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¿Hasta dónde obedecer?

Pietro Ameglio :: 10.11.19

Estamos viendo en América Latina rebeliones de pueblos que se niegan a “obedecer ciegamente” los mandatos de sus gobiernos –prestanombres del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial- de mayor empobrecimiento, degradación de vida, represión, con aumentos de precios y corrupción que llevan décadas y están estallando ahora.

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Pietro Ameglio

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¿Hasta dónde obedecer?

Estamos viendo en América Latina rebeliones de pueblos que se niegan a “obedecer ciegamente” los mandatos de sus gobiernos –prestanombres del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial- de mayor empobrecimiento, degradación de vida, represión, con aumentos de precios y corrupción que llevan décadas y están estallando ahora. Son levantamientos populares ampliamente masivos que han ido más allá de simples protestas coyunturales, buscan cambios constitucionales de raíz en los modelos de país elitistas ya agotados, han tocado profundamente las raíces del poder y la autoridad presidencial en sus países, y más allá de que caigan o no esos gobiernos, la legitimidad moral y material de éstos se ha desplomado. También han tenido la caracterización de liderazgos muy horizontales, descentralizados, no con figuras públicas únicas que concentren siempre las órdenes, la atención políticay mediática.

En Ecuador los indígenas de la CONAIE son quienes encabezaron las movilizaciones de desobediencia civil que paralizaron al país, e incluso obligaron al presidente Lenin Moreno a cambiar de ciudad, de Quito a Guayaquil. En Chile son los jóvenes de todas las clases sociales quienes encabezan las movilizaciones y los “desafíos” al poder con enorme represión; en Haití, y antes Puerto Rico, hay muchas identidades del pueblo encabezando las grandes movilizaciones. Emocionan mucho y contagian la determinación moral frente a la represión y violencia oficial, la “firmeza permanente” en las demandas, la alegría y creatividad artística y simbólica que les produce luchar unidas a esas masas, así como la continuidad y persistencia de las acciones.

Como bien apuntaba Elías Canetti en Masa y poderla “orden” se diluye en la masa, pierde su eficacia y el aguijón que “deja clavado” en los individuos aislados cuando la reciben; así “una orden a muchos…persigue hacer de la mayoría una masa y, en la medida en que logra eso, no despierta miedo”. Estos pueblos, y muchos más en el mundo actual -véase también Hong Kong, Líbano, Irak, Catalunya- han perdido el miedo de salir masivamente a la calle en situaciones de mucha violencia oficial, de guerra o en estado de sitio, y “enfrentar” a la autoridad que ejerce la violencia, y muy importante: no irse de la calle hasta que se anulen las medidas y órdenes inhumanas, o se vaya la autoridad de su cargo. Las calles, los espacios y edificios públicos han sido “tomados” u “ocupados” temporalmente por masas justicieras, unidas, más organizadas en pequeños colectivos descentralizados de lo que parece…el miedo no ha logrado convertirse en terror, como han buscado hacer con muertos, violencia, amenazas, tortura y represión brutal los gobiernos.

Todas estas movilizaciones tienen como centro la consigna de una cultura de la “desobediencia debida a toda orden inhumana” (Juan C. Marín), órdenes lanzadaspor sus gobiernos, por el FMI o el BM. Y como medio, las acciones de resistencia civil noviolentas. Y haría una mención especial -en esa misma sintonía- a las maravillosas y enormes manifestaciones del movimiento independentista catalán en Barcelona, contra la condena de hasta 13 años de cárcel contra 9 de sus principales dirigentes por declarar la independencia unilateralmente.

En el contexto chileno de tanta represión y 20 muertos, resulta muy significativo, y ejemplificante, el caso del soldado de 21 años de Antofagasta David VelosoCodocedo, quien rechazó la orden de viajar a la capital para participar en las acciones del estado de emergencia ordenadas por el presidente Piñera. Dijo no estar dispuesto a acatar las órdenes represivas, tiró su fusil al suelo y fue arrestado el 27 de octubre. 

También, el 26 de octubre, pudimos apreciar imágenes de soldados en una tanquetamilitar, sacando la bandera de Chile en medio de una manifestación, siendo rodeados por los manifestantes y uniéndose a esa solidaridad, en vez de reprimir. 

En México, a su vez, el 23 de octubre se entregó la medalla Belisario Domínguez a la ejemplar luchadora social Rosario Ibarra, fundadora del Comité Eureka de madres de desaparecidos políticos por la guerra sucia en México hace 40 años, cuyo hijo Jesús Piedra fue desaparecido en 1974 acusado de guerrillero. Ella, a través de su hija Claudia, devolvió la medalla al presidente con estas palabras: “Dejo en tus manos la custodia de tan preciado reconocimiento. Te pido que me la devuelvas, junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos hijos y familiares, y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los cubrirá con su halo protector”.  

Tres hermosos y profundos ejemplos de una de las cosas más complejas y difíciles para los seres humanos: desobedecer órdenes inhumanas. Como bien señalaba el investigador norteamericano Stanley Milgram, en su conocido estudio sobre La obediencia a la autoridad: “La desobediencia es el últimos de los medios por el que se pone término a una tensión. Es un acto que nada de fácil tiene”.

Del lado contrario -la obediencia ciega a la autoridad-, también en México, el 18 de octubre observamos -en otro terreno muy diferente-, un hecho social relacionado con la obediencia ciega a la autoridad de un nivel de inhumanidad y bajeza que a uno le costaría creer cierto. Los jugadores del equipo más rico del país (los Tigres de Nuevo León –¡además parte de una universidad pública!), enterados previamente de lo que iba a pasar, aprovecharon que los jugadores rivales del Veracruz -el equipo más pobre de la primera nacional- realizaron un “paro de brazos caídos”,permaneciendo estáticos 4 minutos en el campo de juego, como protesta por la falta de pagos de meses que los tiene sumidos en graves crisis económicas familiares, para meterles dos goles a unos rivales que estaban como estatuas en el campo. No sólo no fueron capaces de quedarse parados 4 minutos en solidaridad con esa lucha laboral de colegas, sino que además adujeron como excusa ante tal vergüenza que “el técnico les pidió de hacer los goles” o que sólo “habían acordado 2 minutos”. Aún si fueran ciertas esas ridículas excusas en adultos trabajadores, eso no quita nada respecto a su responsabilidad individual de obedecer tamaña orden inmoral.   

Finalmente, en esos mismos días se presentó en San Ildefonso, en el centro histórico de la capital mexicana, una mesa de tres libros bajo el título de “¿Hasta dónde obedecer?”. Como vemos, un tema central para cualquier sujeto social o individuo que se plantee construir justicia, paz, humanización de la especie. Los tres libros, alrededor de los cuales se realizó la discusión pública fueron: La tropa (Aguilar)  deDaniela Rea y Pablo Ferri; La desobediencia debida a toda orden inhumana (UAEMorelos) de Juan Carlos Marín prologado y editado por Myriam Fracchia; yTejiendo alternativas (UNAM, FFyL) de talleres de cultura de paz y noviolencia de la Colectiva de Paz y Noviolencia de la Unam. Los tres libros enfrentan el tema de la complejidad de mecanismos que construyen la obediencia y desobediencia a las órdenes inhumanas y sus castigos, base del orden social en que vivimos, desde ángulos institucionales, de la subjetividad y del tejido social.


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