Los sepultureros del 15-M en España: De la crísis del régimen del 78 a la tercera restauración.
Sobre cómo la nueva socialdemocracia “morada” de Podemos, luego Juntas Podemos, recondujo la indignación hacia el corral institucional, tal como el Forro de Porto Alegre recondujo la vasta lucha antiglobalización hacia la re-cohesión estatal del PT brasileño y del kirchnerismo argentino.
Posiblemente, en la perspectiva del tiempo, los futuros historiadores se encontrarán en condiciones de poder constatar hasta qué punto el papel desempeñado en España durante las últimas cuatro décadas por la socialdemocracia, a la que según las épocas también se le podrían endosar los apellidos de ”progresía” o ”reformismo”, logró “desenfocar” exitosamente el deseo objetivo de alcanzar cambios sociales, económicos, políticos y culturales, que se encontraban mayoritariamente latentes en amplios sectores de la sociedad.
En no pocas ocasiones se encargaron de desempeñar ese papel de “aguafiestas sociales” partidos políticos tales como el PSOE que, tras la máscara de ”lagarterana radical”, fue capaz de poner en marcha durante la década de los 80 del pasado siglo un programa de transformaciones neoliberales que convirtieron a España en un Estado humillantemente subalterno al complejo financiero-industrial que domina la Unión Europea.
En otras secuencias históricas, fueron los sindicatos, supuestamente ”de clase”, integrados por una asentada casta de burócratas sin historia, los que hicieron tragar carretas y carretones a los asalariados de este país, arrastrándolos a la penosa situación de precariedad laboral, paro, incertidumbre social y bajos salarios en la que se encuentran hoy.
No se quedó atrás, tampoco, la formación política IU, que encandilada por el fenómeno del electoralismo político, terminaría convertida en permanente portalevitas del PSOE o de Podemos, según correspondiera.
Pero hete aquí que lo más joven y dinámico de la sociedad española, azuzado por la brutal crisis económica del 2008, decidió un 15 de mayo del año 2011, sin consultar a nadie, echarse impetuosamente a la calle. Sin experiencia ni organización, políticamente desorientados, decenas de miles de jóvenes habían comprendido instintivamente que las instituciones del Régimen políticamente heredado de la dictadura no servían para nada, que la resolución de sus problemas no podían encontrarla en otro lugar diferente al de la lucha en la calle.
Con aquel enorme impulso nació, de forma espontánea y sin contar con preparación alguna, el Movimiento 15M, después de decenas de años de silencio, desmovilización y sin que en este país se moviera ni una sola paja. Pese a ello, la ”izquierda invidente” no sólo fue incapaz de comprender este fenómeno social sin precedentes, sino que se aventuró a ir aún más lejos: se atrevió a rechazarlo porque, supuestamente, aquellos desordenados asamblearios no les permitían exhibir sus banderas partidarias en los acalorados y multitudinarios foros de debate. Algunos incluso sostuvieron, y aún sostienen, la “teoría” de que toda aquella revuelta no fue más que una “operación conspirativa de los poderes establecidos” para evitar otra respuesta popular con orientación revolucionaria que, en realidad, nadie esperaba ni estaban en condiciones de propiciar quienes rechazaron el 15M de manera preventiva. En realidad, la reacción de esta “izquierda invidente” no fue más que un rechazo a lo que no comprendían y una manifestación, consciente o no, de su propia incapacidad para desempeñar el papel de vanguardia que se otorgaban a sí mismos, pese a no disponer de ejército social alguno que los respaldara. Y eso sucedía a pesar de que esta izquierda cegarruta tenía al alcance de su mano didácticos precedentes históricos, como la Comuna de París o los eventos del año 1905 del pasado siglo, en Rusia, para haber aprendido cuáles son los mecanismos que provocan los estallidos sociales y qué se debe hacer ante ellos.
Los ahora náufragos supervivientes de una historia ciertamente gloriosa, fueron incapaces entonces de ver un palmo más allá de la punta de sus propias narices y, por supuesto, tampoco se dignaron acudir a las plazas para tratar de constatar, in situ, si su ”teoría” disponía de alguna base real que la justificara.
Por otro lado, como no podía ser de otra manera, ante aquella sorprendente situación emergente la alarma cundió entre todos los partidos del sistema o que le hacían a éste el caldo gordo. Urgía, apagar el fuego que, según ellos, lo amenazaba todo. Amenazaba a las instituciones, a la estabilidad de los partidos, a los sindicatos burocratizados y al aparato mediático que durante tantos años había servido con rigurosa docilidad a la Monarquía.
Recuerdo haber contemplado por aquellas fechas las expresiones de pánico impresas en los rostros de conocidos personajes mediáticos, que eran abordados e increpados en sonoros escraches por centenares de personas en las calles de la capital del Estado. Se trataba de personajes que estaban convencidos de que sus fechorías políticas habían pasado desapercibidas para los consumidores de los mass media. No entendían el sentido de aquel desconcertante fenómeno que lograba apabullarlos y meterles el miedo en el cuerpo. Por mi memoria desfilan, igualmente, las instantáneas de un escrache a la prepotente cleptómana Cristina Cifuentes, a la que los vecinos de un barrio madrileño pusieron ante su propio espejo. No puedo olvidar, asimismo, la imagen de un patético Cayo Lara, entonces Coordinador de IU, un genuino producto politico de la transición monárquica, que intentó ”colarse” en una de las protestas del 15M, acompañado por una nube de cámaras de televisión y periodistas. A base de “gorrazos” de agua le obligaron a poner pies en polvorosa, rechazado despectivamente por cientos de manifestantes que lo habían sorprendido en plena maniobra.
Sin embargo, la realidad es que el 15M que no era un movimiento político tan peligroso, que contuviera en sí mismo la envergadura suficiente como para poner en solfa las bases del sistema politico dominante. El 15M era sólo un síntoma, no un diagnóstico. Pero la ”izquierda invidente” no supo detectar el fenómeno que evidenciaba ese síntoma, y mucho menos realizar el diagnóstico pendiente que habría permitido aprovechar sus potencialidades. De ahí la vida vegetal por la que hoy continua transitando.
LOS “TOPOS”, ¿ EL BRAZO “TONTO” DEL ESTADO?
Pero de lo que los integrantes del 15M nunca fueron conscientes era de que que el Estado no dispone solamente de recursos represivos para desarticular todo aquello que comprometa, siquiera potencialmente, la estabilidad del sistema. Después de que el incipiente movimiento social lograra afrontar exitosamente el potente despliegue de la represión, incluso reforzada por normas legislativas tales como la ”Ley Mordaza” que condena a sus infractores a durísimas penas económicas y de prisión, el Estado hizo uso del conocimiento que le conceden siglos de experiencia en el control social, transmitida generacion tras generacion a través de sus sucesivos administradores. Ante el desafío que supuso el 15M, el Poder procedió a utilizar otros métodos de “persuasión”, menos contundentes que el uso de la porra pero más efectivos y sofisticados en cuanto a la obtención de resultados.
Los “topos” son una suerte de personajes cuyo cometido consiste en tratar de mimetizarse formalmente con la protesta, para hacer posible que sus actuaciones en el seno de la misma les permitan reorientar su sentido y objetivos. Y así sucedió. Como por “arte de la magia”, medios de comunicación “progres” como La Sexta TV sacaron de su chistera a oportunos “conejitos radicales” que, usando un lenguaje supuestamente “incendiario”, intentaron ocupar el papel de pretendidos “mentores” ideológicos de aquella rebelión social.
Personajes tales como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón, etc. etc., fueron paseados hasta el hastío por los platós de las televisiones de toda España, hasta lograr convertirlos en símbolos de referencia del 15M, aunque la mayoría de ellos ni siquiera había hecho acto de presencia en las multitudinarias asambleas del movimiento. La generosa prodigalidad con la que los medios acogieron a estas nuevas estrellas resultaba tan evidente que ni siquiera a ellos mismos en su gigantesco ego, debió de habérseles pasado desapercibida la desproporcionalidad de aquella acogida mediática.
Lo que sí es cierto es que los “topos” hablaban con un lenguaje renovado, diferente al aburrido discurso críptico utilizado habitualmente por los políticos del Sistema. Atacaban a la Banca, decían querer acabar con la Monarquía, denunciaban la corrupción imperante en el sistema político del bipartidismo turnante que le servia de muleta a la Monarquía. Al contrario que los politicastros del Régimen del 78, los ”topos” señalaban con su dedo acusador a la Europa capitalista que nos tenía con la soga al cuello de la “deuda impagable”. Con su lenguaje innovador, pero también intencionadamente ambiguo, afirmaban que ya no existía ni “la izquierda ni la derecha”, que aquello eran conceptos viejunos. Aseguraban que el enemigo de ”los de abajo” era una suerte de “casta”, de significado multivalente e indescifrable, que sustituía al concepto de “clase social” que hasta entonces conocíamos. Los “jóvenes bárbaros de la Academia” clamaban también por la liquidación de todo el andamiaje heredado del franquismo . Por fin parecía que habíamos encontrado a los precursores de la ”buena nueva” en la España somnolienta de la postransición. Sólo nos faltaba, según nos indicaban los nuevos profetas, seguir el sendero que ellos mismos nos habían empezado a marcar.
La manera en la que concluyó el bluff está hoy a la vista de todos. Y no sólo por la radical revisión a la que fueron sometiendo “discurso redentor” sino, sobre todo, porque, como no podía ser de otra manera, han terminado recorriendo el mismo camino trillado que hace 30 años ya había transitado el PSOE.
¿FARSANTES O SIMPLEMENTE NIÑOS PIJOS?
Aún hoy en día, no son pocos los que siguen devanándose los sesos, intentando descubrir si estos ”agitadores sin causa” fueron o no “agentes” del Poder, que inteligentemente este habia situado en el centro de aquel huracán que se llamó el movimiento del 15M. Sim embargo, hoy lo importante no es saber si estos ridiculos personajes conocieron o no la intencionalidad de la operación política en la que habian participado. En el desarrollo de los fenómenos sociales, la clave de los mismos suele encontrarse en los resultados, no en el grado de conciencia que sus protagonistas tengan del papel que en ellos desempeñaron. Y lo que a la luz de lo que los acontecimientos nos estan diciendo, hoy se puede sostener que estas estrambóticas figuras, sacadas, no por casualidad, directamente de las aulas de Universidad Complutense, fueran o no conocedores del papel real que se prestaron a jugar, tuvieron un influencia decisiva en la liquidación del 15M, así como de las grandes movilizaciones que rodearon a ese movimiento.
La realidad final fue que los creadores de la formación politica hoy denominada Podemos, con el apoyo del inmenso poder mediático del sistema, lograron “desenfocar” las reivindicaciones de miles de espontáneos participantes del Movimiento 15M en toda la geografía del Estado. Lo que había supuesto un enorme destacamento social y popular movilizado, quedó reducido, por arte del Poder y de sus hábiles pastores, a un enorme rebaño de pacíficos corderos que pudieron ser conducidos dócilmente hasta el redil del corral institucional del Régimen político resultante de la pasada dictadura. Ya lo habia indicado certeramente por aquellas fechas una dirigente de ese partido en el Archipiélago canario, y hoy miembro del gobierno autonomico de coalicion en representacion de Podemos, Noemi Santana, cuando se atrevió a asegurar ante la prensa que “gracias a Podemos se ha logrado parar una enorme explosión social”. Con la infinita torpeza que la suele caracterizar, Santana habia expresado, sin embargo, lo que sus jefes en Madrid se cuidaban taimadamente de ocultar.
Otra cosa - que no es tema de estas breves notas -, sería intentar dilucidar si, en aquellas condiciones, el desenlace de los acontecimientos podía haber transcurrido, o no, por distintos derroteros.