La medicina tradicional de carácter comunitario abordaba y trataba ese problema, y no giraba alrededor de tratar los “síntomas” (lo que nosotros llamamos enfermedades o afectación de un órgano, un sistema, etc.). Es posible que los médicos tradicionales no fueran conscientes del “poder” de su medicina. Ellos no querían “curar” al individuo sino establecer el equilibrio y la armonía comunitaria que era la verdadera enfermedad. Sin embargo, hoy la ciencia empieza a comprender la importancia que tiene “lo social”, “lo comunitario”, para la salud de los humanos. Los rituales, yerbas, plantas, “humitos”, etc., etc., solo eran “formas” de involucrar al individuo y a la comunidad en ese ejercicio para “restablecer la unidad sanadora”.
La Covid-19, la medicina patriarcal-capitalista y el remedio ancestral
Fernando Dorado
https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com
Popayán, 23 de julio de 2020
La aparición y el impacto del coronavirus SARS-CoV-2 en la vida de los humanos del siglo XXI, ha mostrado la fragilidad del cuerpo individual de los homos sapiens y la precariedad y debilidad de toda nuestra sociedad como cuerpo social.
Esta pandemia no solo ha permitido que salgan a relucir todos los males de la humanidad en el terreno económico, social, político y cultural, sino que ha desnudado realidades insospechadas en la práctica de la medicina, de los llamados sistemas de salud (tanto públicos como privados) y de las industrias farmacéuticas que enriquecen a unos pocos a costa de la ignorancia y el sufrimiento humano.
Es increíble lo ocurrido con este coronavirus. Los científicos todavía no han logrado conocerlo plenamente dejando ver que un “organismo” que parece tan simple, al interactuar con los fluidos humanos (mucosas) se transforma en algo amenazador y letal. Y entonces, tanto los remedios, curas milagrosas, prácticas preventivas y el tema de la fabricación de la vacuna se convierte en otro terreno de especulación y de promoción del miedo.
Y en medio de ese pandemónium de desinformación e histeria inducida por los medios de comunicación, aparece el tema de la medicina tradicional, ancestral o indígena (sea china, hindú, amerindia, negra-africana u otras) como un referente a tener en cuenta.
La medicina tradicional o ancestral concibe y practica las artes y las ciencias de la energía que está concentrada al interior de las plantas. Es todo un conocimiento extraordinario que está en proceso de ser comprendido por las más avanzadas ciencias de la actualidad.
En esa medicina “creo”, o sea, la considero válida y efectiva. Esa medicina está relacionada con la acupuntura y otras prácticas “secretas” que pertenecían a las comunidades ancestrales que tenían un carácter comunitario, y solo pueden ser aplicadas con el compromiso consciente (¡súper-consciente!) de la persona o la comunidad que es tratada de cierto “mal” o enfermedad.
Y por ello “no creo” en la medicina y rituales de todas clases que promueven abiertamente una gran cantidad de charlatanes y estafadores que hablan de las “plantas sagradas” y, en verdad, no las usan como sagradas. Realizan “rituales” para engatusar a despistados e impresionar a “creyentes” que participan de una serie de prácticas que nada tienen que ver con la medicina tradicional que es una verdadera ciencia (no reconocida por la academia occidental no lineal).
La verdadera medicina tradicional no puede ser divulgada abiertamente ni se puede convertir en un “estándar” o en una “moda”, y menos, en una fórmula. Es algo tan delicado y peligroso que los que saben, la catalogan como el “remedio” que está en el límite entre la vida y la muerte. Y el “paciente” realmente es el que se cura, se “auto-cura”, restituye el equilibrio perdido.
El curandero, las plantas, la respiración, las agujas, los cuarzos, los “humitos”, etc., etc., solo son elementos complementarios para canalizar la ENERGÍA, hacia afuera o hacia adentro. Esos elementos son necesarios para quien no tiene el suficiente poder mental. El papel central lo cumple el “paciente” (que nunca puede ser individual) y es algo realmente “sagrado” y, por tanto, riesgoso y mortal.
No se puede jugar con dicha medicina como hacen algunos charlatanes que se disfrazan de “chamanes” y de “médicos tradicionales” para descrestar incautos y hacerse una fama inmerecida, que los verdaderos médicos-sabios nunca buscan porque sin “ética espiritual” ese “remedio” no le funciona a quien lo practica (sea médico tradicional o “paciente”).
Esa medicina, repito, está en los límites entre la vida y la muerte, que es el lugar desde donde surge y se potencia la energía curadora y restauradora. ¡Para estas épocas esta ciencia ancestral es muy valiosa! Pero nada tiene que ver con teorías “mítico-animistas”, o con religiones de la “Nueva Era”, o con esoterismos conspiranoicos, y menos, con espiritualidades que separan al individuo de la sociedad.
Nada que ver. Es ciencia ancestral, muy materialista, que las ciencias de la complejidad han empezado a desentrañar y entender. Son conocimientos con un total sentido práctico.
Lo que vienen descubriendo las ciencias de la complejidad no lineal y las neurociencias es que el desequilibrio mental (emocional, psicológico, etc.) está en la base de toda enfermedad (incluso, detrás de lo que llamamos “accidentes”).
La medicina tradicional de carácter comunitario abordaba y trataba ese problema, y no giraba alrededor de tratar los “síntomas” (lo que nosotros llamamos enfermedades o afectación de un órgano, un sistema, etc.). Es posible que los médicos tradicionales no fueran conscientes del “poder” de su medicina. Ellos no querían “curar” al individuo sino establecer el equilibrio y la armonía comunitaria que era la verdadera enfermedad. Sin embargo, hoy la ciencia empieza a comprender la importancia que tiene “lo social”, “lo comunitario”, para la salud de los humanos. Los rituales, yerbas, plantas, “humitos”, etc., etc., solo eran “formas” de involucrar al individuo y a la comunidad en ese ejercicio para “restablecer la unidad sanadora”.
Eran verdaderos procesos de “auto-curación” basada en el poder de la mente (pensamientos, emociones, sentimientos, deseos, etc.). Ahora, al ser “re-descubiertos” conducen hoy a los científicos por nuevos caminos insospechados y perspectivas que cuestionan en su esencia a la medicina alopática que trata a cada síntoma (“enfermedad”) por aparte, parcialmente, con mirada de “especialistas”, perdiendo de vista la complejidad no solo del cuerpo humano (que incluye la mente) sino la complejidad no lineal de las relaciones que entabla el ser humano con sus semejantes y la naturaleza en general (cosmos, energía universal, tierra, aire, fuego, agua, etc.).
No rechazo las medicinas alopáticas, en algunos casos se hace necesario usar antibióticos o una cirugía, por ejemplo. Pero, en la medida en que la verdadera enfermedad que nos ha “partido”, “dividido”, “fracturado”, al convertirnos en individuos sin comunidad, sea abordada con nuevas lógicas y prácticas salubristas y sociales, la medicina “curativa” (alopática) tendrá menos espacio en nuestras vidas.
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