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Lo que no ve -o no quiere ver- Manuel Cavieses en la explosión social chilena

Jaime Yovanovic (Profesor J) :: 19.11.19

El director de Punto Final, revista que fue importante en la lucha revolucionaria en Chile hasta que se transforma en aliado de la dictadura de Maduro en Venezuela y del progresismo que repartió derechos a los pueblos acrecentando el extractivismo capitalista, hoy día lamenta la falta de conducción política que lleve al pueblo chileno a la lucha por el poder.

Introducción del Profesor J:
 
Cavieses no consigue o no quiere ver que la explosión social no necesita de los partidos de vanguardia, dado que el pueblo chileno y demás pueblos que habitan los territorios controlados por ese estado no buscan ni necesitan el poder, de allí la importancia de los partidos para educar políticamente a las masas para que sigan la antorcha de la salvación, sólo que esconden que el control del estado significa la articulación con el capital globalizado y modernizado al punto de estar destruyendo el planeta.
Ya decía Marx, que fue traicionado por los llamados “marxistas”, que la comuna cumple las funciones del estado, acabando así con los apetitos de quienes afilaban estacas para el asalto a los palacios de invierno, que sibilinamente empezaron a “interpretarlo” una vez fallecido, en el colmo del oportunismo, como Engels en la introducción de “La guerra civil en Francia” donde Marx estaba negando el papel que otorgaba al estado en su segunda fase cuando pasó del idealismo hegeliano al comunismo estatista que finalmente rechazó en su tercera etapa pos-comuna de París.
 
Cavieses al defender la estrategia estatista negándose también a ver que Marx era capaz de negarse a si mismo para evoluir su pensamiento según le enseñaban las propias masas que Cavieses quiere “conducir”, se transformó junto a las estratuas-imágenes de Atilio Borón en Argentina y Emir Sader en Brasil, en los popes del estalinismo disfrazado de revolucionario por el simple hecho de tomar las armas, Si las toma ya es revolucionario. Lo que llevó a algunas fracciones del dividido MIR chileno  a  establecer alianza con los reyes del estalinismo chileno, el frente patriótico manuel rodríguez en tanto otros grupos de la diáspora del grupo rebelde que alcanzó la estatura más elevada que nunca haya alcanzado la izquierda chilena, agrupados en el grupo Ukamau declaran públicamente que había que seguir la estrategia de los gobiernos progresistas en el continente.
 
Cavieses sólo ve en la explosión social chilena el río revuelto de sus pescadores, negándose a ver que esa explosión social se ha ido transformando en centenares de cabildos y asambleas vecinales donde muy a su pesar, se ha extendido la idea de la autonomía de los partidos y las vanguardias. Más claro aún: no queremos conductores. Lo que nos coloca de facto en dinámicas antagonistas por una parte los que quieren el estado y el poder, las izquierdas y las derechas, y quienes ven que esa potencia desplegada puede germinar en aquello que  no conocemos: el instinto y la recuperación de la especie que superando las redes patriarcales que nos han separado y además nos han distanciado y puesto en contra de la madre tierra, podremos al fin volver a casa sacándonos de encima las marañas políticas y estatales para organizar desde el mundo de la vida las tareas de la democracia que sustituirá al poder centralizado.
 
Si la democracia la practicamos desde los barrios y comunas, entonces se asienta en el mundo de la vida, el buen vivir, com lo que las diversas maneras de entender y aplicar el buen vivir en las formas comunitarias de vida, pueden incorporarse a los intercambios y prácticas de cada cabildo y asamblea, o sea, la comuna cumple las funciones del estado, llegando así a la misma conclusión a que llegó el notable pensador de la emancipación humana que fue Marx, pero al mismo tiempo nos permite salir al encuentro horizontal de las comunidades pre-existentes, los pueblos originarios de antes del ataque e invasión colonial de las potencias de la cruz y la espada.
 
Aún quedan muchos -aunque cada vez menos- de quienes confían más en la lógica que convence y seduce sus mentes racionalistas al estilo enciclopédico e intelectualoide europeo, que la lógica que deriva de la convivencia del común, del sujeto Nosotros que poco a poco va sustituyendo al montón organizado y disciplinado de sujetos Yo que creen sinceramente que no han sido transformados en seres unidimensionales alianados (evangelizados) construidos a pedacitos como el monstruo de Frankestein.
 
Jaime Yovanovic (Profesor J)
 
 
 
 
18/11/2019 

En Chile, “yo cedo, tu cedes, nosotros no cedemos”

x Manuel Cabieses
 
Rumores de golpe

“…y comieron en un plato, perro, pericote y gato”.
Ricardo Palma (“Tradiciones peruanas”).

El senador “opositor” Jaime Quintana es un creador de palabras que producen remezones políticos. El 2014, en calidad de vocero de la Nueva Mayoría, aseveró que el gobierno de Michelle Bachelet utilizaría una retroexcavadora “porque –afirmó- hay que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura”. La derecha entró en pánico y desató una contraofensiva que no cesó hasta convencerse que la presidenta Bachelet no se proponía hacer algo diferente a lo que venían haciendo los gobiernos desde 1990: cuidar el modelo neoliberal instaurado por la dictadura.
Quintana, que entretanto ascendió a presidente del Senado, creó ahora otro misil político: “Es el momento de ceder, ceder no es perder” fue la voz de orden que en 48 horas realineó las fuerzas políticas en defensa del sistema. El presidente Piñera había “cedido” la noche anterior.
Pedía paz social y admitía abrir camino a una nueva Constitución vía un Congreso Constituyente. De ahí en adelante todo fue por un tubo. La casta política se apropió de la protesta social carente de conducción y produjo un pacto que da inicio a un proceso constituyente tutelada por los mismos de siempre.
La velocidad del juego político a partir del puntapié inicial de La Moneda, se reflejó en la desventurada conducta de la oposición. Al día siguiente del mensaje presidencial los trece partidos opositores -desde la Democracia Cristiana al Frente Amplio, pasando por el PPD del senador Quintana-, contestaron con una solemne declaración que rechazaba “la propuesta de un Congreso Constituyente por parte del gobierno, (porque) se aleja de la demanda popular”. Agregaban: “En este momento el camino para construir el futuro es Plebiscito, Asamblea Constituyente y Nueva Constitución”.
Pero aún no se secaba la tinta de la declaración opositora cuando Quintana pronunció la frase clave: “hay que ceder”, y en 48 horas se consumó la audaz jugada política.
¿Qué obligó a agachar el moño a la oposición? La clave podría estar en la advertencia que el presidente de Renovación Nacional, Mario Desbordes, hizo el día 13. Aseguró urbi et orbe: “solo quedan uno o dos días” para un acuerdo que ponga término al levantamiento popular. Su perentoria notificación fue recogida de inmediato por la DC y poco después por el resto de la oposición. Al día siguiente, 14 de noviembre, dirigentes y parlamentarios de gobierno y oposición (salvo comunistas y humanistas), se acuartelaron en las oficinas del Senado en Santiago. En permanente coordinación con La Moneda, que ofició de chef de la cocina política, la ardua y republicana tarea culminó con un vagido a las 2 de la madrugada del viernes 15. Nacía un acuerdo transversal que promete un plebiscito para abril del 2020 que dará inicio al proceso constituyente. No está asegurado que sea una “Convención” elegida por el pueblo u otra fórmula de un 50% designado por el Congreso. Pero lo más grave consiste en que el articulado de la nueva Carta debe ser aprobado por dos tercios de los constituyentes. Al más puro estilo de la Constitución del 80, instala un cerrojo que permitiría a la minoría conservadora vetar todo cambio efectivo. Asegura la vigencia de la economía de mercado, la desnacionalización del cobre y el litio, la privatización del agua, etc., etc. En suma, estamos ante una estafa colosal que se burla del gran esfuerzo desplegado por el pueblo para hacer oír sus demandas.
¿Qué precipitó el relámpago de movidas políticas que desató el senador Quintana? Una hipótesis es que en escena asomó el convidado de piedra: las FF.AA. La escalada de saqueos e incendios -una violencia sin brújula con intervención de bandas organizadas-, hacía suponer que Piñera anunciaría el estado de excepción, quizás el estado de sitio, la noche del día 12. Se conjeturó que las FF.AA. habrían pedido garantías para asumir la responsabilidad de una probable masacre. Piñera -paradojas de un presidente derechista- no es santo de la devoción de las FF.AA. No pertenece a la “familia militar”. En su primer gobierno clausuró el penal Cordillera, cárcel-hotel que la Concertación destinó a oficiales acusados de graves violaciones de los derechos humanos. En su segundo gobierno Piñera descabezó los altos mandos del Ejército y Carabineros.
Decenas de generales -entre ellos tres ex comandantes en jefe- están procesados por corrupción y otros delitos.
El rumor del peligro golpista -real o supuesto- surgió cuando el presidente de RN, sentenció que sólo quedaban uno o dos días para pacificar el país. Se estima que este ex teniente de Carabineros y ex funcionario de Gendarmería, mantiene relación privilegiada con las instituciones armadas.
La maniobra, en todo caso, permitió a los desprestigiados partidos recuperar protagonismo. Lo hizo mediante una suplantación de identidades. Las masas populares y las organizaciones sociales -que tuvieron fugaz aparición con la mesa de Unidad Social- fueron suplantadas por partidos situados en el peldaño más bajo de la estima ciudadana. Horas después del anuncio del pacto gobierno-oposición, el pueblo salió otra vez a las calles reiterando sus demandas democráticas y fue reprimido con extrema dureza. La ausencia de conducción política -que el movimiento no ha sido capaz de crear- y la actividad provocadora de grupos cuyas acciones han enajenado el apoyo de amplios sectores sociales, podrían coronar con éxito la estafa del gatopardismo político, condenando al pueblo a una nueva frustración… hasta la próxima explosión social.

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