Ya dice el gran constitucionalista argentino Roberto Gargarella que todas las constituciones de nuestro continente ha reconocido muchos derechos sin tocar la sala de máquinas de la constitución que es el poder, que es donde se decide finalmente si se aplican o no se aplican esos derechos. Así a nuestro entender, los derechos quedan muy bonitos en el papel, pero los partidos políticos no pueden discutir el poder debido a que lo necesitan para aplicar sus miradas aún por encima de los intereses o decisiones democráticas de la población.
Constituyente en Chile: Cambiar el poder centralizado por la democracia real
Por Jaime Yovanovic (Profesor J), abogado especialista en derecho constitucional
Ya dice el gran constitucionalista argentino Roberto Gargarella que todas las constituciones de nuestro continente ha reconocido muchos derechos sin tocar la sala de máquinas de la constitución que es el poder, que es donde se decide finalmente si se aplican o no se aplican esos derechos. Así a nuestro entender, los derechos quedan muy bonitos en el papel, pero los partidos políticos no pueden discutir el poder debido a que lo necesitan para aplicar sus miradas aún por encima de los intereses o decisiones democráticas de la población.
Por ejemplo en Bolivia hubo un plebiscito con rango constitucional para decidir si Evo Morales iría a la re-reelección, y el voto democrático fue negativo, por lo que Morales no podía ir de candidato. Sin embargo la Constitución tiene un órgano de poder llamado el Tribunal Supremo Electoral que Morales llenó con militantes de su partido y que le hizo declarar en contrario a la decisión democrática del plebiscito afirmando que sí, que podía ser candidato, con el argumento leguleyo de que era “su derecho humano”, lo que causó la ira popular que obligó la fuga de Morales hacia México.
De esa manera es que hace falta aprender a ponerse el parche antes de la herida para evitar que la población sea el pasto de las ideas y jugarretas de los partidos políticos de todos los colores que usan y abusan de los laberintos jurídicos de la constitución y las leyes para imponer sus intereses por sobra la gente. O sea, asegurarnos previamente que la democracia sea efectiva y que nadie, personas u órgano, podrá pasar por encima de la decisión popular.
Sin embargo, los partidos y las instituciones nos han acostumbrado a que la democracia es la representación, o sea, delegar en otros las responsabilidades de dirigir confundiendo intencionalmente dirigir o administrar un proceso con operar los instrumentos para su ejecución.
Por ejemplo en una empresa, el dueño le dice a los ingenieros y técnicos hacia donde ir y ellos obedecen conduciendo los elementos y mecanismos en la dirección señalada sin poder asumir el rol del dueño usurpando su función pata ir en otra dirección. Así los políticos nos hacen creer que irán hacia un lugar y todos votamos por él para luego todos tirarnos de los pelos porque nos ha mentido y la constitución dice que en castigo por hacernos frustrado ahora debemos votar al otro.
Si la constitución entrega libertad de acción a los electos para manejar el barco social, estaremos perdidos de antemano, por lo que la idea es no entregar la soberanía popular, sino dirigir el barco social entre todos para lo que no tenemos entrenamiento porque nos han acostumbrado a andar cada uno para su santo mientras ellos los políticos se ponen de acuerdo entre ellos, de allí que lo mejor es que los asuntos públicos escalen la pirámide como la escalan los funcionarios, es decir de abajo hacia arriba y desde los lados, lo que traducido a lenguaje común señala que entre vecinos debemos aprender primero a administrar los asuntos de cada barrio desde nosotros mismos, nuestros cuerpos y vida cotidiana, para ello basta que lo diga y lo asuma la asamblea barrial, que necesitará un tiempo para conocerse mejor y ganar confianza. Ese tiempo de conocerse mejor y ganar confianza es una importante primera fase y escuela de compartir por lo que habrá que hacer huertas, juegos de niños y un sinfín de pequeñas cosas de la cotidianeidad que nos acercarán para resolver situaciones. Ese es el comienzo de la democracia barrial, el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, el autogobierno de nosotros mismos. Cada barrio puede hacerlo sin pedir permiso a nadie y el otro barrio y el otro. Para realizar funciones de cuidado, comunicaciones, etc, las hacemos entre todos sin delegar, obviamente no todos a la vez, sino de forma rotativa, voluntaria y revocable. No faltarán los interesados en rearmar nuevamente el poder, pero sus discursos serán en vano si reforzamos los elementos de una democracia cotidiana. Cuando se encuentren los barrios para dirigir la comuna, allí cada barrio selecciona uno o más vecinos por un tiempo de seis meses a un año, revocable para integrar juntos a los vecinos enviados por los otros barrios el concejo de gobierno o asamblea comunal.
La complicación sólo vendrá de los partidos y de quienes escondan su militancia para atraer despacito a la gente a rearmar el poder, por lo demás ello no parece ser la mentalidad de la mayoría de las personas que se están movilizando.
De esa práctica de vivir la democracia en el barrio saldrán los elementos de una nueva constitución o pacto social, que se van ordenando secuencialmente de abajo hacia arriba, del barrio a la comuna, la región, la nacionalidad y la asamblea de nacionalidades.
Jaime Yovanovic (Profesor J)
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