Las condiciones materiales de grandes segmentos de ascendencia popular son similares a los de la clase media tradicional, así como una mayor interdependencia entre ambos grupos, sin embargo, la fractura social vigente implica el desconocimiento de tales condiciones, reduciéndolas a relaciones sociales atávicas, que se sirven de construcciones míticas y estigmas para reforzar una estratificación social que ya no es tal.
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Bolivia, la resiliencia popular en la cuarentena del día a día*
Por: Guido Jesús Alejo Mamani**
Pukara
Sobre las potencialidades del ámbito “popular”
La pandemia a causa del corona-virus ha suscitado múltiples reac-ciones y medidas en el mundo, siendo la cuarentena un hecho global sin precedentes que ha de-velado las diferentes condiciones en las que los países han sobre-llevado la emergencia sanitaria, algunos de forma óptima y otros de forma improvisada. Todos los hechos derivados de la pandemia, nos recuerdan que como humani-dad compartimos un mismo viaje, pero estamos en distintos barcos, algunos más cómodos, otros más precarios, la realidad boliviana es elocuente en este sentido. Bolivia es un país que ha experi-mentado en los últimos años una degradación notable de su tejido social, lo cual ha agrandado rup-turas profundas en los últimos meses. En la presente coyuntura, el país arrastra una profunda crisis política desde octubre-noviembre de 2019, la cual no ha sido resuel-ta -al menos de forma provisional- debido la postergación de nuevas elecciones nacionales. En tiempos recientes se han hecho explicitas expresiones que derivan de senti-mientos atávicos, como el racismo y xenofobia. La actual pandemia ocurre en medio de un país en cri-sis, lo que implica que lo político y sanitario se entremezclan en un país polarizado.Un ejemplo evidente de esta si-tuación, se da en algunos ima-ginarios presentes en ciudades como La Paz y la vecina ciudad de El Alto, en los que el presen-te escrito se circunscribirá. Las condiciones materiales de gran-des segmentos de ascendencia popular son similares a los de la clase media tradicional, así como una mayor interdependencia en-tre ambos grupos, sin embargo, la fractura social vigente implica el desconocimiento de tales condi-ciones, reduciéndolas a relaciones sociales atávicas, que se sirven de construcciones míticas y estigmas para reforzar una estratificación social que ya no es tal. EL ESTIGMA COLONIAL EN PLENA PANDEMIA, MITOS QUE REFLEJAN LA RUPTURA SOCIAL BOLIVIANA Bolivia arrastra resabios colo-niales, como una estratificación social racializada, el patrimonia-lismo del Estado, así como una dependencia tanto cognitiva (en relación a occidente) como eco-nómica (extractivismo). Desde la crisis política de octubre-no-viembre de 2019, las élites polí-ticas en función de gobierno, los medios de comunicación hege-mónicos y algunos grupos de in-telectuales han instituido un re-lato polarizador –aprovechando las taras coloniales vigentes- en base a dicotomías que dividían a la sociedad boliviana en los mo-dernos/premodernos, civilizados/salvajes. Como es previsible, los sectores “populares”, las clases medias de origen popular, campe-sinos e “índigenas” fueron sujetos a una deshumanización constante mediante relatos míticos que pier-den todo sustento ante la mínima constatación empírica, sin embar-go, reflejan -además de objetivos políticos coyunturales- relaciones sociales estructurales que no se han superado. En plena pandemia estos relatos cobraron un tinte más apartidistay se enfocaron en cuestiones étni-cas y culturales, tomando incluso elementos del darwinismo social en relación a una supuesta inferio-ridad racional y cognitiva del ám-bito popular además de “territo-rializar la incivilidad”. Así, el “otro” se constituía en un permanente peligro sanitario ya que su forma *El presente escrito es un resumen del artículo del mismo nombre publicado en la Revista Artishock el 26 de junio de 2020. Link: https://artishockrevista.com/2020/06/26/bolivia-resiliencia-popular-cuarentena/** Guido Jesús Alejo Mamani esArquitecto investigador y miembro de Comunidad Pukara.Imagen 1. Entre la represión y la serenata. Izquierda: militarización del barrio popular de “Rio Seco” en El Alto el 20 de marzo, poco antes de dictarse la cuarentena total. Fuente: https://www.facebook.com/samaki.humerezoscori/posts/2924373760953185 . Derecha: Serenata de la Policía a los vecinos de Sopocachi el 28 de marzo, Sopocachi es un barrio de clase media tradicional en La Paz. Fuente: https://elpotosi.net/nacional/20200329_banda-de-la-policia-alienta-con-la-cancion-resistire.html. Imagen 2. Izquierda: Tweet del parlamentario paceño Amilcar Barral. Sus declaraciones tuvieron repercusión en muchas esferas de la población paceña, incluso profesionales. (ver: https://twitter.com/amilcarbarral//1258421313523404800?s=19). Derecha: Fotografía del interior de un minibús de transporte público de la linea 210 con recorrido plaza Ballivian-Ceja (8 de junio, horas 11:45 am) en la ciudad de El Alto, en la que se observa distanciamiento social por bioseguridad. Fuente: Foto del autor del artículo.
La Paz, julio de 20208La Paz, julio de 2020de vida “insalubre” e “irracional” ocasionaría que el SARS-CoV-2 se diseminara de forma abrupta. El miedo de algunos sectores sociales hacia los actos terro-ristas y el vandalismo, fue una de las estrategias mediante el cual el actual gobierno legiti-mó la represión a las moviliza-ciones de noviembre de 2019. En la actualidad es evidente la predisposición de algunos grupos urbanos a aceptar la presencia permanente del ejército y la poli-cía, no solo con la intención de sa-tisfacer la sensación de seguridad, sino también como un medio para “disciplinar” y “controlar” al “otro” que es percibido como un peligro permanente. Así, en plena pan-demia estos grupos aplaudieron la militarización de “Rio Seco” (El Alto) el 20 de marzo -un día antes de la declaración de cuarentena total- debido a las aglomeraciones que generaba la feria del barrio; el 28 de marzo, los uniformados organizaron serenatas en algunas zonas del centro de La Paz para infundir ánimos a sus habitantes (Imagen 1). Como se evidencia, las rupturas sociales y el trato es-tatal diferenciado a la población, no se difuminaron en la emergen-cia sanitaria. Los estigmas sociales incluso se acrecentaron al finalizar la cua-rentena rígida e iniciada la cua-rentena dinámica, ya que el temor de una “invasión de contagiados” se hizo presente incluso en al-gunos actores políticos y pro-fesionales (Imagen 2), quienes no hicieron más que replicar creencias restringidas a algu-nos sectores urbanos, pero am-plificadas mediáticamente. La realidad suele desechar todos los supuestos, sin embargo, la vigencia del estigma depende de la ausencia de indagación, ade-más de una reafirmación ciega que lleva implícitas intenciones de justificar una estratificación social idealizada o simples resentimien-tos atávico. Un efecto psicosocial notorio en estos mitos y estigmas es un len-to proceso de “guettificación men-tal”, es decir, la realidad se inter-preta como lo que se evidencia en el contexto inmediato (barrio) y lo que se percibe en las RRSS y los medios de comunicación. Lo que ocurre más allá de estos límites, es explicado mediante creencias ficticias a conveniencia. En todo caso, esta percepción miope de la realidad ha llevado a grupos de economía e ingresos estables a condenar toda estrategia de sobrevivencia de los grupos con ingresos bajos y medio-bajos, allí donde el #QuédateEnCasa se hace insostenible con el pasar de los días.Estos elementos descritos -una realidad en el que la movilidad social es un fenómeno indiscutible y los mitos que lo conservadores que lo niegan e inferiorizan- han influido de sobremanera en las percepciones sobre la cuarentena total, que se llevó a cabo desde el 21 de marzo hasta el 24 de mayo (en La Paz, la cuarentena total fi-nalizó el 1 de junio), sin embargo, para ello es necesario un caso de estudio concreto, que será la feria más grande de Bolivia, la feria de “la 16 de julio”. LA FERIA 16 DE JULIO ¿CÓMO SE REFLEJÓ LA CUARENTENA TOTAL EN LA FERIA MÁS GRANDE DE BOLIVIA? La feria de “la de16 de julio” se lle-va a cabo los jueves y domingo en la zona del mismo nombre (zona 16 de julio) en la ciudad de El Alto, aunque en los últimos años se ha expandido hasta algunas calles de la colindante ciudad de La Paz. Es la feria barrial más grande de Bo-livia ocupando al menos unos 80 manzanos en los que se desplie-gan múltiples actividades comer-ciales, en cuanto a la cantidad de usuarios “estimaciones técnicas calculan que entre 50000 y cerca de 100000 personas “asisten a la feria (Rojas, 2016). La magnitud de la aglomeración y los posibles contagios de SARS-CoV-2 causaron un pánico mediá-tico con la carga implícita de los mitos anteriormente señalados (aún vigentes, pese a que las ci-fras lo refutan) y varios medios de comunicación se empeñaron a so-bredimensionar la aglomeración e indirectamente estigmatizaron todo medio “popular” (ver Pukara 164, “Mitos y falacias en tiempos de pandemia: De la virulencia pa-tológica a la virulencia racista).Varias versiones de la prensa in-dicaron que la feria “16 de julio” funcionó casi con normalidad. Sus versiones se basaron especial-mente en denuncias que se rea-lizan a través de redes sociales y no necesariamente contrastaron in situ la magnitud de la feria (en días normales) con su ocupación espacial el 22 de marzo, primer día de la cuarentena total. La siguien-te grafica (imagen 3) condensa las dimensiones de la feria “16 de julio” con un intervalo aproximado de un mes, (22 de marzo, 23 de abril y 21 de mayo) considerando que la cuarentena total tuvo una vigencia en El Alto desde el 21 de marzo al 24 de mayo.Consiuderando el número de “carriles” de puestos de venta, se puede hacer una aproximación del porcentaje (%) de reducción espacial de la feria. El 22 de marzo (el día uno de la cuarentena total) la feria se comprimió a un 2,8% de su tamaño normal (100%), el 23 de abril su ocupación espacial fue de un 6,54%, mientras que el 21 de mayo ascendió a un 18% de su tamaño habitual.Es necesario considerar que la densidad de vendedores y com-pradores fue mucho menor al habitual el 22 de marzo, ya que fue el último día en el que feria se realizó un domingo. Las medi-das posteriores del gobierno impi-dieron la realización de ferias los sábados y domingos, por ende, la feria “16 de julio” sólo se rea-lizó los jueves, lo que influjo en la cantidad de afluencia, aumentan-do su densidad, sin llegar a pará-metros normales. La Asociación de comerciantes de la feria “16 de julio” acató la cuarentena total, lo que conllevó Imagen 3. Comparativa de las dimensiones normales (en amarillo) de la feria “16 de julio” con las ferias realizadas cuando la cuarentena total estaba en vigor. Fuente. Elaboración del autor en base a imágenes satelitales de Google Earth.
La Paz, julio de 20208La Paz, julio de 20209a que, grandes sectores de arte-sanos y comerciantes de artículos de segunda necesidad, poster-guen su economía y brinden un tiempo valioso al gobierno cen-tral para adecuar el sistema de salud a la emergencia sanitaria. Las calles, antes abarrotadas de muebles, ropa confeccionada, ar-tículos de construcción y artículos varios, se mantuvieron desiertas durante varias semanas , mien-tras comerciantes ambulantes cubrieron el vacío con la espe-ranza de generar ingresos en la adversidad. El 7 de mayo, la feria creció de forma significativa, ya que el agotamiento en cuanto a los ingresos económicos era evi-dente, así como el 14 y el 21 de mayo. Desde el 25 de mayo, rige un acuerdo con la Alcaldía para que se instale la feria en toda su extensión desdoblándola en dos días: los martes y los jueves, cada día con el 50% de comerciantes activos, todo los bajo los linea-mientos de la cuarentena rígida. El funcionamiento de la feria “16 de julio” demuestra que una abso-luta mayoría del ámbito “popular” es consciente de la magnitud de la pandemia y ha tomado las pre-cauciones necesarias, ha cumplido con la cuarentena de gran mane-ra, tanto que, en El Alto, una ciu-dad con un millón de habitantes, se registraron 195 casos positivos de coronavirus en el lapso de la cuarentena total, todo ello, a pe-sar de tener una alta informalidad, precariedad económica, además de estigmatización política y rup-tura social.La resiliencia popular: sobre cómo encarar la crisisEn épocas de crisis, uno de los activos con el que cuenta la pobla-ción en condiciones de alta vulne-rabilidad (económica en este caso) son las redes familiares, las cuales posibilitan la ampliación de oportu-nidades para generar ingresos así como un colchón de apoyo en caso de crisis. Ésta es una de las razo-nes por la cual el hombre andino conserva practicas comunitarias y no adopta dogmas occidenta-les concentradas en el “individuo”más aún en un ambiente informal. Las redes familiares también tras-cienden lo urbano y se expanden al área rural, más aún en una ciudad con una alta cifra de inmi-grantes y hacen más amplias las redes de apoyo y subsistencia. En el caso de El Alto, la migra-ción campo-ciudad fue el principal fenómeno de consolidación de la urbe en los años 80s y 90s, en tiempos recientes según el censo 2012, 172.091 personas inmi-graron a la ciudad, de las cuales 143.502 correspondían a munici-pios del mismo departamento, es previsible que una gran cantidad de estas personas mantengan nexos directos con el área rural y otras poblaciones cercanas. En este contexto, cientos de personas viajaron -antes del 21 de marzo- a sus comunidades rurales para pa-sar la cuarentena total en sus tie-rras de origen, ya que el área rural asegura una subsistencia en base a agricultura familiar, además de un un ambiente más sano. En la ciudad de El Alto y La Paz, varias familias íntegras se vieron obligadas a aplicar estrategias para generar ingresos económicos, siendo el comercio informal una de las alternativas más eficientes. Las personas en condiciones de vulnerabilidad económica instala-ron pequeñas ferias barriales de alimentos, con el fin de satisfacer una demanda permanente. Aparte de la feria 16 de julio, en la Plaza Ballivian –en la misma zona- se intaló espontáneamente una pe-queña feria diaria (lunes a vier-nes) en las que familias integras, adultos mayores e incluso niños, ofrecían productos de primera ne-cesidad; esta forma de ocupación temporal del espacio se replicó en varios sectores de la ciudad y fue un mecanismo paliativo para las personas de bajos ingresos. Las población que está familiarizada con la informalidad toleró y com-prendió esta dinámica (al contra-rio de otros grupos sociales), ya que evitó la necesidad de recorrer grandes distancias para abatecer-se y así hipotéticamente, reducir la posibilidad de contagio.Regularmente Bolivia importaba una importante cantidad de ali-mentos desde los paises limítro-fes, hasta que la cuarentena total demandó el cierre de fronteras, así, mientras gran parte de la po-blación se recluía, el campesino nunca dejó de trabajar para abas-tecer de alimentos a las ciudades logrando cubrir toda la demanda. En realidad, la cuarentena se apli-có mientras se iniciaba la época de cosecha de importantes productos agrícolas como la papa y cortó un flujo migratorio temporal de mano de obra de la ciudad al campo, sin embargo, los alimentos nunca de-jaron de fluir a las urbes, pese a las dificultades del control militar. Algunos sectores de El Alto, como Villa Dolores, se constituyeron en centros distribuidores de alimen-tos, en los que –en plena madru-gada- tanto intermediarios como comerciantes pequeños adquirían la producción de turno para ven-derlo en sus zonas. Esto no im-pidió que productores hagan una venta directa en ferias como la “16 de julio” (Imagen 4). Así, a fines de marzo llegaron frutas como la uva, mientras en abril llegaron cí-tricos, la venta de carne de pollo se generalizó.Otra actividad que generó movi-miento económico, fue la venta de alimentos preparados, la cual se acentuó en la feria “16 de julio” en el transcurso del mes de abril. Las tucumanas, salteñas, masas ela-boradas de forma casera, comida preparada y venta de jugos, for-maron parte de la oferta a la que recurrieron familias integras, para sobrellevar la cuarentena.Las necesidades del contexto sa-nitario obligaron al enfoque en el comercio de artículos de biosegu-ridad, desde barbijos y alcohol en gel, hasta mascaras de fabricación artesanal y trajes íntegros. La de-manda no sólo fue cubierta por productos importados, sino por la valorable –pero ignorada- creativi-dad boliviana, que tiene en El Alto un puntal importante.En el aspecto de movilidad urba-na, debe destacarse el uso de la bicicleta cuya proliferación se hizo patente incluso en el primer día de cuarentena total. Es necesa-rio mencionar que las tiendas de venta de bicicletas en la feria “16 de julio” estuvieron muy activas desde el 22 de marzo, posterior-mente, el 7 de mayo ya se podían observar la venta de repuestos de bicicletas incluso en puestos am-bulantes. Para el 21 de mayo se conformó un sector de venta de bicicletas en la feria que en dimen-siones fue mayor al regular. Si bien la movilización en bicicleta representa una oportunidad para que el Estado fomente el uso de este transporte, hasta la fecha –en El Alto- no se tienen medidas con-cretas ni planes a futuro. Lo cierto es que su uso seguirá en la “clan-destinidad” y, por ende, se pierde una oportunidad para implemen-tar desde ciclovías, hasta fábricas de ensamblaje de bicicletas.Como se ha descrito, las estrate-gias para sobrellevar la cuaren-tena en el ámbito “popular” son diversas, además muestran la vi-talidad de un segmento poblacio-nal que afronta la crisis sin esperar paliativos estatales, un esfuerzo en medio de la incertidumbre de la informalidad.EL TOQUE DE ARTE E IDENTIDAD A LA PANDEMIAUno de los aspectos particulares durante la pandemia, es la con-junción de identidad y biosegu-ridad en varias de las creaciones del ámbito “popular”. La pandemia no necesariamente es un tiem-po de lamento y temor, sino una oportunidad para reinventarse en base a necesidades concretas y afrontar el futuro con seguridad (en este caso sanitaria) y reafir-mar la pertenencia cultural en un ambiente en el que el racismo y la intolerancia se hicieron explícitas. Podemos mencionar dos ejemplos llamativos: los trajes de biosegu-ridad para cholitas y los barbijos con diseños de afirmación cultural.Los trajes de bioseguridad para Imagen 4. Productores del campo venden maíz en la feria 16 de julio el 16 de abril de 2020. Fuente. Foto del autor del artículo
La Paz, julio de 202010La Paz, julio de 2020cholitas forman parte de la gran demanda de indumentaria, por parte de las vendedoras de mer-cados, para cumplir con los cuida-dos respectivos durante la pande-mia. Es una adaptación hecha por personas como Mónica Calizaya (Comunicadora social) para que la mujer de pollera no se vea obli-gada a abandonar su esencia e identidad -la pollera- para hacer el uso de un traje de protección, así, el traje se acomoda a los requeri-mientos de la cholita y no vicever-sa. La prevención y la identidad no tienen por qué excluirse. El barbijo se ha convertido en un implemento esencial. Su uso se ha generalizado tanto que en la feria “16 de julio” se podía observar al menos un 40% de personas con barbijos el 22 de marzo, el 21 de mayo la cota superaba el 80%, mientras en la actualidad roza el 100%. En marzo los barbijos se hicieron escasos ante la gran de-manda, especialmente en La Paz, donde ocurrieron incluso agresio-nes por la compra de alguno. En El Alto la carencia duró poco, ya que los talleres de confección de ropa cambiaron rápidamente su producción hacia implementos de bioseguridad, siendo el barbijo, el primero de ellos.La creatividad se ha manifestado de múltiples formas, espacialmen-te enfocadas en la generación de ingresos, sin embargo, los bar-bijos identitarios cumplen un rol adicional relacionado a la reivin-dicación y revalorización cultural… un desafío a una sociedad con pro-fundas rupturas culturales.En El Alto, los primeros barbijos identitarios en circulación, fue-ron aquellos que se fabricaron de aguayos en clara alusión a la rea-firmación cultural aymara (esencia de la ciudad). Esta tendencia no sólo se remite al contexto actual, ya que, desde hace varios años el aguayo se ha usado como com-plemento en indumentarias como trajes y vestidos de gala entre las ascendentes clases medias “popu-lares”. Uno de los emprendimientos más auténticos, es el de los barbijos identitarios que cuentan historias de vida cotidianas, los cuales fue-ron desarrollados en el municipio de Ayata, en l a provincia Muñe-cas, heredera de la cultura mollo. “Alicia Layme, promotora de Wa-yatex, señaló que fue iniciativa de su madre Elizabeth, quien realizo su propio barbijo incorporando bordados ante las exigencias de las autoridades de esta región” Los barbijos están realizados en lana de oveja y tela de bayeta, sobre las cuales están bordadas escenas de la cotidianidad de la región, ya sea el trabajo en el campo, la crianza de animales y la convivencia en familia. La asocia-ción de mujeres artesanas “Waya-tex” (Pueblo textil) brinda actual-mente trabajo a 700 mujeres de 15 comunidades del municipio de Ayata.Estas expresiones artísticas en plena pandemia muestran a una cultura fuerte y capaz de reinven-tarse ante la adversidad, en el que la mujer (con los ejemplos ex-puestos) cumple un rol fundamen-tal. Esta sociedad es la base de la nueva Bolivia ya que se adapta a necesidades contemporáneas, propone soluciones creativas y no pierde su esencia.LA ESPERANZA ANTE UN FUTURO INCIERTOA lo largo de la historia boliviana las subalternidades (pueblos “in-dígenas”, el sector “popular”) han estado sometidas a una presión constante, no solo económica, sino política y cultural. La configu-ración excluyente del Estado boli-viano no solo marginó a la mayo-ría “indígena” hasta principios del siglo XXI, sino también arrinconó a millones de personas a la infor-malidad económica. Esas características adversas em-pujaron a la mayoría de población boliviana a reinventarse continua-mente y no permanecer en condi-ciones extremas de pobreza. En El Alto se dieron reinvenciones cons-tantes, desde la época de su gé-nesis con las masivas migraciones de los 80s, 90s y la liberalización de la economía, las crisis sociales desde 2003 a 2005, la ausencia de planificación estatal hasta el 2019 y la crisis de noviembre del año pasado. La pandemia plantea un nuevo desafío a una población que ha confrontado situaciones precarias con anterioridad y que tiene en la resiliencia su mayor fortaleza.Las estigmatizaciones y el racis-mo vigente no han truncado la resiliencia “popular”, además, las cifras no justifican los mitos deri-vados, ya que los datos oficiales indican (en el caso de El Alto) que El Alto es la ciudad que menos ca-sos de contagios tiene entre las grandes ciudades bolivianas. Pese a ello, es previsible que el racismo tome otras formas a futuro, aun-que las elecciones nacionales dis-tenderán el ambiente y evitarán que se repitan reacciones como las vividas en noviembre de 2019. Durante la cuarentena total, el miedo –exacerbado desde el go-bierno central- fue el principal mecanismo de disciplinamien-to de la población. Aún muchos segmentos continúan inmersos en esa lógica, sin embargo, en el ambiente popular el pánico se ha superado, aunque se mantiene la prudencia en relación a la grave-dad de la situación. La cuarentena total es asumida como un “deber cumplido” que lastimosamente no tuvo su contraparte en la admi-nistración estatal, ya que el país continúa con deficiencias sanita-rias básicas, además de continuos escándalos de corrupción. Será difícil que una nueva cuarentena total como la cumplida en las an-teriores semanas se repita.En este contexto, la elección en muchas familias está dada; los políticos no resolverán las necesi-dades urgentes en lo próximo, así que gran parte de la población ha aprendido a sobrellevar la cotidia-nidad compartida con la amenaza del SARS-CoV-2, el miedo al virus se ha perdido ante la posibilidad de experimentar el hambre. La informalidad crece y los merca-dos barriales se ampliarán con los nuevos desempleados, hasta que la misma población genere sus propias oportunidades, como su-cede con regularidad.Si bien el futuro es impredecible, se manifiesta fe en la comunidad, en sus estrategias, en la cultura y en sus potencialidades; tanto, que el 21 de junio –“año nuevo andi-no, amazónico y del chaco”- se celebró con júbilo y esperanza en El Alto pese al desprecio que des-plegaron algunos grupos urbanos. Así también, se espera con impa-ciencia el retorno de las grandes festividades folklóricas –proscri-tas por la pandemia- a pesar de que ya no contar con el apoyo del extinto Ministerio de Culturas. La fiesta es uno de los mecanismos más eficientes de redistribución de la riqueza, además de la ex-presión –junto con las mansiones aymaras- más notoria del nuevo rico, el “qamiri” aymara, un nue-vo potentado económico surgido a pesar del Estado.La pandemia ha develado grandes desigualdades sociales y extrema-do los esfuerzos de las poblacio-nes más vulnerables, ha reforza-do el carácter de un “subalterno” que paulatinamente deja de ser tal. El “indio”, el “indígena”, el campesino, el citadino periurbano no se abandonan a la pasividad, han demostrado su capacidad de adaptabilidad y creatividad en múltiples escenarios. Así se for-ja el espíritu de la Nueva Bolivia, el país que se desenvuelve en la contemporaneidad con pasos pro-pios y sin perder sus raíces.REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICASAlejo, G. (2020) Mitos y falacias en tiempos de pandemia: de la vi-rulencia patológica a la virulencia racista. 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