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México: Enseñar el cobre

Gustavo Esteva :: 10.08.20

La cuestión no es solamente el respeto a la autonomía y los derechos de los pueblos originarios. Es que ante una catástrofe sin precedentes, cuando experimentamos el más grave colapso climático y sociopolítico de nuestra historia, es indispensable que aprendamos a escuchar a los pueblos que poseen los saberes y las tradiciones que hoy necesitamos.

Enseñar el cobre
 
Gustavo Esteva
La Jornada
 
Este Día Internacional de los Pueblos Originarios fue especial. Por lo menos en Oaxaca.

Como de costumbre, hubo discursos por todas partes que intentaron disimular, bajo el torrente de palabras, las actitudes racistas y discriminatorias que predominan en relación con nuestros pueblos. Habría sido tan irrelevante como cualquier otra fecha de esos calendarios cívicos si no fuera por el contexto: tuvo lugar pocos días después de anuncios que sobresaltaron profundamente a esos pueblos.

La Secretaría de Educación acaba de divulgar una serie de decisiones sobre la manera en que se organizará el ciclo escolar que está por empezar. Con su tradicional centralismo autoritario y monocultural, la dependencia señaló que no dejará opción: considera que las clases en línea son la única alternativa ante el Covid-19, por lo que calificará como falta grave la organización de clases presenciales cuando no haya semáforo verde. Con las diversas modalidades de educación híbrida que ha diseñado e incluyen clases por televisión, la dependencia busca ofrecer la mejor educación posible, con la mayor calidad y que llegue a la mayoría de los mexicanos, según declaró el secretario ( La Jornada, 8/8/20).

Se pretende así, de un plumazo, dar marcha atrás a lo que han conquistado en siglos de lucha nuestros pueblos originarios. No formarán parte de esa mayoría de los mexicanos a los que se intentará ofrecer la mejor educación posible. Una vez más se procederá a excluirlos. Buena parte de ellos carece de las condiciones materiales, técnicas y culturales para recibir esa educación.

Es una vieja historia. No sólo fue la época de la Colonia, que parece prolongarse hasta hoy. Los pueblos fueron decisivos en la lucha por la independencia, pero la minoría criolla los excluyó sistemáticamente en el nuevo Estado. Formaban dos terceras partes de la población total del flamante país, pero los padres de la patria los mencionan una sola vez en la Constitución de 1824, cuando autorizan al Congreso a negociar tratados de comercio con países extranjeros y tribus de indios.

En el discurso oficial en que se presenta esa Constitución, sus autores confiesan: En todos nuestros pasos nos hemos propuesto por modelo la república feliz de los Estados Unidos del Norte. Por eso no nos llamamos México, sino Estados Unidos Mexicanos. Por eso, poco después, propusieron también imitar a los vecinos en la política ante los pueblos originarios: exterminarlos. Voces ilustradas y sensatas rechazaron en el Congreso esa propuesta genocida…pero plantearon en su lugar educarlos. En vez de genocidio, culturicidio. Así se creó el sistema educativo mexicano, para des-indianizar a los indios. Así sigue hasta hoy y para nuestro infortunio ha conseguido su propósito con muchos millones.

Es la mentalidad racista que aún prevalece en las élites y en muchas mexicanas y mexicanos. Los proyectos gubernamentales compiten con los de corporaciones privadas para agredir a los pueblos, con proyectos que destruyen sus modos de ser y de vivir y supuestamente buscan su beneficio.

La lucha de los pueblos había logrado reconocimiento oficial de nuestro pluralismo cultural. Se había aceptado una variedad de formas de aprender, que correspondieran a distintas culturas, tradiciones, contextos. Se formaron miles de maestros en esa actitud, que se apoya en múltiples leyes nacionales e internacionales y busca ante todo la defensa de la vida comunitaria.

Por eso, en Oaxaca, se organizó ayer la protesta virtual por la defensa de la comunalidad, la soberanía alimentaria y la educación comunitaria de los pueblos originarios. En el marco del día internacional, se impulsó la lucha por una vida comunitaria digna que respete su autonomía y la legislación vigente.

No cejarán. Se encuentran en pie de lucha. Saben que de su lado está no sólo la razón, sino el más elemental sentido de justicia. Tuvo fundamento Víctor Toledo, dentro del mismo marco de la conmemoración, cuando señaló: “No es posible que ningún proyecto que se realice hoy en día en México –con apenas 200 años de antigüedad como sociedad– (se) intente implantarlo afectando culturas que tienen cientos, miles de años, como en el caso de los mayas o los huastecos.” ( La Jornada, 8/8/20). El proyecto que acaba de anunciarse afecta severamente esas culturas, del peor modo imaginable. Y nunca se consultó con esos pueblos.

No podrá implantarse el diseño racista y colonial que acaba de anunciar el secretario de Educación. La cuestión no es solamente el respeto a la autonomía y los derechos de los pueblos originarios. Es que ante una catástrofe sin precedentes, cuando experimentamos el más grave colapso climático y sociopolítico de nuestra historia, es indispensable que aprendamos a escuchar a los pueblos que poseen los saberes y las tradiciones que hoy necesitamos. Su lucha, además, permitirá mostrar los inmensos daños que traen consigo, para todas y todos, los modelos educativos que con tanto entusiasmo impulsa el gobierno actual.

 


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