Un mensaje que, sin ser del todo explícito, cuestionó la lógica política del Estado ecuatoriano.
Los dirigentes indígenas no necesitaron mucho tiempo para desnudar la visión de país de los
funcionarios del Estados que tenían sentados al frente. Fue la reivindicación de la vida ante
la cruda optimización de las finanzas; la interminable amplitud de un mundo diverso y
solidario ante la estrecha eficiencia tecnocrática; la sabiduría ancestral ante el pragmatismo
económico de las empresas y del Fondo Monetario Internacional.
Movimiento indígena cuestionó la lógica política del Estado
Juan Cuvi
Coordinador Nacional
Montecristi Vive
15 de octubre de 2019
Sentarse a dialogar con quien los reprimió violentamente durante doce días es un acto de
extrema generosidad. Un acto de grandeza ausente en las élites racistas y codiciosas que hoy
piden a gritos mayor represión en contra de los movimientos sociales.
El diálogo del domingo 13 de octubre entre el Presidente de la República y la CONAIE fue
la culminación legítima de la protesta del movimiento indígena y popular. Los dirigentes
indígenas no necesitaron de ofensas, rencores ni imprecaciones para interpelar al Presidente
de la República sobre una decisión tomada a espaldas de los ecuatorianos. No fue solo el
Decreto 883 el meollo de su intervención; fue la falta de voluntad política para construir el
Estado plurinacional, la ausencia de democracia y la vulneración de los derechos colectivos.
Un mensaje que, sin ser del todo explícito, cuestionó la lógica política del Estado ecuatoriano.
Los dirigentes indígenas no necesitaron mucho tiempo para desnudar la visión de país de los
funcionarios del Estados que tenían sentados al frente. Fue la reivindicación de la vida ante
la cruda optimización de las finanzas; la interminable amplitud de un mundo diverso y
solidario ante la estrecha eficiencia tecnocrática; la sabiduría ancestral ante el pragmatismo
económico de las empresas y del Fondo Monetario Internacional.
Los indígenas hablaron respetuosamente con el gobierno que los reprimió, aunque sin
disimular el dolor que los embargaba por sus muertos. Fue evidente. Pero ni un atisbo de
odio ni venganza se notó en sus palabras: con dignidad, exigieron justicia. Hablaron por
encima del encono y las enemistades que seguramente dejará la violencia que se propagó por
todo el país en estos días. Convocaron al conjunto de la sociedad a ser partícipes del diálogo.
Un gran triunfador tuvo la jornada del 13 de octubre: el movimiento indígena y todos quienes
lo respaldaron: mujeres, trabajadores, estudiantes, ecologistas, pobladores barriales. Tres
grandes derrotados tuvo la jornada. El primer perdedor es el FMI, cuyo intento de propagar
por el mundo las supuestas bondades de sus recetas se ha estancado. Además, el ejemplo del
estallido social en el Ecuador es demasiado palmario como para que otros pueblos lo pasen
por alto.
El segundo perdedor es la derecha empresarial recalcitrante y su atávico menosprecio por los
sectores populares. Su sueño neoliberal salvaje terminó en las calles insurrectas de Quito.
Ahora tendrá que pasar el trago amargo de la diversidad y la diferencia, de la
pluriculturalidad, de la masiva irrupción de otras culturas. O tendrá que prepararse para
nuevas jornadas de rebelión popular.
El tercer perdedor es el correísmo. Promovieron un golpe de Estado enancándose en las
legítimas movilizaciones del movimiento indígena. El correísmo muestra rasgos de lumpen-
política. Sus líderes fueron capaces de incendiar el país con el único propósito de evadir la
justicia.
Y en medio de todo, un gobierno que subsiste con respirador artificial. Su sumisión al FMI
es inocultable.
La derogatoria del Decreto 883 altera el panorama político, pero no resuelve el problema de
fondo. El modelo de Estado, el sistema político y el régimen económico imperantes no dan
respuestas democráticas y equitativas a las aspiraciones populares. El pacto empresarial
estructurado desde inicios de siglo alrededor de la renta extractivista se agota. Y la
inviabilidad del modelo pretende ser descargada sobre la espalda de los más desfavorecidos
y sobre la fragilidad de la Madre Tierra.
Ante esa arremetida, los sectores populares deben mantenerse atentos, pues la misma entrega
y valor con los cuales enfrentaron las jornadas de octubre deberán desplegar para afrontar las
pesadillas neoliberales que siguen nublando nuestro horizonte.