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mundus alter 27: El testimonio de don García Inquiltopa y las ‘pruebas’ del virrey Toledo contra los incas del Cuzco.

Natalia Silva Prada :: 24.03.20

Hoy tengo el honor de presentarles una entrada del profesor e investigador Luis Miguel Glave Testino. Luis Miguel no necesita presentación, sin embargo, las jóvenes generaciones ajenas a la historiografía andina quizás deban saber que él es una autoridad en la materia. Su primer libro data de 1977 y desde entonces sus aportaciones a la reconstrucción de la historia colonial han sido fundamentales, en particular en todo lo relacionado con el mercado colonial, la administración de la justicia, las redes de poder y la reconstrucción de la memoria entre los naturales. A esto se suman también sus trabajos sobre mujeres, escritura y religiosidad, la génesis de la independencia y la historia de la prensa y de la opinión pública.

mundus alter 27: El testimonio de don García Inquiltopa y las ‘pruebas’ del virrey Toledo contra los incas del Cuzco. por luis miguel glave

Hoy tengo el honor de presentarles una entrada del profesor e investigador Luis Miguel Glave Testino. Luis Miguel no necesita presentación, sin embargo, las jóvenes generaciones ajenas a la historiografía andina quizás deban saber que él es una autoridad en la materia. Su primer libro data de 1977 y desde entonces sus aportaciones a la reconstrucción de la historia colonial han sido fundamentales, en particular en todo lo relacionado con el mercado colonial, la administración de la justicia, las redes de poder y la reconstrucción de la memoria entre los naturales. A esto se suman también sus trabajos sobre mujeres, escritura y religiosidad, la génesis de la independencia y la historia de la prensa y de la opinión pública.

Yo he invitado a Luis Miguel a compartir en este blog un episodio doloroso de la historia colonial andina ocurrido durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo: la represión de la élite indígena del Cuzco acusada de apoyar a los rebeldes de Vilcabamba. El autor en este espacio comenta y transcribe un documento originado en el proceso de residencia del corregidor Gabriel de Loarte y en el que podremos apreciar la parcialidad de un “lengua” o intérprete, la crueldad del testimonio tomado bajo tormento, los rigores del propio tormento en los que al reo se le advertía de tener “cuidado de sus carnes”. Aquí “oiremos” la voz del noble cuzqueño don García Inquiltopa, nieto de Huayna Capac, quien estuvo preso durante siete largos meses enfrentando las arbitrariedades de la justicia colonial en ciernes a finales del siglo XVI. Al fondo del artículo encontrarán algunos datos más precisos sobre el autor de esta entrada. Dejemos pues hablar a Luis Miguel y a don García Inquiltopa:

 

El testimonio de don García Inquiltopa y las ‘pruebas’ del virrey Toledo contra los incas del Cuzco

 

En abril de 1572 el virrey Francisco de Toledo declaró la guerra a fuego y sangre contra los incas de Vilcabamba. Las razones que la justificaban eran endebles y antojadizas, estaba claro que esa era una determinación política inaplazable para lograr la definitiva implantación colonial de la corona española en los Andes. El virrey se hallaba en la ciudad de los Incas desde hacía meses y el ambiente político era demencial. Se especulaba sobre los propósitos del mandatario y lo que significarían para encomenderos, comerciantes, soldados, funcionarios, caciques e indios del común. Todos los actores estaban ocultando sus cartas, haciendo cábalas respecto a lo que podía resultar y a qué palo apostar.

 

Hubo incluso un religioso, el bachiller Juan de Luna, un clérigo sevillano que iba a Popayán y en Panamá se enroló en la comitiva de Toledo, que enfadado porque el virrey lo apartó de su séquito, contrató en Cuzco los servicios de una mujer negra pastelera a la que pidió hechizos para que este lo favoreciera o lo envenenara. También se elaboró un pasquín contra el virrey por parte de un soldado iracundo e insatisfecho, extremeño de Badajoz llamado Gómez de Raudona, con entretelones los más escandalosos de lo que hacía el virrey. El canónigo Juan de Vera, uno de los hombres fuertes de un cabildo eclesiástico acostumbrado a campar por sus fueros sin control desde hacía más de una década, se enfrentó decididamente al virrey por, entre otras cosas, haber falseado informaciones contra los incas. Mientras, éste orquestó esas famosas informaciones sobre los incas, para lograr un “relato” coherente acerca de sus tiranías que hacían justificada la conquista.



Se iba llevando adelante la visita general en la región y los indios estaban pendientes de las tierras que les quedarían, los tributos que pagarían y los trabajos a los que estarían obligados y los vecinos y encomenderos de sus rentas, servicios, posesiones y obligaciones. La ciudad venía de una década de agitadas alteraciones políticas y cada sector, cada bando, se atrincheraba para defender sus posiciones. Lo que no se esperaba era que en mayo, cuando la campaña de Vilcabamba tomaba forma y se comentaba sobre ella en la ciudad, el virrey, su más cercano funcionario, el alcalde de corte Gabriel de Loarte, su inseparable secretario el escribano de gobierno Alvaro Ruiz de Navamuel y un “equipo” de alguaciles, fiscales e intérpretes que había preparado, tomaran presos a varios incas de las ramas más importantes que habitaban la ciudad. Los acusaba de traición al rey, de confabularse con el inca de Vilcabamba para que no diera la paz y de haber recibido con inconfesables propósitos sediciosos el nacimiento del primogénito de don Carlos Inca al que se preveía fuese el inca futuro.

 

Don Carlos Inca, españolizado, casado con una mujer de la península, encomendero, hijo de uno de los servidores incas más importantes de los conquistadores, no daba crédito a su suerte. Estaba en un calabozo junto a su hermano don Felipe, los príncipes o nobles de sangre real Alonso Tito Atauchi, Diego Cayo y Agustín Condemayta y dos caciques nobles Pedro Guambotongo y Francisco Tuyrogualpa. Todos acusados de delito de lesa majestad. No podía el virrey ejecutarlos por vía de guerra y cuestión de estado, tenía que hacerles un juicio. Durante varios meses, mientras se desarrollaba la lucha en Vilcabamba y se capturaba al joven inca Tupac Amaru, a sus capitanes y familiares, en la ciudad se procedía contra la otra rama incaica con el objetivo de desaparecer para siempre el poder de estas familias y el culto que se sabía recibían por parte de las masas indígenas. El juicio a los incas del Cuzco fue probablemente el acto judicial más perverso, irregular y desajustado a la ley que se haya producido en la historia andina: un auténtico legicidio.

 

Durante meses se encarceló a los testigos, se les sometió a tortura, se tergiversaron sus declaraciones por malas interpretaciones del “lengua”, se les indujo a declarar confirmando las meras sospechas o infundios que el virrey llevaba como arma política para destruirlos. Los procuradores de los incas fueron perseguidos, se les acusó de presionar a los testigos cuando era exactamente lo contrario. El escribano estaba sometido a la autoridad del juez y ponía lo que éste y sus agentes, particularmente el intérprete mestizo al que el virrey dio carta libre para aplicar todos los subterfugios y abusos que fueran necesarios, le dictaban. No hubo garantía ninguna en el proceso. Por eso, cuando todo terminó y se remitió la causa a la Audiencia, ésta, con la anuencia del propio Consejo de Indias, absolvió a los condenados y reprendió al virrey.

 

Los procesados eran todos personas de la sangre real de los incas. Habían recibido mercedes, incluso encomiendas, rentas, escudos de armas, reconocimiento Real. Ellos a su vez habían sido leales al rey y habían colaborado con la conquista. Habían cambiado muchas de sus formas de ejercicio de poder a las que se imponían desde la autoridad Real. Nada de eso impidió que se impusiera la consigna de arrasar con los incas y acabar con cualquier forma de simbolismo de poder indígena.

 

Una vez que el doctor Gabriel de Loarte concluyó sus actuados, envió el proceso con el escribano del mismo, Antonio Sánchez, donde el virrey que ya había dejado la ciudad y continuaba su visita general, alojado entonces en Chucuito. Toledo ya había ejecutado al inca, visto morir a varios de sus familiares y capitanes y sabía que se condenaría a la otra rama inca del Cuzco, por eso siguió su labor de visita dejando la ciudad imperial. En noviembre el virrey firmó la condena de los incas y redujo la pena de muerte a destierro. Luego se sucedieron los reclamos, los incas tenían suficientes recursos para defenderse y el virrey suficientes enemigos en la administración como para que las cosas terminasen allí. Hasta que como dijimos, la sentencia fue revocada en la Audiencia, el Consejo de Indias y el rey reprendieron al virrey y los incas fueron restituidos en su inocencia. Ya viejos y cansados, los sobrevivientes tuvieron suerte diversa.

 

Para proceder a esa revocación no fue sin embargo nunca habido el expediente del proceso, todo fue muy irregular. Hasta hoy no lo tenemos. Loarte se quedó en Cuzco ejerciendo de corregidor una vez que se marchara el licenciado Polo de Ondegardo que lo fue durante el juicio. En 1575, el alcalde de corte y oidor fue nombrado presidente en Panamá y se aprestaba a marcharse cuando le nombraron un juez de residencia, el oidor Pedro Sánchez Paredes. Este llegó con instrucciones precisas, que también respondieron a los reclamos que los incas elevaron acerca de las irregularidades de su juicio. La residencia fue larga y su expediente monumental. Gracias a él, se puede restituir el proceso de 1572, los entretelones del mismo, sus aristas y sus consecuencias.

 

De ese inmenso material, extraigo el testimonio que dio en las pesquisas don García Inquiltopa, un noble inca cuzqueño, de los más connotados de la ciudad. Inquiltopa o Inquilltopa era uno de los nietos de Huayna Capac que vivían en el Cuzco. Había nacido poco tiempo después de la invasión de los castellanos y es de la generación de los incas procesados. Sometido a tortura para que “confesara” su vinculación con el supuesto y nunca probado intento de comunicación ente los incas del Cuzco y los de Vilcabamaba, que pertenecían a ramas distintas y tenían serias diferencias, el testimonio trae la noticia de la calidad de “capitán” que Inquiltopa detentaba de parte del inca Tito Cusi recientemente fallecido. Aunque había una guerra entre los incas de la montaña y los hispanos, en el Cuzco vivía alguien que se sabía hacía de nexo entre el estado neo inca y la ciudad hispanizada. Es interesante notar que nuestro personaje no era un acusado en el juicio, era sólo un testigo, a pesar que se suponía que era un subordinado de los incas rebeldes y de haber establecido contacto entre estos y sus parientes cuzqueños.

Todavía faltan estudios para descubrir los muchos intercambios entre la ciudad y la frontera de los alzados. Pasada esta tormenta que lo tuvo en lamentable estado, Inquiltopa todavía vivió varios lustros, participó en sonados pleitos judiciales para defender los derechos de los incas, testificó dando noticias y memoria a favor de Mancio Serra, el famoso conquistador que a la hora de su muerte renegó de los abusos que se cometieron durante la conquista y colonización de los Andes.

El juez de residencia del corregidor Loarte lo acusó de haber delinquido en cuanto al tormento al que sometió a Inquiltopa. Decía que había empezado la causa con el tormento que le dio para levantar los cargos con que condenar a los incas. Loarte lo negó afirmando que antes del dicho del inca torturado se habían tomado muchos testigos por parte del licenciado Polo que estaba de corregidor en Cuzco al lado del virrey Toledo y después el propio virrey tomó varios testigos. Entre ellos doña Juana, mujer de Pedro de Carvajal – solicitador de los acusados en el juicio- y hermana de don Carlos y doña María, mujer de Juan Hernández Coronel y prima de Carlos y los demás incas. Según se defendió Loarte, todos los testigos coincidieron en que don García sabía los tratos entre don Alonso Tito Atauchi y consortes en el Cuzco y Tito Cusi en las montañas de Vilcabamba. Como García no quería declararlo, se hizo la conminación de tormento mediante la cual declaró la verdad en la que, decía Loarte, se ratificó muchas veces: “cosa permitida en derecho en casos tan graves y delitos de traición”.

 

La pieza es extraordinaria por lo que merece ser difundida como una de las buenas fuentes para la historia colonial andina. Da cuenta del enorme material que contienen los actuados para la averiguación del procedimiento del virrey y sus funcionarios en el juicio. Tiene muchos aspectos que pueden comentarse, como por ejemplo el papel crucial que tuvieron en esos procesos los “lenguas” o intérpretes[1]. Destaca desde luego el desempeño del intérprete más cercano del virrey, un mestizo, acusado de sodomita varias veces y que incluso murió luego en la hoguera por su pecado nefando. Se llamaba Gonzalo Jiménez, un hombre que profesaba un profundo rencor contra los incas. No son explicables sus procedimientos abusivos y taimados sin la anuencia del virrey, del juez y sus oficiales. En la pieza que trascribimos se puede observar su modo de operación, cómo fue el blanco de los reclamos y recusaciones de los incas, la participación de otros intérpretes y los mecanismos de control que existían y no se cumplían para el caso de las traducciones. En el juicio de residencia, de donde estamos reconstruyendo el proceso judicial contra los incas que el virrey hizo desaparecer, se siguieron también cuidadosos procedimientos para garantizar la traducción.

 

En el testimonio se pueden apreciar las formas con las que se presionó a los testigos, semanas encerrados en cuartos oscuros, humedecidos adrede en las noches para perjudicar la salud de los detenidos, con comidas racionadas. Varios de estos hombres declararon que llevaban la cuenta de los días que pasaron encerrados por sus quipos, forma de registro y contabilidad andina.

 

Aparecen en la pieza que presentamos varios de los personajes que se vieron involucrados en el juicio y algunas escenas desconocidas. El personaje principal rescatado aquí desde luego fue don García, pero con él está presente Pedro Quiço Yupangui que también era un indio de alcurnia, nacido cuando entraron los españoles, que vivía en Yucay que fue encomienda del inca Sayri Tupac y hacía de nexo entre el mundo de los alzados en los valles hondos y la ciudad y sociedad cuzqueña. Entre las escenas, destacan los regalos que se intercambiaron entre Vilcabamba y Cuzco, la discusión acerca del nombre que debía llevar el que finalmente fue bautizado como Melchor Carlos Inca, hijo de Carlos y nieto de Paullo o Cristóbal Pablo como se bautizó el primer inca de esta rama.

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“En la dicha ciudad del Cuzco en diez y nueve días del mes de diciembre de mil quinientos y setenta y cinco años el dicho señor oidor juez de esta causa mandó parecer ante sí a un indio que dijo llamarse don García Inquiltopa /2615/ natural de esta ciudad principal de la parroquia de señor Santiago el cual fue examinado por las dichas lenguas nombradas en esta causa y tomado y recibido el juramento en forma de derecho por dios y por santa María y por una señal de cruz so cargo del cual prometió decir verdad y luego le fue preguntado por las dichas lenguas qué personas son las que le han hablado sobre lo que ha de decir en esta causa y qué es lo que le han dicho que diga y si sobre ello le han dado o prometido alguna cosa o si le han hecho alguna amenaza o maltratamiento o puesto temor porque diga lo que no sabe o para que deje de decir lo que sabe el cual dijo que ninguna persona le ha dicho ni hablado nada ni sabía para que lo llamaban y que él dirá la verdad de todo lo que supiere. Luego por las dichas lenguas le fue mandado y apercibido por el dicho señor oidor que diga la verdad y lo que supiere y hubiere visto y que no diga lo que no hubiere visto ni mentirá en ninguna manera y que mire bien lo que dice y que si dice verdad dios le ayudará y le hará mucho bien y que si dice mentira y lo que no ha visto que dios le castigará y que el señor oidor ha de saber si miente y que también le castigará que diga la verdad /2615v/ y lo que ha visto y no diga mentira y lo que no ha visto. El cual dijo que es cristiano y se confiesa y que dirá la verdad y que aunque no se le avisara que no dijera mentira no la dijera ni la dirá porque es cristiano y nadie no le ha hablado ni le ha hecho maltratamiento ninguno sino que sin saber para qué le llamaban vino ante el señor oidor. Preguntado por las generales dijo que no es pariente ni enemigo de ninguno de los incas y que es descendiente de Guaynacapac de donde descienden los dichos yngas y que no quiere mal a nadie y que dirá la verdad. Y luego fue preguntado por las dichas lenguas diga y declare si fue testigo contra los dichos yngas y quien le llamó para que fuese testigo y cuántos dichos dijo y declaró y por ante qué juez y escribano y por qué lenguas e intérpretes y qué es lo que le pasó en esto lo diga desde el principio hasta el cabo lo que le pasó y vio y no otra cosa y se le mandó a las dichas lenguas lo digan poco a poco al dicho Inquiltopa indio testigo para que lo entienda bien y responda a ello lo que sabe y vio. Y habiéndolo hecho así las dichas lenguas a lo que pareció dijeron que el dicho indio testigo respondía y decía lo siguiente: que lo que sabe es que estando el señor virrey en esta ciudad y el dicho doctor Loarte /2616/ que no sabe cuánto tiempo a mas de que le parece que podrá haber cinco años poco más o menos un día fueron a casa de este testigo cuatro indios cañares y le dijeron que le llamaba el señor virrey y le llevaron a la cárcel pública donde estaba haciendo audiencia pública el señor virrey y el doctor Loarte por honra de la pascua que entonces era y lo tuvieron allí los dichos indios cañares hasta que se acabó la dicha audiencia porque así lo mandó Jiménez mestizo lengua a los dichos cañares delante de este testigo y cuando salieron de la cárcel el dicho Jiménez llevó a este testigo delante del señor virrey y del dicho doctor Loarte y le mandaron que quedase allí preso donde estuvo diez días preso en un calabozo encerrado y los cuatro primeros días con los pies en un cepo y al cabo de los dichos diez días que estuvo preso en la dicha cárcel lo llevaron ante el señor virrey que estaba en San Francisco y aquella tarde por mandado del señor virrey llevaron a este testigo ante el licenciado Polo corregidor que a la sazón era en esta ciudad , el cual mandó a dos indios cañares que le guardasen /2016v/ allí en su casa hasta que él le hablase y así este testigo estuvo en casa del dicho corregidor veinte días poco más o menos con las dichas guardas y al cabo de ellos el licenciado Polo corregidor por lengua de Felipe Sayre indio ladino que es el que sirve ahora de lengua en esta causa y en su examinación le mando que dijese todo lo que sabía acerca de haber venido indios del ynga a esta ciudad y de los mensajeros que los yngas de esta ciudad le habían enviado a Vilcabamba y que él sabía que este testigo era capitán el ynga que estaba en Vilcabamba y no se hacía cosa por su mandado que este testigo no lo supiese y este testigo dijo que era verdad que él hacía los negocios del dicho ynga en esta ciudad juntamente con sus mayordomos españoles y que si hubieran venido a esta ciudad algunos indios del ynga este testigo los hubiera visto y hablado con él por lo que tiene dicho y que no había venido ningún indio del dicho ynga y este testigo no había visto que los yngas de esta ciudad hubiesen enviado mensajeros al dicho ynga y le tornó a decir el dicho corregidor por la dicha lengua que dijese todo lo que sabía sin esconderle cosa ninguna de ello que si lo hacía así que el señor virrey /2017/ lo querría mucho y el también y este testigo dijo que lo que él sabía acerca de que los yngas de esta ciudad hubiesen enviado algo al dicho ynga de Vilcabamba era que don Alonso Tito Atauchi habría dos meses poco más o menos que habría enviado al ynga de Vilcabamba unos vasos que traen de la Nueva España dorados y ciertas petaquillas de chicha y unos palos de que usan los indios para arados y diez o doce pares de ojotas de cabuya que son unas suelas que los indios traen y unas varas de henea (sic, por anea o enea) lo cual todo le llevó don Juan Ayrambo indio que reside en Yucay y que el dicho licenciado Polo le dijo que ya sabía aquello de aquel presente de don Alonso que le dijese lo que sabía de otras cosas y este testigo le dijo que también había visto que el dicho ynga de Vilcabamba envió al prior de San Agustín una petaca muy galana hecha de plumas de colores y que no sabía nada de todo lo que le preguntaba mas de aquello y con esto el dicho licenciado Polo llevó a este testigo ante el señor virrey y luego que el dicho Polo habló con el señor virrey llevaron a este testigo a la cárcel donde estuvo otros seis días preso en un calabozo y en cabo de ellos el doctor Loarte envió por este testigo y lo llevaron a su casa /2017v/ y entrando por la puerta de la sala vio este testigo en ella el burro con que dan tormento y en una batea unos palos pequeños y cordeles y junto a ello dos botijas d agua y metieron a este testigo allá dentro a una cámara donde estaba el dicho doctor Loarte que había acabado de cenar y el dicho doctor Loarte por lengua del dicho Jiménez mestizo que estaba con el dicho doctor le empezó a preguntar a este testigo ciertas cosas y este testigo dijo luego al dicho doctor Loarte señor no me hable por lengua de este Jiménez mestizo porque miente mucho y te dice mal de lo que yo te digo y el dicho doctor Loarte le dijo que como sabía este testigo que el dicho Jiménez le mentía y decía más o menos de lo que este testigo decía y este testigo le dijo que él entendía bien la lengua española y que no le faltaba más de hablarla y que por esto había visto que el dicho Jiménez le había dicho al dicho doctor Loarte más cosas de las que este testigo decía y el dicho doctor Loarte dijo bien está otro te hablará y luego preguntó a este testigo si le hablaría bien Juan Pérez Montañés que presente estaba y este testigo dijo que bien lo haría Juan Pérez y otro cualquiera como no fuese Jiménez que se fuese de allí y se fue y luego el dicho doctor habló con el dicho Juan Pérez el cual dijo a este testigo que el dicho doctor Loarte decía que le dijese la verdad de todo lo que sabía y había visto y que él lo querría /2018/ como a su hijo y este testigo dijo que le diría todo lo que supiese y no escondería nada a la justicia del rey cuyo vasallo él era y que habiendo el dicho Juan Pérez hablado con el dicho doctor Loarte le tornó a decir que dijese cómo habían enviado mensajeros todos los yngas de la comarca del Cuzco y los yngas que en la dicha ciudad vivían mensajeros al ynga que estaba en Vilcabamba y para qué eran estos mensajeros y qué le habían ido a decir que este testigo lo sabría bien todo pues era capitán del dicho ynga y este testigo dijo que no sabía que hubiesen ido mensajeros ningunos al dicho ynga a Vilcabamba y que si hubieran ido y hubiera algunos negocios de los indios del distrito del Cuzco y los yngas que este testigo lo supiera y no pudiera ser menos porque este testigo había ido cuatro veces a Vilcabamba y el dicho ynga siempre le comunicaba todos sus negocios y nunca le había dicho cosa ninguna de lo que se le preguntaba y luego le tornaron a decir que dijese todo lo que sabía de negocios del ynga y este testigo dijo todo lo que había dicho al licenciado Polo corregidor cerca del presente que envió don Alonso Tito Atauche al dicho ynga de Vilcabamba y de cómo el dicho ynga había enviado al prior de San Agustín la petaca de plumas y que no sabía otra cosa y el dicho doctor Loarte dijo /2018v/ entonces saquen este indio allá fuera que a tormentos me ha de decir la verdad y luego le sacaron a este testigo a la sala donde estaba el burro y los demás aderezos para dar tormento y salieron con él el dicho doctor Loarte y Antonio Sánchez escribano que estaba presente y el dicho Juan Pérez Montañés y luego estando en la dicha sala el dicho doctor Loarte dijo desnuden a este indio y échenle en ese burro y así le asieron dos negros a este testigo que estaban en la dicha sala y lo desnudaron en cueros y lo echaron en el burro y estando en el burro antes de atarlo ni hacerle cosa ninguna se llegó a este testigo el dicho Jiménez lengua que estaba en la dicha sala y dijo a este testigo hablando bajo acaba ya di lo que te preguntan no quieras que te hagan pedazos y este testigo dijo a voces no me ha de hablar Jiménez que es mentiroso yo no le quiero oír y el dicho doctor Loarte mandó al dicho Jiménez que se fuese de allí y luego que se fue habló el dicho doctor Loarte con un alguacil mestizo que estaba allí en la dicha sala para que hablase con este testigo que decía el dicho doctor Loarte que le dijese la verdad y tuviese lástima de sus carnes y luego llegó a este testigo Juan Pérez /2019/ Montañés y dijo don García di la verdad al apo no tengas miedo de cosa ninguna porque si no dices la verdad te ha de dar tormento y te ha de hacer pedazos los huesos y este testigo dijo que le bajasen del dicho burro que él diría todo lo que se acordaba que lo tenía olvidado y así le bajaron del dicho burro y le vistieron su camiseta y su manta y luego el dicho Juan Pérez le dijo ya te han quitado del tormento di la verdad de todo lo que sabes y no enojes al apo y este testigo dijo que se le había olvidado lo que le había dicho don Pedro Quiço Yupangui indio de Yucay y que era que don Felipe Caritopa y don Juan Sona y don Alonso Tito Atauchi yngas de esta ciudad le habían dado cuatro cartas para que las llevase al ynga que estaba en Vilcabamba y que demás de lo que decía en las cartas le dijo el dicho don Pedro a este testigo que le habían dicho los dichos yngas que dijese de palabra al dicho ynga que ellos no entendían el corazón que traía el virrey pues venía al Cuzco no habiendo venido otro ningún virrey y que el dicho don Pedro Quiço Yupangui le dijo a este testigo cuando le dijo esto como iba a Vilcabamba y que diría de su parte al dicho ynga porque el dicho /2619v/ ynga luego le preguntaría por él y este testigo le dijo que dijese lo que le habían mandado decir aquellos yngas y que él no tenía que enviarle a decir y que esto dijo que era lo que se acordaba que le había dicho el dicho don Pedro Quiço Yupangui y que no sabía otra cosa y luego el dicho Antonio Sánchez escribano escribió y acabando de escribir el dicho doctor Loarte y el dicho Antonio Sánchez escribano y otros que allí estaban fueron a casa del señor virrey con hachas encendidas y llevaron a este testigo allá y el dicho doctor Loarte habló con el señor virrey tratando de lo que este testigo había dicho y luego el dicho escribano leyó lo que llevaba escrito de casa del doctor Loarte y allí hablaron y después el dicho Jiménez llevó a este testigo a su aposento donde lo asentó en un duho y le dio a beber vino y le dijo que era un ynga muy bueno y que pudiendo haber dicho lo que había dicho aquella noche ante el doctor Loarte que para qué esperaba que le afrentasen y le hiciesen molestias y estando hablando en esto llegó allí un español criado del señor virrey y llamó al dicho Jiménez por su nombre diciendo a Jiménez dónde está Inquiltopa y el dicho Jiménez dijo como lo tenía allí y el dicho español dijo pues no ha de dormir acá que el virrey me manda que lo tenga /2020/ yo y lo llevó a una torre que estaba en la recámara del señor Virrey y allí le tuvieron diez días preso los seis con una cadena de hierro y los cuatro estaba suelto y al cabo de este tiempo lo bajaron a un aposento que estaba en la huerta pequeña de la dicha casa donde posaba el señor virrey y allí le tuvieron otros diez días con guardas de indios cañares y allí le dio una enfermedad de cámaras de sangre por lo cual le sacaron de allí y le llevaron a un bohío que está en la ranchería de la dicha casa y allí estuvo veinte días enfermo y en cabo de ellos lo llevaron al hospital por estar malo donde estuvo un mes curándose y este testigo se huyó del hospital porque le daban el agua por medida y no le daban de comer como él quería y el dicho Jiménez lengua con muchos indios buscaba a este testigo y decía que se había ido a Vilcabamba y como este testigo supo que lo andaban a buscar se fue a casa del señor virrey y le besó los pies y el dicho señor virrey dijo a este testigo que lo había hecho bien en haberse venido y mandó a un criado suyo que lo guardasen allá y el dicho Jiménez en saliendo de allí lo llevó a un aposento que está en la sala de la huerta de Juan de Pancorbo donde le encerró /2020v/  y le llamó de traidor y cimarrón porque se le había ido y le regaron con mucha agua el aposento y le dio unos pellejos en que durmiese y allí estuvo nueve días y porque su madre de este testigo fuese allí un día a llevarle de comer la azotó el dicho Jiménez lengua y este testigo viéndose fatigado en aquel aposento y que le tornaban a dar cámaras se asomó a una ventana que está en el dicho aposento y dijo a un hombre español criado del virrey que pasaba por allí que por amor de dios que lo sacasen de allí y que si lo habían de matar que lo llevasen luego a ahorcar y acabasen con él porque allí pasaba mucho trabajo y el dicho español le dijo que hablaría al virrey y aquel día el dicho español lo sacó de allí y lo puso en la ranchería de Diego de Silva donde estuvo quince días y al cabo de ellos unos cañares llevaron a este testigo al cenador que está en la huerta de las casas de Juan de Pancorbo donde estaba Antonio Sánchez escribano y el dicho Jiménez mestizo y Pedro Miguel lengua y allí le tomaron juramento y luego le preguntó el dicho escribano por las dichas lenguas que si había dicho verdad al doctor Loarte y al señor virrey en todo lo que les había dicho sin mentirles en cosa ninguna y este testigo dijo que sí que verdad /2021/ había dicho y tornó allí a decir lo que había dicho este testigo ante el dicho doctor Loarte que le había dicho don Pedro Quiço Yupangui cerca de haber llevado las cartas de esta ciudad a Vilcabamba y que había hablado a este testigo para que si quería que de su parte le dijese algo al ynga, lo cual escribió el dicho Antonio Sánchez allí según pareció y luego el dicho Jiménez le tornó a preguntar a este testigo que si había dicho verdad al señor virrey al decir que no había más de seiscientos indios en Vilcabamba con el ynga y este testigo dijo que era verdad y que no había más gente en Vilcabamba de la que había dicho al señor virrey de palabra y así mismo escribió luego el dicho escribano y el dicho Jiménez le tornó a preguntar que si era verdad que se habían juntado todos los indios del distrito del Cuzco de los tabantinsuyos que quiere decir las cuatro provincias en casa de don Carlos Ynga y habiendo bebido todos ellos pusieron nombre al hijo del dicho don Carlos según sus ritos y le llamaron Asca Biracocha Ynga Paulo Topa y este testigo dijo que no sabía ni había oído decir que los indios que se juntaron en casa de don Carlos hubiesen dicho lo que  se le preguntó que dijeron pero que este testigo oyó decir a don Felipe Saire hermano de don Carlos ya dios nos ha dado un hijo el cual se ha de llamar Asca Viracocha Ynga Paulo Topa y que esto sabía y no otra cosa /2021v/ de lo que se le preguntaba y el dicho Jiménez le dijo que para que negaba la verdad que él sabía que este testigo había comido a la mesa de don Carlos aquel día que se hizo la fiesta que tiene dicho y por más señas que él sabía que este testigo había bebido chicha en unos mates pintados y este testigo dijo que no había comido a la mesa de don Carlos y que haber bebido este testigo en los mates que decía que era verdad más que luego en bebiendo se había ido a su casa y no había visto nada de aquello y con esto se acabó allí su dicho y luego el dicho Jiménez mandó a unos indios cañares que lo volviesen a llevar donde había estado y lo llevaron y allí estuvo once días hasta que fue un alguacil español y llevó a este testigo ante el dicho doctor Loarte a su casa a donde estaba el dicho Antonio Sánchez escribano y el dicho Jiménez y Pedro Miguel lenguas y allí en presencia del dicho doctor Loarte le tomaron juramento a este testigo y luego el dicho escribano habló un gran rato con el dicho Jiménez lengua leyendo en un papel y luego de que acabó de leer el dicho Jiménez mestizo lengua le dijo a este testigo que si se acordaba de lo que la otra vez había dicho ante el dicho Antonio Sánchez escribano y Pedro Miguel lengua y este testigo dijo que era verdad lo que él había dicho y que con sólo esto que le preguntó el dicho Jiménez lengua acabó con todo lo que había estado hablando con el escribano y /2022/ le tornó a decir también que si era verdad lo que había dicho al dicho doctor Loarte y al señor virrey y lo que dijo al licenciado Polo corregidor y este testigo dijo que sí que él había dicho la verdad y nunca le dijo cosa ninguna de lo que estaba escrito que él había dicho ni le refirió nada de ello sino no más de lo que dicho tiene de que si había dicho verdad y díjole también que el doctor Loarte decía que se fuese a su casa y que si algún cacique o mestizo u otra persona alguna le dijese algunas palabras de que le pesase o le tratase mal se lo fuese a decir que él lo castigaría y que con esto se fue este testigo y nunca más le han llamado para que diga en este negocio ni le han preguntado nada si no es ahora y que este propio día que dejaron a este testigo ir a su casa soltaron a otros cuatro indios que tenía presos el dicho Jiménez en los aposentos de las casas de Pancorbo y que este testigo por su cuenta le tuvieron preso y encerrado más de siete meses porque luego que se trató de este negocio de los yngas prendieron a este testigo y fue el primero que estuvo preso y lo estuvo todo el tiempo que se trataba este negocio de los yngas y que esto es lo que pasó y sabe y vio por vista de ojos y que no se acuerda haber visto otra cosa ni sabe más de este caso y que lo que ha dicho es la verdad so cargo del juramento que fecho tiene lo cual /2022v/ les fue vuelto a leer poco a poco a las dichas lenguas para que lo digan y diserten al dicho indio testigo y habiéndolo hecho así a lo que pareció dijeron que el dicho indio testigo decía que era verdad lo que estaba escrito y que él lo había dicho y que no mentía en nada y luego el dicho señor oidor y las dichas lenguas lo firmaron de sus nombres. El licenciado Sánchez Paredes, Hernando de Morales, Felipe Sayre, ante mi Francisco de Bascones escribano de Su Majestad.

 

SOBRE EL AUTOR:

Luis Miguel Glave Testino es doctor en Historia por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla e investigador del Colegio de América en la misma universidad. Trabaja en el Archivo General de Indias sobre la historia de los indios en la época colonial y sobre la formación de una memoria entre ellos a través de sus memoriales. Fue miembro fundador del Centro Bartolomé de las Casas del Cuzco e investigador asociado del Instituto de Estudios Peruanos. Ha sido profesor en diversas universidades del Perú, América Latina y España y es Profesor Honorario de la Universidad San Antonio Abad del Cuzco. Entre sus más recientes publicaciones se encuentran, Las lenguas indígenas en los tribunales de América Latina coordinado con Caroline Cunill (2019); Los rostros del Perú en el siglo XVIII (2018); “Buscando al encomendero. Lucas Martínez Vegaso, la administración de la justicia y las redes del poder colonial. Tarapacá, Siglo XVI (2019); “Entre Lima y Cádiz: Una batalla transoceánica por la opinión, 1810-1815 (2018)”.

 

CÓMO CITAR ESTA ENTRADA:

Glave Testino, Luis Miguel, “El testimonio de don García Inquiltopa y las ‘pruebas’ del virrey Toledo contra los incas del Cuzco”, Blog Los Reinos de las Indias, sección Mundus Alter. Entrada publicada el 23 de marzo de 2020. URL: https://losreinosdelasindias.hypotheses.org/2037

[1] Tema que he desarrollado en un largo artículo titulado “Simiachi: el traductor o lengua en el distrito de la Audiencia de Lima” publicado en Caroline Cunill y Luis Miguel Glave, Las lenguas indígenas en los tribunales de América Latina: intérpretes, mediación y justicia (siglos XVI-XXI), Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2019.

Natalia Silva Prada

Especialista en historia cultural del periodo colonial americano. Su último libro se titula Los ‘Reinos de las Indias’ y el lenguaje de denuncia política en el mundo Atlántico (s.XVI-XVIII), Amazon and CreateSpace, 2014. Otros libros de su autoría y sus artículos de investigación científca pueden consultarse en https://loc.academia.edu/Natalia Silva Prada Además de este blog es autora del blog “Paleografías americanas”: http://paleografi.hypotheses.org y del blog de gastronomía histórica “Love cooking, love History”: http://blogs.eltiempo.com/love-cooking-love-history/

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