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La crisis de divisiones y disputas de poder en la dirección de las Farc de Colombia demuestra que es la hora de cerrar los partidos

Rebelión :: 16.07.20

Las purgas políticas han sido, lamentablemente, una de las características más lamentables de la izquierda internacional.
En la búsqueda de la pureza teórico-práctica, los “desviacionistas” han sido en más de alguna ocasión condenados a la hoguera. En Colombia, la tendencia a la purga también se ha manifestado, a veces con un celo rayano en la psicopatía: ahí tenemos los fusilamientos de la primera generación del ELN y más tarde el exterminio demencial practicado por el Frente Ricardo Franco.

La dirección de Timochenko: de purga en purga, hasta la derrota final

 

Las purgas políticas han sido, lamentablemente, una de las características más lamentables de la izquierda internacional.

En la búsqueda de la pureza teórico-práctica, los “desviacionistas” han sido en más de alguna ocasión condenados a la hoguera. En Colombia, la tendencia a la purga también se ha manifestado, a veces con un celo rayano en la psicopatía: ahí tenemos los fusilamientos de la primera generación del ELN y más tarde el exterminio demencial practicado por el Frente Ricardo Franco.

Ahora, sin fusilamientos, pero con señalamientos igualmente temerarios, con campañas de desprestigio solapadas y no tan solapadas, estamos asistiendo a una purga al interior de lo que queda del partido FARC. En momentos, precisamente, en que la militancia de este partido se reduce a su mínima expresión, y mientras el gatillo sicarial sigue golpeando en la base a la antigua guerrillerada hoy desmovilizada, el grupo que hegemoniza la dirección –agrupado alrededor de Timochenko- ha decidido arremeter contra los sectores en la dirección que han expresado una voz discordante con la marcha desastrosa que lleva tanto el proceso de reincorporación, como el rumbo político adoptado por este grupo que, muchos critican, se ha alejado de las ideas de transformación social que justificaron la rebelión a su momento.

La purga

A fines de Junio, en una reunión extraordinaria del Consejo Político Nacional, se votó la expulsión de cuatro integrantes de la Dirección Nacional, con el manido argumento, representativo de la peor tradición estalinista, de “depurar” políticamente al partido. Los expulsados fueron Andrés París, Pablo Atrato, Fabián Ramírez y Alirio Córdoba (Benedicto González). Quienes votaron la expulsión fueron lo más granado del círculo Timochenkista: Carlos Antonio Lozada, Pastor Alape, Sandra Ramírez, Mauricio Jaramillo, Rodrigo Granda, Erika Montero, y el propio Timochenko. Este grupo se sustentó en una “Comisión de Ética” ilegal, no registrada ante el Consejo Nacional Electoral, creada de manera conveniente para llevar adelante su plan de “depuración” (este es el término que utilizan) contra todos aquellos que sean críticos de la dirección “infalible” del “líder supremo”. Curiosamente, los expulsados son todas personas que han criticado los acercamientos del partido con multinacionales como Poligrow, que cuestionaron ese falso positivo que fue el supuesto atentado a Timochenko, así como las salidas en falso de Carlos Antonio Lozada y Timochenko que han defendido en la prensa y en el parlamento a militares responsables de corrupción y falsos positivos, así como a la nominación del hijo del tenebroso paramilitar Jorge 40 como responsable del tema de víctimas en el Ministerio del Interior. Estas últimas declaraciones llevaron a que varios miembros del partido, cansados de la falta de brújula política del autoproclamado presidente Timochenko, le pidieran su renuncia.[1]

De los expulsados, comenta Andrés París en exclusiva a Rebelión, “el único que no había sido completamente marginado, era Pablo [Atrato], que estaba al frente de Ecomún”, el proyecto cooperativo para la reincorporación de los desmovilizados, “porque mediante maniobras administrativas, el resto ya habíamos sido marginados en la práctica de la vida partidaria hacía rato”. En una carta fechada 25 de Junio Benedicto González expresa su sorpresa por haberse enterado de la expulsión mediante filtraciones en la prensa y no por una comunicación oficial de la Dirección del partido de la rosa. Junto con ratificar su crítica a esa dirección partidaria “que, por casualidad e infortunio histórico, hoy ostenta en esta instancia una circunstancial mayoría numérica” con la cual atacan la “decencia política y a la ética revolucionaria”, González expresa que:

La crisis generalizada que vive nuestro Partido, además de las causas originadas en la perfidia del Estado al Acuerdo Final de Paz, encuentra también sustento en las contradicciones internas que se viven en su interior y, particularmente, la crisis profunda de la Dirección. Esta última circunstancia, normal en cualquier organización política de cualquier parte del espectro ideológico, podría y debería ser resuelta mediante el diálogo y el consenso, y no a través de la exclusión y el revanchismo, negando la posibilidad del debate democrático.

(…) La purga interna que se adelanta al interior del Partido surgido del Acuerdo de Paz, busca eliminar toda opinión crítica o divergente y así garantizar mayorías a su favor en la Asamblea Nacional de los Comunes que está por realizarse. Desafortunadamente, para esto han construido toda una estrategia de persecución a la militancia basada en la calumnia, el señalamiento y la estigmatización, situación demasiado peligrosa en un país donde, por menos que eso, te asesinan. Contradictoriamente se mantiene una actitud sumisa frente a al Estado que ha incumplido deliberadamente el Acuerdo de Paz, incluyendo la falta de acciones políticas y de masas, para exigir garantías políticas que paren el asesinato de los firmantes de la Paz cuya cifra supera ya los 200 excombatientes.”[2]

Votaron en contra de la expulsión Benkos Biohó, Liliana Castellanos, Joaquín Gómez y Victoria Sandino. Se teme que, por haber osado contradecir los caprichos del auto-proclamado “líder supremo”, ellos podrían ser los próximos en las purgas, las cuales Timochenko parece decidido a impulsar hasta acabar con el partido. Su nueva consigna es “de purga en purga, hasta la derrota final”.

El pájaro cuco

Timochenko llegó a la presidencia del partido como un pájaro cuco –el pájaro que deja su huevo en nido ajeno, y una vez rompe el cascarón, el polluelo del pájaro cuco se dedica a sacar del nido a los polluelos legítimos, para así hegemonizar y controlar el nido él solito. Timochenko, si se hubiera respetado la democracia elemental en el Congreso Fundacional del partido FARC, no debería haber sido presidente de esa colectividad. Apenas salió en quinto lugar: la primera mayoría correspondió a Iván Márquez, el segundo lugar a Pablo Catatumbo, el tercer lugar a Jesús Santrich y el cuarto a Joaquín Gómez. Sin embargo, por maniobras de su grupo de apoyo en el consejo político de esa colectividad se le impuso como presidente sin haber tenido los votos ni el respaldo para serlo. Y desde ese cargo, al que llegó de manera ilegítima y antidemocrática se ha dedicado, como el pájaro cuco, a sacar a lo que considera su “competencia” del nido.

Según Andrés París,

Timochenko no tiene mayoría pero ha logrado hegemonizar, aprovechándose de la falta de proyecto en común de sus opositores, porque no quisimos hacer tendencia para no dividir, en circunstancias que él sí tenía bien organizada su tendencia. Haciendo paralelos históricos, la vía de Timochenko fue la vía Gorbachoviana para tomarse la dirección: se dedicó, él y su círculo, a capturar posiciones internas y desde ahí erosionaron la estructura guerrillera y partidaria. En paralelo al avance del proceso de paz se fue dando un proceso de re-estructuración del partido porque él adversario iba matando comandantes quienes se hubieran posicionado de manera digna ante el proceso de paz, y él atrás de eso iba acomodando a su propia gente. Hubo una coincidencia entre esas muertes y la re-estructuración del partido.

Mientras Carlos Antonio destruyó política y militarmente el Bloque Oriental, en la X Conferencia de las FARC-EP, en los Llanos de Yarí, atacaron lo más que pudieron al Estado Mayor Central antiguo, ataques que prosiguieron en la Conferencia fundacional del Partido FARC. La punta de lanza en este proceso también fue Carlos Antonio Lozada y la antigua estructura Antonio Nariño en Bogotá, infiltrada hasta los tuétanos y destruida varias veces por el General Naranjo. Como cosa curiosa, con ese mismo General Naranjo es que Lozada se sienta en La Habana a pactar las zonas veredales y la entrega exprés de armas. El mismo general que lo combatió, es al que corrió a entregarle las armas, es una extraña coincidencia.”

No es un secreto que Timochenko no es un dirigente de carisma ni de habilidad política, pero su jerarquía acumulada por estar muchos años en el Estado Mayor Central, hizo que terminara en la dirección de la guerrilla. Desde ahí, su afinidad ideológica con el santismo fue evidente (pese a que los santistas lo desprecian desde lo más profundo de su ser). Terminó entregándoles una paz exprés para que el ex presidente pudiera ir a lucir un acuerdo a Oslo con el cual ganarse el premio Nóbel de la Paz. ¿Cómo es posible que una persona con escasa habilidad política, carisma o incluso sin mucho brillo intelectual, haya logrado este resultado? Según París, este proceso fue posible

primero que todo, por la estructura militar del partido. La calidad del debate de un ejército no es el mismo de un partido. Entonces ellos capturan posiciones de poder y desde ahí imponen una línea a seguir. Luego, cómo éramos comunistas, jamás nos podríamos haber imaginado que, comandantes nuestros, terminaran en estas posturas claudicantes convergentes con la burguesía para destruir lo que construimos en 50 años de lucha. 

Ellos tienen, mal contados, 2600 militantes. Digo mal contados, porque ahí se cuentan familiares de los ex combatientes que hoy quedan en los ETCR. En realidad estamos hablando de apenas 1800 miembros en los Espacios Territoriales. Lo único que le queda en las ciudades son miembros asalariados del partido, es todo lo que le quedan, funcionarios pagos.

Críticas le llueven a esta dirección [3] bajo la cual no solamente están matando la militancia de base a un ritmo impresionante, sino que a los que no matan, los purgan o los aburren hasta que se van. Todas las semanas aparecen cartas públicas, individuales o colectivas, de renuncia al partido FARC [4]. En cualquier partido normal esto llevaría a un debate profundo y serio para analizar lo que está pasando. No en el partido FARC. Aquí, la salida de miembros y militantes parece que es conveniente al proyecto del grupo de Timochenko de quedarse solos con el cascarón de lo que fue alguna vez un partido de izquierda. París explica que,

“El Plan de tomarse la junta directiva es parte de un plan en marcha hacia el Congreso del Partido, que esperan que sea en Diciembre. En ese congreso esperan cambiar nombre al partido, desmantelar las estructuras partidarias, acabar con el carácter marxista del partido, y sacar a todos los que sean sus críticos. No solamente atacan a Ecomún, también atacan al Sindicato Memoria Viva. Lo que buscan es desmantelar lo que todavía queda de revolucionario en un partido nacido de la guerrilla más grande y combativa del país. En las decisiones de Timochenko se nota la influencia, no de quienes lo asesoraron desde la izquierda, sino que del ex presidente Santos que, junto a Uribe, fueron destruyendo por vías diferentes pero con el mismo resultado, a este movimiento. No tienen teóricos sino calumniadores como Gabriel Ángel.”

Peleándose centavos

Pero al parecer no son solamente diferencias políticas o ideológicas (que claramente las hay) lo que está detrás de la expulsión de estos cuatro militantes históricos. Pablo Atrato, sin ningún pelo en la lengua, dice que el motivo por el que se le expulsa de manera arbitraria es por haber defendido la autonomía de la cooperativa Ecomún y haber destituido al gerente –que era Rafael Malagón, actual compañero sentimental de Sandra Ramírez, y ficha clave de Pastor Alape en esa instancia [5]. Tanto Alape como Ramírez votaron la expulsión de estos cuatro dirigentes.

Según París, la expulsión de Atrato, presidente de Ecomún, se explicaría por un “doble juego de Timochenko y Pastro Alape. Ellos por una parte desgastan a Ecomún para buscar el manejo directo de las platas de la reincorporación, pero también se pelean la junta directiva. Ahí se meten en un saco estas expulsiones con las que buscan apropiarse de Ecomún.

No es sólo que estemos ante divisiones y renuncias por una dirección errada y desviaciones políticas. Es una derrota que un espacio como Ecomún, con su valor para los combatientes porque por ahí deberían pasar los recursos de la implementación. El gobierno impuso la ruta individual de reincorporación y ellos la han aceptado: hoy en día, 9000 excombatientes estamos yendo de manera individual a la ACR a recibir 780 mil pesos que nos dan mensualmente. Esto es responsabilidad de Pastor, que es el representante ante el CNR.

El partido hoy no es el propósito principal del grupo de Timochenko, porque no lo fortalecen sino que debilitan con estas purgas. El objetivo real de ellos es controlar los mecanismos de la reincorporación para la apropiación individual de los recursos comunes. El único elemento que hoy cohesiona a este grupo liderado por Timochenko, no es ni lo político ni lo ideológico, sino su interés en asaltar los recursos de la reincorporación.

Su único fin de detentar el poder partidario es poder administrar individualmente los recursos en medio de la desfinanciación, porque ni siquiera es que el gobierno esté cumpliendo o que haya mucha plata. Se están peleando centavos. Es triste, francamente. Pero uno se pregunta ¿Qué tal si el gobierno hubiera dado las tres millones de hectáreas? Pero el gobierno ni les ha dado ni les dará los recursos con los que se ilusionan.

Reinventar la izquierda

A este ritmo, al partido FARC lo único que le va quedando de la tradición de izquierda, no son ninguno de sus aspectos constructivos: no es ni su espíritu transformador y revolucionario, ni su deseo igualitario, ni la autocrítica, ni mucho menos la crítica al poder lo que hoy lo caracterizan. Lo que le va quedando de la tradición de izquierda no son sino sus vicios: el autoritarismo intolerante, la ausencia de crítica, y la manía de “purgar” y “depurar” a los contradictores de los autoproclamados “líderes supremos”. La crisis del partido FARC no es sólo una tragedia para todos quienes dieron sus vidas por un proyecto de transformación social y por los derechos del campesinado. Es también un llamado de atención a la izquierda colombiana para reinventarse sobre nuevas bases, recuperando el espíritu crítico, transformador y revolucionario de la izquierda, y para deshacerse de todos sus lastres autoritarios, y de esos métodos que no construyen alternativa, sino que la matan en ciernes.

Notas:

[1] https://www.semana.com/semana-tv/semana-noticias/articulo/division-en-las-farc-por-timochenko/672871

[2] https://rebelion.org/wp-content/uploads/2020/06/1-11.pdf

[3] https://rebelion.org/requiem-por-las-farc-ep/

[4] https://www.las2orillas.co/se-calienta-el-debate-interno-en-farc/

[5] https://www.las2orillas.co/pastor-alape-pierde-uno-de-sus-bastiones-en-el-partido-farc/ y www.agenciareporterossinfronteras.com/index.php/colombia/item331-la-division-entre-las-farc-cada-dia-mas-latente


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