Aquellos que se creen depositarios y custodios de la historia universal, están viendo cómo las nuevas generaciones cuestionan en Chile y en el mundo occidental, los diferentes modelos o teorías que han dado a la humanidad una direccionalidad, que ha desembocado en lo que hoy llaman la crisis de credibilidad de la historia y por supuesto, de aquellos que la escribieron; que no son más que esos que aterrorizaron, saquearon y esclavizaron a la humanidad más vulnerable, humilde y sencilla y que no poseía algún título. Llámese, por decir algo, de nobleza, de casta familiar o dueños de la tierra y sus esclavos de ayer, hoy y quizás, mañana.
La pluri-modalidad de argumentos y Teorías, forjadas desde la esclavitud, pasando por el feudalismo y llegando al capitalismo salvaje y depredador, este último, generador de reflexiones que las nuevas generaciones, críticas, conscientes y anticapitalistas, consideran que en su seno llevan el patriarcado y la explotación no tan solo de la humanidad, sino que también, el extractivismo de los recursos naturales del planeta, que está llevando a todas sus especies vivientes al desastre total, a la extinción y el fin de la vida en lo que queda de Tierra.
No podemos seguir así, esto es asunto de una nueva Praxis de aquellos que sí tienen la capacidad de repensar la historia local y universal, activando un nuevo modo práctico y concreto de observar, estudiar y analizar los hechos que alimentan la historia.
Los distintos modos y teorías o pluri-modalidad de pensamientos e ideas que se ha dado la historia universal occidental, hoy nos plantea un desafío desde los diversos acontecimientos que se han desatado, no tan solo en Chile, sino que en el mundo entero, como es el caso de la “rebelión de los chalecos amarillos” en Francia y los conflictos sociales en Grecia, Italia, España, etc. etc., disputas que tienen que ver con un modelo económico de desarrollo capitalista, patriarcal y extractivista, que al igual que en Chile, también está presente en el mundo con su globalización depredadora de la existencia humana, animal, acuática y vegetal, por nombrar alguno de los afectados.
Esta plaga que representa el capital en el mundo, del cual Chile, con su modelito de libre mercado es uno de sus representantes, es causante de la miseria social y decadencia en sus relaciones, las que se encuentran en su más bajo nivel, pues el individualismo, que no tiene nada que ver con el individuo que somos, hoy se encuentra en crisis de existencia, enfrentado a sus opuestos, sus contradicciones entre lo viejo y lo que surge, lo nuevo, generando el conflicto que podría sacar a la sociedad chilena de las fauces de un modelo económico y político que solo ha traído avaricia y estrechez en los corazones de los chilenos.
Se necesitan nuevas relaciones, nuevas formas de enfrentar y constatar los hechos que nutren nuestra existencia y por ende, la nueva historia, la nueva sociedad, justa, libertaria y solidaria, que lleve al individuo a pensar en lo colectivo y desde ahí, ir en la dirección a esa nueva comunidad, que elabore un nuevo modo de realización y relaciones de “producción”, que no signifiquen la apropiación de la naturaleza para sus fines individualistas, propio de una sociedad con modos de producción capitalista. Un nuevo modo de administración de la sociedad, donde el concepto mercancía no esté presente y que estas nuevas relaciones económicas y sociales, sean la génesis de esta nueva praxis, donde las diversas modalidades y teorías sean un aporte a lo nuevo y no la Biblia de algo que es dinámico y dialéctico. Negar esto, sería de una soberbia y tiranía que bordearía en el totalitarismo, dogmatismo e intolerancia, privando así de un verdadero camino hacia la libertad del pueblo y los “trabajadores” (Trabajo: esclavos según el origen de la palabra del latín: tripaliare que viene de tripalium = yugo).
El nuevo Chile que se podría gestar desde la revuelta del 18 Octubre 2019, nos habla de nuevas formas de relación, surgidas desde la dialéctica de la confrontación de los opuestos, tan natural como la vida misma, los cuales permitirán avanzar en la medida de un razonable equilibrio que nos otorgará la posibilidad de ese apoyo mutuo, que nos llevará a una sociedad con nuevas formas de relación y administración, siempre teniendo en consideración un discurso propio y no desde la clase política en el poder y de aquellos que se denominan “progresistas “ o depositarios de las luchas y combates del pueblo, adueñándose no tan solo de esos combates librados en sus diferentes formas, sino que minimizando la capacidad de los individuos de elaborar su propia historia y su propia praxis.
La visión antropocéntrica de la historia está en decadencia versus el reconocimiento de diversas configuraciones humanas colectivas, las que toman decisiones autónomas, en una relación cara a cara, favoreciendo las nuevas relaciones de intercambio, sexo, “producción”, “ganancias” etc. etc., las que deben satisfacer a la sociedad toda en equilibrio y autogestión social, cuestionando así la hegemonía patriarcal capitalista moderna del individuo como núcleo de la sociedad, abriendo paso a un espacio socio-natural con diversidad con distintas configuraciones que se mueven bajo diversas formas de respeto, colaboración, dignidad, amor y reciprocidad, las que no están sujetas a la lógica de acumulación de capital.
La crisis del capitalismo se refleja en el ámbito social, ambiental, cultural, espiritual, económico, político, ético, etc. etc. Crisis que plantea a la sociedad en su conjunto un punto de inflexión: o acá nos morimos todos o continuamos con la vida. Esta reflexión nos permite reconocer que a través de la historia el hombre ha generado, en su camino de búsqueda del bienestar, más destrucción y esclavitud, que el buen vivir. Podemos decir que el desarrollo tecnológico solo se permitió en el mundo del Norte, generando un bloqueo con el mundo del sur. Y es aquí donde se intenta resignificar el mal desarrollo con su visión antropocéntrica, el que pone a la humanidad sobre la naturaleza, sujeto sobre objeto, hombre sobre la mujer, civilizado sobre “Bárbaro”, la mente sobre el cuerpo.
Para realmente avanzar hacia una nueva sociedad, se necesita una reorganización de las relaciones dentro de una sociedad como entre sociedades de todo el mundo, así como entre los humanos y la llamada naturaleza, en definitiva, hacer las paces entre la naturaleza y nosotros y dejar fuera ese instrumentalismo humano, ese mal llamado progreso occidental que ha conducido a la enfermedad de la opulencia, alienación y desarraigo.
A la enfermedad del capitalismo en Chile y el mundo, se oponen diversos movimientos de resistencia que se escuchan entre ellos en todos los continentes. Resisten a los Estados generadores de desequilibrio, al concentrar la autoridad y subordinar la libertad. Solo el equilibrio organizativo, nacido de la puesta en práctica de intercambio y de mutuos compromisos, otorgará la tan anhelada justicia recíproca. La libertad como consecuencia de la asociación en autogestión social, política y económica, que nos aleje de ese individualismo, que es una fuerza disolvente y dispersa y que nos permita cuestionar el fracaso de los socialismos en el mundo como fuerzas conservadoras y conglomeradoras, pera acceder a la verdadera liberación del pueblo desde un compromiso libre entre iguales, donde la reciprocidad solidaria logre ese equilibrio llamado justicia social y comunitaria.