Rudhramoorthy Cheran es poeta y de los buenos, de los que hacen que las palabras tengan cuerpo y por tanto, vida y memoria y realidad y tacto y canción, y por tanto es imposible ignorar. Nació en Sri Lanka, pero en realidad no lo hizo, porque no lo considera su país de origen, o el nombre Sri Lanka no le dice nada en absoluto, salvo odio y pavor. Nació, por tanto, en busca de un espacio libre donde existir. Porque Sri Lanka es un país que no sólo cierra los ojos ante su puelo, la cultura tamil, sino que desde principios de los 80 inició una persecución étnica contra los suyos hasta iniciar un genocidio que acabó prácticamente con todo lo que amaba. Él lo vivió en primera persona, estupefacto, hasta que se vio obligado a emigrar y, a partir de esa sensación de fracaso y rabia, buscar los caminos con los que ganar a las fuerzas opresoras y encontrar la paz.
Navona Editorial publica ahora «Siembra solo palabras», una antología inédita en versión bilingüe (español y tamil) que ofrece una visión completa y fundamental de la trayectoria de Cheran. «Me crié hablando únicamente tamil. Más tarde, cuando empecé a estudiar, aprendí inglés. Lo acabé dominando del todo cuando estudiaba en la Universidad de Jaffna, una época que coincidió con el comienzo de la guerra civil y las revoluciones en esta ciudad. En ese momento tuve dos opciones: unirme al movimiento militar y luchar o abandonar el país. Decidí quedarme y trabajar en un periódico que publicaba en inglés, el Saturday Review. Era alternativo y permitía la libertad de expresión y opinión defendiendo los derechos fundamentales para las minorías. Hasta que no tuve más remedio que exiliarme para salvar la vida. A partir de aquí la poesía fue la forma en la que seguía viva mi rabia contra toda esta locura», comenta Cheran en una entrevista con LA RAZÓN.
La poesía del escritor es siempre calma, tranquila, clara, comprensible, como si fuese lo más nítida posible para la vergüenza de sus verdugos y todos aquellos que han reducido la existencia de la cultura tamil a prácticamente la clandestinidad. Y en su claridad está su fuerza y su valentía, porque si todo se entiende, nada se esconde, y allí se confrontan los dos mundos, las de los perseguidos y la de los perseguidores. «Cuando hay violencia, racismo y masacres estar callado es algo que no puedes hacer como poeta. Yo, por lo menos, no pude. Esta es la razón por la que acabé en el exilio: por no querer callarme. Para mí la fuerza de la palabra es inconmensurable y a ella me rindo», asegura Cheran.
Aún así, no siempre es fácil mirar de frente al dolor de los que sufren y la crueldad de los que hieren y hablar de ello, sobre todo si la experiencia la has vivido en primera persona. «Es muy doloroso. He visto todo tipo de cosas, las más grandes masacres y horrores. Pero escribir poesía es una forma de afrontar el dolor. El filósofo alemán Theodor Adorno dijo que no podría haber poesía después de Auschwitz. Sin embargo, los poemas que aparecieron eran el resultado de la reflexión sobre las brutalidades del régimen nazi y el Holocausto, algo que ayudaba a sanar las heridas. A mí me pasó algo similar y no pude escribir enseguida. Me tomó tiempo, un silencio traumático era necesario. Pero después empecé a escribir, ¡tenía que escribir! Yo creo que como poeta mi obligación es hablar de lo que no puede ser hablado para que se sepa lo que no puede ser sabido», reflexiona Cheran.
Una poesía con fuego
Su vocación por la poesía nació pronto y a los nueve años ya publicaba sus primeros versos sin correción alguna. Su padre era poeta, una de las autoridades literarias de su cultura, por lo que siempre tuvo la literatura en la mesa. «Mi padre era “Mahakavi”, el Gran Poeta, y se le consideraba una de las principales figuras literarias en la escritura moderna tamil de Sri Lanka. Empecé a recitar su poesía desde que aprendí a leer. Me interesé en la lectura muy pronto, leía de todo y la literatura comenzó a formar parte de mi. Nunca pensé demasiado en cualquier otra cosa, en que había otras alternativas», reconoce Cheran. Su obra es buena prueba de ello