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El Frankenstein de los gobiernos progresistas

Jesús M. Vivas P. :: 11.01.20

El progresismo es un constructo en el marco del capitalismo, creado por la socialdemocracia, para detener avances revolucionarios populares, esto hace al progresismo reaccionario; apenas cambios “gatopardianos”.

El Frankensteinb de los gobiernos progresistas

El capitalismo es una creación humana, sistémica, temporal, finita, inhumana, sin ética, desbastador de la naturaleza, que “vino al mundo chorreando sangre por todos sus poros” y así ha de desaparecer. El progresismo se propone humanizar al capital (¿Bonapartismo?), como si esto fuera posible, quedando al descubierto. En verdad, el deber revolucionario es extirparlo por completo de la sociedad. Revolución es ir a la raíz, y la raíz del hombre, es el hombre mismo. De aquí la vital importancia de lo cultural como hecho humano. Se trata de una tarea estructuralmente subversiva y radicalmente transformadora. La revolución no solo cambia la vida material del hombre, debe cambiar profundamente su subjetividad.

Como en la novela de Mary Sheller (1818), su creación: Frankenstein, no encuentra sosiego, su fuerza y figura producen miedo humano. Tomaré ésta imagen, de hechuras y partes inconexas, mesclas de objetos y símbolos que rompen la lógica humana, para asociarlo a las teorías y prácticas de mezclas ambiguas o conscientes de gobiernos progresistas. El progresismo es un constructo en el marco del capitalismo, creado por la socialdemocracia, para detener avances revolucionarios populares, esto hace al progresismo reaccionario; apenas cambios “gatopardianos”.

Los progresistas se valen de subterfugios para darles esperanzas a los pobres, a cambio del voto, pues lo electoral es para los progresistas, la única vía hacia el poder político. Sabemos que los parlamentos se encofran y distancian de la realidad. Son peajes del poder instituido. Sus miembros, responden a los intereses de lo establecido. Se transforman en clanes, grupos subordinados a un poder mayor. Los progresistas, no proponen revolución, proponen reformas mejoras a lo instituido por el Estado burgués, esto es, por el capital. Suponen los progresistas que el capitalismo tiene un lado humano que debe exaltarse, pasando por alto la naturaleza y la lógica del capital, y sus contradicciones dialécticas insolubles. Los progresistas se cuecen en su propia salsa, quedan prisioneros del capital; son socios diferenciados. Nacido en el vientre del capitalismo, diseñado para enfrentar al marxismo y por ende a las revoluciones radicales, el progresismo es evolutivo, conservador y puede llega a serlo contrarrevolucionario. Por sus políticas conciliadoras es que tenemos a un mediocre y miserable como Guaidó, en el tapete público. Es figura del imperio, pero también de nuestros errores y vacilaciones.

Las capacidades del sistema capitalista para introducirse en todos los intersticios de nuestras vidas son sorprendentes. Por esto, no se le puede reformar, hay que erradicarlo; la contra cultura es la vía más expedita. Sus habilidades se fundamentan en su permanente auto reproducción y en nuestra ignorancia. Ideologizada la sociedad, la alienación, enajenación y el fetichismo cumplen su tarea interventora. El Estado burgués cual araña, construye y alarga sus tentáculos para que las “ideas” e intereses del capital triunfen. No descansa; día y noche el sistema capitalista se reproduce. En su reproducción, el capital se atrincherar en nuestro pre consciente, para disponer de nosotros (Plusvalía ideológica). “Me desperté y el monstruo seguía allí”, nos relata el poeta E Quitero. El sistema capitalista habita en nuestros sueños, deseos, ambiciones y necesidades humanas. Modela nuestras vidas. Nos construye mundos quiméricos o justifica nuestras desgracias. Es una inducida lucha maltusiana. En la lucha entre “El amo y el esclavo” el amo sabe que su dominación es temporal; será vencido por “el esclavo”. Será echado fuera de la historia. Por esto, para dilatar su finita existencia, “el amo”, construye falacias como el “progresismo”.

En su “Crítica al Programa de Gotha”, Marx advierte de los peligros de éste social-reformismo, que busca afanosamente detener “las ruedas de la historia”: “La lucha de clases”, que sustituye por diálogos como si la historia fuera lógica y no dialéctica. Sobre éste tema, la bibliografía es prolija. En términos de síntesis, nos aproximaremos a su teoría y propósito. El ropaje del progresismo es engañador, pero el tiempo lo desnuda.

El progresismo es reformismo, socialdemocracia, pasos graduales, progresivos, historia horizontal, lineal, evolución, gatopardismo, pacifismo burgués, ejercicio de la no violencia (como si esta no estuviera implícita en la historia). La violencia puede ser “la razón exasperada”. La revolución no es barbarie es justicia social. El progresismo es continuidad no ruptura; no quiere revolución. (¿Qué es la transición…cuándo su debate?). Defiende lo instituido, valiéndose de sofismas. El Estado burgués, es su trinchera, de aquí su defensa. Quiere la racionalidad; la del capital claro, rehúye subjetividades y radicalismos. Los progresistas saben que solo la lucha de clases libera las ataduras. La paz blandida por el progresismo es la conciliación de clases, de aquí su enconada defensa de los DIALOGOS. Le temen a la crítica, conoce de sus debilidades y compromisos. El lenguaje progresista apela a sofismas para defender “los valores” existentes. No cree en la re colonización que nos acecha, considera que el colonialismo fue extirpado con las guerras independentistas. No promueve descolonizaciones. Su política internacional es débil, no trasciende más allá de los cuidos entre gobiernos progresistas. La cuantiosa salida de venezolanos al exterior, particularmente hacia sur América, está siendo manejada por la derecha y sus medios de comunicación para confrontarnos, buscando oscurecer el viejo proyecto integracionista de Simón Bolívar. “Para mí, la patria es América”. México y Argentina son gobiernos progresistas…veremos.

El progresismo tiene su hoja de ruta: todo dentro del capitalismo, fuera de él nada. Se distancia de ideas socialistas, del materialismo histórico y su dialéctica. Le teme a la violencia revolucionaria, la sustituyen por lo electoral en todas las instancias. Reconforman el orden imperante, lo que los lleva a alianzas con el capital. Para los progresistas, no hay PLUSVALÍA, el trabajo no es explotación, es oportunidad de vida. Consideran, que la industrialización es una ocupación privada, que el Estado debe apoyar. Más mercado, menos Estado. Para ellos, las luchas de los trabajadores, son suficientes con que sean economicistas. Defienden el demostrado error, de la supuesta existencia de burguesías nacionalistas con capitales humanizados. Con populismos y asistencialismo, maquillan la realidad. “Aquí cabemos todos” decía hace poco un importante funcionario del gobierno. Mirémonos en el espejo de Irán y Bolivia.

Nuestro actual gobierno es progresista. La vía chavista al socialismo se extravió. ¿Por qué tanto acoso del imperialismo a nuestro país, si “dialogando” con el gobierno, pueden conseguir intereses? “Acuerdos” directos con el imperialismo, sería mayor sumisión del gobierno a la Casa Blanca. Las agresiones gringas, nos alejan de ellos, pero no asumimos políticas revolucionarias. La burguesía nacional fortalece su presencia en Miraflores. El Presidente Maduro ha pedido diversos diálogos con el Presidente Trump, hasta afirmar que “El Presidente Trump no conoce nuestra realidad, está mal asesorado”. “Con el imperialismo ni tantico así”, dijo El Che. Que distinto y distante. ¿Hacia dónde vamos?

Si analizamos con profundo cuido, encontraremos mezclas de políticas económicas keynesianas (millardos de dinero público a la calle; más especulación, más inflación, más fuga de capitales), liberales, neoliberales (más riqueza privada) capitalismo de Estado, y hasta socialismo (confusión al pueblo), una veces improvisados, otras como planes burocráticos. Las prácticas populistas, asistencialistas y desarrollistas, le van como anillo al dedo. Son defensores del capitalismo liberal, pero aplican tesis neoliberales. Gritan socialismo, pero defienden al capital. En cualquier caso, NO QUIEREN TOCAR AL CAPITAL NI CON ALGODÓN, CACA CON ESTO. Al final, el capital se fagocita a los líderes progresistas. Los usa como al preservativo. LAS CONTRADICCIONES DEL CAPITAL SON INSOLUBLES. La salida es la revolución; “solo el pueblo salva al pueblo”.

La riqueza sale del control del trabajo ajeno, la plusvalía es su carta de presentación. El capital se sustenta en el control y explotación del trabajo ajeno y los trabajadores son la mayoría demográfica. Los progresistas se ven en la encrucijada de querer satisfacer a polos opuestos: Capital Vs trabajo. En esta diatriba, los trabajadores salen perdiendo. La mediación del progresismo es consciente; saben a quién defienden y qué modelo defienden. ¿Cómo calificarlos? Por las buenas, jamás la burguesía entregará su arma fundamental: el capital. Habrá que “expropiar a los expropiadores”.


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