuerzos desplegados por la clase obrera en el sentido de
lograr su independencia, organizarse e inspirar su actuación
en sus propios intereses (Lora, 1967-1980: II, 11).
Parte de este proceso vino impregnado por formas de organización
como las mutuales y las cooperativas. Los sindicatos se van a dar luego
como formas de autoorganización de la clase obrera, en las condiciones
del desarrollo capitalista desigual y combinado. De acuerdo con Lora,
el proceso de sindicalización forma parte de la dialéctica de la conciencia de clase. En sentido hegeliano, podríamos decir de la experiencia
de la conciencia de clase, que consiste en la superación de la contradicción entre conciencia en sí y conciencia para sí, en la síntesis de la
conciencia de clase, conciencia histórica de la clase, la conciencia como
conocimiento de la historia. La construcción de la independencia de
clase pasa por la formación de organizaciones autónomas, pero sobre
todo por la incorporación de la ideología revolucionaria. La historia del
movimiento obrero boliviano pretende ser una demostración empírica
de este desarrollo de la conciencia de clase. Revisando la historiografía
documentada del libro, lo cierto es que parece ser una historia larga y
prolongada, dramática y contradictoria, bajo la mirada trotskista del
partido revolucionario. Una larga historia documentada, donde abunda
la proliferación de organizaciones, que corresponden más bien a una
multiplicidad de perfiles de la formación de la clase obrera en un país
periférico del capitalismo, cuya formación social abigarrada sustenta
combinaciones organizacionales e ideológicas compuestas y disímiles.
Se nota una fuerza sustentadora y duradera de los momentos constitutivos del proletariado boliviano, que fueron de carácter gremial,
acompañados de una formación discursiva anarquista. Quizá por esta
razón el anarcosindicalismo ha perdurado a lo largo de los períodos
históricos por los que ha transitado el proletariado bolivariano, incluso
después de la insurrección de abril de 1952, la revolución inconclusa
o la revolución traicionada2. Para Lora, el momento en el que la clase
2 La Revolución inconclusa es el título de un libro de Adolfo Guilli. Otro autor llamado
Liborio Justo, cuyo apodo es Quebracho, tiene otro libro sobre la Revolución Nacional de
1952, titulado La Revolución traicionada.
Raúl Prada Alcoreza
193
obrera boliviana salta de la conciencia en sí a la conciencia para sí, se
desplaza de las luchas económicas a las luchas políticas, se produjo en
el Congreso de Catavi de marzo de 1946 y en el Congreso de Pulacayo
en noviembre del mismo año. El primero corresponde al Tercer Congreso de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia y
el segundo, a un Congreso Extraordinario. El Congreso Extraordinario
se debió a la situación de emergencia creada por el derrocamiento del
gobierno populista de Walberto Villarroel por parte de la alianza sorprendente entre la llamada rosca de la oligarquía minera y el Partido
de la Izquierda Revolucionaria (PIR) de orientación stalinista. Dicha
alianza puede explicarse por la desajustada proyección de la alianza de
la Unión Soviética con las potencias liberales democrático-burguesas
en guerra contra la Alemania nazi y la Italia fascista. De acuerdo a la
interpretación pirista, la extensión de esta alianza a un país como Bolivia equivalía a aliarse con la odiada oligarquía minera en lucha contra
el supuesto fascismo criollo encarnado por el gobierno de Villarroel. La
desubicada proyección se acentúa por el hecho de que el derrocamiento del gobierno populista se dará después de culminada la Segunda
Guerra Mundial, cuando se avizoraba el comienzo de la Guerra Fría.
El Congreso de Pulacayo ingresa a la memoria obrera no tanto por el
contexto en el que se desenvuelve sino por sus tesis aprobadas. Lora
escribe sobre el significado de las tesis de Pulacayo.
El documento sindical-político titulado Tesis Central de la
Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, más
comúnmente conocido con el nombre de Tesis de Pulacayo,
constituye la Biblia del movimiento obrero del país. Su importancia arranca de haber elevado a la altura de la enunciación
programática las tendencias revolucionarias inconscientes
que se agitaban y se agitan en el seno de las masas explotadas
(Lora, 1967-1980: IV, 473).
La Tesis de Pulacayo expresa los contenidos de una lectura desde la
teoría de la revolución permanente de las condiciones de la lucha de
clases en Bolivia. La caracterización de Bolivia como un país atrasado,
que resume y combina las etapas del desarrollo capitalista mundial
en el terreno de las condiciones de la formación social boliviana, el
reconocimiento del papel de vanguardia del proletariado minero, la inmediata ligazón entre las tareas democrático-burguesas no cumplidas
y el cumplimiento inmediato de tareas socialistas, todo ello recuerda a
las tesis orientales, que corresponden a la adecuación del marxismo a
las condiciones de las formaciones sociales del Oriente, donde prepondera el campesinado y el proletariado es una minoría. En estas tesis
orientalistas ya se postulaba la necesidad de la revolución socialista en
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
194
países atrasados, preponderantemente de mayoría campesina, pues se
los evaluaba como los eslabones débiles en la cadena de dominación
imperialista. Como puede verse, desde esta interpretación, la Tesis de
Pulacayo puede ser valorizada no sólo como el momento crucial del
paso de la conciencia en sí a la conciencia para sí de la clase obrera, por
lo menos en los ámbitos discursivos, sino también como un documento
sindical donde se plasmó la revolución permanente como horizonte de
la revolución boliviana, además de recogerse las experiencias de las
revoluciones socialistas en los países orientales. Esta es la dignidad del
documento sindical mencionado. La tesis minera se convirtió en la tesis
de la COB y fue el paradigma político del movimiento obrero boliviano
hasta la Asamblea Popular de 1971.
Luego de la derrota de la Asamblea Popular, la Tesis de Pulacayo se quedó sin el sustento de convencimiento del que gozaba en los
trabajadores, en especial sin sustento político. No había sido siquiera
interpelada por los resultados de la Revolución Nacional de 1952, que
no llevó al poder al partido de los trabajadores sino a un partido que
amalgamaba amplios y disímiles sectores sociales, aglutinados en un
partido populista como es el Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR). Los gobiernos del MNR del período de la Revolución Nacional
fueron vistos como parte de un proceso en la experiencia contradictoria de la clase obrera. En cambio, la derrota de la Asamblea Popular
fragmentó al Partido Obrero Revolucionario, portador del espíritu de
la Tesis de Pulacayo. Estas tesis, que expresan la concepción de la revolución permanente, no fueron retiradas de los Congresos de la COB
sino mucho después de la caída de la Unidad Democrática y Popular
(UDP) en 1984. No obstante, nunca volvieron a tener la vigencia subjetiva de la que gozaron hasta la Asamblea Popular. Hoy podemos decir
que la Tesis de Pulacayo fue más un entusiasmo teórico y político que
un acierto político. Seis décadas después, podemos afirmar que la Tesis del Congreso extraordinario de los mineros no pudo imaginar otra
clase de movimientos y articulaciones, como las dadas a partir de los
movimientos indígenas, las movilizaciones populares, que articulan
dinámicas moleculares de clase más fluidas y expansivas. Entre 2000
y 2005, en Bolivia se dan formas de movimientos y de movilizaciones
anticoloniales, anticapitalistas y antineoliberales que adquieren las formas de multitud.
A modo de cierre
Multitud y clase obrera no se oponen, tampoco se contradicen y menos
son antagónicas. Ambas categorías o conceptos están atravesados por
sus propias historicidades. Están afectados por las interpretaciones que
se hicieron en su momento, en contextos y coyunturas donde el perfil
Raúl Prada Alcoreza
195
del movimiento obrero o de la multitud venían dibujados por el desligue
de las prácticas de la lucha de clases. El proletariado en Bolivia corresponde a la centralidad obrera y su entorno; a la centralidad minera y
su entorno. Se podría decir a la hegemonía de la clase obrera y a la vanguardia de movimiento minero en el contexto de la alianza de las clases
explotadas. La multitud no tiene una centralidad, por lo tanto, tampoco
un entorno. Cualquier sector social en contradicción con el capitalismo
puede ser el centro virtual de la lucha de clases; puede irradiar entornos, recorridos y entrelazamientos. Las redes sociales de los sectores
sociales movilizados recrean las estructuras de la rebelión. La multitud
no solamente es el acontecimiento de múltiples singularidades sociales,
sino que este acontecimiento está atravesado por redes, entramados
y estructuras sociales, formas que se encuentran constantemente expuestas a las dinámicas de sus propias adecuaciones. Hablamos tanto
de formas de organización como de formas de expresión, pero también
de formas de constitución de las subjetividades. Utilizando un lenguaje
lacaniano podríamos decir que también se trata de las formas de constitución de lo real a través de la travesía de la fantasía. El excedente del
significante, la sustitución simbólica y el llenado del vacío se escalonan
en una alucinante proliferación ideológica (Žižek, 2003).
Bibliografía
Badiou, Alain 2002 Breve tratado de ontología transitoria (Barcelona:
Gedisa).
COMUNA 2000 El retorno de la Bolivia plebeya (La Paz: COMUNA/La
Muela del Diablo).
COMUNA 2001 Democratizaciones plebeyas (La Paz: COMUNA/La Muela
del Diablo).
COMUNA 2002 Pluriverso, teoría política boliviana (La Paz: COMUNA/La
Muela del Diablo).
COMUNA 2005 Horizontes y límites del poder y del Estado (La Paz:
COMUNA/La Muela del Diablo).
Deleuze, Gilles 1989 Lógica del sentido (Barcelona: Paidós).
Hardt, Michael 2004 Deleuze (Buenos Aires: Paidós).
Hardt, Michael y Negri, Antonio 2000 Imperio (Buenos Aires: Paidós).
Hardt, Michael y Negri, Antonio 2004 Multitud (Barcelona: Debate).
Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes de América Latina
196
Laclau, Ernesto 2005 La razón populista (Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica).
Lora, Guillermo 1967-1980 Historia del movimiento obrero boliviano
(La Paz: Los Amigos del Libro) Tomos I, II, III y IV.
Prada Alcoreza, Raúl 1986 La subversión de la praxis (La Paz: Episteme).
Prada Alcoreza, Raúl 2004 Largo octubre, genealogía de los movimientos
sociales (La Paz: Plural).
Spinoza, Baruch 1977 Ética (México DF: UNAM).
Spinoza, Baruch 1990 Tratado breve (Madrid: Alianza).
Virno, Paulo 2005 “Gramática de la multitud. Para un análisis de
las formas de vida contemporáneas” en libros/030907_gramatica.pdf>.
Žižek, Slavoj 2003 El sublime objeto de la ideología (Buenos Aires: Siglo XXI)


https://clajadep.lahaine.org