Las corporaciones tecnológicas han comenzado a adquirir la responsabilidad de los Gobiernos locales y a privatizar la gestión de servicios públicos.
La compañía vizcaína de Inteligencia artificial Sherpa.ai ha desarrollado una herramienta en colaboración con Osakidetza para predecir las necesidad sanitarias de Unidades de Cuidados Intensivos. Parece un suceso carente de conflicto, pero hemos de comprender que tiene implicaciones políticas.
Recientemente en la prensa se podía leer que la compañía vizcaína de Inteligencia artificial Sherpa.ai ha desarrollado una herramienta en colaboración con Osakidetza para predecir las necesidad sanitarias de Unidades de Cuidados Intensivos. Parece un suceso carente de conflicto, pero hemos de comprender que tiene implicaciones políticas: las corporaciones tecnológicas han comenzado a adquirir la responsabilidad de los Gobiernos locales y a privatizar la gestión de servicios públicos como la sanidad.
En el discurso político de las élites globales, igualmente presente en Iñigo Urkullu como en Isabel Díaz Ayuso, se percibe lo que algunos críticos ha definido como una ideología unidimensional que comprende el progreso técnico exclusivamente como resultado de un proceso de innovación liderado por start-ups. Esta es la visión tecnocrática y post-ideológica de la tecnología que la élites vascas llevan décadas profesando con éxito, en buena medida debido a la falta de alternativas políticas de la izquierda. Un ejemplo reciente, anunciado en Madrid durante el Biscay Startup Bay, es la conversión de la Torre Bizkaia, otrora sede financiera del BBVA, en “el mejor lugar del sur de Europa para emprender” (Ainara Basurko dixit).
Ante la desaparición del tejido industrial local por el proceso de globalización, la solución que se ha presentado es una nueva oleada de start-ups especializadas en automoción, energía, manufactura avanzada y hasta “foodtech”. De acuerdo a distintas informaciones, la idea es que el País Vasco perdone impuestos a los emprendedores que se instalen allí.
Esta es la visión tecnocrática y post-ideológica de la tecnología que la élites vascas llevan décadas profesando con éxito
En líneas generales, el plan de innovación se parece al “modelo de start-up nation” propuesto por Emmanuel Macron, pero à la basque. En relación a este último, la académica Carla Ibled señalaba que la jerga sobre la innovación oculta un brutal ataque al estado del bienestar. Esto es, el resultado natural del modelo vasco será la atracción de inversores y especuladores financieros que harán negocio mercantilizando los barrios para dar cabida al nuevo capital humano; la consecuencia natural, menos ingresos públicos para financiar servicios básicos.
A ello hemos de sumar el pensamiento que recorre el pensamiento de los gestores vascos desde hace décadas; aquel que presume de que Bilbao se encuentre entre los cinco destinos más frecuentes en Airbnb, es decir, la gobernanza mediante números y rankings que Michel Foucault asoció a los inicios del neoliberalismo. Todo ello se traducirá atendiendo a las máximas “solucionistas”: contra la falta de fondos e inversión para financiar o reconstruir las infraestructuras públicas corroídas por la austeridad y décadas de neoliberalismo se propondrá apoyo político en forma de contratos público-privados a empresas digitales para resolver buena parte de los problemas presentes en la sociedad.
En este contexto de esta ideología hemos de comprender la decisión de Iñigo Urkullu de apoyarse en la tecnología de Sherpa.ai para superar la crisis de la COVID-19 y “seguir los pasos de los gobiernos más innovadores a la hora de solucionar la epidemia, como China, Singapur o Corea del Sur.” Un detalle: estos han sido los países más punitivos y autoritarios a la hora de traquear a los ciudadanos para hacer a frente a la epidemia.
Urkullu olvida que “los gobiernos más innovadores a la hora de solucionar la pandemia” han sido también los más punitivios y autoritarios a la hora de traquear a los ciudadanos.
En cualquier caso, y aunque el habitual control policial de la Ertzaintza se incrementará para garantizar el orden en las calles, la implicación futura no será sólo la represión ciudadana. Más bien, la desarticulación progresiva del Estado de bienestar y la implantación, en su lugar, de un “Estado de vigilancia sanitario”. De momento, la plataforma de una empresa privada tendrá acceso a los datos públicos de los pacientes de Osakidetza para reconocer patrones del virus, identificar las tendencias de infectados, futuros focos, y hacer predicciones. ¿Dónde están el consentimiento ciudadano, criterio básico en democracia? y ¿con qué sesgos (al margen de los políticos e ideológicos) trabaja este algoritmo?
No lo sabemos, pero una empresa privada siempre piensa en conseguir clientes, no en salvar vidas. La intención de este partenariado es cumpliar con otro de los dogma neoliberales, la gestión eficiente de los recursos (no la distribución justa de estos) necesario en las unidades de cuidados intensivos (UCI) durante los días críticos de contagios. También legitimar que Sherpa.ai se haga cargo de la infraestructura digital de Osakidetza, hacerla dependiente de sus servicios y sentar las bases para acuerdos futuros.
Este es el motivo por el que la compañía, quien cuenta con varios miembros de Apple entre sus filas, ha desarrollado esta plataforma de manera gratuita. No obstante, como señala una integrante del colectivo feminista Zorras Binarias, “si fuera algo altruista, el código estaría disponible y lo podrían usar otras comunidades… o se lo habrían pedido a la universidad”.
Al respecto, algunos académicos apuntan en off the record que existen acuerdos con un laboratorio privado, llamado Fundación Abbot, para realizarlos.
Esta idea parece impensable, también en las áreas no digitales de la gestión sanitaria. De acuerdo a la denuncia de un grupo de profesores, el Gobierno vasco ha silenciado la realización de tests preparados por científicos de la Universidad del País Vasco. Si bien se mostro de acuerdo en un primer momento, a posteriori señaló que no los usaría. Al respecto, algunos académicos apuntan off the record que existen acuerdos con un laboratorio privado, llamado Fundación Abbot, para realizarlos.
En definitiva, existen pocas dudas de que el pensamiento managerial se expande y que la gestión o digitalización de los servicios públicos se rige por los criterios de rentabilidad. Parece evidente que el País Vasco necesita una política para regular el acceso a las infraestructuras digitales. Lo que no está claro es si atenderá a criterios públicos o privados. Por ello cabe preguntar lo siguiente: si existen radiografías, consultas de cabecera o pruebas médicas gratuitas, ¿por qué no predicciones de enfermedades basadas en algoritmos de machine learning o técnicas de lenguaje natural?
La salud pública debe mantenerse lejos de las dinámicas del mercado. Y Sherpa.ai, una empresa que compite con Amazon, Google y Microsoft en soluciones de inteligencia artificial, no es el mejor aliado. Si se permite la recomendación, tal vez la izquierda vasca debe comenzar a entonar un nuevo cántico: profetas de Silicon Valley Go Home!
Este artículo fue publicado inicialmente en Berria bajo el título “Osakidetza eta adimen artifiziala: azpiegitura digital publikoak behar ditugu”. Ha sido traducido y ampliado por el autor para su difusión en Hordago.