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El MAS y la falsa izquierda en Bolivia

Aleix Echauz :: 12.08.20

Es necesario denunciar al MAS como una falsa izquierda, como un partido que predica unos valores que no se corresponden con sus acciones. El MAS es a la izquierda lo que un dictador es a la democracia

Articulista Invitado

El MAS y la falsa izquierda en Bolivia

Aleix Echauz  

La Paz, 12 de agosto de 2020

Hace cosa de un par de semanas estaba conversando con un amigo sobre política. Desde enero de este año que nos separa un océano de distancia, pues yo vivo en Bolivia y él en Barcelona. En un momento dado de la conversación me dijo algo con lo que, a pesar de nuestras diferencias axiológicas, políticas e ideológicas, no puedo estar más de acuerdo. Me dijo algo como que el error de mucha gente se basa en la defensa de ideologías y partidos políticos como si de equipos de futbol se tratara, lo cual es un error.

A pesar de que soy español y no boliviano, desde finales del 2018 siento muy de cerca a Bolivia, pues es el país de mi pareja y de su familia, y donde actualmente trabajo y vivo. Mi recién experiencia en el país andino me ha aportado muchas cosas, pero sobretodo una perspectiva mucho más panorámica. Una visión que me ha hecho entender que el mundo es más complejo y variopinto de los que nos pensamos, y que los análisis que buscan simplificar procesos y reducir conceptos a lo más básico, suelen llevar consigo imprecisiones y errores.

Un buen ejemplo de ello fue lo ocurrido en octubre y noviembre de 2019 en Bolivia. Rápido vi a los movimientos de izquierda de todo el mundo difundir la teoría del golpe de Estado contra Evo Morales, cerrando filas rápidamente con uno de “los suyos”. A esa tesis se la añadieron los elementos conspiranóicos que siempre gustan: que si el litio boliviano, la CIA moviendo hilos, racismo contra los indígenas, etc. El análisis de la situación se antoja fácil si se omiten otros aspectos. Me dolió ver a mis compatriotas camaradas obviar o no hacer mención de otros factores tan importantes en el suceso como las acusaciones de fraude electoral o el debate sobre la inconstitucionalidad de la candidatura de Evo Morales (la cuarta vez que se presentaba, cuando la Constitución boliviana solo permite dos mandatos).

Conozco a la izquierda en mi país, España. Sé lo rápido que denunciarían esos atropellos al Estado de Derecho si fueran cometidos por la derecha. Y me duele. Me duele que por presunta afinidad ideológica no se quiera ver más allá. Tal vez el caso de Bolivia es el más enigmático de los últimos tiempos. ¿Hubo golpe? ¿No lo hubo? Muchas voces hablan de forma cruzada. Un golpe amparado por los militares o un ejercicio de empoderamiento ciudadano. Los debates de ese calado rara vez terminan por resolverse y se antojan eternos, irreconciliables. Vengo de un país dividido en dos por la memoria histórica, donde están los buenos y los malos, y donde unos consideran a los otros los malos y viceversa. Algo me dice que aquí, igual que existen dos Españas, existen dos Bolivias.

Mencionaba la comparación entre un partido político y un equipo de futbol, por no poder estar más de acuerdo con la frase entonada por mi amigo, y por mi experiencia en Bolivia, que no hace más que reafirmar esa idea. Siempre me he considerado afín a las ideas de la izquierda. Siempre he querido un mundo mejor para las personas, basado en los principios de igualdad, equidad y justicia social. También soy alguien que no se calla ante los abusos de la globalización capitalista, además de defender el feminismo y denunciar el cambio climático. Y todo eso, con el máximo respeto a las ideas contrarias y a los principios democráticos.

Y por todo ello, me es necesario denunciar al MAS como una falsa izquierda, como un partido que predica unos valores que no se corresponden con sus acciones. El MAS es a la izquierda lo que un dictador es a la democracia. No he estado en Bolivia durante los 14 años que ha gobernado Evo Morales y mucho menos antes, pero sí he visto la actitud de los dirigentes del MAS durante la pandemia del coronavirus. Obstrucción, crispación y mentiras.

La última semana trágica que hemos vivido demuestra hasta qué punto el hooliganismo político es perjudicial para un país. Los bloqueos en carreteras de todo el país han impedido el paso de oxígeno para abastecer hospitales y más de 30 personas han muerto por la falta de este insumo. Dirigentes del MAS han solicitado que se respete su derecho a la protesta. Y sí, debe respetarte un derecho humano y constitucional como la manifestación. Pero no está escrito en ningún lugar que para ejercer un derecho se tenga que privar de otros derechos a otras personas. Las personas que han muerto esperando oxígeno han sido privadas de un derecho más fundamental inclusive, como es el derecho a la vida. Y todo ello por unos movilizados que protestaban por un cambio de fecha en las elecciones generales. Un cambio de 42 días de diferencia. Seis semanas que parecen importar más que la vida de las personas.

No puedo evitar mirar a mi país cuando algo ocurre en Bolivia. Las comparaciones a veces son odiosas, pero también inevitables. Durante esta pandemia que aún persiste, también he observado a otros países además de Bolivia y España, como por ejemplo Estados Unidos. No he podido evitar sorprenderme. En mi país, la extrema derecha capitaneada por Vox, ha difundido teorías de la conspiración, ha boicoteado al gobierno y ha organizado marchas sin barbijo ni distanciamiento social. Ejercicios y prácticas de irresponsabilidad que también ponen en práctica los adeptos al presidente Donald Trump.

En Bolivia, esa irresponsabilidad la han capitaneado el MAS y sus organizaciones afines, como la Central Obrera Bolivia. Evo Morales dijo recientemente que el virus forma parte de una guerra biológica, mientras que la gobernadora de Cochabamba, Esther Soria, cuestionó la propia existencia del virus. Y no hace falta ni hablar de los bloqueos que hemos visto estos días. A ojos de los movilizados masistas, parece ser que no existe una pandemia que en Bolivia se ha llevado a más de 3.700 personas. No hay mayor expresión para la irresponsabilidad y la desvergüenza. Qué pena y que decepción de izquierda. Bolivia se merece más. Se merece otra izquierda. Una izquierda de verdad.

Aleix Echauz es periodista español, reside en Bolivia.

 


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