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La olla comunitaria y la covid-19

Fernando Dorado :: 09.07.20

Organizar, sostener y mantener una “Olla Comunitaria” en tiempos normales para apoyar una huelga obrera o una movilización campesina, es una práctica en nuestras tradiciones normales de lucha. Pero, otra cosa bien diferente es hacerlo en medio de una pandemia y un confinamiento obligatorio (cuarentena) como el que vivimos.
En algunos barrios de Popayán hemos podido sostener ese esfuerzo comunitario en el marco de impulsar una estrategia de organización que responde a un momento excepcional y extraordinario, a una emergencia sanitaria y humanitaria, y a una crisis económica (desempleo) que se agudiza y hace prever la ocurrencia de alzamientos y rebeliones populares en el próximo e inmediato futuro

LA OLLA COMUNITARIA Y LA COVID-19 

Fernando Dorado

https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/

miércoles, 8 de julio de 2020

Popayán, 7 de julio de 2020

Organizar, sostener y mantener una “Olla Comunitaria” en tiempos normales para apoyar una huelga obrera o una movilización campesina, es una práctica en nuestras tradiciones normales de lucha. Pero, otra cosa bien diferente es hacerlo en medio de una pandemia y un confinamiento obligatorio (cuarentena) como el que vivimos.

En algunos barrios de Popayán hemos podido sostener ese esfuerzo comunitario en el marco de impulsar una estrategia de organización que responde a un momento excepcional y extraordinario, a una emergencia sanitaria y humanitaria, y a una crisis económica (desempleo) que se agudiza y hace prever la ocurrencia de alzamientos y rebeliones populares en el próximo e inmediato futuro.

Mucha gente nos ha ayudado a sostener nuestras Ollas Comunitarias. Desde amig@s y conocid@s que se solidarizan con la causa popular hasta sindicatos, organizaciones sociales, cooperativas campesinas, o personas del común que se sienten sensibilizados por el momento que vivimos. Unos y otros nos han colaborado para mantener el espíritu del fogón y la Olla Comunitaria en medio de esta crisis sanitaria. A todos, a ellos y ellas, les agradecemos en el alma su aporte solidario y humanitario.

La Olla

En Colombia el término “olla” se utiliza de muchas maneras. “Estoy en la olla” quiere decir que está jodido. “Ese barrio es una olla” se dice sobre un sector considerado de baja calaña. Es posible que la utilización peyorativa del término “olla” tenga que ver con cierta psicología “semi-lumpen” de los colombianos, alguna herencia de paisas aficionados al tango y a lo arrabalero, que los lleva a identificar “lo cocinado” con “algo ablandado”, “muy preparado”, “demasiado comible”, “posiblemente digerible” o hasta “quemado”.

Pero claro, la olla es indispensable en nuestra vida diaria. “Vamos a levantar para la olla”, “hay que echarle algo a la olla”, son frases comunes entre nuestro pueblo. En los barrios populares no falta la olla grande, el “fondo”, que también le llaman. Allí se prepara el sancocho de gallina que es una forma de rebusque en muchas partes y lugares, sobre todo los días domingos o en un festivo especial. En la Costa Caribe se prepara el “trifásico”, y en cada región el plato típico que ordena la tradición.

La olla es el elemento principal de la cocina. En ella se concentra el fuego, el aire (vapor), el agua y la tierra, convertida en productos comestibles. En la olla se materializa la obra de arte que es la cocina humana. Para que funcione está el fogón que es la esencia del lugar ancestral donde se reunía y dialogaba la familia (“la tulpa”). A su alrededor aparece la mesa y el ambiente del comedor, así se coma en la mano. En la olla se combinan todos los componentes del alimento, pero no solo los materiales. Hay allí una verdadera comunión espiritual. Alguien decía que los pueblos deben esforzarse por “comer sabroso” si en realidad quieren proyectarse hacia altos niveles de existencia. En la comida está el vivir.

La Olla en comunidad

La Olla Comunitaria significa la concreción de una unión que va más allá de la familia. Su práctica es una tradición rural, no solo herencia indígena o negra sino también del Común español. La gente aporta lo que puede, así sea un plátano o unas papas. La olla comunitaria es un símbolo de Unidad, de trabajo colectivo y colaborativo, una muestra de solidaridad y reciprocidad, un signo de que nos ayudamos y cuidamos mutuamente. Y en donde hay una olla comunitaria llega –casi por derecho propio– el desvalido, el hambriento, el abandonado, así no haya sido invitado. La Olla lo atrae, lo acoge, lo protege y lo llena, lo sacia.

 
Olla comunitaria en el sector de La Paz

La Olla Comunitaria es algo que ataca al individualismo en su esencia. Los ricos y egoístas se sienten incómodos frente a su presencia. Les atemoriza que el espíritu de la olla comunitaria rebase los límites de un día o de una ocasión especial. Muchas veces, van y regalan más de lo que deben dar, para tratar de apropiarse de ella y quitarle el poder a la gente que la sostiene. La Olla Comunitaria es en sí misma un símbolo de rebeldía popular, de autonomía compartida, de unión transformadora.

Siempre lo hemos afirmado: Que en plena pandemia unos “pobres” organicen una olla comunitaria para compartir un poco de comida con otros más “pobres” que ellos, es una señal de esperanza, un mensaje de que algo puede pasar después de esta prueba que la naturaleza le está colocando a la humanidad. Es un aliciente colectivo.

Nuevas relaciones entre humanos

Pero además, un sancocho comunitario tiene un significado mayor. Por algo Bateman[1] en su momento hablaba y convocaba al “sancocho nacional”. Que cada cual aporte de acuerdo a sus condiciones y necesidades es algo transformador. Es una especie de trueque pero de mayor alcance y nivel. Que el aporte no tenga una medida impuesta e igualitaria sino que sea indiscriminado, implica una nueva forma de relación entre las personas. Sabemos que no somos iguales pero nos hacemos pares alrededor de una comida en común. Es una acción que produce gran satisfacción, no por lo que comemos sino porque lo compartimos.

Lo comunitario enfrenta de una manera práctica al capitalismo deshumanizador e individualista. Lo hace de hecho y sin necesidad de normas o de permisos. Sentir la felicidad de compartir un sancocho comunitario con personas que por aparte estarían aguantando hambre o comiendo mal, es un sentimiento que reconforta y anima. Y sobre todo, si allí participan niños y adultos mayores que lo necesitan. Y al hacerlo nos hermanamos, nos hacemos superiores, somos más humanos y más humildes.

En medio de la pandemia

En los barrios de Popayán en donde hemos logrado sostener la Olla Comunitaria en medio de la pandemia, han habido intentos de denunciarnos ante la policía porque supuestamente estamos violando los protocolos de bioseguridad. En la mayoría de casos son barrios que tienen una seguridad colectiva, se han organizado “retenes comunitarios” para evitar contagios externos, pero es indudable que nos sometemos a un riesgo. Por ello, debemos extremar cuidados, no relajarnos frente a la expansión del coronavirus, pero ante todo, hay que seguir rescatando y reviviendo el espíritu de la Olla Comunitaria para convertirlo en guía y soporte de nuestras organizaciones y luchas futuras.  

En la Olla Comunitaria está materializada la figura de la rebeldía popular: no dejarnos individualizar. No se trata tanto del fogón y de la olla, en sí mismos. Es la acción misma de juntarse en la olla comunitaria que es construir relaciones de colaboración y ayuda mutua alrededor de esos elementos, para construir y re-construir comunidad.

 

[1] Jaime Bateman Cayón fue un líder revolucionario colombiano, fundador del M19 en la década de los años 70s del siglo XX. Murió tempranamente en un accidente de aviación.

 


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