Jornadas históricas se viven en Chile, los acontecimientos se suceden rápidamente. El alza de pasajes dio pie a una rebelión popular. El gobierno respondió sacando a los militares a la calle. Pero fue apagar el fuego con bencina. La respuesta popular fue contundente. La lucha sigue en pleno desarrollo cuestionando el conjunto de la herencia de la dictadura.
Una verdadera explosión social. Eso es lo que está pasando en estos momentos en Chile. El viernes fue una jornada de revuelta nada menos que en la capital del país, de carácter espontáneo. El gobierno respondió con el estado de excepción, entregándole el mando de Santiago a el general Javier Iturriaga y sacando a los militares a las calles para instalar el miedo, diciendo que la delincuencia y el vandalismo se había desatado. La rabia volvió a estallar. Y ahora con más fuerza.
Si el viernes fue histórico, la respuesta popular frente al estado de excepción fue más contundente aún. Desde el mediodía del sábado se multiplicaron los cacerolazos, concentraciones y barricadas, ya no sólo en Santiago sino en las principales ciudades del país.
Los militares se apostaron en los principales puntos de Santiago, intentando disuadir las manifestaciones. Pero el efecto fue el contrario. Más rabia e indignación. “Piñera cagón, me paso por la raja tu estado de excepción” se escucha en las calles de Santiago. Jóvenes rodeando a militares con sus cacerolas, gritándoles que se vayan. “Fuera los milicos” es lo que se escucha en las esquinas, mientras siguen las barricadas y quema de buses a cuadras de los militares armados de fusiles de guerra. El estado de excepción se vio superada por los hechos.
La revuelta sigue en pleno desarrollo. El gobierno convocó a parlamentarios, alcaldes, partidos oficialistas y de oposición para discutir un “plan para mitigar el impacto del alza del pasaje en los sectores vulnerables”, según sus palabras. El Frente Amplio y el Partido Comunista rechazaron reunirse mientras sigan los militares en la calle, pero por ahora se niegan a convocar un paro nacional para derrotar el estado de excepción. Los partidos de gobierno no tienen una línea común clara. Los partidos de la ex Concertación, rechazaron el estado de excepción por considerarlo un “fracaso” del gobierno y llaman al diálogo.
Las imágenes de manifestantes desafiando a los militares recorren el mundo.
La chispa que prendió la revuelta
Los secundarios autoconvocados fueron la chispa. Rápidamente se extendió a amplios sectores sociales. “Aguante los jóvenes, arriba los viejos” son algunas frases que se escuchan y el sentimiento de millones. La gota que rebalsó el vaso fue el alza de los pasajes de la locomoción colectiva. Eso hizo estallar la rabia acumulada. Suben las cuentas y el pasaje, pero los salarios nunca suben. Los sueldos y las pensiones simplemente no alcanzan. Eso se comentaba en las esquinas, en las concentraciones, en los cacerolazos y barricadas.
El viernes las jornadas de “evasión masiva” escalaron y obligaron a interrumpir el conjunto del servicio del Metro de Santiago. Eso no pasó ni siquiera para el terremoto del 2010. Durante los días las estaciones fueron militarizadas por Fuerzas Especiales de Carabineros. Pero el viernes la represión dio un salto, con cientos de detenidos y decenas de heridos. Los videos de jóvenes gravemente heridos por Carabineros empezaron a circular y viralizarse.
A las horas de la tarde, con el Metro interrumpido, con cortes de calle y barricadas en diversos puntos de la ciudad, cientos de miles, quizá millones de trabajadores caminaban por las calles buscando volver a sus casas, en medio de los atochamientos y la falta de locomoción. Muchos adhirieron a los gritos. Otros se sumaron a las barricadas.
El gobierno se reunió de emergencia durante la tarde y el ministro de interior, Andrés Chadwick, en cadena nacional, anunció la aplicación de una ley de la dictadura: la Ley de Seguridad Interior del Estado, una legislación que endurece las penas de delitos que se comenten en el curso de rebeliones o en el curso de protestas generalizadas. Enfrentar el vandalismo y la delincuencia era el discurso del gobierno.
Pero los anuncios sólo prendieron más los ánimos y la respuesta fue impresionante con cacerolazos en distintos puntos de la ciudad, incluyendo barrios acomodados. La Alameda fue cortada por diversos puntos de cacerolazos y barricadas. Muchos jóvenes. Ya no sólo secundarios, sino muchos ex estudiantes que vivieron el 2011 volvieron a las calles. También familias que salían a los balcones a cacerolear y muchos que se volcaban a las calles. En la periferia las barricadas se extendieron y radicalizaron. Hubo quema de estaciones del Metro, y se registraron algunos saqueos e incendios.
El gobierno respondió escalando y decretó el estado de emergencia, que es un estado de excepción constitucional que le entrega el control de Santiago a los militares. Santiago amaneció con camiones militares y despliegue del ejército. Desplegar a los militares para enfrentar la movilización popular. Una medida inédita en democracia. Una imagen explícita y brutal de la herencia de la dictadura. Como decíamos, si el gobierno quería imponer el miedo, se produjo todo lo contrario. “Nos robaron tanto que nos robaron hasta el miedo”, una de las consignas que llena pancartas improvisadas.
La gota que rebalsó el vaso
“Di la pelea el 73 y estoy acá junto a la juventud nuevamente. No quiero que mis hijos y mis nietos pasen todas las calamidades que pasamos nosotros”, era lo que entre llantos decía un pensionado esta mañana en la plaza de Maipú.
La revuelta partió por el alza del pasaje, pero rápidamente puso sobre el tapete el cuestionamiento profundo a los aspectos más irritantes de la herencia de la dictadura. Las pensiones de hambre, los bajos salarios, la represión sistemática. Todo, mientras los empresarios siguen ganando millones, se coluden para fijar los precios, intoxican a comunidades enteras. Escándalos de corrupción en Carabineros, en las Fuerzas Armadas, desafían el miedo que la dictadura sembró.
La rabia se acumuló por una casta política y un presidente multimillonario que se ríe en la cara de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud. «Madruguen para pagar menos», es lo que dijo el ministro de Economía ante el alza del pasaje. “Las flores han caído un 3,7%, un dato para los románticos», bromeaba el Ministro de Hacienda. «Cuando suben los tomates no hacen ninguna protesta», decía el presidente del “panel de expertos” del pasaje, provocando a millones de trabajadores y pobres.
Todo, mientras Piñera se jactaba que «Chile es un verdadero oasis en Latinoamérica». Las imágenes del levantamiento en Ecuador quedaron en la retina de millones y muchos lo mencionaban como inspiración. Muchos analistas ven a los chalecos amarillos de Francia como otro punto de inspiración.
A impulsar la huelga general para derrotar a Piñera
La revuelta fue espontánea. Fue la explosión por la rabia acumulada, en donde la juventud jugó el rol de chispa que se esparció rápidamente. Pero ya empiezan a surgir las primeras iniciativas de organización. Los portuarios hicieron un llamado a preparar la huelga general y este sábado los puertos de Iquique y San Antonio paralizaron, y se están realizando asambleas en distintos puertos para votar y organizar el llamado.
La CONFECH, la ACES y la CONES convocaron a un paro nacional para este lunes, convocando a asambleas de emergencia en las universidades y jornadas de protestas para ese día. Organizaciones como la Coordinadora 8M volvieron a instalar la consigna de huelga y se suman a los llamados de movilización. En algunas regiones se convocaron para este sábado a las primeras asambleas territoriales, junto con movilizaciones, cortes de calle y barricadas.
Son los primeros pasos de la dinámica que está planteada que se desarrolle. Sin embargo, organizaciones como la CUT, dirigida por el Partido Comunista y otras organizaciones sindicales dirigidas por el Frente Amplio, se han negado por ahora a convocar un paro nacional. El Partido Comunista, en cambio, plantearon “si el Presidente está renunciando a gobernar y se escuda tras los militares, lo mejor sería que renunciara y llamara a nuevas elecciones ahora”, pero sin convocar a ninguna acción que ponga a la clase trabajadora y las organizaciones de masas al frente de la revuelta popular.
El llamado de los portuarios se vuelve urgente. Las principales organizaciones sindicales, estudiantiles, la Coordinadora NO+AFP y las demás organizaciones agrupadas en la “mesa social”, deben convocar a una huelga general, que partiendo por derrotar el estado de excepción y sacar a los militares de las calles, avance a derrotar al gobierno y conquistar demandas como la estatización del transporte público bajo gestión de trabajadores y usuarios; la reducción de la jornada laboral, con un sueldo mínimo acorde a la canasta familiar y el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados; el fin a las AFP y por un sistema de reparto gestionado por trabajadores y jubilados. Debemos acabar con toda la herencia de la dictadura, e impulsar sobre las ruinas del régimen, una Asamblea Constituyente Libre y Soberana basada en la movilización, en el camino de luchar por un gobierno de las y los trabajadores en ruptura con el capitalismo.