El problema no es si Greta es Juana de Arco (que sí lo es), ni si nos gusta o no. Existen alternativas de conciencia, luchas y resistencias de mayor profundidad y elocuencia, pero en vez de voltear a ellas y actuar, nos chupamos el dedo de golosina en golosina, de indignación en indignación. Nos está llevando la que nos trajo y seguimos perdiendo el tiempo.
Santa Greta y el día después
Hermann Bellinghausen
La Jornada
Está en la naturaleza de los medios contemporáneos y las redes sociales que perdamos el tiempo entre las ramas para evadir lo principal. Las formas de autoengaño, los pretextos y procrastinar se nos da a manos llenas, disfrazado de me-gusta y no-me-gusta, interrumpidos sin cesar por dueños y anunciantes asegurándose de que nuestras ideas y acciones sean fragmentarias, efectistas, emocionales, satisfactorias como una golosina (en términos de Ignacio Ramonet), fugaces, olvidables, sustituidas por la siguiente y la siguiente hasta la náusea o el adormecimiento. A veces el impacto es mayor. La saga nórdica de Greta Thunberg, la estudiante que un día decidió suspender la escuela y salvar al mundo, generó una oleada masiva y en curso de respuestas, sobre todo juveniles, para hablar y exigir, protestar, estorbar.
Estos chicos de primer y segundo mundos, que en efecto hacen tres comidas al día, van al dentista y quizás sean güeritos, aunque no necesariamente (el factor sueco es secundario) están dando el campanazo mediático en las metrópolis culpables, aunque nos dé comezón y les echemos encima a los niños de Siria y la Montaña de Guerrero, a ver, de qué chillan pinches privilegiados, les falta cuero para que aprieten sus correas.
Lo dicho, ganas de perder el tiempo con memes, hashtags y opiniones al vuelo, felices de sospechar que hay gato encerrado, a mí nadie me engaña, quién está detrás, a ver qué príncipe puso el velero, qué empresa “verde” quiere desbancar al carbón y el petróleo.
Greta importa, independientemente de su mérito al ponerse en contra al parlamento y los filósofos de derecha en Francia, a Fox News, las grandes empresas extractivas y bélicas, sus tanques de pensamiento y last but not least, a los titulares del poder político planetario Putin, Trump, Bolsonaro y anexas. Sumó además irritaciones, baladronadas, desdenes de la izquierda bien pensante y la radical en el primero, segundo y tercer mundos, incluyendo los orgullos “étnicos” de cualquier denominación. Vaya unanimidad. La niña sueca cuya historia clínica es pública (¿nueva Assange?) dio dimensión mediática al reclamo central de nuestro tiempo, lo llevó a los parlamentos europeos, a la exasperante asamblea de la ONU, con eco en las calles de más de un centenar de ciudades tras plagar secundarias, preparatorias y clubes juveniles.
El planeta se extingue, al menos como lo conocíamos. Es decir, en las condiciones que lo hicieron habitable, único en la galaxia, recinto de todas las civilizaciones. El problema no es si Greta es Juana de Arco (que sí lo es), ni si nos gusta o no. Existen alternativas de conciencia, luchas y resistencias de mayor profundidad y elocuencia, pero en vez de voltear a ellas y actuar, nos chupamos el dedo de golosina en golosina, de indignación en indignación. Nos está llevando la que nos trajo y seguimos perdiendo el tiempo.
¿No le gusta lo que hacen los niños? Oiga, hay alternativas para adultos. Destaca por su claridad y contundencia Extinction Rebellion (ER), nuevo movimiento de resistencia directa, originado en Londres, que a partir de este 7 de octubre realiza acciones en 60 ciudades (me temo que no la nuestra) que de veras desafían a las corporaciones, los gobiernos y sus policías. Se la rifan. Su impecable razonamiento es lo que deberíamos discutir ya. Su logo, un reloj de arena, nos dice: “el tiempo se acaba”. ¿Nos la vamos a pasar despidiendo selvas y glaciares entre lágrimas y rezos? Como recitara David Bowie: “I demand a better future”.
El mundo atraviesa un evento de extinción masiva, razona ER. Se estima que entre 30 y 40 mil especies se extinguen cada año. El proceso de destrucción en curso es causado por la actividad humana. Tal catastrófica pérdida de biodiversidad es probable que generalice un colapso de ecosistemas que dejaría al planeta inhabitable para los humanos: “Algo ocurre. Usted lo sabe, lo siente. Lo llama a ser parte”.
Dice ER: “Estamos llegando a un punto sin retorno. Los gobiernos no hacen nada. Los negocios igual. No se trata de un Apocalipsis distante. La gente sufre y muere en el mundo en este momento. Desaparecen especies enteras. Y se pondrá peor. El tiempo de actuar es hoy. Le está ocurriendo a otros. Pronto serán usted y los que ama. No cuente con nosotros, o con Greta, para hacerlo por usted. Mire en su interior y rebélese”. ER llama a ocupar pacíficamente los centros de poder y clausurarlos hasta que los gobiernos actúen por la emergencia climática y ecológica. “Deje su escritorio, invite al jefe, apague la televisión, haga a un lado el celular. Salga a las calles. Respete la existencia o espere resistencia”