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Venezuela: ¡A la vieja militancia de la Liga Socialista!

Servando Marín Lista :: 25.07.20

Carta finamente elaborada de un militante que abandonó la orgánica del partido, pero no abandonó los valores y sensibilidad social que hoy se expresan de formas tales como: “¡Que se abran cien flores y florezcan cien escuelas de pensamiento!”.

 

Jorge Rodriguez secretario general fundador

¡A la vieja militancia de la Liga Socialista!

“Es tiempo de luchar y amar, es tiempo de apretar los dientes y “con el cuchillo en la boca”[i], como decía Jorge Rodríguez (+25julio1976), salir al encuentro de nuestro pueblo, con el proyecto político y un programa”. [ii]

Hace ya muchos años, milité en la Liga Socialista, la que fue politizada y combativa. Esa que llenó de la más contundente conciencia emprendida jamás en este pais, cubriendo a muchos de un espíritu indomable y libertario. Pensamiento crítico, lo llaman hoy. A ella llegué, primero como un estudiante de bachillerato y luego, cargado de ideas y emociones, como estudiante universitario, luego, la abandoné. Rompí con esa militancia, a la que le agradezco mil veces la oportunidad que tuve de estar allí todo ese tiempo.

 

El espíritu de esa militancia me enriqueció con la mejor fortuna que un ser humano puede tener: formación disciplinar, conciencia ética e ideología asumida. Son bienes intangibles, pero ellos me han permitido una vida plena, que hoy, luego de esta misantropía, debo agradecer.

Lo que abandoné fue la militancia en la Liga Socialista, pues ella, en tanto que partido, dejó de necesitarme y siendo así, el irme no perturbó. Lo hice sin voltear hacia atrás, pensando si acaso en el espíritu de estudiante universitario, ese que siempre conservaré en la memoria, dejó el recinto antes que yo. Hablo del espíritu de lucha por romper diques que detienen, no del que los construye para defender dominios.

Pero, si ese espíritu abandonó por disgusto estos espacios, confío que los vientos del este que sacuden al pais, tarde o temprano volverán a traer el remezón vital que derramará las aguas de la vieja militancia. Mientras tanto es bueno dejar algo que tal vez ayude en la formación de suaves brisas, que a lo mejor se vuelven huracán. Y lo que tengo para dejar es esa formación, esa ética y esa ideología que me inculcó la Liga Socialista.

De ahí esta pequeña reflexión que recoge mi ímpetu por la politica. Quiero hacer honor al ejemplo combativo, revolucionario y subversivo de Jorge Rodriguez, nuestro querido e inolvidable camarada, secretario general fundador, a sus 44 años de su vil asesinato: “no solo era el cuadro que mejor sintetizaba la estructura politica de la Liga Socialista, sino también del proceso revolucionario venezolano, latinoamericano y del futuro proyecto bolivariano”.[iii]

Y cuando hablo de Jorge Rodriguez hablo de ciudadanos libres que se vislumbran parte de un colectivo, que se asocian en la identidad de su nación. Que asumen el sentimiento de pertenencia con la convicción de que las cosas son de uno en la medida en que le pertenecen a todos. Que analizan críticamente los fenómenos que los afectan, que cuestionan las imposiciones, que van a la búsqueda de conocimientos. No de verdades. Que rechazan lo sacralizado y remueven lo inmóvil: el abandono de las concepciones, el desarme ideológico, la pérdida de la estrategia y la táctica de una organización de revolucionarios.

 

Y aquí, juzgo prudente, abrir el compás para reafirmar mi convicción de que esas reflexiones políticas de las que hablo tienen darse ahora mismo en Venezuela. Es un método para abordarla. Y cuidado, no estoy hablando de un partido político para ir a elecciones. La necesidad de esta reflexión es ahora más importante que nunca. Más que en aquella década de los 70, donde los países industrializados luchaban infructuosamente por el control racional de los métodos de producción.

Ahora, en momentos en que el poder omnímodo que controla el mundo se ha empeñado en demostrar, asi sea por la fuerza, que las ideologías desaparecieron y que lo que sobrevive es él mismo, que es único, cuando se argumenta que la transformación social, fuera de sus normas, es una utopía; ahora decía, la resistencia es ineludible. Aún si estuviéramos en franca minoría ideológica, siempre valdrá la pena dejar claro que la totalidad, por más que asi se le quiera presentar, no tiene el mismo aspecto que la razón.

La sola pretensión de igualar estos conceptos, evidencia –para el que se esfuerce en ver en el interior de los globos-, la existencia de una sociedad decididamente administrada que asumió, primero, que desarrollo tecnológico es igual a liberación, y luego, después de la estrepitosa fraude del socialismo del siglo XXI, que globalización suena mejor que totalitarismo para explicar la intención de que todos estemos “on line”, asi sea a la fuerza del DGCIM, SEBIN, FAE y CICPC.

El derecho de ese pensamiento lineal, y como toda línea, unidimensional, ha logrado novedosos mecanismos de autocontrol, pues se nos ha convencido de que es interés de todos lo que, en realidad, es bueno para pocos. Y que lo real, asi sea virtual es lo racional. Allí, sin duda, se ha centrado la estrategia totalizadora. No nos estamos enfrentando a la politica abiertamente imperialista de un estado poderoso que pretende clavar su bandera en nuevos territorios ocupados -aunque sus tropas siguen actuando de la misma manera-.

 

El argumento ahora es el derecho de una sociedad poderosa, actuando como una corporación multinacional, a imponer, con la guerra, su estado de paz. Cosa que forma parte de esa nueva manera de argumentación que han diseñado los ideólogos de esa corporación para promover lo que ellos consideran verdades indiscutibles. Es una argumentación en la cual las palabras son utilizadas de modos extraños, sin la definición efectiva que, histórica y literalmente tuvieron.

Que esta sociedad, llamada -en ese nuevo lenguaje-, del “mundo libre”, esté bajo control de los dueños de poderosas empresas multinacionales, no es ya ocultado, ni siquiera disimulado. Los intereses de los ciudadanos como colectivo, pero también como individuos, que era el supuesto paradigma del sistema norteamericano, han quedado en un segundo plano. Se habla, ya abiertamente, de los intereses generales del sistema económico mundial, que ha logrado aprobar, en foros internacionales controlados por los países ricos, leyes supranacionales que impiden a las naciones pobres, ejercer sus propios derechos.

En la Venezuela madurista, economistas de mucha televisión, decían, sin sonrojarse, que debíamos olvidarnos de lo que llamaban moneda local, para asumir el dólar como moneda única. ¡Como si Venezuela fuera una simple y lejana localidad meridional del coloso norteño! En esta línea de pensamiento, sin duda alguna, Washington resultará mejor padre de la patria que Bolívar.

Y ese pensamiento es el que facilita crear tribunales y pagar recompensas para juzgar “criminales” que siempre serán de ese mundo situado en la otra orilla del imperio y, nombrar un presidente interino de Venezuela para que contrate un fuerza de invasión, otorgándose asi mismos, inmunidad frente a la acción de esos tribunales, lo cual establece una de las diferencias esenciales entre el terror de Donald Trump con el fantasma de las intervenciones y el de los gobiernos paralelos de Nicolás Maduro y Juan Guidó. Y no es un tremendismo. Analícenlo.

En ese intento de totalización y haciendo uso del nuevo lenguaje, llaman a flexibilizar el empleo para facilitar sus inversiones lo que no pasa de ser una brutal liquidación de las conquistas laborales. Y también alertan sobre la necesidad de desideologizar la economía para que el mercado funcione, como si la creencia en los poderes divinos del mercado fuera un fenómeno fisicoquímico. Pero, si el lenguaje no funciona, sacan de circulación cuanto agrupamiento sindical de la “izquierda crítica” o de “oposición” le ocurra cuestionarlos.

En definitiva, reducido el mundo a la condición de simple mercado y borrada las identidades nacionales, resulta fácil convertir a los habitantes de estos países fantasmas, en solo consumidores. Por eso este último vocablo desplazó, en los análisis económicos, al de ciudadano, que tiene una connotación peligrosa para los intereses mercantiles. Ese es el objetivo último de la ideología liberal que lideriza firmemente los gobiernos paralelos de Nicolás Maduro y Juan Guaidó.

Lo que ha cambiado, con la desaparición de Hugo Chávez Frías y el socialista del siglo XXI, es que cuando nace la Liga Socialista, en el contexto de la década de los 70, el colocarse más allá de los límites que imponía el modo de vida general, era “rebeldía juvenil” o, cuando mucho “subversión”. Ahora actuar en esa misma dirección es ser un “traidor a la patria” o un “instigador al odio social”, y esto puede llegar a ser muy grave cuando se asume que la razón está en el poder.

¡Que se abran cien flores y florezcan cien escuelas de pensamiento! [iv]


 

Servando Marín Lista

Arquitecto- Es autor del libro “Desde la Comunidad”: la arquitectura de multitudes (junio, 2010) dirigido a la formulación de propuestas de planificación del desarrollo estratégico para captar el objetivo esencial y específico de clarificar el compromiso y la responsabilidad de la explosión del Poder Popular con la problemática total de la ciudad, mediante todas las escalas de sus propias acciones para marchar rumbo al nuevo sistema de Ciudades Comunales, los Distritos Motores de Desarrollo y los Territorios Federales. Y autor, también, del libro “La Ciudad Comunal, la lucha de clases por el espacio” (nov, 2013) donde plantea una interpretación de los fenómenos urbanos, que constituye una herramienta sobre lo que ?desde afuera? de la estructura urbana, el poder económico y el poder político, conforman la lucha de clases por el espacio y avanza en el señalamiento de la necesaria ruptura con los valores, instituciones, relaciones de poder y las raíces más profundas de la sociedad capitalista.

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