Hago una referencia al dicho: “una golondrina no hace verano” para expresar mi valoración de mi incorporación a la Alianza Cívica. Yo era una más, pensé. En estos días, sin embargo, me ha sorprendido percatarme de que sí puede ser que una golondrina afecte más de lo que pensaba, a juzgar por la caudalosa reacción pro y contra en las redes sociales.
Las redes sociales son, sin duda, un espacio relativamente novedoso que permite que quienes no cuentan con un medio de difusión puedan difundir sus ideas e inquietudes. Como persona que actúa en público, ya sea como escritora o como política, no estoy exenta del debate de ideas como cualquier ciudadano o de que se me contradiga. Así funciona la democracia. Y es una suerte que tengamos, al menos en esos espacios, la libertad de expresarnos.
Pero también siento que las mismas redes son un arma de doble filo. He visto acusaciones que pueden entrar dentro del terreno de la posverdad, acusaciones falsas, extractos de entrevistas donde se sacan de contexto frases para probar lo que quien viera la entrevista completa entendería de una manera muy diferente. Se ha atacado mi honestidad, mi sexualidad, mi pasado, y quienes así lo han hecho, han tenido poco interés por un presente que dura ya treinta años, en que he rectificado y hecho críticas y he escrito libros y dado entrevistas sobre la problemática y errores de la revolución sandinista y el producto que quedó de ella por desgracia, y que es la dictadura Ortega Murillo que sufrimos hoy.
Soy lo que soy y he sido. Me hago responsable de mis errores y mis aciertos.
Ciertamente que entiendo el resentimiento contra el sandinismo. Como ha dicho Edgard Tijerino, somos una generación que falló en conducir a Nicaragua a la libertad que se había ganado a sangre y fuego después de la dictadura somocista. Llegamos al triunfo con conceptos de izquierda equivocados. Viniendo de 45 años de dictadura, era fácil descartar la democracia para quienes no pensaban como nosotros y decir que construíamos una democracia “popular” para ese pueblo al que le estaba negada, no sólo la democracia, sino la libertad y los derechos humanos. Error muy común en las izquierdas, desafortunadamente, y que ha dado dictaduras iguales o peores a las que se quería descartar. Cuba y Venezuela nos acompañan en esa desgracia.
Yo estoy más que de acuerdo con que las nuevas generaciones deben ser quienes lleven adelante los cambios en Nicaragua, pero la experiencia de reconocer errores tiene valor también porque son lecciones que pueden compartirse para que no se repitan. La juventud es un tiempo de aprendizaje. No siempre acierta. La mejor prueba es la misma revolución sandinista, donde dirigentes y miembros éramos jóvenes. De manera que aportar experiencia es algo en lo que mi generación puede contribuir. De hecho, varios de los jóvenes que se involucraron en la Rebelión de Abril, procedían de hogares con padres sandinistas, algunos de ellos estuvieron en la Juventud Sandinista y hasta en la propia UNEN. El sandinismo original dejó también una herencia de rechazo a los tiranos.