Son 260 kilómetros en línea recta, 320 con sus curvas. Es la salida y entrada a Europa, a la costa este de Estados Unidos y Asia, la cintura del país, el sueño de mercaderes de ayer y de hoy. Es el Istmo de Tehuantepec y sus hombres y mujeres.
El Istmo es nuestro, dicen hoy, como dijeron hace 20, 40 y 60 años, desafiando consultas presidenciales, divisiones y designios.
Los de abajo
Los pueblos indígenas del Istmo se unen para resistir
Gloria Muñoz Ramírez
La Jornada
Son 260 kilómetros en línea recta, 320 con sus curvas. Es la salida y entrada a Europa, a la costa este de Estados Unidos y Asia, la cintura del país, el sueño de mercaderes de ayer y de hoy. Es el Istmo de Tehuantepec y sus hombres y mujeres.
De Coatzacoalcos, Veracruz, a Salina Cruz, Oaxaca, el crimen organizado controla caminos, ciudades y poblados. Más de 30 años de industria petroquímica tienen devastado el territorio y contaminados ríos, mares y suelos. Las empresas eólicas llegaron hace 15 años y con ellas se fue la fauna y se alteró la flora. Vinieron el despojo territorial y cultural, la contaminación de aguas y vientos.
Las mineras canadienses se apostaron hace una década en las zonas sur y sureste de un Istmo adolorido; pero, aunque más de 70 mil hectáreas están concesionadas, no han podido empezar la explotación de yacimientos de cobre, plata y oro, pues la resistencia se los impide.
Los caminos de palma africana, ganadería, cultivos de maíz mejorado y troncos secos se mezclan con las filas de mujeres yhombres recibiendo los nuevos y/o reciclados programas de gobierno. Y a un lado, la milpa, el nopal, el mango, el aguacate, la naranja y el limón se niegan a desaparecer del paisaje. Las guardias comunales vigilan las brechas de los que no ceden y ponen el cuerpo frente a empresas y gobiernos.
Son 11 los pueblos indígenas que no los dejan. Ellas y ellos cierran el paso hoy a uno de los proyectos consentidos del sexenio: el Corredor Interoceánico. Son los zoques, popolucas, chimalapas, zapotecos, ikoots, chocholtecos, mixes y nahuas, más los chinantecos y tsotsiles reubicados, los que siguen sembrado y pescando, danzando, hablando sus lenguas y vigilando sus aguas, selvas y bosques. Son las mujeres de mar y viento las que se yerguen ante la embestida. El consejo de ancianos el que se dispone con palos y machetes a defender lo que es suyo.
El Istmo es nuestro, dicen hoy, como dijeron hace 20, 40 y 60 años, desafiando consultas presidenciales, divisiones y designios.
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