Entrevista a Alessia Dro, integrante del Movimiento de Mujeres de Kurdistán, que habla sobre la situación del pueblo kurdo en Medio Oriente, atravesado por los ataques de Turquía, el resurgimiento de ISIS y la pandemia del coronavirus.
Si algo les faltaba soportar a los pobladores de Kurdistán era una pandemia. El coronavirus, que asola al mundo desde hace varios meses, no es ajeno en ese territorio que, hace más de 100 años, fue partido y dividido en cuatro estados: Turquía, Siria, Irán e Irak.
El pueblo kurdo, conformado por casi 45 millones de personas, ahora tiene un nuevo desafío: superar el coronavirus en medio de guerras, represiones y su lucha constante por defender sus derechos básicos. En Turquía e Irán, la pandemia no da tregua: ambos países suman casi 260.000 contagiados y más de 10.000 muertos. En Siria y en Irak, las cifras oficiales son menos impactantes (48 contagiados y tres muertos en el primero; 3.143 contagiados y 115 muertos en el segundo), pero existen peligros latentes: los territorios sirio e iraquí viven, desde hace años, conflictos armados internos y guerras de diferente intensidad que destruyeron buena parte de sus infraestructuras básicas.
Si los kurdos supieron sobreponerse a masacres, persecuciones, invasiones militares y políticas sistemáticas de asimilación o expulsión por parte de los gobiernos centrales de los estados donde están disgregados, en estos días, oscilan entre los autocuidados que buscan poner en práctica, el retaceo de recursos tanto de las administraciones de los países como de organismos internacionales y la lucha en las calles -ya sea en el plano político-social o militar-, la medida más efectiva que encontraron, hasta el momento, para hacer escuchar su voz.
En diálogo con La tinta, Alessia Dro, integrante del Movimiento de Mujeres de Kurdistán, aseguró que la pandemia “exacerbó los problemas preexistentes en Kurdistán, agravó la situación de crisis humanitaria internacional en Siria e Irak,empeoró la guerra de ocupación contra Rojava (Kurdistán sirio) por parte de Turquía”, como también creció la censura aplicada por el gobierno turco, “porque, al comienzo del brote de infecciones, los ciudadanos normales fueron arrestados solo por haber informado en sus redes sociales de la existencia de casos no declarados de coronavirus”.
—¿Cómo es la situación puntual en el Kurdistán turco?
—En la parte del Kurdistán ocupada por Turquía (Bakurê), ha provocado un aumento de las detenciones, la represión política contra cualquier tipo de oposición, lo que ha llevado a un marcado empeoramiento del hacinamiento ya muy grave en las cárceles, lo que aumenta el riesgo de contagio. En un país ultranacionalista, devastado por una fuerte crisis económica, en el que se invierten miles de millones de liras en equipos militares, con una gran ayuda de la Unión Europea (UE), estamos presenciando una constante opresión contra las minorías étnicas, religiosas y contra las comunidades LGBTQI, afectadas por la Covid-19. Pero también por la pandemia turco-islamista de homofobia y transfobia. Muchas asociaciones kurdas de defensa de los derechos humanos han intentado, durante mucho tiempo, organizarse en los municipios autónomos gobernados por el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), alentando el activismo político con las disidencias sexuales, sin embargo, contra estos esfuerzos y contra cualquier manifestación disidente, el Estado turco aumenta cada vez más la represión estatal en frente de cualquier organización LGBTQI. En la parte oriental del Kurdistán, debajo de las fronteras estatales del Irán teocrático (Rojhelat), la pena de muerte contra la homosexualidad se ha utilizado a menudo, porque es vista como un crimen”.
—En el caso de Bakurê, ¿cuál es la situación de los presos y las presas?
—Es en la parte del Kurdistán ocupada por Turquía donde se cuenta el mayor número de periodistas detenidos en el mundo. Además, los presos y las presas políticas son dejadas morir en las cárceles turcas en tiempos de pandemia. Cientos de miles de presos políticos se mantienen en malas condiciones de vida, con atención médica inadecuada. Las mujeres y los niños son particularmente vulnerables y desprotegidos contra el riesgo de contagio. Las disposiciones de la prisión, en respuesta a la pandemia, no abarcaron ninguna amnistía, pero se vio la liberación de miembros conservadores del partido de gobierno AKP (Partido de Justicia y Desarrollo), de asesinos y violadores.
Es en un país como Turquía en el que tuvo lugar la muerte del artista Ibrahim Gökçek, el bajista de Grup Yorum, una banda de música de la izquierda turca, que luchó, a través de la huelga de hambre, contra la censura hasta la muerte. Es un país donde se niega toda libertad artística y de expresión, “solo tienes el cuerpo para protestar”, como dijo Gökçek en una de sus últimas cartas. Sin embargo, la muerte física del artista no fue suficiente para el régimen de Recep Tayyip Erdogan. El cuerpo de Ibrahim fue robado y secuestrado por la policía turca durante la celebración de su funeral. Los participantes fueron brutalmente reprimidos durante la intervención policial y su padre, arrestado.
—¿Las políticas del Estado turco contra las mujeres también se mantiene en medio de la pandemia?
—La sobrepoblación de las cárceles turcas ha demostrado, sobre todo, su sistema totalitario de dominación heteropatriarcal y el mecanismo más brutal de explotación racial de las mujeres. Y aquellas mujeres que, en su mayoría kurdas, se declararon más a favor de los derechos humanos básicos, que denunciaron la guerra neo-otomana e imperialista en Siria, y al régimen dictatorial en Turquía, han sido severamente arrestadas y expuestas a la tortura.
Una no puede ser consciente de lo que está sucediendo hoy en Turquía sin comprometerse con el grito del feminismo de todo el mundo, que nos dice en todas partes que, para subvertir los mecanismos opresivos, debemos tener en cuenta el funcionamiento de los Estados-nación que imponen la guerra. Siempre teniendo en cuenta que al imperialismo solo se le puede responder si lo analizamos en su red única de dominación sobre género, sexualidad, raza. Cuanto más analicemos la mentalidad del imperialismo y el capitalismo, más allá del simple reduccionismo económico, más caerá la máscara del sistema estatal. Cuanto más se analiza el Estado, no solo como una institución, sino como una mentalidad, como un monopolio del pensamiento, más se comprende el papel del patriarcado en su institucionalización. Cuando miramos a la familia nuclear, por ejemplo, es fácil ver que se basa en el Estado y viceversa. Y, por lo tanto, existe un vínculo fundamental entre la opresiva familia heteropatriarcal y el Estado, el capitalismo y sus efectos devastadores en el medio ambiente, las comunidades y las mujeres.
—¿La pandemia del coronavirus deja al descubierto cómo funcionan esos Estados-nación?
—Turquía es el caso más emblemático, pero también pienso en la represión en curso en Cochabamba durante el golpe de Estado en curso en Bolivia. Pienso en cómo las tropas de Estados Unidos, retiradas de Rojava, ahora están empleadas en Venezuela. Pienso en la militarización de los territorios mapuche en Argentina y Chile, en el Brasil de Jair Bolsonaro, en las protestas por los recortes impuestos por el FMI en Ecuador, en Guatemala y sus comunidades en estado de sitio.Mientras que, en México, el gobierno aprovecha la falta de atención por la pandemia para llevar a cabo las devastaciones de las comunidades indígenas y ambientales con el megaproyecto transnacional del Tren Maya.
Me parece importante subrayar que los problemas preexistentes al Covid-19, como los que afligen al pueblo kurdo hoy, son a nivel internacional (crisis humanitaria, guerra, censura, arrestos en masa). La pandemia en América del Sur y Central, y en el mundo también tiene el mismo origen en el sistema de acumulación del capitalismo patriarcal y extractivista del Estado-nación. Esto se expresa en el ataque colonial contra la memoria histórica y la existencia física de las comunidades milenarias, que, por otro lado, siempre han implementado una respuesta alternativa a las guerras unilaterales de los estados a través de mecanismos comunitarios para proteger el planeta, la vida, la naturaleza. Lo hacen poniendo en marcha la solidaridad intergeneracional, creando métodos políticos y comunitarios de cuidado, realizando concretamente, bajo una temporalidad ética diferente de la colonial, un vínculo ecológico constante con el entorno, una alternativa a la modernidad capitalista.
Es muy importante, en medio de esta pandemia y más allá de la fijación hacia las estadísticas verdaderas y falsas de los principales gobiernos, aprender de las resistencias y los métodos de autogobierno desde abajo implementados por los pueblos en el Kurdistán como en el Sur y Centro América.
—¿Cómo utiliza Turquía esta pandemia para redoblar sus ataques contra los kurdos?
—Turquía aprovecha la distracción mediática dada por la emergencia del Covid-19 para llevar a cabo una guerra brutal contra el noreste de Siria y su plan genocida para la expansión neo-otomana. Le gustaría anexar, en 2021, la fecha de vencimiento de los tratados de Lausana, a Irak y Siria dentro de sus fronteras a través de la ocupación militar, la asimilación, la reubicación demográfica de las poblaciones, substituyendo a los ancestrales habitantes kurdos de esas tierras por las familias de ex militares de ISIS y con los servicios secretos turcos, que, en estas horas, trabajan en la transferencia de poblaciones a Rojava desde Asia Central (Turkmenistán, Uzbekistán, Tajikistán, Azerbaiyán y Afganistán) .
—¿Rojava es la región más afectada por esta política de Turquía?
—Para Turquía y todas las demás potencias mundiales, Rojava es un área estratégica no solo para el petróleo, que se ha vuelto menos atractivo debido a su pico histórico de su costo y a la crisis energética mundial, sino por el paso del comercio que representa entre el Este y Oeste. El conflicto que tiene lugar en Siria, en Rojava, no es una guerra civil, es una guerra por el poder global. Ahora, la ocupación ilegítima de Rojava por Turquía en la frontera siria (más de 700 kilómetros de largo) comienza en 2018 con la invasión de la ciudad kurda de Afrin y, anteriormente, con la finalización de la construcción de uno de los muros más largos del mundo que separa Turquía y Siria. Poblaciones enteras y familias han sido divididas por una barrera de cemento antes de que la operación de ataque de Turquía, llamada paradójicamente “Fuente de Paz”, contra Afrin tuviese lugar. Como está sucediendo hoy de una manera cada vez más alarmante entre Palestina e Israel, también entre Turquía y Siria, cualquiera que intente cruzar la frontera y el muro es asesinado, incluso, si lo hace para escapar de los ataques y huir de la guerra.
—¿En Rojava, cómo se sigue desarrollando el combate contra grupos terroristas?
—El Estado turco ahora ocupa un área de 30 kilómetros en el norte y este de Siria. De hecho, los territorios ocupados están conectados a la administración turca por gobernadores provinciales impuestos y están dominados por milicias, bajo el control y financiamiento de Turquía, de ISIS, el antiguo Frente de Al Nusra, pero también de milicias yihadistas como Ahrar Al Sham o Faylaq Al Sham. Entre estas bandas armadas de mercenarios, hay un conflicto regular en el territorio. Hay un clima de terror para las poblaciones bajo su control. Los secuestros, la prostitución, la tortura y las ejecuciones extralegales están en la agenda. Estas condiciones significan que más y más habitantes originarios tienen que abandonar la región. Los colonos fieles a ISIS son colocados en sus lugares.
Sumado a esto, Turquía corta el suministro de agua a Rojava, dejando a un millón y medio de personas sin agua en plena pandemia. Al mismo tiempo, ataca con bombardeos aéreos los campos de refugiados kurdos en Irak y cerca de los campos donde se encuentran los ex militantes del ISIS en Rojava. En este último caso, para permitir que huyan y se reagrupen, mientras esperaban recibir un juicio por parte de un tribunal internacional organizado y promovido por la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES). Ahora, la mayoría de los milicianos yihadistas, muchos de los cuales con pasaportes italianos, turcos, alemanes y franceses, están logrando huir hacia Turquía, a quien la Unión Europea ha otorgado seis mil millones de euros para controlar los flujos migratorios. Es esencial comprender que ISIS y Turquía tienen la misma cara. Turquía ahora está bombardeando Rojava e Irak, exactamente en los lugares donde ISIS, previamente derrotado por las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ), no había logrado obtener el control. Si ISIS no logra acabar sus planes, Turquía interviene en ayuda en su favor.
—¿Turquía también está expandiendo sus planes de guerra a Libia?
—Desde cualquier perspectiva, el papel de Turquía es nefasto por su visión de eugenesia hitleriana, neo-otomana y por el orden mundial de guerras que está desatando y apoyando, como en el caso de Libia. Turquía se ha apoyado y continúa alimentando a las milicias yihadistas en Libia, sin que nadie en Europa o en el mundo diga nada. Ni siquiera Alemania, que empujó a Europa a hacer acuerdos con Erdogan para que no liberara a tres millones y medio de refugiados para llegar al Mediterráneo. Sin embargo, a Alemania ni siquiera tuvo la idea de protestar contra Turquía porque usa milicias yihadistas en Libia y Siria contra Damasco y los kurdos.
Después de la caída de Muammar Al Gadafi, Turquía retiró a las milicias yihadistas anti-Rais para enviarlas a luchar contra Bashar Al Assad en Siria. Muchos de estos milicianos eran libios, otros de diferentes nacionalidades del mundo árabe-musulmán. Y nadie dijo nada, porque, entonces, los Estados Unidos de Barack Obama y Hillary Clinton estuvieron de acuerdo. Ahora, desde la Rojava ocupada, Erdogan lleva los yihadistas de Siria, a través de Turquía, a Libia, donde sirven para apoyar el esfuerzo de guerra turco y al gobierno de Fayez Al Sarraj, que es reconocido internacionalmente por la ONU.Ninguno de los Estados piensa en prohibir al gobierno de Sarraj porque utiliza yihadistas pagados por Erdogan.
Este desarrollo es parte de las operaciones en curso de Turquía para transferir mercenarios sirios yihadista a Libia, para participar en la lucha junto con el “gobierno del acuerdo nacional” contra las fuerzas de Jalifa Hafter. Según las estadísticas del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR, por sus siglas originales), el número de reclutas que han llegado a Libia hasta la fecha es de alrededor de 8.250 mercenarios, incluido un grupo de mercenarios no sirios, mientras que otros 3.300 llegaron a Turquía para entrenar. Al informar sobre la transferencia de mercenarios sirios al territorio libio, el SOHR dijo que, en los últimos días, Turquía ha ejercido presión en Rojava sobre los comandantes de las facciones del “Ejército Nacional” (creado en Siria por Turquía y formado por yihadistas) para obligar a los combatientes bajo su mando a unirse a los combates en Libia.
Además, no se debe olvidar el alcance muy grave de los ataques de Turquía contra el pueblo kurdo, no solo en la invasión contra Rojava y el apoyo a la guerra en Libia, sino también en su sistema colonial interno y genocida contra cada minoría. Es importante recordar que, especialmente en Bakurê, en las fronteras turcas, desde agosto de 2015 hasta el 2016, el gobierno turco mantuvo una fuerte ofensiva militar en respuesta a la declaración de autonomía proclamada por decenas de alcaldías, obtenidas por vía democrática por el movimiento kurdo. Cientos de civiles resistieron al ejército, organizando la autodefensa de las ciudades, y miles perdieron la vida durante los toques de queda en Nusayibin, Cizre, Silopi, Sirnak, bajo una implacable política de silencio y restricción de libertades en todas esas ciudades.
El pueblo kurdo tiene una historia permanente de resistencia y el toque de queda no es algo que se instaló con la pandemia. Es más bien una condición semi-permanente de vida. No tenemos que olvidar que estamos hablando de un pueblo milenario, que se organiza más allá del Estado, una sociedad en la que el papel de las mujeres es determinante.
—¿Y desde el Movimiento de Mujeres de Kurdistán, cómo leen esta situación que relatás?
—Una memoria, inclusa traumática, siempre puede ser la base de la transformación social y de movimiento. Las mujeres kurdas colocan esta dinámica de liberación en la base de su acción, por fuera de las fronteras impuestas por los estados nacionales. Lo hacen para construir una alternativa de autogestión al status quo, incluso en la diáspora. Imaginemos lo que significó combatir la guerra patriarcal y a nivel transnacional durante esta pandemia, para las mujeres kurdas organizadas en la diáspora, en ciudades y pueblos de Europa: construyeron redes de apoyo contra la violencia doméstica, al mismo tiempo que reunían fondos para las emergencias de salud en Rojava, y no solo con campañas contra la violencia patriarcal y la guerra, sino también colocando en el centro de la reflexión qué significa hoy repensar la liberación de las mujeres, no solo como un efecto positivo de la revolución, sino como su centro y alma, su condición de existencia y su método, desafiando los supuestos ideológicos del individualismo a través del trabajo comunitario constante, con participación política basada en la autonomía.
En Rojava, especialmente las comunidades kurdas, circasianas, chechenas, caldeas y armenias, a pesar de la guerra y la cuarentena impuesta, están dando prioridad a repensar el sistema de educación popular, salud comunitaria y alentar la formación de las clínicas locales. Alina Sánchez (internacionalista argentina fallecida en 2018) había prestado mucha atención para garantizar que el sistema de salud de Rojava se basara en el de Cuba. También, por esta razón, hoy, en Rojava, por fuera de un sistema estatal y un sistema de salud centralizado, hay una clínica y una escuela de medicina en cada pueblo. Y en la base de la autoorganización tiene lugar la prevención social, especialmente a través de la organización confederal de las mujeres, que da fuerza a la idea de una economía feminista de reproducción social y autoproducción, cooperativa y no capitalista. Ellas se pusieron en cuarentena para reflexionar sobre lo que significa estar fuera del régimen de explotación de la naturaleza, de la medicalización farmacéutica industrial, del régimen heterosexual y racial, y así pensar la salud, la autodefensa y la ecología para una sociedad libre.
—¿Por qué se niega la ayuda internacional a los pueblos del norte de Siria en plena pandemia?
—La ONU y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han brindado asistencia médica al régimen sirio y a Irak, sabiendo que esto no permitía la llegada de ayuda humanitaria a la Administración Autónoma de Rojava en lo más mínimo. Existe una solicitud del secretario general de la ONU para que se declare el cese al fuego en Siria, pero el Estado turco continúa, sin la oposición de la ONU, bombardeando el noreste de Siria. En esta situación de guerra, en Rojava, existe el riesgo adicional de la pandemia. Hasta la fecha, las clínicas se han preparado con la autoconstrucción de materiales (camas, desinfectantes), pero técnicamente los recursos, en caso de contagio, no son suficientes. Debido al embargo al que es sometida Rojava, solo hay 40 ventiladores en la región. Hasta la fecha, hay pocos casos de Covid-19 en Siria, pero si explotaran, solo 40 personas en condiciones graves podrían recibir un tratamiento intensivo.
En las últimas mesas de los diálogos en Ginebra, se discutió la situación de la salud en tiempo del Covid-19 en Medio Oriente. Representantes directamente conectados con el régimen sirio, e indirectamente con facciones yihadistas, fueron invitados a participar en la discusión, pero ninguna delegación de la AANES pudo participar, aunque es la única entidad política que lucha por valorar la paz entre todas las identidades políticas regionales, desde la auto-organización comunal, ecológica y pacífica de diferentes pueblos, en su perspectiva de confederalismo democrático. La AANES es una alternativa intercultural de organización social que se basa en la salida del dominio de la mentalidad patriarcal, en la democracia directa y pone la defensa del planeta como un eje principal, representando una forma democrática y viable de salida al conflicto generado en Medio Oriente por una guerra de poder global.
En Rojava, bajo los bombardeos, una vez, un niño que tenía cinco años, que perdió a todos sus familiares en la guerra, me preguntó: “¿Por qué a nosotros se nos niega? Solo queremos vivir en paz, entonces, ¿por qué? ¿Qué hemos hecho de malo como kurdos?”. La realidad es que los estados del mundo prefieren mantener en vida y controlar el rol estratégico de Turquía, un país dictatorial y fundamentalista, anteponiendo sus intereses extractivos a la paz, a la preservación de la vida, de la naturaleza y de los pueblos, que implica eliminar las comunidades históricas que no se basan en el principio de máxima ganancia y que, entonces, no son cómodas para su sistema de poder estatal capitalista y patriarcal.
—¿Son posibles unos nuevos diálogos de paz entre el movimiento kurdo y el Estado turco?
—La importancia en este conflicto mundial de reanudar el diálogo por la paz, permitiendo visitas al filósofo y líder del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) Abdullah Öcalan, prisionero político en la Isla-prisión de Imrali, es fundamental. En la sucesión de los procesos de paz, desde 1990 hasta 2000, Turquía fue el actor responsable de hacer estallar los acuerdos. Siempre hemos visto, durante estos procesos, alternados por la guerra y la paz entre Turquía y el Movimiento de Liberación de Kurdistán, que, cuando el aislamiento drástico de Öcalan con la prohibición de visitas aumentaba, también crecían los ataques de Turquía. Es esencial que Naciones Unidas, el Comité para la Prevención de la Tortura (CPT) y organizaciones similares ejerzan presión política y diplomática sobre Turquía, pidiendo la liberación inmediata de Öcalan y reconozcan su papel clave para la paz en Medio Oriente.
A su vez, es fundamental descifrar y sacarle la careta a este gran juego neoliberal que la hegemonía capitalista global pretende imponer sobre todos los pueblos del mundo, principalmente, sobre los de Oriente Medio. Un juego que no cabe en ninguna norma ética de la humanidad. El encarcelamiento de Öcalan demuestra esto principalmente y, en segundo lugar, demuestra que el aparato del pensamiento occidental para la paz, hoy en día, es fallido. Su impostación filosófica eurocéntrica, vinculada al derecho de los estados y no a la ética de los pueblos y de la sociedad, crea la base para toda violencia material y epistémica.
—Con un panorama de este tipo en Medio Oriente, y particularmente en Kurdistán, ¿es posible la esperanza?
—Contra este sistema de civilización hegemónica patriarcal y eurocéntrica, nos da grandes fuerzas y esperanzas saber que, en todo el mundo, como en Rojava y Sudamérica, hoy, las mujeres luchan, denunciando el colonialismo estatal, hablando de plurinacionalidad y disidencia. A partir de la condición de quienes viven la guerra, la militarización, el despojo forzado, están dando, como nunca antes, una respuesta a esta estructura de Estado patriarcal tan universalizante y excluyente, organizadas y unidas más allá de las fronteras de forma transnacional.
Esto que menciono expresa la necesidad, en este momento de pandemia, de no llevarnos solo por los números y las estadísticas proporcionadas por los gobiernos desde arriba, sino de pensar juntas, desde abajo, sobre las soluciones comunes que podemos encontrar, organizándonos, tejiendo redes y decidiendo en común qué tipo de valores son sostenibles hoy para el planeta.
La obsesión por una solución estatista y nacionalista como si fuera un principio irrenunciable es otro factor básico en la profundización de la falta de soluciones. En cambio, la autonomía, que tuvo abundantes ejemplos de aplicación en la historia de Medio Oriente, por ejemplo con los selyúcidas y otomanos, y en las prácticas federalistas democráticas, ofrecen ejemplos de solución que son muy ricos para la cuestión kurda y para otros pueblos.
—En Medio Oriente, ¿las autonomías pueden resolver varios conflictos latentes?
—Para alcanzar una solución, es de importancia vital que los términos de la autonomía democrática sean entendidos profundamente, permitiendo la posibilidad a todos seres vivos de expresarse en la forma de la libertad. Si, en el siglo XXI, en todo el mundo, no nos desenlazamos de la mentalidad estatista y continuamos viviendo sin poner en escena unas políticas radicalmente democráticas, incluso el problema kurdo por sí solo será suficiente para mantener al Oriente Medio, en forma de un área de interés de las potencias hegemónicas tradicionales.
El papel clave en el desarrollo de la democracia en Medio Oriente está conectado profundamente a la experiencia de una solución democrática y autónoma, tanto en el Kurdistán como en cualquier otro lugar del mundo. La histórica unión que los kurdos comparten en su contexto geográfico además de con las naciones turca, árabe y persa, las cuales son las naciones vecinas de la región, también la comparte con la existencia de los armenios, asirios y turcomanos, los cuales son elementos más internos de la región. Esto hace posible que la solución democrática en el Kurdistán se extienda a todas las identidades en su diversidad, mediante un efecto libertario de dominó. La solución de un Kurdistán democrático es una solución vinculada a la de un Medio Oriente y a un mundo radicalmente democrático.