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Bolivia: el levantamiemto armado de la nación aymara y el federalismo de Zarate Willka

Raúl Prada Alcoreza :: 27.11.19

En la dramática insurgencia de Bolivia, como nombra Charles a la historia política boliviana W. Arnade, un acontecimiento crucial fue indudablemente la guerra federal de fines de siglo XIX y el levantamiento armado de la nación aymara, al mando del connotado Zárate Willka. Este acontecimiento emerge desde los espesores del presente, en la actual coyuntura, que comienza con el derrocamiento del régimen neopopulista de Evo Morales Ayma; esto debido ha que se han emitido voces regionales demandando un régimen federal, tanto en Santa Cruz como en Potosí. Por eso, es menester evaluar la coyuntura y, sobre todo estas demandas regionales, desde una perspectiva histórica, para decirlo de esa manera.

27 noviembre, 2019
 

El federalismo de Zarate Willka

Raúl Prada Alcoreza

En el momento presente, que hemos comprendido como espesores del presente, desde la perspectiva de la complejidad, que, por lo tanto es entendido, en su singularidad, como síntesis provisional de las dinámicas complejas de la simultaneidad dinámica, que es como deben mirarse y decodificarse los espesores del presente o, si se quiere, el presente en sus espesores[1], lo que ocurre parece exigir una comparación con acontecimientos trágicos y dramáticos dados en los decursos de la genealogías políticas. En la dramática insurgencia de Bolivia, como nombra Charles a la historia política boliviana W. Arnade, un acontecimiento crucial fue indudablemente la guerra federal de fines de siglo XIX y el levantamiento armado de la nación aymara, al mando del connotado Zárate Willka. Este acontecimiento emerge desde los espesores del presente, en la actual coyuntura, que comienza con el derrocamiento del régimen neopopulista de Evo Morales Ayma; esto debido ha que se han emitido voces regionales demandando un régimen federal, tanto en Santa Cruz como en Potosí. Por eso, es menester evaluar la coyuntura y, sobre todo estas demandas regionales, desde una perspectiva histórica, para decirlo de esa manera.

 

La consigna federal de fines del siglo XIX adquirió no solo fuerza sino también connotación ideológica debido a la apropiación aymara del federalismo, como forma de Estado, que configura la posibilidad de la Confederación y en esta asociación de pueblos, la participación de la nación aymara. También adquirió fuerza y connotación ideológica por la insurgencia del socialista Andrés Ibáñez. Esta anotación es importante sobre todo para comparar este federalismo de fines del siglo XIX con las demandas regionales de la segunda década del siglo XXI, por lo menos de dos departamentos, por un régimen federal. Hasta donde se ha escuchado esta demanda regional se sitúa básicamente en la descentralización administrativa y política, dejando de lado las connotaciones ideológicas y políticas de los levantamientos federales de fines del siglo XIX. Por ejemplo, no se remite al carácter descolonizador, que ya se ventilaba en el levantamiento aymara de 1899, tampoco se remite al carácter socialista del planteamiento federal de Andrés Ibañez. Desde esta comparación, podemos decir que la demanda actual federal es menos densa, por no decir, más superficial, sin quitarle el merito a las ganancias de descentralización administrativa y política, que ya están contenidas en la Constitución. Esta menor densidad llama la atención, sobre todo cuando se tiene cono referente la Constitución del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, que establece la carta magna y que supone la condición Confederada del Estado.

 

La crisis política y de legitimación del gobierno de Evo Morales Ayma se ha desatado por la usurpación de la victoria del pueblo por parte de una casta política, que prefirió el espectáculo y renunció a las transformaciones estructurales e institucionales, que implicaba la construcción del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. En pocas palabras, la banalización de la política y de las gestiones de gobierno, que no solamente socavaron el proceso de cambio, sino que lo destruyeron, conllevó a un vaciamiento completo del sentido mismo histórico-político de lo que se denominó proceso de cambio.  Ahora, después del derrocamiento del Régimen neopopulista, se abre una transición que convoca a elecciones; la pugna política se transfiere, entonces, a la concurrencia electora. Empero, lo que sobresale, en esta coyuntura, es también la banalización de la política, por otros discurso y gestos políticos. Se resume toda la crisis política a la crisis institucional; en consecuencia, se tiene como solución la tarea de institucionalizar al Estado, a la sociedad y al Estado. Por más que sea una base del buen entendimiento entre todos, la institucionalización de por sí no resuelve lo que esta en el substrato de la crisis de la forma de gubernamentalidad clientelar, esto es la crisis múltiple del Estado-nación, que se viene cargando desde la fundación misma de la república. Por lo que se ve, las fuerzas concurrentes electorales, por los menos las que parece se presentarán y definirán el panorama de esta concurrencia, no toman en cuenta este substrato histórico-político-cultural de la crisis múltiple del Estado; como si se tratara de “volver a la normalidad”. ¿Qué normalidad es ésta? ¿La de la historia anterior al gobierno neopopulista? Esa es precisamente la “normalidad” institucional que estaba preñada de crisis política, a lo largo de la historia política de Bolivia, la “normalidad” que desató intermitentemente emergencias convulsas de la crisis política, que no dejaba de evidenciar también la crisis institucional permanente. En pocas palabras, los actores de la concurrencia electoral se ilusionan con una solución aparente de “institucionalización”, sin saber exactamente qué contiene esa susodicha “institucionalización”, salvo lo que implica respetar y garantizar la división de poderes, la Constitución, las leyes, las normas y las reglas institucionales. Si fuese verdad que respetan la Constitución, lo primero que habría que hacer es cumplir y aplicar la Constitución Plurinacional, comunitaria y Autonómica, algo que precisamente no han hecho las gestiones del gobierno de Evo Morales Ayma. Es decir, efectuar transformaciones estructurales e institucionales que sostengan la construcción del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico; ejercer el Sistema de Gobierno de la Democracia participativa, directa, comunitaria y representativa; efectuar la construcción colectiva de la decisión política y de la ley, tal como establece la Constitución. No exportar materias primas, no mercantilizar los recursos naturales, mas bien, destinarlos al vivir bien. Combinar transiciones económicas pluralistas, que complementen las distintas formas de organización económicas, inherentes en la formación social-económica boliviana. Avanzar sustantivamente en el desarrollo sostenible, incorporando la perspectiva ecológica en todos los quehaceres de las sociedades y pueblos. Como se puede ver, estamos lejos, como antes, de querer aplicar la Constitución, como corresponde, sigue siendo, como antes, un saludo a la bandera.

 

De los conceptos en cuestión

Antes un breve repaso a los conceptos en concurrencia sobre la condición federal[2].

El federalismo es antes un proyecto de autogobierno anarquista que una forma de Estado-nación de la república. Sin embargo, en ambos casos, uno radical y libertario, el otro liberal y formal, permite una concepción administrativa pública descentralizada; siendo, en el primer caso, anarquista, una descentralización gestada desde el autogobierno, en cambio, en el segundo caso, se trata de la composición del Estado Federal conformado por los Estados que hacen a la Federación. En este caso, el de la forma liberal del Estado Federal, se trata del ejercicio del gobierno distribuido en competencias descentralizadas y con autonomía política relativa; es decir, se observa el diseño de un Estado jerárquico, combinado con descentralizaciones administrativas y políticas.

 

El federalismo es una concepción ideológica y política que se conforma en base a las asociaciones orgánicas; por ejemplo, que el Estado esté conformado por organismos, estados, asociaciones, agrupaciones, sindicatos, que se asocian delegando algunas libertades o poderes propios a otro organismo superior, a quien pertenece la soberanía, Estado federado o Federación, que conservan una cierta autonomía, ya que algunas competencias les pertenecen exclusivamente. En otras palabras, es un sistema político en el cual las funciones del gobierno están repartidas entre un grupo de Estados asociados, en primer lugar, que luego delegan competencias a un Estado Federal central.

 

Pierre-Joseph Proudhon, anarquista, usó el concepto de federalismo para definir el programa político y también la ideología libertaria. Escribió un libro titulado El principio federativo. Francisco Pi y Margall coincidió en Proudhon en la idea del federalismo. Mijail Bakunin, basándose en la experiencia social de los consejos de obreros, teorizó sobre las federaciones de asambleas, que son la base organizativa del anarcosindicalismo. Tuvo como referente primordial a la Comuna de París, el prototipo de una estructura para la federación anarquista. El cantonalismo constituye una forma de federalismo radical, un puente de unión entre el anarquismo y el federalismo. El anarquista individualista estadounidense Benjamin Tuckuer afirmó que “Los anarquistas son, simplemente, demócratas jeffersonianos hasta las últimas consecuencias y sin miedo de estas. Ellos creen que ‘el mejor gobierno es el que menos gobierna’, y el que gobierna menos es el que no gobierna en absoluto“; hace referencia a Thomas Jefferson, republicano, y a Henry David Thoreau, anarquista. Dando una visión anarquista, al respecto, el federalismo es la forma primordial en que los anarquistas prefieren organizarse.

 

Es menester aclarar que la idea proudhoniana de la federación no es una forma de Estado sino un principio constitutivo de la sociedad. Un individuo está federado sí y solo sí cada parte recibe a cambio de lo entregado algo proporcional y si se entrega a la federación menos libertad de la que tiene el individuo, en contraposición a posturas central-demócratas o estatistas donde el individuo entrega a la organización más libertad de la que se queda. “Si no hay acuerdo, no hay libertad”. Por lo tanto, fuera de lo que está acordado, nadie se puede legislar, y no hay federación[3].

Entrando en materia genealógica y contra-genealógica[4]

Sobre el federalismo de Zárate Willka

Al clausurarse el siglo XIX se desató la guerra federal (1899) entre el norte liberal y el sur conservador de la república de Bolivia, entre el norte liberal y el sur unitario. Esta guerra federal se da después de la derrota de Bolivia y el Perú en la guerra del Pacífico (1879). La derrota bélica hace evidente las profundas debilidades de la república de Bolivia, nacida de una guerra de la independencia y de una Constitución liberal, pero que no logra materializarse institucionalmente. El Departamento de La Paz se alza contra el Estado Unitario asentado en Sucre, capital de la república y del Departamento de Chuquisaca; en otras palabras, la burguesía paceña se alza en armas contra la casta oligarca de terratenientes y propietarios mineros de la plata. En el contexto de la correlación de fuerzas, sobre todo contando con que el grueso del ejército estaba en manos de los unitarios, los liberales paceños llevaban las de perder. Fue el ejército irregular aymara, comandada por Zarate Willca, aliado del general José Manuel Pando, quien desequilibró esta correlación adversa para los federalistas liberales, ocasionando prácticamente la derrota del ejército unitario.

 

Pablo Zárate Willka, más conocido como Willca, también llamado “El temible Willca”, fue un líder y caudillo indígena de Bolivia, que se formó como militar en el ejército boliviano, llegó a alcanzar el rango de coronel. Fue líder del levantamiento indígena contra el gobierno conservador en 1899. El 28 de diciembre de 1870, cuando Mariano Melgarejo es nombrado en ese entonces sargento mayor del Ejército, se entrevistó con él; este encuentro influyó mucho en Pablo Willka y en el entonces soldado José Manuel Pando. Para la guerra federal en 1898, Pando hizo una promesa formal al cacique Willka, jefe de los aymaras:

 

Willka -le dijo- te doy el grado de coronel; levanta al indio; destruye al blanco del Sud, al blanco alonsista. Cuando derrotemos al Ejército Constitucional, yo seré presidente y tú serás el Segundo Presidente de Bolivia. Y devolveremos la tierra al indio; la tierra que le ha arrebatado el general Melgarejo.

 

En consecuencia, al ingresar a la guerra, el líder comunero exige la liberación de los colonos; la participación de los quechuas y de los aymaras en el gobierno y la restitución de las tierras comunales que les fueron usurpadas. Pablo Wilka recibe la propuesta de José Manuel Pando por intermediación de su esposa, Carmen Guarachi Sinchi Roca, oriunda de Sicasica y enlace de los liberales con el creciente movimiento comunero aymara.​ Esta mediadora hace la ofrenda de coca a la Pachamama y convence a Omasuyos, Pacajes, Sicasica e Iquisivi para iniciar el hostigamiento a los Conservadores.

 

El “temible Willka” organiza y dirige un ejército de aymaras, conformado por conglomerados de montoneras, concentrando densas concentraciones humanas. Willka recurrió a la guerra de guerrillas, dirigida por Mallkus. Una guerra de guerrillas que se basaba en las dinámicas territoriales de los ayllus. Las fuerzas originarias, armadas de palos, q’urawas, piedras, sables, machetes, también con armas de fuego, se enfrentan a bien pertrechado ejército unitario. Como anécdota se la guerra se cuenta que pusieron un nuevo nombre al río de Huayllas, denominándolo Chunchullmayo, río de tripas, por los restos de los descuartizados combatientes. Al día siguiente llega Willka a la cabeza de dos mil kataris, se enfrenta en Vila Vila a los cañones sucrenses. Con la táctica de no huir, sino de correr hacia el enemigo dejando atrás las explosiones, logró Willka de esta forma una contundente victoria militar. La ventaja que poseía el ejército aymara radicaba en el conocimiento y el apego del territorio, además de la cantidad, lo que suplia su falta de armas pesadas.

 

El manifiesto de Willka, conocido como “La proclama de Caracollo”, plantea:

 

1.- “… deseamos hallar la regeneración de…Bolivia.”

 

2.- “los indígenas, los blancos nos levantaremos a defender nuestra República de Bolivia…que quiere apoderarse… vendiéndonos a los chilenos”.

3.- “…deben respetar los blancos o vecinos a los indígenas, porque somos de una misma sangre e hijos de Bolivia, deben quererse como hermanos con los indianos… hago prevención a los blancos… para que guarden el respeto con los indígenas…”

 

Este manifiesto aymara, emergido de la memoria de las luchas, además de la elaboración, cocinada a fuego lento, de un nacionalismo nativo, que perseguía la constitución de una patria entrañable, basada en la tolerancia y la equidad. El ejército aymara no se detuvo sino hasta lograr la victoria final en Paria el 10 de abril de 1899.

 

Willka impulsa la fundación en Peñas del Gobierno Comunal, federado; nombra al Jatunruna Juan Lero como presidente. El levantamiento aymara se plantea como objetivo, por lo menos así se conoce en el “primer gobierno”, en la república, indígena de Peñas, lo siguiente: la constitución de un gobierno indígena; la restitución de tierras a sus dueños originarios, y la guerra contra las corruptas minorías dominantes. Esta medida fue tomada como amenazante a la independencia e integridad nacionales, ya que se planteaba como una administración autónoma a Bolivia, este sería uno de los motivos por el cual fue encarcelado. Posteriormente entra a Oruro con 50.000 aymaras, a los que encabeza demandando la devolución de tierras. Allí, es homenajeado, protegido y custodiado por el ejército federal, que le corta posteriormente toda forma de comunicación con las provincias.

 

Luego Willka junta a noventa líderes comunales; los federales evalúan la situación y ven a Willka una amenaza a la estabilidad nacional. Esta es la razón, por tanto, porque todos los líderes, incluido Willka, son apresados, interrogados y torturados. Después fue mandado a prisión bajo cargos de sedición de los que al final fue absuelto. Permaneció cuatro años en la cárcel de Oruro de donde salió por el amotinamiento del 10 de mayo de 1903, a partir de ahí vivió en la clandestinidad. Murió ejecutado en la hondonada de Chu’llunk’iri en 1905 por cargos que se le imputaban, como amenaza a la estabilidad nacional, a la unidad boliviana[5].

 

El federalismo de Zárate Willka está íntimamente vinculado al comunitarismo indígena y a la institucionalización de la nación aymara, dentro de lo que podríamos llamar una Confederación. Además, tenía como demanda la devolución de tierras usurpadas por la Ley de Ex-viculación promulgada por Mariano melgarejo. Añadiendo la participación de aymaras y quechwas en el gobierno federal. Entonces, son cuatro componentes fundamentales los que hacen al federalismo de Willka, que impulsan su participación en la guerra federal:

 

1) Comunitarismo,

2) nación aymara dentro la Confederación,

3) devolución de tierras a las comunidades originarias,

y 4) participación indígena en el gobierno federal.   

 

 

El desenlace de la guerra federal se puede denominar una traición de los liberales a Zárate Willka y al ejército aymara, que dio el triunfo bélico a los norteños; también como una traición al proyecto federal. Lo que resultó del acuerdo entre liberales y conservadores, entre norteños y sureños, entre “federalistas” y unitaristas, fue un barroco político, que mantenía el Estado Unitario, empero se trasladaba la sede de gobierno a La Paz. Fue como la segunda vez que en vez de construir una república plena, no solo en la apariencia jurídica política, sino también en la materialidad institucional, así como en la hegemonía, se optó por lo incompleto, por lo inconcluso, por la mezcolanza política, que solo perseguía la preservación del poder en manos de las castas blancoides mestizas.

 

En consecuencia, en los espesores del presente, en la complejidad dinámica y sincronizada de la coyuntura, se tiene pendiente la tarea no cumplida del federalismo, por la que se levantaron no solo los liberales paceños, no solo la burguesía paceña, sino la nación aymara. ¿Cómo asumir esta tarea pendiente en el contexto de la crisis múltiple del Estado-nación, durante la segunda década del siglo XXI? Esta es la pregunta que vamos a tratar de responder y lo vamos a hacer desde la interpretación integral de la Constitución.

  

La Confederación de Naciones del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico

 

El Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, que establece la Constitución, supone una Confederación de Naciones. El Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico no puede ser unitario; este es un contrasentido. Por eso, al optar por un Estado Unitario, la misma Constitución se contradice a sí misma. Sabemos que esto de preservar la condición unitaria fue impuesta por la cúpula del gobierno del MAS, que intervenía constantemente en el desarrollo mismo de la Asamblea Constituyente. Si la Constituyente logró plasmar una Constitución fue porque el gobierno no logró controlar completamente la Asamblea Constituyente, fue porque las dos crisis, la de la de los 2/3 y la de la “capitalía”, apresuraron la escritura de un texto constitucional, que quedó en manos de los asesores de la Asamblea y después en la Comisión Técnico-Jurídica de la Asamblea Constituyente. Tanto los asesores como los de la Comisión tuvieron como referente el documento del Pacto de la Unidad, entregado a los constituyentes, al comienzo mismo del desenvolvimiento de la Asamblea, documento trabajado y elaborado después de octubre de 2003 por las cinco organizaciones componentes, las trillizas campesinas y las dos organizaciones indígenas. El documento mencionado titulaba Estado Plurinacional Comunitario.

 

Por otra parte, el entramado de competencias del régimen autonómico, que consiste en competencias privativas, exclusivas, compartidas y concurrentes, son ya el substrato jurídico-político no solo del pluralismo autonómico, como establece la Constitución, sino también, en extensión y en proyección, de un régimen federal.

 

Retomar el proyecto federal es pues la tarea pendiente de las voluntades histórico-políticas, que tienen problema la crisis múltiple del Estado-nación. Puede no ser una tarea inmediata para cumplir en la inmediata coyuntura, abierta por la convocatoria a elecciones promulgada recientemente por el gobierno de transición y el Congreso; sin embargo, es una temática fundamental que se debe retomar no solamente en el ámbito político, si no como responsabilidad de toda la sociedad abigarrada boliviana.

 

Dado que el estilo político reciente, desplegado, es el de la búsqueda de consensos, lo que parece apropiado es abrir las deliberaciones colectivas sobre el tema en todas las instancias sociales, donde la sociedad misma pueda reflexionar, recuperando su memoria y experiencia sociales. Quizás sea esta deliberación democrática y abierta la más adecuada, antes de lanzarse a una nueva Asamblea Constituyente, como lo han sugerido algunos portavoces de la demanda “federal”; aunque, hay que anotar, que las concepciones inherentes a esta demanda se muestran endémicas, concebidas en balbuceos discursivos, que no parten de un manejo integral ni teórico del federalismo. Es mucho más adecuado que sea la sociedad la que se apropie, en el decurso de la pedagogía política, de la problemática en cuestión y de la temática abordada.

 

En todo caso, la propuesta federalista, como proyección de tareas pendientes, como resolución de problemas persistentes, en el desenvolvimiento de la crisis múltiple del Estado-nación, puede suponer etapas de desarrollo; por ejemplo, primero el cumplimiento pleno de lo que se encuentra en la Constitución, como régimen autonómico, para después abordar la construcción colectiva del régimen federal.

 

Lo que importa, en esta deliberación colectiva, es que se considere el debate sobre el federalismo, en el contexto mismo de la Constitución, en la proyección de transformaciones estructurales e institucionales que implica el Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. Además, tomando en cuenta el Sistema de Gobierno establecido por la carta magna, el de la democracia participativa, directa, comunitaria y representativa. Por otra parte, ahondando y sacando las consecuencias políticas e institucionales del entramado de competencias autonómicas, establecidas en la Constitución. En otras palabras, lo que exige la coyuntura, después de la revolución pacifica boliviana y la reacción de movilizaciones sociales, en pleno desconcierto político e ideológico, es otorgarle contenidos a la transición, pero, sobre todo, a la concurrencia electora, para que no resulte una nueva banalización de la política, situando la problemática heredada, solo en la mera circunscripción de la crisis institucional. Se trata, nuevamente, en la intermitencia de la genealogía del poder, de la crisis orgánica y estructural múltiple del Estado-nación.    

[1] Ver Poliedro de la coyuntura.

https://issuu.com/raulprada/docs/poliedro_de_la_coyuntura_2.

 

[2] Ver Acontecimiento libertario.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/acontecimiento_libertario.

[3] Referencias: El País – Las razones del federalismo. http://campus.usal.es/~dpublico/areacp/materiales/4.5.distribterritorial.pdf. . https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Federalismo. Leer Federalismo. Enciclopedia Libre: Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Federalismo.

 

[4] Ver Nudos y tejidos socioterritoriales. También Fuerza social y vacío político.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/nudos_y_tejidos_socioterritoriales_.

https://issuu.com/raulprada/docs/fuerza_social_y_vac__o_pol__tico_2.

 

[5] Leer Pablo Zárate Willca. Referencias: Rivera Cusicanqui, Silvia (2011). “De Túpac Katari a Evo Morales: política indígena en los Andes”. En Bolivia en el inicio del Pachakuti: La larga lucha anticolonial de los pueblos aimara y quechua. Madrid: Ediciones AKAL, pp. 61-112 (véase pp. 82). Coompilación de Esteban Ticona Alejo.  Mendieta, Pilar (2010). Entre la alianza y la confrontación: Pablo Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia. La Paz: Plural Editores. pp. 164, 105, 156. Reinaga, Fausto (1970). Manifiesto del Partido Indio de Bolivia. La Paz: Ediciones PIB. p. 39. Sus fuerzas contaron con guerreros indígenas como Juan Lero, Feliciano Mamani, Asencio Fuentes y Manuel Flores. Luis Oporto Ordóñez. «ZÁRATE, EL “TEMIBLE” WILLKA Y LA REBELIÓN INDÍGENA DE 1899, DE RAMIRO CONDARCO MORALES». Consultado el 29 de marzo de 2017. Enciclopedia Libre: Wikipendia: https://es.wikipedia.org/wiki/Pablo_Z%C3%A1rate_Willca.


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