El precio de los alimentos ha subido un 70% en los últimos meses. En la ciudad de Tiro, los dueños de los generadores eléctricos que proveen de energía a hogares y empresas -ante el deficitario servicio de la eléctrica pública- han anunciado que han agotado sus reservas de combustible y que no podrán mantener las luces encendidas por mucho tiempo. Y el sindicato de hospitales publicó el viernes un comunicado en el que anunciaba que los centros sanitarios se veían forzados a “no realizar la mayoría de las cirugías y a no recibir ningún nuevo caso que requiera suministros médicos”. Líbano se va ahogando cada vez más en el desastre económico
El Gobierno anuncia que inyectará dólares en el mercado a partir de este lunes, para frenar el hundimiento del valor de la libra libanesa
En los mercados y restaurantes del Líbano apenas queda carne. Las importaciones cesaron el viernes ante la imposibilidad de pagar en dólares. El precio de los alimentos ha subido un 70% en los últimos meses. En la ciudad de Tiro, los dueños de los generadores eléctricos que proveen de energía a hogares y empresas -ante el deficitario servicio de la eléctrica pública- han anunciado que han agotado sus reservas de combustible y que no podrán mantener las luces encendidas por mucho tiempo. Y el sindicato de hospitales publicó el viernes un comunicado en el que anunciaba que los centros sanitarios se veían forzados a “no realizar la mayoría de las cirugías y a no recibir ningún nuevo caso que requiera suministros médicos”. Líbano se va ahogando cada vez más en el desastre económico empujado por el hundimiento del valor de la libra libanesa y la sequía de dólares desde octubre. Y cada vez que escasea un producto, sean dólares, fuel o carne, el mercado negro se agranda.
En esta situación, las protestas han vuelto a las calles del ‘país de los cedros’, que lleva una semana de renovada contestación contra sus gobernantes. Superadas las restricciones de movimientos por el coronavirus, las manifestaciones que irrumpieron por primera vez el 17 de octubre pasado han resurgido ahora más fuertes en medio de un catastrófico desplome de la libra, que en los últimos días ha sufrido de golpe una caída de un 25% de su valor frente al dólar, acumulando una pérdida del 70% desde otoño.
El sábado, miles de personas desfilaron por las principales ciudades denunciando el naufragio económico y la mala gestión política. En Trípoli, las protestas se tornaron violentas, con enfrentamientos nocturnos entre manifestantes y fuerzas de seguridad que dejaron al menos 120 heridos, según un balance de Cruz Roja y de los servicios locales citado por la agencia Afp. En Beirut, las protestas transcurrieron de forma pacífica, después de tensas manifestaciones las dos noches anteriores.
El 17 de octubre se desató una ola de contestación contra la clase política, a la que la ciudadanía culpa de la corrupción y los desmanes económicos que corroen el país. Tras semanas de continuadas protestas, el primer ministro Saad Hariri presentó su dimisión. Un nuevo jefe de Gobierno, Hasan Diab, tomó posesión en enero, aunque los grandes nombres de la política siguieron ocupando sus puestos de siempre. La irrupción de la Covid-19 y la puesta en marcha de medidas para frenar los contagios despejaron las calles de manifestantes y dieron una tregua al Gabinete.
Para los libaneses, nada ha cambiado desde entonces. “Este Gobierno ha adoptado las mismas políticas económicas y sociales que sus antecesores”, se lamentaba una de las manifestantes, Neemat Badredine, a la agencia francesa. “Reclamamos la formación de un nuevo Gabinete provisional”, prosigue, que tenga como misión organizar elecciones legislativas anticipadas para permitir “la emergencia de una nueva élite política”.
La desaparición de la actual clase política -en el poder desde el fin de la guerra civil en 1991 y provenientes todos ellos de familias ya dominantes desde décadas anteriores al conflicto- es la principal demanda de la ciudadanía. Les acusan de haber utilizado el poder y los cargos públicos para enriquecerse personalmente.
Mientras, la libra libanesa profundizaba esta semana su trayectoria descendente iniciada meses antes. Fijada al dólar estadounidense desde 1997 con una tasa fija de 1.507 libras por cada billete verde, la moneda nacional ha alcanzado esta semana pasada en el mercado paralelo la tasa de 6.000 libras por dólar. Este abrupto descenso ha llevado a las autoridades a anunciar el viernes una inyección de dólares en el mercado, para evitar que la tasa de cambio siga acelerándose. El presidente, Michel Aoun, adelantó que el Banco Central comenzará a bombear billetes estadounidenses este mismo lunes con el objetivo de mantener la moneda nacional por debajo de la tasa de cambio de 4.000.
Incapaz de enderezar el entuerto, el primer ministro Diab culpó el sábado a sus rivales políticos del deterioro de la situación. Denunció una “manipulación de la libra” y una “campaña orquestada por partidos conocidos” [en una crítica velada a su antecesor, el líder suní Saad Hariri] que buscan someter al Líbano a “un chantaje”. Diab llegó a hablar de intento de “golpe de Estado”. Pero sus palabras no calmaron los ánimos de la ciudadanía, que ahora exige también su dimisión.
Una de las primeras medidas de su administración ha sido acudir al Fondo Monetario Internacional, tras declararse en bancarrota ante el vencimiento del pago de deuda de 1.200 millones de dólares emitida en eurobonos. La devaluación de la libra está ligada a la escasez de billetes verdes que vive el Líbano, debido al descenso drástico de las remesas que envían los libaneses en el exilio y a la fuga de dólares con destino a la vecina Siria, enfrascada en nueve años de guerra. Ambas economías están profundamente vinculadas.
La sequía de dinero líquido en el Líbano ha precipitado una suerte de ‘corralito’, en el que los bancos cerraron sus oficinas para evitar las transacciones, se limitaron las emisiones de efectivo a través de cajeros y oficinas y se congelaron los depósitos. El papel verde ha quedado racionado para asegurar las importaciones de gasolina, trigo y medicinas. Las autoridades prevén una inflación del 50% para este año.
La crisis económica y la inflación ha llevado al cierre masivo de empresas y comercios, enviado a miles de personas al paro y empujado a la miseria a muchas más. Se calcula que el 45% de la población vive bajo el umbral de pobreza y que el 35% de la población activa no tiene trabajo. “La revolución del hambre”, titulaba en primera página el periódico ‘Al Yumhuriya’ este fin de semana.
“La crisis económica no tiene precedentes en la historia del país”, subraya en un informe recién publicado el ‘think tank’ International Crisis Group. El documento insta al Gobierno libanés a llevar a cabo reformas urgentes, como “eliminar la corrupción y el clientelismo”. Y augura turbulencias en el ‘país de los cedros’: “Líbano necesitará ayuda externa urgente para evitar las peores consecuencias sociales”.