La alianza estratégica firmada por Xi Jinping y Hasan Rouhani limita la proyección y conectividad de India y reacciona ante la ofensiva diplomática de Trump en la región.
18 DE AGOSTO 2020
La alianza estratégica firmada por Xi Jinping y Hasan Rouhani limita la proyección y conectividad de India y reacciona ante la ofensiva diplomática de Trump en la región.
La Pandemia congela y acelera procesos políticos y económicos de manera asincrónica, pero no cambia las reglas de juego geopolítico global en curso. El Gobierno de Donald Trump, en medio de una disputa presidencial frente al candidato demócrata Joe Biden y con una gestión de la pandemia de Coronavirus desastrosa, está decidido a radicalizar sus embates contra China en tres planos: seguridad, tecnológico/comercial y discursivo. En esta dirección, el jueves 23 de julio, el Secretario de Estado, Mike Pompeo, realizó el movimiento de la pieza de ajedrez más osado anunciando al mundo, e instando a los aliados, a combatir el peligro existencial que significa el comunismo de China y sus ambiciones hegemónicas a escala global. Lo hizo en la Biblioteca presidencial Richard Nixon, en California. Paradojalmente fue el Secretario de Estado de Nixon, Henry Kissinger quien advirtió en su libro “On China”, que el pensamiento estratégico Occidental está dominado por el juego de ajedrez donde lo esencial es obtener el control de la parte central del tablero. Desde allí y concentrando la fuerza, el objetivo es derrocar el rey.
Sin embargo, advertía Kissinger, los chinos inspiran su estrategia en otro juego, el milenario weichi. Este juego es muy complejo y consta de 180 fichas iguales que se mueven en 361 casilleros. Resumidamente, su objetivo es rodear al adversario para limitar sus movimientos. El juego, como espejo de la vida, es tan complejo que es difícil saber quien está ganando y quien perdiendo. A partir de este juego, Kissinger advertía de la coherencia de la política exterior de la República Popular de China desde Mao hasta los días de hoy, bajo el liderazgo de Xi Jinping.
En medio de la embestida del gobierno de Trump contra China y del incremento de la tensión bilateral entre India y China en las fronteras superpuestas disputadas entre ambos países, en julio de 2020 se produce el más importante acuerdo de cooperación entre una potencia regional, Irán, y China en la época de la Pandemia. Este acuerdo histórico de cooperación de 25 años contempla: a) un plan a largo plazo de inversiones chinas en infraestructura para modernizar la industria en Irán que abarcan desde los combustibles fósiles, las carreteras, las telecomunicaciones, los puertos (entre los que se encuentran el estratégico puerto iraní de Chabahar) y los ferrocarriles, con foco en la línea Teherán-Mashhad que conectará con Afganistán y el puerto seco de Khorgos, en Kazajistán, completando el recorrido del “Tren de la Ruta de la Seda”; b) el incremento de la cooperación financiera(inversiones estipuladas en US$ 400 mil millones, de los cuales US$ 228 mil millones serán aportados por el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura -sigla AIIB en inglés-), del cual Irán es miembro desde la firma del acuerdo en 2016); y c) el aumento de la cooperación en los ámbitos culturales, educativos, científicos, legales, legislativos, y militar, con especial énfasis en la coordinación política en la lucha contra el terrorismo y maniobras militares conjuntas.
El India Ports Global Chabahar Free Zone (IPGL) se hizo cargo de la operación provisional de Chabahar a partir del 24 de diciembre de 2018, apenas un mes después de la entrada en vigor de las sanciones unilaterales reimpuestas por el gobierno de Estados Unidos a Irán. El puerto de Chabahar quedaba exento de las sanciones, por la doble importancia que este proyecto tenía tanto para su aliado indio como para Afganistán, lo que prometía ser una empresa redituable para el gobierno indio.
No obstante, lo que parecía un gran negocio para la India, además de un movimiento geopolítico importante, se desvanece en el aire en el 2020. El 14 de julio, el gobierno iraní anunció que procederá con la construcción de una línea ferroviaria que unirá el puerto de Chabahar con Afganistán por su propia cuenta. Esto se sumaba a una larga lista de desencuentros que han hecho que la relación comercial entre los dos países decayera notablemente en beneficio de las relaciones chino-iraníes. En 2017 India reducía sus importaciones de crudo iraní tras el retraso en el desarrollo del campo gasífero iraní Farzad B, en el que India tenía interés desde 2008. El oleoducto India-Pakistán-Irán también habría quedado estancado por motivos de seguridad, al igual que otros proyectos de infraestructura. India también trató de reducir su dependencia del petróleo iraní, sobre todo tras el estrechamiento de las relaciones entre Modi y Trump, y a pesar de que sus importaciones de crudo estaban exentas de las nuevas sanciones.
Ante este panorama, no era de extrañar que Irán privilegiara la firma de acuerdos de larga duración con socios comerciales que no tuvieran compromisos previos con Estados Unidos, y para los que la dependencia energética fuera un factor clave.
Paradójicamente, el reciente acuerdo China-Irán ha sido el resultado de largas conversaciones que se iniciaron en enero de 2016, tras la visita de Xi Jinping a Teherán, el mismo año de la visita de Modi. Tras la entrada en vigor del Plan de Acción Comprensivo Conjunto (JCPOA por su siglas en inglés) entre Irán y el grupo P5+1, muchos países se acercaron a Irán para normalizar sus relaciones y negociar inversiones principalmente en el sector energético. Pero tras cuatro años, y sobre todo tras la reimposición de sanciones por Trump, solamente China, y más tarde Rusia, ha sido capaz de concretar un acuerdo estratégico viable y al margen de la presión estadounidense.
El acuerdo no estuvo exento de críticas dentro de Irán. Desde el ex presidente Ahmadineyad hasta el Sha en el exilio condenaron el acuerdo, afirmando que la soberanía del país quedaba sometida a una potencia extranjera. Sin embargo, la administración de Rouhani defendió el acuerdo como la única salida a la presión ejercida por Estados Unidos que está asfixiando la economía iraní, y que sólo marca la continuidad de la política “look to the East” que el país venía desarrollando desde la década anterior.
Desde el punto de vista estratégico, este acuerdo refuerza la posición de Irán dentro de la iniciativa BRI, pero no cambia la estrategia china en la región del Golfo Pérsico, que siempre se ha orientado por el beneficio económico-comercial más que por el político-estratégico.
En el tablero geopolítico, este acuerdo forma parte de un reacomodamiento de los actores Euroasiáticos, con el fortalecimiento del BRI y el desplazamiento de India como socio comercial iraní. El movimiento de China ciertamente afectó el pilar indio de la conectividad de su economía en el contexto del océano Indico, como indica el Weichi, limitando sus movimientos. Esta jugada consolida la posición china en la región, dentro del contexto de su confrontación global con Estados Unidos.
*Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais.
**Profesor Investigador de la Qatar University.