Hace treinta años, los ciudadanos suizos votaban si abolir o no el ejército. El porcentaje de votos a favor fue tan sorprendente que impulsó una serie de reformas. ¿Fue una manera de enterrar la Guerra Fría? Echamos la vista atrás con los protagonistas de entonces.
Hace treinta años, los ciudadanos suizos votaban si abolir o no el ejército. El porcentaje de votos a favor fue tan sorprendente que impulsó una serie de reformas. ¿Fue una manera de enterrar la Guerra Fría? Echamos la vista atrás con los protagonistas de entonces.
Tres semanas después de la caída del Muro de Berlín, los ciudadanos suizos acudían a las urnas para votar una propuesta que pedía la abolición del ejército. Detrás de la iniciativa popular estaba el Grupo para una Suiza sin Ejército (GSsE), fundado en 1982. El 26 de noviembre de 1989, para sorpresa de todos, el 35,6% de los votantes –más de un millón de ciudadanos– aprobaban la iniciativa.
Primero fueron los activistas
“No, no me esperaba este resultado”, recuerda Oliver Krieg, que hoy disfruta de la jubilación. En aquella época era uno de los cien miembros del comité de la iniciativa, un número récord. Gasolinero de profesión, Krieg trabajaba turnos de noche en una estación de servicio para consagrar las horas del día a actividades de militancia contra las centrales nucleares y en defensa de la vida en comunidad.
No le suponía ningún esfuerzo recolectar firmas a favor de la abolición del ejército en las pequeñas ciudades del cantón de Solothurn: “Además, un melenudo como era yo, que llevaba un parche con el martillo y la hoz, ya no podía escandalizar más”.
Su oposición al ejército ya constaba en su biografía: Krieg era objetor de conciencia. En aquellos años el servicio militar era obligatorio para los hombres y lo sigue siendo. Solo que a diferencia de hoy, no existía el servicio civil y la única alternativa era la prisión, con penas desde varios meses hasta más de un año. Y a aquellos que se oponían a la detención, se les prohibía el acceso a ciertos trabajos, sobre todo en el sector público.
“A los objetores de conciencia se nos recomendaba viajar a Moscú con billete solo de ida”, recuerda el abogado de Zúrich y uno de los cofundadores del GSsE, Marc Spescha. Alrededor de 10.000 hombres se negaron a hacer el servicio militar durante los veinte años precedentes a la votación. Pocos respecto al número de los alistados en las tropas: el ejército de Suiza, un país neutral, era un ejército de masas a finales de la Guerra Fría, con 600.000 efectivos, es decir, uno de cada cinco hombres en un país con 7 millones de habitantes.
¿Cómo puede uno entrenarse para la guerra?
Renate Schoch, que hoy es sindicalista, consideraba un escándalo que su pareja tuviera que prestar servicio militar.Durante la primera semana que su novio pasó en la escuela de reclutas, de una persona apolítica Renate Schoch se convirtió en pacifista: “Cuando me di cuenta por lo que estaba pasando mi pareja, sentí un profundo disgusto. ¿Por qué tenemos que someternos de esta manera? ¿Cómo puede uno entrenarse para la guerra? Corría el año 1987. Para Renate Schoch, la primera asamblea del GSsE a la que asistió fue un punto de inflexión en su vida.
De repente se sentaba a la mesa con el estereotipo de enemigos de su padre – los trotskistas y socialistas de izquierda – y se percataba de que compartía con ellos valores fundamentales. Después de la votación, Schoch trabajó diez años para el GSsE. Durante un tiempo participó activamente en la política local. Hoy es miembro de la dirección de la organización sindical más grande de Suiza. La confrontación con la “vaca sagrada” la llevó a dedicarse a la política: “Me topé de forma inesperada con la política”.
El ejército es una “vaca sagrada”, decía el escritor Max Frisch antes de la votación que pretendía abolirlo. “Es un tabú. De la existencia o no existencia de Dios podemos hablar con decencia, de sexo podemos hablar con o sin decencia. Del ejército no podemos hablar”. Max Frisch se refiere a la neutralidad de Suiza. Es uno de los valores más íntimos del país que lo obliga – hasta hoy en día –a organizar solo la defensa de su propia independencia con el consiguiente dispendio.
“Una democracia debe ser capaz de tolerar”
Andres Türler ha sido coronel del Estado Mayor y concejal de Zúrich. Hace treinta años el jurista afiliado al Partido Liberal Radical (PLR, derecha liberal) luchó contra la iniciativa del GSsE. Hoy reconoce que el resultado no le sorprendió. Y aún menos que la mayoría de los soldados votaran a favor de la abolición del ejército: “El servicio militar no es ni voluntario ni divertido. Yo lo hice porque era obligatorio”.
La rabia contra esa obligación explica una parte de los votos favorables. Pero Türler considera que incluso hoy en día alrededor de una quinta parte de la población suiza sigue cuestionando al ejército. “Una democracia debe ser capaz de tolerar eso”.
El político del PLR valora el debate que generó la iniciativa del GSsE: “Los partidarios, a mi juicio, no eran traidores a la patria, sino conciudadanos con una opinión diferente. Las discusiones de entonces dieron vida a nuestra democracia”. En alguna ocasión Türler se cruzó con el objetor de conciencia Marc Spescha, que destaca también el carácter cívico de aquella campaña: “Siempre hemos insistido en que la mejor democracia es aquella en la que se discuten y cuestionan todas las certezas – incluido el ejército”.
Retórica de trinchera en el Palacio Federal
Las autoridades utilizaban la retórica de trinchera contra los detractores del ejército. “Suiza no tiene un ejército, Suiza es un ejército”, escribía el Gobierno en su mensaje al Parlamento, publicado un año antes de la votación, recomendándole que rechazara la propuesta. La iniciativa “hiere el orgullo de todos los militares de nuestro país”, decía un demócrata cristiano durante el debate parlamentario. Un diputado de la Unión Democrática de Centro (UDC, derecha conservadora) declaraba que esta “iniciativa de traidores a la patria” le había despertado una “santa rabia”. “Hemos llegado demasiado lejos si unos locos extremistas pretenden incluso abolir nuestro ejército”.
Los diputados, a diferencia de lo que es costumbre, tuvieron que votar de forma nominal. Solo trece de ellos se pronunciaron contra el ejército. Posteriormente, dos parlamentarios confesaron bajo anonimato a la televisión suiza que habían votado a favor del ejército en contra de su convicción personal, por miedo a no ser reelegidos.
“El resultado de la votación liberó a la Suiza de habla alemana de la Guerra Fría” dijo Jo Lang. La carrera de Jo Lang, que luego sería diputado de la lista Verde Alternativa, siempre estuvo vinculada al GSsE. Para el historiador de Zúrich está claro que “el resultado de la votación liberó a la Suiza de habla alemana de la Guerra Fría”. La caída del Muro de Berlín y el final del Pacto de Varsovia influyeron en el resultado de la votación, lógicamente. Menos determinante, según Lang, fue el denominado “escándalo de las fichas” que salió a la luz la semana previa a la votación, cuando la población supo que los servicios secretos habían vigilado sistemáticamente a cerca de 900 000 ciudadanos en el país. Lang considera que el lapso entre la publicación del informe de la comisión de investigación y el domingo de votación fue demasiado corto para repercutir en el resultado.
“Fue la caída del Muro de Berlín lo que cambió las posiciones, no la iniciativa”, sostiene el entonces ministro de Defensa Kaspar Villiger El elevado porcentaje de votos a favor de la abolición del ejército fue la expresión de “todo tipo de descontento con las experiencias concretas en el ejército” al que muchos ciudadanos dieron rienda suelta a través de las urnas, explica el exministro. Villiger señala que “la aprobación inesperadamente alta” le ayudó a emprender las reformas del ejército: “Incluso los antiguos miembros de la cúpula militar entendieron que se necesitaba una reforma”.
¿El elevado apoyo a la abolición del ejército fue un mero síntoma de los cambios políticos que se estaban produciendo a nivel global? Hay opiniones divergentes.
“Simbólico” para la época
Presencia Suiza, la entidad estatal dedicada a promover la proyección internacional de Suiza, escribe que este “éxito de estima” es un “símbolo” de la época de la caída del Muro. Hoy, el número de efectivos del ejército es cinco veces menor que hace treinta años. Desde 1996, Suiza dispone de un servicio civil alternativo. Y ser oficial del ejército no es garantía ni condición para una carrera profesional de éxito y en lugar del servicio militar se puede optar por el servicio civil.
Más de un millón de personas rompieron un tabú aquel 26 de noviembre de 1989. La iniciativa movilizó tanto a defensores como a detractores del ejército: Con casi el 70% de afluencia a las urnas la primera iniciativa para la abolición del ejército alcanzó la tercera tasa de participación más alta hasta la fecha.
“Se había roto un tabú”
¿Entonces, aquel domingo de votación se sacrificó la vaca sagrada? “Se había roto un tabú, aunque no conseguimos sacrificar a la vaca sagrada”, responde Jo Lang. Al igual que Renate Schoch, Marc Spescha y Oliver Krieg, Lang sigue convencido de que Suiza no necesita un ejército.
Traducción del alemán: Belén Couceiro