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Las formas aparentes de la política en la coyuntura de la catástrofe ecológica

Raúl Prada Alcoreza :: 19.09.19

En las elecciones de octubre de 2019 no importa cuanto haya ocurrido, cuanto no se haya cumplido, si hay o no condiciones de posibilidad democrática, si hay catástrofe ecológica de dimensiones apocalíptica, lo que importa es el peso apabullante de la manipulación mediática y el alcance descarnado de la imposición de los aparatos de poder.

Las formas aparentes de la política en la coyuntura de la catástrofe ecológica
septiembre 19, 2019

Raúl Prada Alcoreza

El campo político pareciera funcionar independientemente de lo que ocurre en los otros campos sociales, pero, no es así, es solo una apariencia. Es más, pareciera funcionar independientemente de lo que ocurre en los espesores ecológicos, pero, no es así, es solo una apariencia. Cuando se dice que pareciera, esto ocurre en la ideología, como una ilusión; pero, la ideología se desenvuelve en lo imaginario, aunque sustentada en aparatos ideológicos, que no son imaginarios, sino que son máquinas de poder. De las manifestaciones de la política moderna, más apegadas a la “verdad” ideológica, una de ellas, la más trivial, es lo que acontece en el plano de la concurrencia electoral. Los contrincantes se presentan como si estuvieran en un “campo de batalla”, claro está que se trata de un campo de batalla simulado, una comedia del teatro político; sin embargo, la masa de votantes asiste al espectáculo tomándolo en serio.

En Bolivia, asistimos a unas elecciones apócrifas, pues se efectúan en condiciones de imposibilidad democráticas; se desconoce la constitución, se desconoce el referéndum que prohíbe la re-postulación del presidente, se desconocen las reglas del juego democrático y la institucionalidad, al imponer tribunales truchos, tanto el TSE como el TCP. Entonces, el teatro político de la concurrencia electoral se efectúa redoblado; resulta un espectáculo montado en otro espectáculo, una simulación al cuadrado. En estas condiciones, la campaña electoral, es decir, el “campo de batalla” electorero, resulta una comedia montada en otra comedia. El supuesto debate entre contrincantes resulta tan chocante como una comedia bufa, presentada como si fuese una representación de teatro clásico. El problema es que el publico espectador se lo toma en serio, asiste al espectáculo como si se tratase de representación de teatro clásico. Saldrá defraudado.

La política, que es el ejercicio de la democracia – la formal -, entendida como concurrencia de fuerzas por la representación del pueblo, en el mediano o largo plazo, parece desgastarse, convirtiéndose, de representación de la concurrencia de fuerzas políticas, en una impostura de la representación. Las fuerzas políticas ya no disputan la convocatoria popular, distribuida, en este caso, en perfil de la votación, sino que disputan cuotas del escamoteo de la voluntad general, pues la voluntad ya no es del pueblo, sino de los partidos políticos, corroídos por el poder hasta la médula.

En las condiciones de la elección apócrifa, se disputa el espacio de la doble simulación. No habiendo condiciones democráticas para la efectuación de elecciones, se obvia este requisito indispensable y se ingresa a un desfalco redoblado de la voluntad general. Lo que llama la atención es que a sabiendas oficialistas y “opositores” se encaminan a jugar a las elecciones, que de antemano están preformadas. Llama más la atención cuando los propios “opositores” acusan a los oficialistas de no respetar el referéndum y de preparar un fraude, contando con un árbitro bombero, el TSE trucho. ¿Por qué lo hacen?

Ocurre como si supieran que van a perder y de todas maneras se prestan a la comedia electoral. Antes, en otro escrito, dijimos que este comportamiento, la relación entre oficialistas y “opositores”, parece una relación sadomasoquista; sin embargo, ahora aparece como una complicidad sorda, donde unos y otros cumplen su papel de contrincantes, para satisfacer a la ingenuidad de los votantes.

El pueblo, que es el referente de la legitimación del poder, a través de la concurrencia electoral, se ha convertido en el convidado de piedra; está ahí para guardar las apariencias. Si no estuviera, fallaría la comedia misma. El día de las elecciones, el pueblo va a ir a votar por candidatos que ya están prorrateados en las mismas encuestas, que son instrumentos de la publicística y de la propaganda. Es un juego donde los resultados se saben de antemano, empero, la masa de votantes asiste con la ilusión de que su voto decide. En este escenario, su voto ya está decidido.

Una segunda cosa que llama la atención es el papel que juegan los votantes. Gran parte de ellos se aferran a la ilusión de que deciden con su voto; esta ilusión es parte de los mecanismos de la reproducción del poder, dicho de mejor manera, de la repetición del círculo vicioso del poder. Entonces, los partidos políticos se van a encargar de reforzar esta ilusión por medio de la propaganda, incluso por medio de aparentes batallas campales, donde los candidatos se desgarran las vestiduras. Es más, cuentan con los instrumentos más efectivos para que esto ocurra, cuentan con los aparatos ideológicos por excelencia en la modernidad tardía, los medios de comunicación de masa.

El contexto de estas elecciones apócrifas no pueden ser más características de lo que decimos. Teniendo como antecedente no solo un referéndum donde pierde el oficialismo la oportunidad de legalizar la reelección prohibida por la constitución; dos elecciones de magistrados donde gana el nulo, anulando la posibilidad legitima de elegir magistrados; la derrota, por medio de una movilización ciudadana, de imponer una ley inquisidora, la del Código penal; la tercera derrota de la guerra del Pacífico en la Haya; sino sobre todo, el antecedente de la regresión y el desmantelamiento de la constitución, durante las gestiones de gobierno, que vienen desde el 2009, paradójicamente cuando se promulga la constitución. Las características de este contexto se pueden resumir en el señalamiento de que se trata de una descomposición política e institucional de gran envergadura, lo que hemos llamado la decadencia política. Bueno pues, la realización de estas elecciones apócrifas va a patentizar fehacientemente el decurso sinuoso de esta decadencia política, donde la población votante va a ser cómplice participe de esta descomposición política e institucional, que puede estar señalando síntomas de una grave descomposición social.

Lo más grave del contexto es la catástrofe ecológica del Chaco y la Amazonia, donde se han incinerado más de cuatro millones de hectáreas de bosques y pastizales. Los más de 4 millones de hectáreas incineradas de bosques y pastizales, el mapa de su distribución, la manera de propagación, la forma de volverse a encender, después de haber sido apagados los focos y su expansión, nos muestran que todo esto ha ocurrido como operación militar. En este contexto, el alcance de la gravedad de la catástrofe ecológica, la situación abrumada por antecedentes cuestionable, también por la conducta de flagrante violación de la constitución, del referéndum, de las reglas del juego democrático, de la institucionalidad, no hay condiciones adecuadas para efectuar elecciones, que, obviamente no serán democráticas. Amerita la suspensión de éstas, antes de ingresar a un descalabro de la crisis mayor de lo que ya acontece. Pero, no parece que fuera esto a ocurrir. El TSE trucho está embarcado en su grotesca comedia electoral, violando todo lo que respecta al orden constitucional e institucional, el gobierno y sus órganos de poder, están enfrascado en llevar adelante las apócrifas elecciones, es más, la llamada oposición está comprometida hasta el tuétano en la complicidad con la concurrencia ilegitima que se avecina.

Las formas aparentes de la política nos muestran el funcionamiento de la política en la modernidad tardía. La política, de ejercicio de la democracia, se ha convertido en un espectáculo mediático; ya no se trata del juego de la concurrencia electoral, sino del juego de la simulación. Importa más aparentar que ser, simular que hacer. El arte del convencimiento de la antigua retórica se ha convertido en el arte de impresionar, de tal manera, que el raciocinio de la opinión pública quede anulado. Así como en el mercado se vende más por publicidad que por cualidad de las mercancías, en la concurrencia política se vende más por lo que llaman los publicistas la “imagen”. La política ahora, en la etapa decadente de la genealogía política, es más el ejercicio de la apariencia, dejando atrás el ejercicio de la concurrencia democrática por las representaciones y las delegaciones.

En las elecciones de octubre de 2019 no importa cuanto haya ocurrido, cuanto no se haya cumplido, si hay o no condiciones de posibilidad democrática, si hay catástrofe ecológica de dimensiones apocalíptica, lo que importa es el peso apabullante de la manipulación mediática y el alcance descarnado de la imposición de los aparatos de poder. Lo que importa es haber anulado el raciocinio de la opinión pública, acompañando este anulamiento con la convocatoria de la masa elocuente de llunk´us, a quienes les importa sus propios juegos microfísicos de poder. Lo que importa es contar con la complicidad de una oposición pusilánima, interesada en acceder a un numero apreciable de curules


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