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Israel se extiende hacia el este

El Salto :: 11.09.19

Netanyahu va a por Cisjordania. El estado judío trabaja desde hace tiempo para fortalecer la conexión entre la ocupada Jerusalén Este y Cisjordania, donde cada vez residen más colonos.

Palestina
Israel se extiende hacia el este

Netanyahu va a por Cisjordania. El estado judío trabaja desde hace tiempo para fortalecer la conexión entre la ocupada Jerusalén Este y Cisjordania, donde cada vez residen más colonos.

Joan Cabasés Vega
@jcabasesvega
El Salto
2019-09-09 06:00

El partido Likud de Benjamin Netanyahu va a por Cisjordania y lo proclama abiertamente. El aún primer ministro de Israel prometió la extensión de la soberanía israelí sobre el territorio palestino el pasado abril, antes de ganar por poco las últimas elecciones. Ahora, a las puertas de unos nuevos comicios, los también miembros del partido Yuli Edelstein, presidente del Knesset, y Miri Regev, ministra de Cultura, llaman también a la anexión. Pero el estado judío trabaja desde hace tiempo para fortalecer la conexión entre la ocupada Jerusalén Este y Cisjordania, donde cada vez residen más colonos.

La amenaza constante sobre la población palestina en el Este de Jerusalén, la nueva carretera que la une con territorio palestino y la aprobación de una cifra récord de nuevos asentamientos son acciones que se entienden mejor si son vistas como parte de una misma imagen. Analistas como Brian Reeves, director de Relaciones Externas de la organización israelí Peace Now, levantan la voz: “Si esta tendencia continúa, podríamos asistir a la anexión legal de Cisjordania”.

Ateret Cohanim y la judaización de Jerusalén Oriental
El enclave árabe que supone la parte Este de Jerusalén, llamada a ser la capital de un hipotético estado palestino, es cada vez menos árabe. En la zona, ocupada por el estado de Israel y habitada por 320.000 palestinos, residen ya 225.000 judíos, a los que hay que sumar los que siguen llegando para ocupar las casas de los palestinos que van siendo expulsados.

Es el caso de la familia Abu Assab, desahuciada de su vivienda en Jerusalén Este el pasado febrero. Llevaban allí desde que el mismo estado de Israel los echara del oeste del municipio 70 años atrás. Hasta que un tribunal israelí dictó sentencia contra ellos: “Hemos estado sin hogar durante varios meses, yendo de una casa a otra”, cuenta Em Mahdi Abu Assab, ama de casa de 43 años. “Ahora nos hemos instalado en una casa cerca de Jerusalén Este, pero es muy cara y no nos la podemos permitir. Seguimos buscando”.

Abu Assab cisjordania
Desahucio de la familia Abu Assab

Los Abu Assab aseguran que empezaron a recibir ataques tiempo antes del desalojo. Uno de sus hijos, cuenta Em Mahdi, fue detenido repetidas veces desde que cumplió los 14 años. A su marido, que trabajaba con un carro en la calle, le empezaron a poner multas y prohibiciones desde 8 meses antes de la expulsión. Los vecinos colonos les tiraban piedras. “Nosotros nunca respondimos, manteníamos la calma con el fin de no perder la casa. Pero se han llevado toda nuestra vida. Nos dejaron sin nada, buscando un lugar donde dormir”.

“Se han llevado toda nuestra vida. Nos dejaron sin nada, buscando un lugar donde dormir

Los judíos que pasan a ocupar hogares como el que habitaban los Abu Assab, según Brian Reeves, “llegan de la mano de entidades como Ateret Cohanim, que trabajan para expulsar palestinos e instalar a colonos”. Quieren conseguir una mayoría judía en el Este de Jerusalén, y para lograrlo, se acogen a una ley israelí aprobada en 1970. Según la medida, los judíos israelíes pueden reclamar las propiedades que fueron suyas antes de que las tuvieran que abandonar en la guerra de 1948. “Pero los colonos que llegan ahora a barrios palestinos no son los antiguos residentes de esas viviendas”, destaca Reeves.

Por el contrario, los palestinos que tenían propiedades en el oeste de la ciudad, como la familia Abu Assab, no tienen permiso legal de reclamarlas. Aviv Tatarsky, investigador de Ir Amim, una oenegé israelí que aboga por una Jerusalén compartida entre judíos y palestinos, asegura que organizaciones como Ateret Cohanim trabajan para desahuciar a otras 200 familias del Este de la ciudad.

La “política de demoliciones” israelí es otra amenaza para los hogares palestinos de la ciudad, añade Tatarsky: “Israel deniega planes de construcción a muchos residentes de Jerusalén Este mientras incrementa los derribos de viviendas, que este año alcanzarán su máximo”. En la primera mitad del año se derribaron 62 viviendas, mientras que el pasado 21 de julio se demolieron, en un solo día, otras 72. “Fue algo sin precedentes”, asegura Tatarsky, que habla abiertamente de “guerra demográfica contra los residentes de Jerusalén Este”. Al mismo tiempo, Israel avanza en la planificación de viviendas en zonas del Este de la ciudad, de población predominantemente judía.

Aunque los palestinos pueden verse obligados a irse por otras razones legales: no ostentan nacionalidad israelí, sino permiso de residencia. Para Human Rights Watch, se trata de un sistema “discriminatorio” que exige a los palestinos “unos requisitos costosos para mantener su permiso de residencia”. Esto, según la organización, “los empuja a abandonar su ciudad natal”, lo que supone “una violación grave del derecho internacional”. Según Al Haq, una oenegé defensora de los derechos humanos en Palestina, entre 1994 y 2014 se revocó el permiso de residencia de 11.488 palestinos de Jerusalén Este.

Los israelíes, unidos a Cisjordania
Israel avanza hacia el este por carretera. El pasado enero el estado judío inauguró una nueva autopista que conecta el Este de Jerusalén con Cisjordania. Los ciudadanos de la ciudad sagrada y los colonos residentes en territorio palestino pueden circular de un sitio al otro. Los palestinos cisjordanos también pueden conducir por esa autopista, pero lo hacen al otro lado de un muro de 8 metros: los carriles que ellos pueden usar no tienen acceso a Jerusalén, sino que son parte del camino que une las ciudades de Belén y Ramala, ambas en territorio palestino.

La organización israelí Terrestrial Jerusalem, que analiza el efecto político de la evolución de la ciudad, denuncia que la autopista pretende “potenciar la conexión israelí entre Jerusalén y los asentamientos judíos ubicados en Cisjordania”. Para los colonos, la carretera hace que vivir en territorio palestino sea más atractivo.

Para los cisjordanos, como Ali Wishashi, técnico informático de 27 años residente en Belén, la carretera es otra muestra del conflicto: “uso la autopista todos los días, y siempre me pregunto lo mismo: ‘¿por qué no puedo conducir al otro lado del muro y visitar Jerusalén, ni que sea por una vez en mi vida?’ Pero entonces me doy cuenta de que eso es lo que quiere el gobierno israelí: mantener a los palestinos separados y que sintamos frustración”.

Para los colonos, la carretera hace que vivir en territorio palestino sea más atractivo. Para los cisjordanos la carretera es otra muestra del conflicto

Oficialmente, la autopista quiere proveer a los palestinos de Cisjordania una nueva conexión entre el norte y el sur de ese territorio. También pretende aliviar el tránsito de los colonos judíos que se desplazan desde Cisjordania a Jerusalén; los atascos provocados por los controles a palestinos levantaban quejas. El Ministro de Seguridad israelí, Gilad Erdan, declaró que esta carretera demuestra “la habilidad de crear coexistencia entre israelíes y palestinos mientras se mantiene la protección contra los retos de seguridad existentes”.

Fouad Hallak, responsable de Asuntos de Jerusalén para la Organización de Liberación de Palestina, explica que esta carretera es parte de una circunvalación que Israel construye alrededor de la ciudad. Al proyecto solo le falta un tramo por construir: según denuncia Hallak, son 11 kilómetros a través de barrios palestinos densamente poblados. “Israel pretende expropiar tierras y derribar viviendas palestinas para ello”, advierte.

Hacia un solo estado
El interés de la ciudadanía judía de Israel por poblar Cisjordania es cada vez mayor. La expansión israelí hacia territorio árabe cuenta con más de 620.000 colonos residentes en la zona –el doble que 7 años atrás, según la organización israelí B’Tselem–.

Los colonos viven repartidos en 238 asentamientos. De todos ellos, 110 asentamientos no están oficialmente reconocidos por el estado judío, aunque muchos se levantaron con asistencia gubernamental. La comunidad internacional no reconoce como legal ningún asentamiento en territorio palestino, pero Israel trabaja para legalizarlos de acuerdo con su legislación: en 2017 aprobó una ley que supuso la regularización retroactiva de 55 asentamientos no reconocidos. Unas 4.000 viviendas israelíes.

“Un nuevo gobierno de derecha dura”, explica Reeves, “podría aprobar otra ley como la de 2017 para regularizar varias docenas de colonias no oficiales más”. Los asentamientos regularizados, advierte Reeves, no llegan solos a tierra palestina, sino acompañados por la ley civil israelí. Lo que “lleva a una anexión de facto de Cisjordania”.

Economía en Palestina
Dátiles palestinos frente a la ocupación israelí
Laura L. Ruiz
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Según Peace Now, la cantidad de viviendas israelíes proyectadas sobre suelo palestino se ha disparado. Durante los dos últimos años de mandato de Barak Obama en la Casa Blanca se aprobó la construcción de 2.500 nuevas viviendas en Cisjordania; durante los dos primeros de Donald Trump, se aprobaron 9.500. Muchas de ellas empezarán a ser realidad a partir del 2020.

Fouad Hallak, el miembro de la Organización de Liberación de Palestina, no cree que la presencia de colonos sea un impedimento para la creación de un estado palestino: “Algunos asentamientos podrían quedarse. Son bienvenidos si respetan las leyes palestinas”.

Reeves argumenta que el incremento de asentamientos en Cisjordania lleva a un punto de no retorno: “ningún primer ministro israelí sobreviviría políticamente a la retirada de tantos colonos para crear un estado palestino”. El analista de Peace Now opina que, ante la falta de democracia que sufrirían los palestinos en una Cisjordania anexionada, la comunidad internacional les ofrecería un mayor apoyo: “defenderían sus derechos plenos para lograr un estado que acogiese las dos naciones”, la judía y la palestina. “Israel podría evitar esa presión algunos años, pero no para siempre”, concluye.

Hallak asiente ante el relato de Reeves, aunque no del todo. “Israel empuja hacia una realidad de un solo estado”, admite. “Pero la comunidad internacional no ha podido forzar a Israel a permitir la creación de un estado palestino como solución de paz. Ni con todas las resoluciones que ha hecho la ONU desde 1948”, añade. “¿Cómo va a ser capaz esa misma comunidad —se pregunta retóricamente— de defender los derechos de los palestinos bajo un solo estado israelí?”.


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