En este contexto de agravamiento exponencial de la disputa entre el capital y la vida, los territorios emergen como espacios estratégicos para la contienda política. Bienes naturales, energía, urbanismo, alimentación, servicios, compra pública, etc. (sectores con un fuerte arraigo local), son nichos de mercado especialmente codiciados en la agenda del capitalismo del siglo xxi. Las grandes empresas desarrollan y planifican de manera sistemática en estos ámbitos megaproyectos de toda índole, convertidos en la herramienta fundamental del asalto corporativo a los territorios. Lo local aúna así el lugar donde desarrollamos de manera cotidiana nuestras estrategias de vida, por un lado, con el espacio donde se implementa prioritariamente la actual agenda del capital, por el otro. Partiendo de esta premisa, el objeto del presente artículo consiste en la priorización de una serie de claves políticas que refuercen las resistencias populares a los megaproyectos en defensa de la vida.
EL PODER CORPORATIVO AL ASALTO DE LOS TERRITORIOS - CLAVES PARA LA RESISTENCIA POPULAR A LOS MEGAPROYECTOS
Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate
Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate es licenciado en Economía por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Actualmente es coordinador de Paz con Dignidad-Euskadi e investigador en el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL). Es autor de varias publicaciones, entre ellas Alternativas al poder corporativo. 20 propuestas para una agenda de transición en disputa con las empresas transnacionales y Mercado o democracia. Participa activamente en la plataforma vasca de solidaridad internacional Elkartasuna Eraldatuz, así como en el grupo de investigación Parte Hartuz Amerika Latina de la UPV/EHU. Fue coordinador general del Instituto Hegoa. Es diplomado en Estudios Avanzados en el Programa de Doctorado Cambios en el Escenario Económico Actual e Implicaciones en la Problemática del Desarrollo Norte-Sur (UPV/EHU)
Nadie pone en duda hoy en día el poder que acumulan las empresas transnacionales: trascienden lo económico para proyectarse también en lo cultural, lo político y lo jurídico. Las multinacionales, de este modo, se han convertido en el núcleo central de una red que, junto con múltiples instituciones locales, estatales y multilaterales, conforma un poder corporativo que protagoniza, defiende e impulsa el sistema vigente en todas sus facetas. Este atraviesa un momento especialmente crítico, debido a las escasas expectativas de crecimiento económico para las próximas décadas, al cambio climático y al agotamiento de materiales y fuentes estratégicas de energía fósil. Cómo impulsar un nuevo ciclo de acumulación, cómo hacerlo con una base física drásticamente menor, y además en un contexto de creciente vulnerabilidad climática y financiera, se convierte a la vez en su gran desafío y su principal paradoja. Para enfrentarlos, el poder corporativo renueva su agenda, en un intento desesperado por adaptar la reproducción del capital a estas condiciones sin parangón histórico. Las transnacionales impulsan así el proyecto de capitalismo del siglo xxi, que se traduce en una muy virulenta ofensiva mercantilizadora a escala global. Si el capital no encuentra sendas estables y crecientes de acumulación, toda traba sectorial, política y geográfica todavía vigente al comercio y a la inversión internacional debe ser derribada, blindando un mercado autorregulado y ultrarregulado en su favor. Independientemente de si dicha ofensiva, como se observa cada vez más nítidamente, nos conduce al desgobierno, al abismo social y al colapso ecológico, poniendo incluso en serio peligro la vida en el planeta. En este contexto de agravamiento exponencial de la disputa entre el capital y la vida, los territorios emergen como espacios estratégicos para la contienda política. Bienes naturales, energía, urbanismo, alimentación, servicios, compra pública, etc. (sectores con un fuerte arraigo local), son nichos de mercado especialmente codiciados en la agenda del capitalismo del siglo xxi. Las grandes empresas desarrollan y planifican de manera sistemática en estos ámbitos megaproyectos de toda índole, convertidos en la herramienta fundamental del asalto corporativo a los territorios. Lo local aúna así el lugar donde desarrollamos de manera cotidiana nuestras estrategias de vida, por un lado, con el espacio donde se implementa prioritariamente la actual agenda del capital, por el otro. Partiendo de esta premisa, el objeto del presente artículo consiste en la priorización de una serie de claves políticas que refuercen las resistencias populares a los megaproyectos en defensa de la vida. Estas parten de un marco de referencia que resalta una serie de capacidades colectivas, que den respuesta tanto al contexto global vigente como a la trayectoria de lucha de pueblos, comunidades y movimientos sociales frente a las grandes empresas. Destacamos en este sentido la capacidad para implementar un enfoque de transición, que aúne lo cotidiano con un horizonte y una narrativa de cambio radical; la capacidad para posicionar miradas inclusivas, en términos de intersección de propuestas teórico-políticas, agentes y escalas; y la capacidad para fortalecer la resiliencia del movimiento popular, en una disputa a todos los niveles y con una perspectiva temporal a medio y largo plazo. Estas tres capacidades están a su vez atravesadas en nuestro marco de referencia por las epistemologías del Sur, que dan voz a las sin voz —sociología de las ausencias—; analizan la potencialidad y dinamismo de sus propuestas más allá de su carácter parcial o larvario —sociología de las emergencias—, y facilitan el intercambio de experiencias entre contextos y sujetos diversos para la construcción de agendas comunes —ecología de saberes—. En definitiva, comenzaremos el presente capítulo explicando algunas características del actual contexto global. En un segundo apartado expondremos nuestro marco de referencia, para avanzar en el siguiente las claves políticas que del mismo se derivan, y que en nuestra opinión son estratégicas para enfocar hoy en día las resistencias populares a los megaproyectos.
CAPITALISMO DEL SIGLO XXI: TRANSNACIONALES, TERRITORIOS, MEGAPROYECTOS
Las empresas transnacionales atesoran en la actualidad un poder sin precedentes. La globalización neoliberal ha posibilitado la ampliación de su hegemonía económica, al situarlas en el puesto de mando de las principales cadenas globales de producción, extracción, tecnología, fi
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nanzas, comercio y distribución. De este modo, el control de mercado que ejercen es indiscutible. Si comparáramos los ingresos anuales de las empresas con el producto interior bruto de los países —ejercicio académicamente no riguroso, pero de gran capacidad pedagógica—, se vería cómo de las 100 entidades económicas más grandes del mundo, 69 son empresas y solo 31 son Estados (Global Justice Now, 2016). Esta hegemonía económica se proyecta además hacia lo cultural, garantizando un relato mainstream acorde con los valores y perspectivas de las multinacionales. El creciente manejo empresarial de la información, la comunicación y el conocimiento favorece el posicionamiento de imaginarios que destacan la relevancia estratégica de las grandes empresas y los efectos positivos de su desempeño —inversión, creación de empleo, transferencia tecnológica, etc.—; en sentido contrario, ocultan los sistemáticos impactos nocivos de su actividad, argumentados como casos aislados cuando no es posible negar su evidencia; fomentan un modelo de sociedad acorde con sus intereses —individualista, consumista, políticamente indolente—; e inoculan, por último, nuevos referentes sociales supuestamente amables, que coadyuven a desactivar conflictos y a disfrazar desigualdades e injusticias —emprendedurismo, economía colaborativa, etc.—. El círculo se cierra con un blindaje político-jurídico a su medida. Por un lado, se moldea una gobernanza mundial que prima los ámbitos regional y multilateral como espacio de toma de decisiones, alejados de la ciudadanía y de más fácil penetración para las grandes empresas. Se limita, en sentido contrario, el papel de los Estados, cuya autonomía en defensa del interés general sufre una enorme presión corporativa en forma de lobby, puertas giratorias, corrupción, etc. Por el otro, se genera toda una arquitectura de la impunidad en favor de las multinacionales, que evidencia la primacía jurídica de la lex mercatoria —acuerdos comerciales, tratados de inversión, planes de ajuste, contratos internacionales, etc.— sobre los derechos humanos y la soberanía popular (Hernández y Ramiro, 2015). En definitiva, las empresas transnacionales, junto con la red de instituciones de todo tipo que cooperan en su misma agenda, conforman un poder corporativo que protagoniza el sistema vigente, abarcando el espectro completo de nuestras vidas (véase la figura 1). Un sistema, no obstante, en profunda crisis. A pesar del listado cada vez más numeroso de personas multimillonarias, así como de los abultados beneficios que exhiben las principales corporaciones, estas no encuentran en la actualidad formas estables y adecuadas de reproducir el ingente capital excedente generado en esta fase de ultrafinanciariza
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ción. En este sentido, las expectativas de ganancia y crecimiento económico son poco halagüeñas para al menos las cuatro próximas décadas (OCDE, 2014). Además, el reto de revertir esta situación ha de hacerse en un contexto especialmente crítico: en primer lugar, la inestabilidad financiera que dio origen al estallido de 2008 ni mucho menos ha sido resuelta. Al contrario, las burbujas de deuda, créditos, derivados y futuros no paran de crecer (sin regulación alguna que les haga frente, como parecía atisbarse hace una década), sentando las condiciones para nuevos cracks en el horizonte próximo. Segundo, la base física en la que el sistema opera se reducirá sí o sí: en el ámbito de la energía hemos llegado al pico del petróleo, y en los próximos lustros lo haremos a los del carbón y el gas. Dentro de la dinámica capitalista, la correlación entre crecimiento y consumo de materiales y energía siempre ha sido positiva, por lo que parece poco probable una nueva onda expansiva con menos recursos físicos. Tercero y último, nos enfrentamos a una realidad de vulnerabilidad climática severa —en 2018 se alcanzó el récord de emisiones de carbono a la atmósfera, pese a los acuerdos de París—, epicentro según la Organización de las Naciones Unidas de más del 70 % de los conflictos actuales en el mundo. Encontrar espacios de reproducción para el excedente económico actual, sin expectativas sólidas de crecimiento, con una base física menguante y en un contexto de vulnerabilidad climática y financiera, es la encrucijada que enfrenta el poder corporativo comandado por las empresas transnacionales.
FIGURA 1. PODER CORPORATIVO
Fuente: Elaboración propia.
Poder corporativo
CulturalEconómico
JurídicoPolítico
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El proyecto de capitalismo del siglo xxi
Las élites globales impulsan una nueva agenda hegemónica que, manteniendo e incluso recalcando la apuesta mercantil y corporativa, pone su punto de mira en la eliminación de toda traba al flujo natural del comercio internacional y a la inversión extranjera. Que todo cambie para que nada cambie. Se trata de completar según nuevos parámetros el viejo sueño globalizador de un mercado auto-ultrarregulado, desmantelando de este modo los vestigios del modelo de capitalismo impulsado tras la segunda guerra mundial —fundamentalmente en el Norte global—, sobre la base de Estados-nación con cierto grado de capacidad de intervención y regulación. Elaboran así un proyecto de capitalismo del siglo xxi (Fernández, 2018a), con apuestas específicas y complementarias en lo económico, político y cultural (véase la figura 2). En el plano económico, se lanza una ofensiva de mercantilización a escala mundial, de manera que nada quede fuera ya del radio de acción de las empresas transnacionales. Por un lado, se impulsa la cuarta revolución industrial1 (digitalización, inteligencia artificial, big data, internet de las cosas, etc.), a través de la cual se espera generar una nueva onda expansiva de productividad, inversión, empleo y consumo. Aunque la
1. Este proceso no es meramente tecnológico, sino que también es un fenómeno político dentro del marco del sistema vigente. Por eso también pudiera ser denominado como capitalismo cognitivo, en el que los datos, el conocimiento, se convierten en una de las principales materias primas de acumulación. Mantenemos en el texto la denominación hegemónica a efectos de una mejor identificación.
FIGURA 2. CAPITALISMO DEL SIGLO XXI
Fuente: Elaboración propia.
Ofensiva mercantilizadora a escala global1 Gobierno de facto de las grandes empresas2 Fomento del fascismo social y político3
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viabilidad de este proyecto es más que cuestionable, sí que podemos afirmar en todo caso que alterará la matriz económica global de acuerdo con nuevas lógicas tecnológicas; que ya ha incubado megaempresas de alcance y tamaño nunca vistos hasta el momento (Google-Alphabet, Amazon, Facebook, Alibaba, etc.); y que posibilita el aumento de la frontera mercantil capitalista, tanto en el ámbito de lo cotidiano (Uber, Airbnb, Blablacar, etc.) como en el desarrollo de novísimos servicios (seguridad, prevención sanitaria, movilidad y muchos otros más aún por desarrollarse). Por el otro, se exprimen hasta la última gota las fuentes clásicas de ganancia —uberización laboral, por un lado, blindaje de un mercado financiero desregulado, por el otro—, y se inserta en la lógica mercantil global prácticamente todo espacio que aún no lo estaba: educación, salud, agua, energía, tierra, compra pública, inversión, comercio digital, innovación, etc., se convierten en dianas a las que se apunta de manera estratégica. Políticamente, la ofensiva económica va necesariamente aparejada al desmantelamiento de los mínimos democráticos aún vigentes. Si a lo largo de la globalización neoliberal ya se limitó el poder de las instituciones públicas —fundamentalmente de los Estados—, el nuevo momento crítico promueve la imposición de una especie de constitución global en favor de las empresas transnacionales —convertidas en gobierno de facto a través de una nueva oleada de tratados comerciales—, que definitivamente instaure a escala mundial la hegemonía de la lex mercatoria. Mientras tanto, los Estados verían amputadas sus capacidades legislativas, ejecutivas y judiciales, y su actuación quedaría acotada a la desregulación en derechos y al control del orden público. Se prima así la lógica securitaria frente al interés general. Como corolario, este proyecto se reviste culturalmente de fascismo social (Santos, 2014), y, desgraciadamente, también político. Los mensajes universalistas van progresivamente dando paso a horizontes excluyentes, siempre atravesados por los valores de lo privado, el mercado y lo corporativo. Se fomenta el miedo y los relatos reaccionarios, favoreciendo una guerra entre pobres que evite su articulación y agudice la dominación colonial, de clase y género. La violencia se convierte así en un elemento estructural de nuestra sociedad global, como vía de disciplinamiento y amedrentamiento, herramienta para la acumulación en un contexto de competencia salvaje, o incluso como objetivo en sí mismo de obtención de ganancia (guerras, seguridad, etc.). En definitiva, el capitalismo del siglo xxi se muestra como un proyecto agresivo, salvaje. En su desesperación por garantizar la re
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producción del capital, genera crecientes desigualdades de todo tipo, expulsando a crecientes sectores sociales; impone una gobernanza corporativa, cuando la democracia es más necesaria que nunca para enfrentar los graves problemas globales que nos acucian, como el cambio climático, la pobreza, etc.; y por último, acrecienta la insostenibilidad de un sistema desbocado. Capitalismo y vida se muestran aún más, por tanto, como conceptos y realidades incompatibles. Defender la vida significa, de este modo, desmantelar el capitalismo y su proyecto en marcha. El territorio como mercancía: los megaproyectos
Los territorios se han convertido en espacios estratégicos en la disputa entre el capital y la vida. Sin negar la evidencia de un conflicto que necesariamente se desarrolla en todas las escalas —local, estatal, regional y global—, el ámbito territorial destaca como lugar de especial relevancia para la contienda política, por un doble motivo. Por un lado, el territorio, más allá de un lugar físico, es el sujeto político en el que principalmente interactuamos, cooperamos y conflictuamos diferentes personas, agentes y comunidades. El espacio en el que, en lo fundamental, desarrollamos nuestras vidas, donde esperamos satisfacer nuestras necesidades, donde depositamos nuestras expectativas, donde ensayamos nuestras propuestas y alternativas de cambio. El territorio se evidencia así, en un mundo globalizado, como condición necesaria aunque no suficiente para todo horizonte emancipador. Pero además, como ya hemos señalado, numerosos objetivos del capitalismo del siglo xxi se sitúan en el ámbito local. Destacamos, entre otros ámbitos posibles, tres de especial significación: urbanismo y construcción, tanto de viviendas y edificaciones varias, como de grandes infraestructuras para garantizar el flujo de comercio e inversión; agricultura y alimentación, eje para el sustento de la vida humana; y, muy especialmente, bienes naturales —agua, tierra, energía, tierras raras, etc.—, una de las claves de la disputa económica y geopolítica actual (Fernández, 2018b). Estos, junto con otros sectores como los servicios o la compra pública, hacen del territorio una mercancía valiosa, un espacio de disputa que atesora ámbitos indispensables tanto para la vida —en este sentido, hipotética fuente inagotable de beneficios— como para la acumulación capitalista, en un momento crítico de reducción de la base física y material.
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Se trata de una acumulación por desposesión (Harvey, 2005), en la que el territorio pretende ser arrebatado a la lógica comunitaria, social y/o pública, poniéndolo definitivamente al servicio de los intereses del capital transnacional a través de megaproyectos. Estos se convierten en la herramienta principal de la ofensiva corporativa transnacional en lo local: monocultivos agroindustriales, desiertos verdes, minería a cielo abierto, acaparamiento de tierras, puertos, canales, fracking, licitaciones petroleras y gasísticas, capitalismo verde, infraestructuras de distribución y logística, etc., son las principales manifestaciones de la actuación de las grandes empresas para mercantilizar en su favor los territorios. Despliegan así toda la intensidad del proyecto de capitalismo del siglo xxi: un capital transnacional que se sitúa por encima del bienestar de las mayorías sociales y de la naturaleza, en un marco de desmantelamiento democrático y ensayo de nuevas fórmulas de control social y violencia. Amparados bajo este paraguas, los megaproyectos, pese a su diversidad, suelen seguir patrones comunes, cuyo análisis es crucial a la hora de plantear estrategias de resistencia. Destacamos en primer lugar el secretismo y la opacidad en su implementación, tanto en lo que se refiere a explicitar quién en última instancia participa y se responsabiliza del megaproyecto, como a la información ofrecida a las comunidades y a la ciudadanía. De esta manera, las corporaciones habitualmente se estructuran en torno a una hidra societaria muy compleja, de formas jurídicas y nombres diferentes: sucursales, subcontratas, filiales, etc. Esta hidra oculta y/o difumina el seguimiento del centro operativo global que realmente toma las decisiones (generalmente fuera del país de ejecución), así como de las entidades que participan en la cadena del megaproyecto, desde la financiación hasta su implantación final. La falta de transparencia dificulta el conocimiento sobre la propiedad real y la gestión efectiva de cada iniciativa, y por ende el reparto de responsabilidades ante sus impactos. Además, la puesta en marcha de estos proyectos se desarrolla incluso sin el conocimiento de la ciudadanía. Esta puede llegar a tomar conciencia del fenómeno una vez que ya se ha aprobado la concesión, o cuando la ejecución de las obras ha comenzado, gracias a las complicidades institucionales dentro del concepto amplio de poder corporativo (alcaldías, organismos del Estado, provincias, departamentos, etc.). En segundo término, las grandes empresas desarrollan una gama amplia de estrategias. Estas asumen formas económicas, políticas, cultura
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les y jurídicas combinando, según el caso, la búsqueda de legitimación social con la represión legal e ilegal. De esta manera, y en primera instancia, se pretende hacer valer el relato hegemónico positivo sobre las transnacionales, para lo cual se insiste en la cooptación de liderazgos sociales, políticos y/o religiosos, así como en la promoción de iniciativas asistenciales de todo tipo —escuelas, pequeñas infraestructuras, espectáculos, etc.—, basados en la responsabilidad social corporativa y en alianzas público-privadas, en ocasiones de la mano de la cooperación internacional. Si fuera el caso, se pone en marcha la dinámica de división en la comunidad, agudizando conflictos preexistentes —como, por ejemplo, identidades culturales o religiosas— o impulsando nuevas disputas que tratan de convertir la diversidad en diferencia. Cuando el rechazo y la resistencia persisten, se da paso a la lógica represiva, que combina la vía legal y la criminalización de la protesta —aprovechándose de la arquitectura de la impunidad corporativa— con el uso directo de violencia si se dieran las condiciones, en un marco en el que esta, como hemos dicho, se convierte en estructural y sistémica2 (321 activistas de derechos humanos asesinados en el año 2018 según Front Line Defenders, el 77 % militantes ecologistas). Tercero y último, las estrategias corporativas suelen definirse por su proyección en el largo plazo, en función de los retornos esperados y de la inversión realizada. Las grandes empresas no solo desarrollan fórmulas diversas y complementarias, sino que además las hacen valer en un horizonte temporal amplio. Se aprovechan así de la enorme asimetría de poder entre las multinacionales y las comunidades, apostando por la erosión de las resistencias populares, confiando en su agotamiento progresivo. A su vez, enfrentan con mirada larga posibles reveses políticos y/o jurídicos —como la paralización de obras por mandato judicial al no contar con la aprobación comunitaria tras consulta previa, como exige el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo para los megaproyectos en territorios indígenas—, esperando que su incansable presión altere en el futuro correlaciones de fuerzas, voluntades y contextos.
2. La situación de Siria, Irak, Kurdistán, México, las ciudades modelo de Honduras —en las que solo impera la gobernanza corporativa, desapareciendo toda autoridad y legalidad pública— o el asesinato constante de líderes y lideresas comunitarias en Colombia (120 en 2018, pese a estar en vigor los Acuerdos de Paz) no son casos aislados, sino un fenómeno creciente y cada vez más extendido, directamente vinculado en muchos casos a la voracidad corporativa.
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El secretismo, la opacidad, la diversidad estratégica, la legitimación, la coerción, la violencia y la mirada larga suelen ser los patrones de actuación de las multinacionales en su lógica de desposesión comunitaria y control social a través de los megaproyectos (véase la figura 3). Estos, en su único horizonte de maximización de la ganancia para el mercado global, generan habitualmente impactos muy nocivos en términos ecológicos, sociales, laborales, políticos, económicos, de desplazamientos, violencia, salud, salubridad, etc. Y son, como venimos repitiendo, efectos sistemáticos, no puntuales ni circunstanciales, como se ha venido documentando desde hace décadas. Parecen, por tanto, incompatibles con una mirada emancipadora de los territorios.
RESISTENCIAS POPULARES A LOS MEGAPROYECTOS: MARCO DE REFERENCIA
Si los megaproyectos son una de las principales manifestaciones locales de la ofensiva corporativa en el marco del conflicto capital-vida, la primera referencia de nuestro marco pasa indudablemente por la exclusión de estos de cualquier horizonte normativo, al menos en su actual
FIGURA 3. PATRONES CORPORATIVOS DE ACTUACIÓN
Fuente: Elaboración propia.
Secretismo
Opacidad
Diversidad
Legitimación
Coerción
Violencia
Mirada larga
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rol hegemónico y sistémico.3 La apuesta inequívoca en favor de la reproducción ampliada de la vida (Jubeto, Larrañaga y Valle, 2019), por un lado, conlleva descentrar la secuencia que vincula estrechamente los megaproyectos, el capitalismo del siglo xxi y las empresas transnacionales; por el otro, y en sentido contrario, supone avanzar en el posicionamiento de valores, estructuras, dinámicas e iniciativas que se proyecten sobre características inalienables de la vida que defendemos y queremos sostener. Una vida que interpretamos como un fenómeno ecodependiente, interdependiente y diverso. De este modo, las resistencias y alternativas a los megaproyectos en defensa del territorio han de asumir en nuestra opinión estas características como señas de identidad de su marco de referencia. Si la vida es vulnerable y se desarrolla en ecodependencia, los límites físicos del planeta y de los ecosistemas que habitamos se convierten en premisas para cualquier proceso de cambio, que necesariamente debe proyectarse de manera decidida contra el cambio climático y en favor de la transformación radical de la matriz económica de un capitalismo insostenible. Si la vida es interdependiente, el bien común debe ser prioridad frente a lo privado. La democracia real se torna entonces condición necesaria para garantizar una toma de decisiones que abunde en este horizonte colectivo, de acuerdo con nuevas redefiniciones de la soberanía popular de lo local a lo global. Por último, si la vida es diversa, es preciso que cualquier proceso de cambio la reconozca, explicite y dé protagonismo; a la vez que enfrente el desafío de articularla, garantizando universalidad y singularidad (Pérez Orozco, 2014) en una lógica que aúna la igualdad con la reversión de las más que evidentes asimetrías de ser, poder y saber por motivos de clase, género, raza/etnia, sexo, etc. La sostenibilidad, el bien común, la democracia, la diversidad y la igualdad se convierten, así, en las primeras categorías de nuestro marco frente a
3. Definimos en este sentido un horizonte de emancipación donde no existen megaproyectos, al menos no en un rol hegemónico dentro del sistema económico global, teniendo en cuenta la posibilidad de que ciertas iniciativas económicas requieran un tamaño y envergadura mayor por motivos de escala. No obstante, las transiciones hacia dicho horizonte se deben enmarcar en un análisis más complejo, en el que debemos valorar críticamente cada situación y posición geopolítica y económica, el carácter privado o público de la iniciativa y su función social, su relación con la sostenibilidad, la democracia, la justicia, etc. Planteamos por tanto un punto de llegada sin megaproyectos como instrumento hegemónico, y una transición más compleja de acuerdo con múltiples variables.
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los megaproyectos. Para avanzar en este horizonte normativo, los principales sujetos de resistencia en el territorio —pueblos, comunidades y movimientos sociales— desarrollan de manera prioritaria una serie de capacidades colectivas (Dubois, 2019), que conforman el núcleo del marco de referencia propuesto. Estas surgen del análisis de las necesidades de la disputa actual con los agentes, agendas y herramientas protagónicas del contexto global —poder corporativo, capitalismo del siglo xxi, megaproyectos—, pero también están atravesadas por conceptos claves de las epistemologías del Sur (Cunha y Casimiro, 2019): nacen de la voz y del protagonismo de las mayorías populares, especialmente de quienes suelen tener un carácter subalterno y minorizado dentro de estas, como mujeres, indígenas, campesinas, etc., a partir de la sistematización de sus luchas y rebeldías4 (sociología de las ausencias); ponen en valor los saberes, iniciativas y procesos impulsados por estas, desde una perspectiva dinámica que permita identificar tendencias de futuro —lo todavía no—. Analizan las condiciones de probabilidad de la esperanza (Santos, 2014), así como los principios de acción que promuevan la realización de esas condiciones (sociología de las emergencias); y favorecen el diálogo, en última instancia, entre contextos, enfoques, agendas y sujetos diversos, traduciendo estos en un acumulado colectivo de aprendizajes de todo tipo, fundamentalmente populares (ecología de saberes). Partiendo de estas bases, planteamos a continuación el núcleo central de nuestro marco de referencia.
En defensa de la vida y el territorio: transición, inclusividad, resiliencia
Nuestro marco para las resistencias populares frente a los megaproyectos se completa con la selección de tres capacidades colectivas. Por supuesto, otras muchas son relevantes. No obstante, destacamos las que nos parecen estratégicas para plantear hoy en día la disputa contra la ofensiva corporativa en los territorios: capacidad para desarrollar enfoques de transición; capacidad para impulsar miradas inclusivas, y capacidad de fortalecer la resiliencia del movimiento popular. Asumir cualquier estrategia de cambio desde un enfoque de transición hacia otras formas de organización social antagónicas a las vigentes se
4. Una agenda de lucha contra el poder corporativo, basada en 30 experiencias concretas desarrolladas tanto en Europa como América Latina, puede encontrarse en Fernández (2016a).
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convierte en la actualidad en un imperativo. Si queremos superar este momento crítico, que pone en riesgo la vida tal y como la hemos conocido, debemos trascender el estrecho marco de lo posible, el statu quo vigente, prefigurando e implementando alternativas que vayan paulatinamente descentrando los mercados capitalistas y las grandes empresas. El principal reto de asumir un enfoque de transición es por tanto el de responder a las necesidades inmediatas y urgentes de las mayorías populares, a la vez que posicionamos en lo cotidiano prácticas, relatos y sentidos bajo un horizonte normativo alternativo al hegemónico hoy en día. Nos empuja en definitiva a huir tanto de posibilismos sustentados en retórica vacua, en un extremo, como de vanguardismos sin arraigo popular, en el otro. Las implicaciones de asumir esta prioridad en nuestro marco de referencia son múltiples. En primer lugar, se plantea la necesidad de partir de lo cotidiano, de las repercusiones de los megaproyectos en las vidas concretas de la comunidad, así como de las respuestas y alternativas que esta impulsa. Solo las resistencias que responden directamente a la desposesión son capaces de sostenerse frente a los cantos de sirena y el poder de las empresas transnacionales. En segundo término, la práctica de una resistencia en transición debe complementarse con relatos que, además de explicar con claridad los posibles efectos de la iniciativa empresarial, definan también alternativas, concretas y reales, que impulsen estrategias de transición energética, económica, política, cultural, etc., en clave emancipadora. Práctica y relato, resistencia y propuesta deben ir, en la medida de lo posible, de la mano, y siempre al ritmo popular y colectivo. Tercero y último, no hay avance en términos de transición, en el contexto crítico actual, sin confrontación. La intensidad del poder corporativo y la mirada larga y violenta de su proyecto de capitalismo del siglo xxi obliga a incluir en la ecuación iniciativas y propuestas radicales, desobedientes, disruptivas, que no huyan de la disputa directa —y pacífica— con las grandes empresas. Sin por ello eludir posibles espacios de concertación, cuando se den las circunstancias. Avanzamos en nuestro marco de referencia, sumando al enfoque de transición la capacidad colectiva de inclusión de agendas, agentes y escalas. Explicábamos previamente que en la génesis de la ofensiva capitalista se encuentra el fomento de lógicas individualistas, atomizadoras, excluyentes e indolentes, mientras que los patrones empresariales de actuación se basan en el secretismo y la opacidad. Hacer frente a dicha ofensiva utilizando agendas comunes que articulen la diversidad es también una prioridad estratégica, ya que de este modo se refuerza la propuesta y la base sociopolítica de apoyo frente a los megaproyectos.
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Hablamos de inclusividad en el marco de un conflicto capital-vida, que asume en todo caso la existencia de personas, estructuras y dinámicas que se sitúan en posiciones antagónicas, y con las que es necesario confrontarse. A partir de esta premisa, nuestro marco plantea la necesidad de sumar el mayor número de voluntades en pos de agendas comunes en defensa de la vida y el territorio.5 Entendemos agendas inclusivas, como ya hemos señalado, desde una triple perspectiva. La primera se refiere a las propuestas teórico-políticas. Frente a miradas unidimensionales y sectoriales, el momento actual nos exige un esfuerzo real por interseccionar marcos teórico-políticos bajo un horizonte normativo amplio —como el que propone el presente capítulo—, que enfrenten los principales sistemas de dominación —capitalismo, heteropatriarcado, colonialidad—, y que den voz y protagonismo a los sectores subalternos. La inclusividad aboga así por plantear la disputa frente a un megaproyecto desde la intersección de las miradas anticapitalista, ecofeminista, descolonial, democrática, de la soberanía alimentaria, etc. No como un simple agregado de términos o una mezcolanza conceptual, sino de acuerdo con la premisa del contagio, de la porosidad, de la búsqueda de nexos comunes y complementariedades. La segunda perspectiva se vincula con la capacidad de aglutinar agentes diversos en el territorio. Si se dieran las condiciones, además de la articulación de diferentes sectores populares, la suma de otros agentes institucionales, comunicativos y/o académicos fortalecería la agenda y la estrategia, aportando cada quien en función de su identidad y capacidades. La tercera y última perspectiva se refiere a la inclusión de escalas, de lo local a lo global. Al igual que la cadena del megaproyecto suele tener una lógica global —centro operativo, financiación, ejecución, etc.—, es importante generar propuestas que incluyan agentes de diversa índole en los países sede de las empresas responsables de dicha cadena, como
5. El conflicto capital-vida no puede interpretarse de manera estrictamente dicotómica, como la disputa entre una serie de grandes empresas etéreas, por un lado, y la sociedad al completo, por el otro. Al contrario, tanto la agenda hegemónica como las alternativas en defensa de la vida están encarnadas por personas, son nombres y apellidos los que están detrás de todas ellas. Incluso dentro de la lucha contra el capital hay planteamientos diferentes, que asumen en mayor o menor medida la ecodependencia, la interdependencia y la diversidad vital. La definición en este sentido de sujetos políticos en el conflicto capital-vida no es por tanto un ejercicio sencillo. En todo caso, y frente a quien explícitamente se posiciona a favor de la agenda hegemónica, nuestro marco de referencia supone el reto de incluir el máximo posible de agendas y agentes, de lo local a lo global.
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vía de incidencia a escala mundial. De este modo, la disputa es mucho más efectiva si se explicita la cadena de responsabilidades y se presiona desde múltiples puntos. Cerramos nuestro marco de referencia con la apuesta por tener la capacidad de sostener y fortalecer la resiliencia del conjunto del movimiento popular enfrentado al megaproyecto. Comentábamos que las grandes empresas hacen valer su poder, no solo en intensidad y multidimensionalidad, sino también en el tiempo. La resiliencia, esto es, la capacidad para resistir y adaptarse a nuevos contextos y circunstancias cambiantes, se torna fundamental en una disputa que se proyecta hacia el largo plazo en muchos casos. Máxime ante adversarios muy superiores en fuerzas. La resiliencia popular supone, en primer lugar, ampliar y explicitar la base social de rechazo a estos. En coherencia con las agendas inclusivas, las estrategias que se pongan en marcha deberían ser profundamente democráticas, situando la participación diversa y de calidad como valor del conjunto del proceso. Desarrollar experiencias de democracia directa, así como de elaboración colectiva de planes, agendas y propuestas, consolidan y refuerzan las bases de apoyo y la cohesión interna. En segundo término, la resiliencia también está vinculada a la capacidad de mantener una estrategia diversificada, multidimensional. Es importante combinar la acción local con la internacional; la interna con la externa —mediática, institucional—; la disruptiva —tomas, movilizaciones, etc.— con los espacios de concertación; lo político y cultural con lo más técnico y jurídico —estudios, investigaciones, denuncias—. Finalmente, la disputa ha de plantearse con una mirada larga, evitando el desgaste propio y tratando de adelantarse al movimiento del adversario. Sostener la cohesión al interior del movimiento, así como la presión social, política y mediática, son objetivos fundamentales. En definitiva, nuestro marco de referencia sitúa la sostenibilidad, el bien común, la democracia, la diversidad y la igualdad como horizonte. Posicionamos a su vez, y ya en referencia a los megaproyectos, una serie de capacidades que nos permitan avanzar en el mismo: transición, inclusividad y resiliencia, atravesadas por las epistemologías del sur como valor añadido (véase la figura 4). Abogamos por resistencias populares que tengan un enfoque que parta de lo cotidiano, pero que audazmente se proyecten hacia propuestas alternativas de organizar la vida, sin huir de la necesaria confrontación; que integren e interseccionen agendas y sujetos a lo largo de la escala local-estatal-regional-global; y que desarrollen estrategias multidimensionales y con mirada larga, siempre a través de la participación popular activa y de calidad.
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RESISTENCIAS POPULARES A LOS MEGAPROYECTOS: CLAVES POLÍTICAS
Nuestro marco de referencia deriva de manera natural en una serie de claves que entendemos estratégicas a la hora de plantear las resistencias a los megaproyectos. Muchas son las casuísticas, muy diversos los contextos, amplia la tipología de iniciativas corporativas. En todo caso, creemos que es preciso asentar la contienda política en defensa de la vida y del territorio sobre ciertos pilares comunes —en absoluto dogmas—, que nos ayuden a analizar, dirigir, sostener y ampliar las luchas. Referencias, en definitiva, que brotan del análisis crítico del momento que vivimos y de una historia plagada de resistencias populares, pero que indudablemente deberemos adecuar y contextualizar en cada caso específico. Las acepciones de transición, inclusividad y resiliencia que hemos asumido en el apartado anterior dan lugar a 10 claves políticas que completan nuestra propuesta. Reordenamos estas, a efectos pedagógicos, en dos ámbitos complementarios: agenda, por un lado, y estrategia, por el otro. Por agenda entendemos el relato en el que se sostiene la resistencia al megaproyecto. Incluye así no solo el diagnóstico de la situación —radiografía del contexto, mapa de actores, señalamiento de
FIGURA 4. MARCO DE REFERENCIA
Fuente: Elaboración propia.
Capacidades colectivas
Desarrollo de capacidades
Sostenibilidad Bien común Democracia Diversidad Igualdad
Transición Inclusividad Resiliencia
Conflicto capital-vida
Epistemologías del Sur
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impactos y responsabilidades—, sino también la narrativa propuesta como senda alternativa por los sectores populares frente a la iniciativa corporativa. Por estrategia entendemos la secuencia política de hitos, procesos y acciones que el movimiento social impulsa para avanzar en su agenda. El desarrollo, en este sentido, de la resistencia en la praxis y en el tiempo. Diferenciamos entre agenda (qué) y estrategia (cómo y quién) con el ánimo de que se visualice la importancia de ambas categorías dentro de una lógica común que combina relato y práctica, horizonte y presente, propuesta y sujeto. No podemos analizarlas aisladamente, pero tampoco subsumir la una en la otra. Así, no hay estrategia que no se sostenga sobre ciertos pilares teórico-político-cultural-comunicativos. Ni, en sentido contrario, agenda que no precise de procesos, agentes y múltiples iniciativas concatenadas para avanzar. Partiendo de esta premisa, exponemos a continuación las 10 claves políticas que consideramos más relevantes, acompañadas de ejemplos a pie de página de experiencias exitosas de resistencia a las grandes corporaciones.6 Respecto a la agenda, destacamos las siguientes claves: 1. Partir de lo cotidiano.7 Las agendas arraigadas en la comunidad, que vinculan el megaproyecto con la cotidianeidad de las vidas de las mayorías populares, se asientan sobre bases más firmes. La propuesta política debería aterrizar por tanto sobre lo concreto, sobre los impactos previstos en el territorio, en los cuerpos vulnerables de quienes lo habitan, en la afectación a la base material y cultural de las vidas que conforman la comunidad. El relato que le da forma, a su vez, se caracterizaría en coherencia por su
6. No citamos más que en un breve ejemplo para cada clave, pues entendemos que la caja de herramientas y recursos del siguiente apartado contiene un análisis más sistémico de experiencias y procesos, que avala la selección de claves realizada. 7. Una de las claves del éxito de la revuelta popular conocida como guerra del agua (Cochabamba, 2006) frente a su privatización por parte de la empresa Betchtel, fue la capacidad de generar una agenda muy concreta articulada en torno a los impactos esperados del proceso. Estos no se centraron exclusivamente en el aumento abusivo de las tarifas, sino que también abundaron en las consecuencias para las y los regantes y, en general, en el uso y usufructo de los espacios comunes como ríos y pozos, también afectados por la privatización.
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sencillez, por ser comprensible y pedagógico, asumiendo el reto de explicar fenómenos que trascienden lo local desde un prisma territorial. 2. Posicionar una narrativa propia en lógica positiva.8 El relato que se impulse, además de partir de lo cotidiano, tiene mayores visos de obtener legitimidad popular si se construye no solo en negativo —desmantelar el megaproyecto—, sino también en positivo —propuesta alternativa—. Es importante contar con una senda por la que avanzar, un horizonte a la vez emancipador y viable, que permita desbrozar el camino frente a la omnipresencia corporativa y a su lógica de que no hay alternativa. 3. Elaborar una propuesta interseccional.9 Las agendas que se generan a partir de la interseccionalidad de miradas y enfoques enriquecen el contenido de la propuesta popular, a la vez que posibilitan ampliar la base de apoyo a la misma. En este sentido, tanto el diagnóstico de la situación y de los posibles impactos del megaproyecto, como la narrativa alternativa al mismo, deberían partir de marcos de referencia inclusivos, que favorezcan la articulación de la unidad en la diversidad, sin por ello dejar de explicitar asimetrías entre sujetos y sectores diversos. 4. Defender una alternativa radical.10 La agresividad de la ofensiva mercantilizadora nos conduce a aceptar el desafío de salir del estrecho marco de lo posible a partir de agendas radicales, que descentren
8. La paralización definitiva de la construcción del nuevo aeropuerto de Nantes en 2018 solo ha sido posible tras una lucha sostenida durante una década por múltiples movimientos sociales, que elaboraron una propuesta comunitaria para las 1650 hectáreas expropiadas para el megaproyecto, basada en la agricultura ecológica y espacios comunitarios. 9. La agenda de la soberanía alimentaria como propuesta alternativa cobró especial fuerza política tras el Foro Global Nyeleni, organizado en el año 2007 en Mali. Este fue un esfuerzo colectivo no solo del campesinado articulado en torno a la Vía Campesina, sino también del movimiento feminista (Marcha Mundial de las Mujeres) y ecologista (Amig@s de la Tierra). 10. La repercusión de la toma de tierras públicas y corporativas (como en Jódar, frente al acaparamiento de tierras del BBVA) por parte del Sindicato Andaluz de Trabajadores y Trabajadoras (SAT) se multiplica exponencialmente cuando se acompaña de una propuesta alternativa (Patrimonio Agrario Andaluz), que promueve destinar un 4 % del presupuesto público anual a la compra pública de tierras, con el objetivo de destinarla en usufructo a cooperativas populares y entidades de la economía solidaria. Estas a su vez alimentarían el Patrimonio mediante un Fondo Andaluz Antilatifundista.
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los mercados y las grandes empresas. Si el conflicto capital-vida se recrudece, la apuesta por la defensa de la vida debe ser firme, prefigurando un horizonte basado en valores, estructuras y dinámicas antagónicas a las vigentes.
Respecto a la estrategia, priorizamos las siguientes claves: 5. Impulsar la democracia directa y participativa.11 La única garantía de elaborar una agenda arraigada en el movimiento popular, de sostener y ampliar la base de apoyo, así como de incidir política y mediáticamente, es a través de una estrategia que sitúa la democracia como valor fuerte. De este modo, la participación activa, diversa y de calidad, así como la información y la comunicación transparente y constante, deberían ser claves de la actuación del proceso de lucha. Asimismo, la apuesta por consultas, cabildos, referéndums, etc., sobre el megaproyecto —preferentemente con apoyo y amparo institucional, pero también si este no se da— se convierte en hito estratégico para cohesionar y activar a la comunidad, a la vez que multiplica la potencialidad de la estrategia de resistencia. 6. Desarrollar un proceso de resistencia multisectorial.12 El movimiento popular y comunitario se fortalece cuando plantea un proceso de lucha integral, que aborde la contienda política en toda su magnitud. Defender la vida en su diversidad, ecodependencia e interdependencia; enfrentar un poder corporativo que abarca el espectro
11. La consulta popular celebrada en Sipakapa (Guatemala, 2005) frente al megaproyecto de minería a cielo abierto (Mina Marlin, de la empresa Goldcorp) consiguió paralizarlo, dejando su situación jurídico-legal en un limbo. Ante ello, el proyecto continúa en los municipios aledaños, a la vez que el poder corporativo presiona para la aprobación de una ley sobre consultas que desvirtúe el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. 12. En el istmo de Tehuantepec múltiples empresas —entre ellas Iberdrola— están desarrollando un megaproyecto de energía eólica en varias fases, en el que se han documentado abusos en la compra de tierra a los y las campesinas, incumplimiento del convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, etc. La articulación social generada en el istmo desarrolla una estrategia diversa, que se fortalece al aunar la vía jurídica (defensa del campesinado engañado, exigencia de la necesidad de consulta previa), la apuesta por lógicas autogestionarias (defensa del territorio, fortalecimiento de la autonomía de las comunidades) y la incidencia internacional respecto a las empresas que participan en la iniciativa.
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completo de la organización social; resistir el embate de empresas poderosas y con patrones muy amplios de actuación, exigen una respuesta contundente en términos multisectoriales. Así, la construcción de un relato común, la información clara y transparente, la comunicación, la movilización social, la incidencia, las alianzas estatales e internacionales, la presión institucional, la vía jurídica, etc., son líneas que deberían engarzarse, en la medida de lo posible, en procesos articulados de resistencia. 7. Garantizar condiciones para una disputa a largo plazo.13 Cuando la disputa se proyecta en el tiempo —máxime si esta es muy asimétrica en términos de poder—, se debería realizar un análisis permanente del equilibrio entre objetivos y capacidades, con la meta última de mantener una estrategia que tensione pacíficamente el conflicto, ensanchando el espacio de la agenda popular y ampliando su base de apoyo. De manera complementaria, la estrategia popular avanza cuando se adelanta a unos patrones corporativos que, como ya hemos señalado, combinan una mirada larga, la búsqueda de consentimiento, la criminalización de la protesta e incluso la violencia directa. Así, contar con capacidad proactiva para activar procesos en la lógica multisectorial expuesta en el punto anterior, y garantizar en la medida de lo posible condiciones óptimas para sostener la disputa en el tiempo (cajas de resistencia, cobertura jurídica, espacios democráticos para la cohesión interna, amplia red de alianzas, etc.), se tornan fundamentales. 8. Combinar la concertación con prácticas disruptivas y desobedientes.14 Unas agendas radicales, que amplíen el marco de lo posible, guardan
13. Muchas de las experiencias exitosas citadas han sabido sostenerse y ser resilientes gracias a que han mantenido la cohesión interna y han ampliado el foco mediático y político de su agenda. Así se demuestra en la lucha contra el aeropuerto en Nantes, o en el caso de la lucha del COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) frente al proyecto hidroeléctrico Agua Zarca (Honduras) de la empresa DESA, cuya presión a lo largo de los años se ha mantenido —pese a los asesinatos de cinco militantes—, hasta conseguir paralizar el proyecto. 14. El mediático caso ya comentado de Agua Zarca, fruto del cual fue asesinada Berta Cáceres, conjugó acciones de concertación y diálogo con otras más disruptivas como el plantón permanente a las puertas de la obra, cuando se constató la escasa voluntad corporativa de negociación. Esto posibilitó ampliar el marco de la contienda política a escala estatal e internacional.
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una estrecha relación con unas estrategias disruptivas y desobedientes, que amplifiquen el foco de incidencia. Las grandes movilizaciones, los plantones pacíficos y permanentes que impidan obras ilegales y/o ilegítimas, la toma de espacios públicos y corporativos, la realización de consultas comunitarias y/o sociales, etc., podrían contribuir positivamente en la resistencia al megaproyecto si se desarrollan con audacia junto con otras iniciativas de diálogo y concertación. 9. Aglutinar agentes diversos.15 La dimensión e intensidad de la disputa frente a empresas poderosas y opacas obliga necesariamente no solo a aglutinar al movimiento popular diverso, sino también a sumar a otros agentes que, desde su identidad, aporten a la agenda y a la estrategia común. Destacamos la estratégica participación del mundo académico y/o de la investigación social —fortaleciendo la narrativa popular y confrontando la empresarial—; de medios de comunicación —multiplicando el foco mediático—; de cargos públicos —que acompañen la estrategia institucional—; y de
juristas —que desarrollen vías legales de disputa y defensa comunitaria—. 10. Ampliar la lógica de alianza e incidencia en clave local-global.16 La incidencia y respuesta social amplía su voz y multiplica el espacio de resistencia si esta no se circunscribe al lugar de la implantación del megaproyecto, sino que se articula también en los territorios que componen la hidra corporativa del megaproyecto. La alianza con
15. La guerra del agua antes citada consiguió aglutinar en la movilización y agenda social a muy diferentes sectores de población enfrentados a la privatización del agua. Más allá de la conjunción de ciudadanos y ciudadanas, regantes, campesinas, maestros y maestras, se pudo contar con la participación de la universidad —clave para realizar estudios de impacto— y de los medios de comunicación locales y estatales, que dieron cabida mediática a la revuelta popular. 16. En torno a la transnacional brasileña VALE, que opera en 33 países, se articuló una alianza internacional de afectados y afectadas por la empresa. Esto multiplica el impacto internacional de su incidencia, de acuerdo con una lógica de diversidad en la que suman esfuerzos diversos sindicatos canadienses, organizaciones sociales y ecologistas brasileñas, y comunidades de Mozambique. Por su parte, la lucha del COPIHN frente al proyecto de Agua Zarca ha tenido éxito cuando la incidencia llegó hasta quien financiaba el proyecto, en el caso europeo el Banco Holandés de Desarrollo (FMO) y el Fondo Finlandés para la Cooperación Industrial (FINNFUND), que cortaron la financiación ante el escándalo de los asesinatos.
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agentes sociales, políticos y mediáticos de los territorios sede de las empresas que participan desde la financiación hasta la implementación ayuda a fortalecer la contestación, la agenda y la estrategia, ampliando las grietas corporativas.
La figura 5 resume las claves políticas que acabamos de detallar.
En definitiva, abogamos por la elaboración de agendas de resistencia arraigadas en la comunidad, sostenidas en lo popular, pero que a la vez sean capaces de plantear una narrativa alternativa, inclusiva y radical, que permita no solo desmantelar el megaproyecto, sino también transitar hacia formas más justas, equitativas, vivibles de organizar la sociedad. En coherencia, defendemos el impulso de estrategias políticas multisectoriales, resilientes y profundamente democráticas, donde el peso de las alianzas con agentes diversos, en la lógica local-global, se convierte en eje estratégico. Siendo este el horizonte, el corolario de esta propuesta de resistencia popular a los megaproyectos se cierra con la apuesta por la audacia. Una audacia que permita en cada momento y contexto combinar estas y otras claves en función del desarrollo de la contienda política; que
FIGURA 5. CLAVES POLÍTICAS
Fuente: Elaboración propia.
1. Partir de lo cotidiano 2. Posicionar una narrativa propia en lógica positiva 3. Elaborar una propuesta interseccional 4. Defender una alternativa radical 5. Impulsar la democracia directa y participativa 6. Desarrollar un proceso de resistencia multisectorial 7. Garantizar condiciones para una disputa a largo plazo 8. Combinar la concertación con prácticas disruptivas y desobedientes 9. Aglutinar agentes diversos 10. Ampliar la lógica de alianza e incidencia en clave local-global
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posibilite la planificación, la modificación, el repliegue y el avance en una disputa asimétrica y compleja, pero en la que no podemos cejar, en defensa de la vida y del territorio.
BIBLIOGRAFÍA
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hernández, Juan, y Pedro ramiro (2015): Contra la ‘lex mercatoria’. Propuestas y alternativas para desmantelar el poder de las empresas transnacionales, Barcelona, Icaria.
Jubeto, Yolanda, Mertxe larrañaga y Luísa de Pinho Valle (2019): «Propuestas feministas por la despatriarcalización y descolonización de los territorios y a favor de la red de la vida», en Jokin alberdi, Isabel Casimiro, Teresa Cunha, Alfonso dubois, Gonzalo Fernández, Yolanda Jubeto, Mertxe larrañaga, María oianguren y Luísa de Pinho Valle: Territorios en conflicto. Claves para la construcción de alternativas de vida, Gernika-Lumo, Gernika Gogoratuz.
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HERRAMIENTAS Y RECURSOS
Exponemos a continuación una serie de herramientas y recursos que refuerzan nuestro marco de referencia y propuesta política. Los ordenamos en función del propio hilo conductor del capítulo. Comenzamos así por aquellos que se relacionan con el poder corporativo y su proyecto de capitalismo del siglo xxi, continuamos con los que inciden en los impactos de los megaproyectos en los territorios para, finalmente, abundar en los marcos, propuestas y experiencias de resistencia y construcción de alternativas al poder corporativo.
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n Respecto al análisis del poder corporativo y de su proyecto de capitalismo del siglo xxi, destacamos de manera específica los dos libros siguientes:
Fernández, Gonzalo (2018): Mercado o democracia. Los tratados comerciales en el capitalismo del siglo xxi, Barcelona, Icaria.
hernández, Juan, y Pedro ramiro (2015): Contra la ‘lex mercatoria’. Propuestas y alternativas para desmantelar el poder de las empresas transnacionales, Barcelona, Icaria.
Los completamos con dos vídeos que nos permiten analizar el poder integral articulado en torno a las grandes empresas y sus impactos en las mayorías sociales:
OMAL (obserVatorio de multinaCionales en amériCa latina) (2017a): ¿Adónde va el capitalismo español? (1.ª parte): Las empresas transnacionales en el capitalismo global, OMAL e Intermedia Producciones. Disponible en <http://omal.info/spip. php?article8591>. — (2017b): ¿Adónde va el capitalismo español? (2.ª parte): La arquitectura jurídica de la impunidad, OMAL e Intermedia Producciones. Disponible en <http://omal.info/spip. php?article8594>.
n Respecto al estudio de los megaproyectos como herramienta fundamental de asalto corporativo a los territorios, contamos con múltiples informes, como las iniciativas de mapeo de los impactos sociales, ambientales y culturales de estas compañías que han puesto en marcha el Observatorio Latinoamericano de Geopolítica (OLAG), el Grupo ETC, GRAIN o el Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG), al igual que las investigaciones específicas sobre países, empresas y sectores económicos que han llevado a cabo la Campaña Ropa Limpia, Ingeniería Sin Fronteras, el Centre d’Estudis per la Pau JM Delàs, Ecologistas en Acción o el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL)-Paz con Dignidad. En todo caso, destacamos los siguientes:
CeCeña, Ana Esther, y Raúl ornelas (coords.) (2017): Chevron, paradigma de la catástrofe civilizatoria, Madrid, Siglo xxi.
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ramiro, Pedro, y Erika gonzález (2016): Empresas energéticas y vulneración de los derechos humanos, GUE/NGL (Izquierda Unida Europea/Izquierda Verde Nórdica), Grupo Parlamentario Europeo. Disponible en <http://omal.info/spip. php?article8181>.
uharte, Luis Miguel (2012): Las multinacionales en el siglo xxi: impactos múltiples. El caso de Iberdrola en México y en Brasil, Madrid, 2015 y más.
Desde un enfoque más visual, recomendamos el siguiente documental:
paz Con dignidad-OMAL (2010): Defensora. Disponible en <http:// www.pazcondignidad.org/blog/defensora-documental/>.
n Finalmente, y en lo relativo a alternativas al poder corporativo, destacamos específicamente los siguientes libros e informes:
Fernández, Gonzalo (2016a): Alternativas al poder corporativo. 20 propuestas para una agenda de transición en disputa con las empresas transnacionales, Barcelona, Icaria. Disponible en <http://omal.info/spip. php?article8131>. — (2016b): Alternativas para desmantelar el poder corporativo. Recomendaciones para gobiernos, movimientos y ciudadanía, Bilbao, Hegoa (UPV/EHU). Disponible en <http://omal.info/spip. php?article8246>.
pérez, Zaloa (2016): Transformando los territorios desde la economía solidaria. Herramientas para el impulso de políticas públicas locales, Bilbao, REAS Euskadi. Disponible en <http://www.socioeco.org/bdf_fichedocument-5279_es.html>.
piris, Silvia (2015): Sembrando soberanías para otros modelos de vida en Euskal Herria. Algunas propuestas para la construcción de políticas públicas locales desde la soberanía alimentaria, EHNE Bizkaia y Bizilur. Disponible en <https://issuu.com/ elikaherriaelikaduraburujabetza/docs/politicas_p__ blicas/3>.
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ramiro, Pedro, y Gonzalo Fernández (eds.) (2015): «Propuestas y resistencias al poder de las empresas transnacionales», Lan Harremanak, 33. Disponible en <https://dialnet.unirioja.es/ ejemplar/423384>.
Así como el vídeo:
OMAL (2017): ¿Adónde va el capitalismo español? Alternativas al poder corporativo. Disponible en <http://omal.info/spip. php?article8642>