[De los derechos positivos revolucionarios]
[Del derecho de autodefensa]
[Del derecho de participación]
[Del derecho de comunicación]
[Del derecho de realización]
[De la abolición del trabajo forzado]
[Del derecho de encuentro y de afinidades]
[De la libre disposición del espacio-tiempo]
[De los derechos positivos revolucionarios]
[Del derecho de participación]
[De la abolición del trabajo forzado]
[Del derecho de encuentro y de afinidades]
[De la libre disposición del espacio-tiempo]
La autogestión generalizada es la organización social del poder reconocido a cada cual sobre su vida cotidiana y ejercido directamente por los propios individuos o por las asambleas de autogestión.
Ha aparecido en la historia del movimiento obrero cada vez que la base ha querido imponer y realizar sus propias decisiones sin abandonar su poder a unos jefes y sin dejarse guiar por ninguna ideología.
Ha sido aplastada por el efecto conjunto de su debilidad constitutiva, sus indecisiones y confusiones, su aislamiento, y unos dirigentes que la autogestión generalizada ha cometido el error de darse o de tolerar y que la han llevado a su pérdida pretendiendo ordenarla y fortificarla. Los ejemplos más ricos de enseñanzas son los consejos obreros aparecidos en Rusia en 1905 (aplastados por el zarismo), 1917 (recuperados y destruidos por los bolcheviques), 1921 (aplastados en Kronstadt por Lenin y Trotski); en Alemania en 1918 (aplastados por los socialistas); en Italia en 1920 (destruidos por los socialistas y los sindicatos); en España en 1934 (revolución de Asturias aplastada por el gobierno republicano), en 1936-37 (recuperados por el sindicato anarquistas y aplastados por los estalinistas); en Hungría en 1956 (aplastados por el Estado llamado soviético).
No hay revolución posible al margen de la recuperación, del reforzamiento definitivo y de la expansión internacional del movimiento de la autogestión generalizada.
El movimiento de autogestión generalizada nace en el funcionamiento de las asambleas y de sus consejos de coordinación.
La asamblea de autogestión generalizada procede de la lucha de clases. Expresa de la manera más sencilla la voluntad del proletariado de liquidar la burguesía y de liquidarse a sí mismo como clase; su decisión de dejar de asistir como espectador a su propia decadencia y a las representaciones engañosas que hacen cuanto pueden por disimularla; su resolución de dejar de sufrir la historia para realizarla en beneficio propio y de todos.
La asamblea de autogestión generalizada no es otra cosa que la asamblea de huelga constituida por los trabajadores a partir de las ocupaciones de las fábricas, y que se extiende lo antes posible del lugar de trabajo al barrio circundante y a la región. Su proyecto no tiene nada de abstracto ni de político: por el contrario, está centrado en la vida cotidiana de cada cual y en sus posibilidades de enriquecimiento pasional.
El consejo agrupa el conjunto de los delegados elegidos por la asamblea, encargados de un mandato preciso, controlados y revocables en cada momento.
El consejo tiene esencialmente una función de coordinación. Es indisociable de la asamblea. Sus miembros dependen exclusivamente de quienes los han elegido con un objetivo muy preciso; no ejercen ningún poder por sí mismos y se limitan a tener toda la libertad de creatividad necesaria para conseguir el resultado que les ha sido asignado. Si alguna vez apareciera alguna separación entre sus intereses y los de sus electores, el consejo se convertiría en comité y, al arrogarse un poder autónomo, abriría el camino a un nuevo Estado.
Incluso en el grado de expansión más amplio, el conjunto de las asambleas de autogestión generalizada no deja de controlar permanentemente, por todos los medios de la telecomunicación, la eficacia de los delegados en la misión de la que han sido encargados.
Los derechos positivos revolucionarios son el conjunto creciente de derechos individuales de goce, garantizados por el mismo funcionamiento de la nueva organización social.
En el rechazo de la supervivencia, los derechos al goce aparecen bajo una forma negativa. Tomamos conciencia de ello en las reivindicaciones anti-Estado, anti-burocracia, anti-trabajo, anti-intercambio, anti-sacrificio, anti-propiedad privada, anti-cuantitativo, anti-ideología, anti-jerarquía. De este modo, sólo tenemos una idea empobrecida de la dicha inagotable que la destrucción de un sistema de obligaciones y de mentiras puede poner a nuestro alcance de la noche a la mañana. Al realizar positivamente unos derechos hasta entonces reprimidos, atascados, falsificados, la asamblea de autogestión liberará auténticamente las pasiones de lo que las corrompe y las armonizará de tal manera que desaparecerán de una vez por todas las secuelas psicológicas de la supervivencia (celos, avaricia, prestigio, autoritarismo, gusto por la sumisión y por la violación…)
Para que el movimiento de autogestión generalizada sea auténtico, es preciso que su poder sea absoluto en las zonas liberadas: queremos la autogestión de las libertades, no la autogestión de la opresión y la mentira en nombre de la autogestión.
No se trata de condenar un deseo o una pasión encaminados hacia la angustia o la destrucción sino de convertirlos en caducos mediante la multiplicidad de goces posibles. Así pues, todas las demandas pasionales merecen ser presentadas a la asamblea de autogestión generalizada a fin de ser realizadas en ella, armonizadas por ofertas y demandas, desarrolladas de lo simple a lo complejo, multiplicadas y refinadas. Si bien es cierto que los revolucionarios formarán las primeras asambleas de autogestión, también lo es que dichas asambleas formarán a los revolucionarios.
Los derechos positivos revolucionarios son la práctica de los individuos concretos, no los principios abstractos del ciudadano o del Hombre en sí.
No basta con que cada individuo conozca y se invente unos derechos experimentando su práctica, es preciso fundamentalmente que la organización social esté hecha de tal manera que sólo pueda reforzar, enriquecer y multiplicar estos derechos individuales. No queremos una nueva declaración de los Derechos del Hombre sino los derechos reales que se desprenden del mismo funcionamiento de la organización social.
Los derechos positivos revolucionarios se expresan por toda la vida social gracias al funcionamiento de las asambleas de autogestión generalizada. Cuanto más simple sea este funcionamiento, más aumentará la complejidad de las exigencias individuales y más podrá satisfacerse la demanda pasional sin que ni siquiera sea necesario pasar por las asambleas.
Cuanto más decisivos sean los golpes asestados al sistema mercantil y al Estado, más y mejor la armonización de los intereses, de los deseos y de las pasiones individuales convertirá a cada cual en el dueño de su vida cotidiana. Durante la fase de tanteos y de errores, lo más importante es imposibilitar cualquier forma de represión dentro de la sociedad de autogestión, a excepción de la guerra de autodefensa que tiende a la eliminación de los partidarios del Estado:
La autodefensa es el primer derecho de los revolucionarios. Mientras las armas no hayan pasado a ser inútiles, todos tendrán derecho a estar armados.
La asamblea se organiza inmediatamente en grupos de autodefensa encargados entre otras cosas de:
A través de los tanteos y de los inevitables errores, la mejor garantía de la autodefensa reside en la demostración aportada a todos, práctica e inmediatamente, de que:
La adquisición de derechos múltiples y cada vez más ricos es la mejor arma del combatiente revolucionario. No tenemos que hacer exhortaciones ni dar lecciones. No somos héroes sino los conquistadores de pasiones nuevas, los fanáticos de un placer sin reservas.
La expansión del movimiento de autogestión generalizada - una expansión que debe alcanzar rápida y necesariamente una dimensión internacional - reside principalmente en los progresos de a emancipación individual, asegurada por la transformación colectiva de las condiciones históricas.
La lucha contra el aislamiento que amenaza los intentos de autogestión generalizada supone una alteración simultánea del tiempo y del espacio:
El cambio cualitativo de la vida cotidiana es una exigencia absoluta en la sociedad de la autogestión generalizada. Excluye cualquier compromiso con las fuerzas del viejo mundo. La causa de que los revolucionarios españoles se condenaran al exterminio en 1937 estuvo en no haber avanzado suficientemente y pactar con la canalla reformista y estalinista.
La autogestión generalizada no tiene programa mínimo ni programa máximo. Su suerte va unida a la de las asambleas, a su desarrollo coherente o a su muerte. Algunas realizaciones inseparables e inmediatamente aplicables permiten juzgar su éxito o su fracaso: la abolición de todo poder estatal o paraestatal, la apropiación por los productores de todos los medios de producción, el final del trabajo por la creación colectiva, el final de los intercambios por el don generalizado, el final de la supervivencia y del espectáculo por la construcción individual de la vida cotidiana.
Todo individuo tiene derecho a:
Todo delegado se compromete a defender los mandatos para los que ha sido elegido y asegurar su ejecución por todos los medios. Su elección no le concede ningún privilegio; así pues, su revocación no supone ningún descrédito. El único criterio que decide su revocación o su mantenimiento es el resultado de sus gestiones.
Los miembros de la asamblea no delegan su poder: el delegado no es más que un momento en el movimiento de realización del poder de todos y de cada cual; jamás está separado de la asamblea. Precisamente para impedir esta separación los miembros deben permanecer en contacto permanente con su delegado y utilizar las telecomunicaciones menos con un espíritu de control que para permitirle la consulta a cada momento de su mandato. Esta comunicación que los miembros de la asamblea exigen permanentemente de sus delegados sólo afecta a la misión que han aceptado realizar. No actúa como un obstáculo a su creatividad sino que procura únicamente el feliz cumplimiento de su mandato.
Todo delegado tiene derecho a dimitir. Diríase, de todos modos, que dicho derecho pasa momentáneamente por ciertas reservas en el período de autodefensa. No se concibe cómo un voluntario de una sección de asalto pueda abandonar a sus camaradas en el momento de desencadenar una operación armada.
Sin pretender adelantar la forma que las condiciones históricas conferirán al consejo de los delegados de la asamblea de autogestión generalizada, quizás sea útil prever cuatro secciones estrechamente unidas:
La división de los consejos en diferentes secciones corresponde a un primer esfuerzo de coordinación de las demandas y de las ofertas más diferentes. Pero no existe la menor separación entre las secciones; por el contrario, trabajan en común y ayudan a establecer sobre bases concretas el espíritu de la totalidad. Los delegados participan en las reuniones y en el trabajo de todas las secciones del consejo.
Salvo en materia de autodefensa - y siempre que la estrategia lo exija -, ninguna decisión tomada por mayoría de votos excluye las demás reivindicaciones. Si una reivindicación no puede ser satisfecha (porque no se dispone del equipamiento material necesario para su realización, o porque manifiesta una regresión hacia conductas antiguas u alienantes), es tomada a cargo de los delegados de la sección de armonización. Estos intentan evitar su atascamiento y tienen el mandato de realizarla según los deseos del demandante.
Cada cual tiene el derecho de presentar y defender sus reivindicaciones hasta su satisfacción. (Ver III, 82 y 88).
Todo lo que se armoniza espontáneamente no necesita pasar por la asamblea de autogestión generalizada. La diversidad de las ocupaciones atractivas, la multiplicación de las aventuras, el gusto del cambio, el juego de las intrigas, de los encuentros, de los entusiasmos alcanzan tal desarrollo que sólo se armoniza con ayuda de la asamblea lo que todavía no ha conseguido armonizarse al azar de la vida cotidiana.
Los miembros de la asamblea fijan la frecuencia de las reuniones según las urgencias del momento. El interés y el placer de cada cual determinan la participación en las asambleas, y no el voluntarismo así como tampoco, evidentemente, la obligación.
El reforzamiento de las posibilidades y el enriquecimiento de las regiones y de sus asambleas son la mejor garantía de las relaciones internacionales basadas en el don y en lo lúdico. Por otra parte, la internacional de las asambleas y de sus consejos asegura las mayores posibilidades de armonización de los deseos e instaura realmente el reino de la abundancia.
La libertad de cambiar las ocupaciones y de lugar de residencia conlleva la libertad de cambiar de asamblea. Dicha movilidad ofrece l menos tres ventajas:
Tanto en las modalidades de participación como en los problemas de realización, hay que procurar derrotar cuanto subsista de la vieja dictadura de lo cuantitativo. Donde la diversidad existe en la calidad, la ley del número no tiene cabida; donde el don predomina sin contrapartida, el intercambio de cantidades iguales desaparece; donde cada cual tiene el derecho a afirmar su particularidad, los grupos dejan de ser considerados como una simple suma de individuos.
Todo individuo tiene derecho a expresar y difundir su opinión, sus deseos, sus reivindicaciones, sus críticas, mediante la palabra, el impreso, el film, los medios artísticos… Para ello, dispone libremente de las técnicas de comunicación creadas, mantenidas y mejoradas por las asambleas de autogestión generalizada.
Cada asamblea posee un máximo de medios de telecomunicación. Estos sirven principalmente para:
Toda comunicación presentada a la asamblea es debatida y resuelta públicamente. Cuando todas las atracciones están permitidas, todas son confesables y la realización de un deseo no hace más que excitar a que todos lo realicen.
La asamblea asegura la comunicación de lo que la voluntad individual no consigue comunicar por sí misma. Jamás interviene al margen de una petición de los individuos (cosa que equivaldría a actuar contra ellos y negarse a sí misma). Su misión no es limitar sino, por el contrario, radicalizar, multiplicar y enriquecer las ocupaciones atractivas, los encuentros, las experiencias, las aventuras.
El balance permanente de las realizaciones, la práctica de los nuevos derechos, el progreso de la armonización social permiten juzgar con la mayor claridad la marcha irregular de la larga revolución, corregir sus errores, recordar sus retrasos, olvidar sus progresos.
La asamblea también es el lugar en el que se cometen los errores. Pero la transparencia de las relaciones entre los individuos, posibilitada por la falta de prejuicios, de obligaciones y de tabúes, no estimula a la autocrítica sino a la autocorrección permanente. El único error irremediable sería preferir a una asamblea que se equivoca un comité que siempre tiene razón.
El consejo de delegados responde a lo que la asamblea espera de él presentando cada vez una perspectiva global de las reivindicaciones individuales y de su proceso. Refleja el punto de vista de la totalidad dando cuenta de sus pasos, de sus éxitos, de sus fracasos.
La asamblea de autogestión generalizada pone la colectividad al servicio de los individuos y no viceversa. Lo que ofrece la creatividad de cada cual mediante el juego de las ocupaciones atractivas es inmediata e íntegramente puesto a disposición de todos sin necesidad de contrapartida.
El consejo de delegados es un mero órgano de coordinación. Es el centro de la asamblea de la misma manera que la asamblea es el pivote de la vida social. También es el instrumento de ejecución de las voluntades expresadas en la asamblea. Las necesidades son lo que crea los delegados, y no a la inversa. No deben existir delegados elegidos al margen de voluntades precisas que ejecutar de manera que a cada instante, según las decisiones de la asamblea, éstos puedan ser llamados a justificar la realización - inmediata, diferida a corto plazo o diferida a largo plazo - de las demandas expuestas.
La construcción por cada cual de su propia vida individual - la realización de lo que realmente quiere ser - significa el final de la economía como sector separado y su integración en una creación colectiva que asegura almismo tiempo el libre uso de los bienes de supervivencia (ropas, casas, alimentos, cuidados, instrumentos domésticos) y del equipo necesario para la realización de las pasiones, los encuentros, las aventuras, los juegos.
Aunque la urgencia se refiere a la autodefensa (armamentos, equipos, víveres, organización de la guerrilla…), la satisfacción de las pasiones individuales debe ser prioritaria. “Unicamente lucharemos sin reservas si ganamos combatiendo una vida sin reservas”.
El final del sistema mercantil implica el reino de la gratuidad. Esta alcanza su fase irreversible cuando las asambleas de autogestión se apoderan de los centros de distribución y de producción y organizan el reparto de los bienes así como el libre uso de los equipos técnicos.
La producción o la creación de bienes no concede derecho a la distribución gratuita en contrapartida. Nosotros sustituimos el “a cada cual según su trabajo” por el “a cada cual según sus deseos”. El don debe sustituir en todas partes al intercambio.
Los delegados del consejo tienen, de manera permanente, el mandato de seguir el movimiento de los stocks en los “graneros de aprovisionamiento” y los almacenes colectivos. Los ordenadores permiten la relación de las posibilidades de abastecimiento y de las ofertas de producción y de creación. Estos datos deben estar al alcance de todos. Son el camino a la abundancia con su incremento gradual de stocks, la multiplicación de centros de productos sobrantes, la emulación del lujo y el triunfo de los suntuoso.
El reino de la gratuidad significa el final de los intercambios que rigen el conjunto de los comportamientos sociales en el sistema mercantil. Cuando el interés pasional domina sobre la carrera tras el beneficio y el poder, el uso de los objetos y la noción de utilidad se modifican y desvían los gestos cotidianos de sus antiguas hábitos. Así es como desaparecerán las reacciones de avaricia, de apropiación privada, de celos, de mentira, de prestigio y de espectáculo.
El reino de la gratuidad no hará más que desarrollar lo que los momentos revolucionarios del pasado iniciaron. Así, por ejemplo, en Kronstadt, en 1921, “la Unión de agricultores, organización de obreros que poseían una vinculación con el campo, pidió a todos los poseedores de chatarra que la entregaran para fabricar aperos agrícolas. (…) Todo lo que se fabricaba era inventariado en listas completas en los Izvestia del soviet de Kronstadt. Cada objeto llevaba el sello de la Unión de Agricultores de Kronstadt. A los agitadores del soviet que iban al campo se les entregaba, según las posibilidades, objetos e instrumentos fabricados por esta unión; eran ofrecidos a los campesinos a través de los soviets locales”. (Efim Yartchuk: Kronstadt en la revolución rusa.) El intercambio será sustituido por el don, por el regalos sin contrapartida.
El final del sistema mercantil significa el final del reino de lo cuantitativo. A medida que la producción vaya siendo sustituida por la creación colectiva, el criterio de la calidad dominará por doquier y será uno de los factores importantes de la emulación pasional y de la conquista del lujo. De igual manera que el arte de la gastronomía debe sustituir a la mera necesidad de alimentarse, la búsqueda de la calidad en los productos, las técnicas y el estilo de vida se convertirá en la ocupación esencial de todos.
El progreso de la larga revolución se observará en el paso de la práctica “A trabajo mínimo, distribución igual para todos” a su fase más avanzada “A creatividad general, dones máximos para todos”.
Queremos que el goce de todos los derechos sea el derecho de todos los goces.
La autogestión generalizada es el camino más breve hacia la abundancia. En ella, el trabajo tiende a cero, la creatividad a infinito.
La liquidación del trabajo forzado es una de las primeras medidas que expresan la realidad del momento revolucionario. Su proceso es aplicable inmediatamente por:
No es seguro, de todos modos, que todos los trabajos penosos puedan ser suprimidos inmediatamente. Así pues, es preciso tener en cuenta:
Es importante, en general, que todo trabajo forzado residual desaparezca en favor de la creación colectiva, gracias a un juego de ocupaciones atractivas. De este modo, los trabajos indispensables redescubrirán, pero a un mayor nivel de desarrollo técnico, el carácter de fiesta que revestían, en algunas sociedades agrícolas, las tareas de la siega y la vendimia.
Una vez abolidas las condiciones que convierten el tiempo en una mercancía, las ocupaciones dejan de obedecer a la necesidad de beneficio y de la representación social; se organizan según los criterios del placer. Una actividad - hoy ridícula - como el bricolage contiene en germen una creatividad que sólo espera el momento de desarrollarse sin presiones y de disponer de las técnicas más elaboradas para enriquecer en pocos meses a la humanidad con más descubrimiento ingeniosos y agradables de lo que nunca aportaron siglos y siglos de trabajo forzado.
Cuantas tareas rutinarias y aburridas subsistan serán dispuestas de tal manera que el mayor número posible de personas les dediquen una o dos horas por amor al cambio, a fin de que los que estaban condenados a hacerlas sólo pasen por ellas el tiempo necesario para formar equipos de relevo.
A medida que se vaya afinando el amor por el cambio, cabe suponer que muchos alcanzarán una formación politécnica, es decir, la capacidad de ejercer con fortuna cualquier ocupación creativa.
Los nuevos deseos definen nuevas utilidades. A medida que desaparezcan, con el tiempo-mercancía, los coches y los desplazamientos rápidos; con el espectáculo, la organización de la mentira; con la burocracia, el Estado y la jerarquía, etc. la disponibilidad de la creatividad individual culminará en la desconcentración industrial y agraria.
Sólo hay peligro de escasez si se comete el error de considerar la supervivencia como básica en lugar de plantearse como objetivo la elevación global del estilo de vida.
A partir de ahora, hay que evitar las concentraciones de población, descentralizar y abrir las ciudades a un nuevo campo.
El final de las separaciones será también el final de la separación entre ciudades y campo. Eso significa la mecanización de la agricultura liberada de los imperativos mercantiles (rentabilidad, contaminación por abonos…) Y la penetración en las ciudades de zonas agrícolas como campos, pastos, bosques, huertas, zonas de pastoreo.
La automatización rápida de los sectores básicos estimula el renacimiento de un nuevo artesanado, el redescubrimiento de técnicas antiguas perdidas a causa de su escasa rentabilidad, la creación de nuevos inventos.
Las fábricas serán descentralizadas lo antes posible en talleres automatizados de creación colectiva (a partir del modelo existente, aunque de manera arcaica, en algunas fábricas de tejidos, de armas, de relojes). Las industrias de materias primas abastecerán de piezas básicas a los talleres de creación a fin de permitirles la mayor variedad de productos acabados.
Junto a los talleres de creación o de montaje, hay que prever la multiplicación de centros de experimentación individuales o de reducida colectividad así como de máquinas sueltas en las que cada cual pueda reparar o construir, cocinas y panaderías comunes, versiones modernas de los hornos y de los molinos comunes de la Edad Media o de los silos de trigo.
Sean cuales fuesen su edad, su estado físico y sus capacidades, todos tienen derecho a ejercer libremente su creatividad. Es una adquisición especialmente importante, pues contribuye a acelerar la liquidación de las distinciones de edad, sexo, de fuerza física o mental, de capacidades o incapacidades erigidas en prestigio, en suma, de acabar con las separaciones.
La armonización social incita a la mayor variedad de gustos y de pasiones. A partir de ahora unos y otras serán los únicos motores de la abundancia, la garantía de cada individuo contra todo retorno al trabajo forzado, a la función y al rol.
El movimiento de autogestión generalizada también es el estudio, la investigación y la experimentación de relaciones humanas basadas en la atracción y la antipatía que se manifiestan entre los individuos.
Los delegados que forman la sección de armonización deben estar al corriente de los conflictos o de los acuerdos surgidos entre los individuos y entre los grupos. La sección facilita los encuentros, registra y comunica la oferta y la demanda pasionales, amplía el campo de las posibilidades y acumula la mayor variedad de comportamientos y de deseos.
No se trata de suprimir las oposiciones y los desacuerdos sino, por el contrario, de mantenerlos de tal manera que todo el mundo descubra en ellos incrementados placeres.
Las desigualdades, los contrastes, los deseos disparatados son el motor de la armonización, su principio de variaciones y de variedades. Su análisis y su organización constituyen una de las preocupaciones más importantes de la vida cotidiana en autogestión; se trata realmente de la realización de la historia individual por la realización colectiva de la historia.
Todo lo que no pueda ser armonizado inmediatamente debe ser considerado como una demanda urgente, con delegados debidamente encargados del proyecto de realización.
Cuantas más singularidades existan, más espontáneamente se realizará la armonización. La mejor manera de no sucumbir a una única pasión consiste en tener muchas.
No queremos que el rechazo de regresar al sistema mercantil dé lugar a un nuevo moralismo. El llamamiento a la virtud revolucionaria siempre es contrarrevolucionario. No hace más que convertir en vergonzosas y cínicas las taras que condena. Mentiras, separaciones, prestigio, pasividad, apropiaciones y todos los hábitos heredados del sistema mercantil no desaparecerán bajo el efecto de presiones, sanciones o buenas palabras, sino mediante la organización armoniosa de las pasiones y de las voluntades de realización individuales.
Es previsible que los grupos ideológicos anteriores a la revolución (partidos, organizaciones políticas) intenten mantenerse o reconstituirse en las asambleas. Hay que combatirles decididamente en el período de lucha sin cuartel contra los defensores del estado pero no más allá. Si la autogestión se generaliza con corrección, los grupos con etiqueta política o sindical desaparecerán en la variedad y la complejidad de las reagrupaciones que se fundarán en las simpatías, las antipatías, las comunidades de gustos y de repulsiones; en un juego de acuerdos y desacuerdos que pondrá las rivalidades y las afinidades al servicio de los progresos de la autogestión.
Los individuos disponen de todas las libertades prácticas de adhesión o de no -adhesión, de modo que pueden agruparse por afinidades, reunirse para unas ocupaciones comunes, compartir sus pasiones y sus gustos, permanecer sólos, pasar de un grupo a otro, convertirse en los campeones entusiastas de una actividad, cambiar de preocupaciones varias veces por día, rivalizar y emularse en la creatividad (concurso del mejor plato cocinado, de invención, de perfeccionamiento de los placeres, etc.).
La coherencia de la asamblea debe promover un conjunto de actividades dispuestas de tal manera que no se destruyan mutuamente sino que, por el contrario, se multipliquen y se refuercen. Es obvio, naturalmente, que dicha organización supone la desaparición de las condiciones espectaculares-mercantiles y no tiene nada en común con la dinámica de grupo y demás técnicas de integración al mundo de la supervivencia. No se trata de combinar unos deseos alienados, sino, por el contrario, de armonizar entre sí los deseos desalienados, liberados de su entorpecimiento, desembarazados, por el cambio radical de las condiciones históricas, de lo que les enfrentaba a sí mismos en favor de un conjunto de obligaciones, de impotencias y de mentiras.
Todos los gustos están en la naturaleza de la armonización social. Al liquidar la culpabilidad, la promoción y la liberación de los deseos liquidarán también los delitos y crímenes que conocía el viejo mundo. Es una de las apuestas de la autogestión generalizada.
Las tendencias rivales o divergentes dan vida a las asambleas de autogestión generalizada y a toda la organización social. “La falta de discordia, o bien negativo, no es más que el sucedáneo del bien positivo que nace de la combinación de discordias.”
La nueva organización social no es más que la organización por todos los individuos de los deseos, de las pasiones, de las voluntades, de los sueños, creando día a día las condiciones históricas de su liberación, de su desarrollo, de su realización práctica. La humanidad no tiene otra opción en el momento actual de su historia: desaparecer o crear las garantías de la felicidad individual.
Los comportamientos y las costumbres heredadas del sistema mercantil, y que su liquidación no ha conseguido extirpar totalmente, deben ser dirigidos hacia el juego, hacia la combinación lúdica de las pasiones, de manera que la abundancia de goces acabe con las miserables compensaciones del renunciamiento, de las insuficiencias y de la infraestimación de uno mismo.
No solamente admitir sino sobre todo estimular cada disposición de un individuo, cada reivindicación subjetiva, cada deseo particular, cada singularidad de gusto, cada capacidad, he ahí lo que confiere su valor positivo a las desigualdades, he ahí lo que les impide ordenarse según las funciones negativas de una nueva jerarquía. La satisfacción competitiva de las tendencias individuales define la gama de las desigualdades positivas que, en las relaciones lúdicas no coercitivas, constituye el encanto de los encuentros y de las reagrupaciones. Queremos crear unas condiciones igualitarias para todas nuestras desigualdades objetivas.
La práctica de la armonización social de los individuos es inseparable de la lucha contra las separaciones. Es importante, por ejemplo, que la economía y la vida cotidiana no subsistan como sectores autónomos sino que, por el contrario, desaparezcan tal como han existido hasta ahora y se encuentren estrechamente mezcladas, indiferenciadas entre sí. Así pues, habrá que procurar que la oferta y la demanda pasionales sean inseparables de la oferta y la demanda de los productos de supervivencia (alimentos, conocimientos, materias primas, cuidados, etc.). El trabajo de los delegados es coordinar en un todo lo que se les exige de manera separada, a fin de que el espíritu de totalidad acabe de extenderse por todas partes.
El movimiento de reagrupaciones por simpatías y contrastes es, a su vez, una de las garantías más seguras del final de las separaciones, de lo parcelario, de las especializaciones. Al convertirse, por un juego de emulación general y de goces particulares, en cosa de todos, la economía, la enseñanza, los conocimientos, el lenguaje… dejan de ser unos sectores y unas actividades separadas de la construcción de la vida cotidiana, y participan, por tanto, de acuerdo con una unidad cuyo imperioso deseo y muy incierta posibilidad han percibido siempre las generaciones pasadas, en la mayor revolución de la historia.
La existencia de una sección de armonización en el seno del consejo de delgados tiene su utilidad en la medida en que facilita, de manera unitaria con las demás secciones, las posibilidades de encuentro y de reagrupamientos atractivos. Desaparecerá cuando los individuos ya posean por cuenta propia una visión global de las posibilidades de encuentros y de asociación. Puede acelerar especialmente la autogestión de los niños, al coordinar la acción de todas las personas relacionadas con ellos a fin de crear, en la edad de supervivencia, las mejores condiciones de desarrollo, y aprendiendo después de su creatividad espontánea cómo redescubrir una finura desaparecida, una nueva percepción de lo real, el auténtico sentido de la unidad entre la palabra y el acto, el espacio y el tiempo, el sueño y lo real.
El espacio-tiempo creado por la revolución de la vida cotidiana es el conjunto de los territorios liberados del control estatal y del sistema mercantil, y modificados permanentemente por los individuos que aprenden a construir, colectiva e individualmente, cada momento de su existencia.
Modelo y centro de la vida social, asamblea de autogestión generalizada es la unidad de lugar y de tiempo de la práctica revolucionaria individual y colectiva. Es ahí donde el antiguo proyecto de hacerse haciendo la historia descubre su único camino de realización posible.
La libre disposición del tiempo y la libre disposición del espacio son inseparables. Es necesario que a cada instante todos puedan estar en todas partes como en su casa. Eso significa prácticamente que cada individuo tiene derecho a edificar cualquier estilo de vivienda, a crear unos ambientes, a desplazarse como le plazca (derecho de nomadismo), a construir sus sueños, a concretar sus recuerdos, a condensar el tiempo de lo vivido, a desmigajarlo en instantes fugitivos, a acabarlo por el suicidio, a explorarlo.
Una de las menores modificaciones del espacio-tiempo, realizable a breve plazo, consiste en liquidar la distinción entre la ciudad y el campo. Parcialmente invadidas por los campos y los bosques, las grandes ciudades desaparecerán en favor de una gran dispersión y una gran variedad de hábitats, móviles o fijos, efímeros o duraderos.
El derecho al cambio del espacio-tiempo de la vida cotidiana suscita el derecho a todos los cambios con que sueña la subjetividad (por ejemplo, cambio de aspecto, cambio de nombre según las circunstancias).
Es prácticamente seguro que la libre disposición del espacio-tiempo aportará modificaciones preciosas en el comportamiento humano. De este modo cambiará nuestra percepción de lo real, y nuestros sentidos, deteriorados por los hábitos embrutecedores de la supervivencia, se afinarán hasta alcanzar una agudeza actualmente insospechable.