Una de las cosas positivas que nos está dejando la crisis sanitaria del Covid-19 son las iniciativas en barrios y pueblos que se han puesto en marcha con el propósito de ayudar a quienes lo están teniendo más difícil estas semanas.
Una de las cosas positivas que nos está dejando la crisis sanitaria del Covid-19 son las iniciativas en barrios y pueblos que se han puesto en marcha con el propósito de ayudar a quienes lo están teniendo más difícil estas semanas. Una muestra de solidaridad colectiva a la que hoy queremos rendir homenaje en Saltamontes.
En estas semanas hemos aprendido muchas cosas: a lavarnos las manos adecuadamente; que la sanidad es un derecho y no un negocio; o que las alianzas entre lo público y lo comunitario nos ofrecen respuestas a lo que necesitamos en estos tiempos que nos toca vivir. No queremos realizar un listado exhaustivo de todas las iniciativas que se han puesto en marcha; porque sería imposible. Nos consta que han sido tantas que sería imposible recogerlas en un artículo. Sabemos, además, que muchas solo las saben las personas implicadas porque quedan en los portales y las redes que tejemos en el dia a dia y que, ahora, se muestran más importantes que nunca.
Sin embargo, tampoco queríamos que pasasen desapercibidas. Nos gustaría recoger, de alguna forma, toda la riqueza organizativa que comportan estas iniciativas pequeñas. Queremos aprender de ellas qué es lo que nos fortalece ante las crisis y qué es lo que tendremos que potenciar, cuando podamos reanudar la actividad fuera de casa, para que la siguiente emergencia nos pille mejor preparadas “ecofeminísticamente” hablando.
Nos cuentan, por ejemplo, que en el Valle de Cabuérniga (Cantabria) no ha hecho falta poner en marcha ninguna red solidaria porque simplemente han mantenido lo que ya venían haciendo: hacer la compra a quien no puede desplazarse, acompañarse y atender a las necesidades que van surgiendo a través de sus redes familiares y vecinales. “Hoy por ti Sal” ya existía antes de la pandemia, en estas últimas semanas han redoblado esfuerzos, no solo para facilitar ayuda alimentaria y acompañar, sino en seguir con su labor de sensibilización sobre la situación de precariedad y desamparo de muchas personas.
Que la red ya esté creada, facilita enormemente las cosas y, si no, que se lo digan al grupo de alumnas de las clases de cultura general de la asociación vecinal Puente Duero (Valladolid) que han podido seguir con ellas, desde casa, a pesar de la brecha digital y no tener teléfono “más que de llamar”. Su profesora, Patricia, ha organizado un sistema de reparto que implica a la asociación vecinal (que imprime las tareas), a la panadería de Pili (que es el punto de recogida) y a las alumnas (que cuando salen a comprar el pan, recogen las tareas semanales). Por cierto, María González Reyes, ha escrito un relato sobre esta historia que puedes leer aquí.
Las iniciativas de comedores solidarios han surgido también a partir de una estructura previa: las asociaciones de madres y padres en los colegios públicos. En Usera, por ejemplo, uno de los distritos más empobrecidos de Madrid, desde la primera semana de confinamiento se ha atendido a aquellas familias cuyas criaturas dependían de la beca de comedor. Es el caso, del CEIP República de Venezuela, o de la Escuela Infantil La Jara. Recogen donaciones de quienes están en mejor situación, y las distribuyen entre quienes lo necesitan. No lo entienden como asistencialismo, sino como solidaridad entre miembros de la misma comunidad. En Vallecas, lo está haciendo el CEIP Núñez de Arenas. A medida que avanzan las semanas, han entablado nexos con las asociaciones vecinales de la zona, que son otro de los núcleos importantes a la hora de llegar a las familias más vulnerables.
Y es que el barrio, o el pueblo, lo cercano, es esencial. En todas las ciudades nos refieren experiencias barriales de apoyo mutuo. El Barrio de Porta, en Barcelona, puede ilustrar este modelo. Vecinas y entidades que habitan este barrio montaron al comienzo del confinamiento una red de apoyo para ayudar a las personas más vulnerables integrada en una red de redes por todo Barcelona. Para contactar a estas personas, montaron un formulario Web e imprimieron carteles que pusieron en todos los portales del barrio. En cada portal se definió una persona referente. El balance a día de hoy es positivo. El reto en el medio plazo es sostener la iniciativa, y otras parecidas, en el tiempo, porque se van a necesitar. ¿Cómo hacemos para mantener esta estructura después de que el confinamiento acabe? ¿Podemos tejer las redes del barrio más allá de la emergencia?
¿Por qué no hay mascarillas? Hazte tu equipo de protección en casa, que si con filtros de café, o con papel de cocina. ¿Cómo puede ser que en el estado español no haya fábricas de mascarillas? En los distintos grupos de whatsapp nos llegan muestras de estupor. Parece mentira, pero es así. Décadas de deslocalización de la producción, dependencia del petróleo para trasladar los productos a miles de kilómetros, conllevan desabastecimiento en momentos de crisis, además de agravar el cambio climático.
Ante esto, cientos de iniciativas para coser y preparar protecciones. En nuestra siguiente historia, que implica 35.000 mascarillas y a más de 100 costureras, las redes se han tejido en torno a pequeños comercios. A iniciativa de un taller de costura en Burgos (La Tienda de Marta) y una mercería (La Esmeralda) se lanzó un mensaje en redes sociales buscando costureras (y costureros) para elaborar mascarillas, tan necesarias en estos tiempos. Llegaron cientos de mensajes de personas dispuestas a poner su máquina de coser a funcionar por la causa; no todas pudieron coser, pero todas fueron muy agradecidas. También contaron con la inestimable ayuda de empresas de reparto que llevaron y trajeron paquetes; la fábrica de morcillas que esterilizó el material y la ayuda de quienes aportaron recursos y gestionaron llamadas y correos. Desde Galicia, nos cuentan algo similar: son muchos los colectivos y las personas a nivel individual, que se han unido para fabricar equipos de protección, por ejemplo, un grupo de costureras de Carballo y comarca se han organizado para confeccionar mascarillas en sus casas. Todas ellas están destinadas a colectivos que necesitan atención especial. Y el Sindicato de Manteros de Barcelona ha producido más de 5000 mascarillas y batas, que han repartido en hospitales.
Estas iniciativas, que en otro momento nos hubieran parecido imposibles, funcionaron gracias a la solidaridad y a las redes de contactos creadas alrededor del pequeño comercio y la organización barrial, y a las que las grandes superficies no pueden aspirar. También nos enseñan que es esencial mantener la producción local. Estaría bien no olvidarlo.
La semana pasada Elisa Otero hablaba en el blog sobre la importancia de consumir local, en pequeño comercio y agroecológico. Tanto en estas semanas de confinamiento, como más allá, la pregunta que nos lanzaba la autora sobre la forma en que queremos alimentarnos, no solo individualmente, sino como sociedad, debe estar en el centro de los debates. Por eso, queremos destacar iniciativas que han puesto en el centro esta cuestión.
Una de las medidas impuestas, y que más controversia ha creado (no solo por las dificultades de interpretación, sino por el claro privilegio a las grandes superficies de alimentación) ha sido el cierre de los mercados locales. Además de dificultar la compra sostenible y local, se trata de una medida que deja a productoras y productores del primer sector completamente ahogados, ya que perdían el canal de venta directa y les obligaba a vender a las cadenas de distribución que ofrecen unos términos mucho menos justos. Por ello, en muchos territorios se han organizado y, como en Vizcaya, la presión ejercida por las y los baserritarras, apoyados por más de doscientas organizaciones ha conseguido que se reabran los mercados.
En la misma línea, la Red Cántabra de Apoyo Mutuo ha lanzado una campaña de apoyo a productoras/es locales con el fin de ayudarles a dar salida a su producto ya que, aquí si, los mercados se han cancelado. En Murcia, donde la situación de paralización de mercados es similar, han optado por poner en contacto a pequeñas producciones agrícolas con potenciales consumidoras y consumidores, para que de esta manera puedan dar salida a sus productos y, del otro lado, se pueda seguir consumiendo agroecológico.
Si en general esta situación no es fácil, hay otras realidades que la hacen aun más complicada. En el caso de las personas migrantes en situación irregular las peticiones de acceso al Ingreso Mínimo Vital se suman a iniciativas más concretas como la que se ha puesto en marcha en Bilbao. Allí se ha creado una caja de resistencia antirracista con la que apoyar a quienes, abocadas a vivir día a día, se están quedando sin alimentos, productos de necesidad y sin ingresos. Este llamamiento se realiza apelando “a la dignidad, a la responsabilidad y al apoyo mutuo”.
En Sevilla, la producción de los huertos sociales que gestiona Ecologistas en Acción en el barrio de San Jerónimo se ha destinado a una iniciativa vecinal de apoyo a personas sin papeles del barrio a quienes, previsiblemente, no van a llegar las ayudas oficiales. En Madrid, en el huerto urbano de Adelfas, han hecho lo mismo.
Además, en las redes sociales se ha establecido con fuerza la campaña #RegularizaciónYa. En épocas de crisis se hace más sangrante la falta de derechos. No debiera nunca existir gente de primera y gente de segunda. Garantizar los derechos humanos básicos para todas sigue siendo una urgencia.
Que la información es poder, lo sabemos desde siempre. Que ahora la información (y la desinformación) puede suponer una diferencia abismal en las decisiones que tomemos y los modelos que veamos, es innegable. Por eso, queremos destacar la labor informativa de medios como el que nos aloja, El Salto, y de radios libres, como https://www.radiopimienta.org/, que se esfuerzan por contarnos las experiencias de solidaridad que surgen, en programas como “Rompamos el aislamiento”, que nos pueden dar ideas para replicarlo en nuestro entorno, que nos indican el camino para empoderarnos. Y son también pilares fundamentales en la organización barrial. En Cantabria, la radio local, Radio Foramontanos, también ha lanzado su propia iniciativa de voluntariado para ayudar a las personas que necesiten que se les lleve la compra o les hagan recados, por ejemplo.
Si en el estado español hay muchas iniciativas solidarias, imaginad las que se están tejiendo en Latinoamérica. Imposible siquiera mencionarlas. Que fluya la información, para que aprendamos de ello, para cultivar la esperanza, es fundamental en estos momentos, y en otras situaciones de crisis que puedan venir. Por ello, la labor de las radios y medios libres es imprescindible. Aquí os dejamos un enlace a una de las muchas que hay, que justo celebró un programa maratoniano recogiendo testimonios de solidaridad en distintos puntos del continente.
Toda las iniciativas de apoyo mutuo y solidaridad que han aflorado en esta pandemia del coronavirus vuelven a mostrar la alta dosis de empatía de la sociedad y nuestra capacidad de resiliencia y creatividad. También han aflorado más las desigualdades sociales, la precarización de las condiciones de vida, las conflictivas relaciones entre el campo y la ciudad y la graves consecuencias ambientales a las que nos aboca nuestro modelo económico. Una muestra más de esa capacidad de construir resiliencia es el Plan de Choque Social al que se han sumado multitud de organizaciones y movimientos sociales para poder dar una salida a esta emergencia que no deje a nadie atrás y que permita sentar las bases de otro modelo más justo para las personas y el planeta.
Como siempre dice nuestra querida Yayo Herrero, tenemos por delante un inmenso ejercicio de amor. Pongámosle también caricias, aunque sea en la distancia, pongámosle también belleza. Hagamos como la Escuela Municipal Jacinto Pola de Alburquerque, que cada semana manda música, relatos y poesía a todas las residencias de mayores de este pueblo extremeño para no olvidarse de quiénes nos enseñaron a cuidar.