Nada más urgente que las acciones planetarias contra el cambio climático. De las y los jóvenes viene la iniciativa mundial para exigir acciones a los gobiernos en favor del medio ambiente. En México la propuesta tiene eco en distintos sectores, pero no hay manera de secundar un discurso ecologista sin vincularlo a los megaproyectos que sexenios anteriores emprendieron sobre los recursos naturales, y que el actual gobierno no ha hecho sino refrendar e incluso potenciar. El Tren Maya, el Corredor Interoceánico y el Proyecto Integral Morelos son apenas una muestra.
Los de abajo
Jóvenes ven claro el desastre ecológico
Gloria Muñoz Ramírez
La Jornada
Nada más urgente que las acciones planetarias contra el cambio climático. De las y los jóvenes viene la iniciativa mundial para exigir acciones a los gobiernos en favor del medio ambiente. En México la propuesta tiene eco en distintos sectores, pero no hay manera de secundar un discurso ecologista sin vincularlo a los megaproyectos que sexenios anteriores emprendieron sobre los recursos naturales, y que el actual gobierno no ha hecho sino refrendar e incluso potenciar. El Tren Maya, el Corredor Interoceánico y el Proyecto Integral Morelos son apenas una muestra.
Sin duda las acciones en contra de toda iniciativa que afecte al medio ambiente están en manos en las nuevas generaciones. Son ellas, en México y en el mundo, quienes están viendo de manera clara la catástrofe presente y, sobre todo, futura.
Con las consignas “No podemos decir que no lo sabíamos”,”no hay plan B” o “es la ciencia, estúpido”, millones de jóvenes se manifiestan en el mundo en contra de las políticas gubernamentales que anteponen los intereses mercantiles al cuidado de los recursos naturales.
Las voces de los y las jóvenes de la península de Yucatán se alzan contra el Tren Maya y por la sobrevivencia de su cultura. El cuidado de la selva, la flora, la fauna y sus aguas son su prioridad, aunque haya quienes prefieran que su territorio se convierta en la sede de un nuevo Cancún y ellos “en los nuevos esclavos, pero ahora por cuenta propia”.
Por los caminos rurales de Quintana Roo, Yucatán y Campeche se observan miles de hectáreas devastadas por la agroindustria que llegó con los menonitas que siembran semillas transgénicas y derriban grandes extensiones de selva. “Esto es el vacío y el dolor, el asesinato de la naturaleza”, define el poeta y activista Pedro Uc.
Sin estudios de impacto ambiental y sin la realización de una consulta indígena a los pueblos, el Tren Maya es cuestionado desde su raíz por quienes defienden vida, territorio y cultura.
Hoy, en el contexto de las protestas mundiales, no se puede sostener la defensa del medio ambiente separada del rechazo a la imposición de proyectos como éste. Marchar es protestar contra el capitalismo y contra sus megaproyectos de muerte, no es ligth.
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