El centralismo republicano fue arbitrio de una casta que quiso gobernar el país a expensas de otros. El plurinacionalismo, una inspiración foránea que solo encontró indolencia entre quienes deberían haber sido sus más entusiastas receptores: los pueblos indígenas. De ahí el fracaso de las autonomías indígenas, sobre todo en el área occidental del país. Es necesario reformular esa propuesta e inscribirla en una de mayor amplitud: una alternativa Federal para Bolivia, basada no en criterios étnicos, ni geográficos, sino de unidades geopolíticas y económicas.
https://www.noticiasfides.com/opinion/comunidad-pukara/manifiesto-por-una-bolivia-nueva-
18 de agosto de 2020 16:26
Bolivia vive nuevamente momentos angustiosos. Espectros de enfrentamientos nublan nuestro cielo y amenazan teñir de sangre nuevamente nuestros suelos comunes.
El fenómeno no es nuevo. Arrastramos secuelas de la felonía de la captura y ajusticiamiento de Atahuallpa, superada después con la inmolación de Julián Apaza, Tupak Katari, y la traición al Willka Zárate. Hemos constituido un país escindido por un colonialismo interno: los herederos de los invasores y los sucesores de los invadidos. Ambos, tratando de explicar su situación, justificar su posición; recurriendo incluso a argucias, mitos, mentiras y violencia como recurso extremo para mantener una situación injusta o para liberarse de ella.
No hemos logrado constituir una Sociedad coherente, una Nación integrada, un Estado funcional. ¡Es momento de que ello termine ante la inminencia de descomposición total, o la alternativa de arraigar definitivamente un destino mediocre, disfuncional y disonante!
Este mal profundo no pasó desapercibido a los diferentes gobiernos. Cada uno ensayó su receta. Pero, todos fracasaron. Después de la debacle en la Guerra del Pacífico, el ciclo conservador en Bolivia —1880 a 1899— sumió aún más a las élites bolivianas en la caricatura de mimar a las sociedades europeas, cuando sus logros tecnológicos fueron apenas unos cuantos kilómetros de ferrocarril y de vinculación caminera, en un contexto de expoliación de las tierras comunales. El ciclo liberal, que sucedió al conservador hasta 1936, conoció el auge del estaño y el empoderamiento del país por quienes utilizaron esa riqueza para su propio beneficio: los “barones del estaño”. En tanto, las comunidades se sumían en una rebelión generalizada que culminó el año 1920 con masacres en Taraco y Jesús de Machaca.
Después de la Guerra del Chaco la conciencia nacional entrevió sus males profundos. Los militares, con Toro y Busch, intentaron cambios estructurales. El 10 de mayo de 1945 se inauguró el Primer Congreso Indigenal. Se decretó el fin de la servidumbre. Villarroel buscaba apoyo indígena, pero fue demasiado tarde: Izquierda y derecha unidas, colgaron al presidente que no se sentía enemigo de los ricos, pero sí más amigo de los pobres.
El camino para la revolución de 1952 estaba bosquejado en un contexto internacional de emergencia de partidos populistas. El MNR en el poder dictó la nacionalización de minas, la reforma agraria, el voto universal, la reforma educativa… Irónicamente, el partido que nacionalizó minas las privatizó años después; la parcelación de las tierras indígenas provocó la miseria que años después contribuiría a borrar al MNR definitivamente del mapa político boliviano; y hasta ahora, como vacíos lemas, se suceden reformas educativas a granel… El voto universal, todavía no puede consolidar un gobierno que represente a todos.
Las frustraciones del nacionalismo revolucionario provocaron la insurgencia política originaria, expresada en el indianismo y el katarismo. Ambos influyeron en el acontecer nacional, al incluir en la agenda política la discriminación, los derechos indígenas, el acceso a la determinación política y el sometimiento de la economía al poder político. El katarismo acuñó conceptos que harían trayectoria, como el de Colonialismo Interno y el Indianismo en los años 2000 al 2003 fue protagonista de una de las más trascendentales crisis de gobierno en Bolivia. Ello, aunado a cambios internacionales, pusieron en vigencia el tema indígena. Así, uno de los sectores políticos más renuentes a tratar esos temas, la izquierda colonial, se ubicó como abanderada de esos derechos.
Evo Morales dejó una herencia envenenada
Evo Morales llegó al poder en esas condiciones. Tuvo 14 años para transformar Bolivia y
“descolonizarla”. El balance es más bien deplorable: Neopopulismo indigenista y demasiado pachamamismo en contexto de instrumentalización de las organizaciones indígenas. Como resultado, en octubre y noviembre de 2019 cuando las movilizaciones citadinas lo obligaron a renunciar, los sectores populares e indígenas no se movilizaron para defenderlo.
El Estado Plurinacional, estructurado a partir de 2005, retoma el mamotreto del multiculturalismo neoliberal, con innegables actualizaciones posmodernas. Folcloriza al sujeto indígena sin romper con las estructuras del Estado Colonial. El Estado Boliviano, convertido nominalmente en Plurinacional, mantuvo relaciones clientelares y prebéndales con la élite dirigente indígena, enlazándolas con la corrupción, como sucedió con la administración del Fondo Indígena. No creó instituciones para transformar al Estado Colonial y romper las relaciones heredadas de la República.
El MAS dejó una herencia envenenada. Años de explotar el tema indígena, de usarlo como espantajo para atemorizar a oponentes, concluyó en una Bolivia más escindida que antes. El gobierno que lo reemplazó, llamado de transición, no pudo rearmar y reconciliar Bolivia; componer, en los límites de su mandato, sus fracturas profundas. Por ello, fue sólo el reemplazo de una anomalía por un absurdo: Se erigió como la revancha simbólica — impregnada además de corrupción en su aparato administrativo, de ineficiencia en el gobierno, de bajeza al querer utilizar el mandato transitorio como trampolín para prolongar su poder por cualquier vía y de inopia en la gestión de este periodo de pandemia— de una casta antes desposeída, al desfogar su animadversión por todo lo indígena y popular.
Esa insolvencia saturó la paciencia popular, haciendo eclosionar tensiones solapadas hasta entonces.Vivimos ahora momentos de extrema tensión, próximas a una guerra civil. Si de alguna manera se logra sobrellevar este momento, mientras no se solucionen las razones profundas que la motivan no tendremos nunca una sociedad viable, una nación para todos.
Revanchismo de Añez: La irracionalidad del otro que afecta al “nosotros”
Esas contradicciones irresueltas generan ira y desesperación en los sectores movilizados. En el cabildo de 28 de julio las múltiples formas organizativas —juntas vecinales, sindicatos, ayllus, sectoriales, etc.— asumen la decisión, desde abajo, de exigir la renuncia de Añez, más allá de la voluntad del MAS o de cualquier otro partido.
En la raíz de esa decisión, la ausencia de políticas de Estado ante la emergencia sanitaria y la discriminación secular de sectores indígenas. Han sido catalizadores, el pisoteo de la whipala, el racismo mediático, la criminalización de líderes campesinos e indígenas, y el abandono a familias humildes, que no cuentan con medios para afrontar la crisis sanitaria.
El gobierno de Jeanine Añez se ha negado rotundamente a dialogar con los “salvajes”, las “bestias humanas”, como los ha llamado el presidente del Comité Pro Santa Cruz, Rómulo Calvo. Esta marca racista del gobierno de Añez ha generado el conflicto y es traba para un diálogo con quiénes realmente protagonizan las movilizaciones. Ha culpado al MAS de ser responsable de las movilizaciones, pero conversa solo con él, cuando es claro que el control de ese partido sobre indígenas y pueblo es más imagen creada que realidad concreta.
En este panorama algunos grupos, al interior de las movilizaciones, se refugian en un etnonacionalismo, posición insuficiente para la construcción de un proyecto político de país y que es sólo reacción espontánea al racismo promovido desde el gobierno en los últimos meses. Debemos recalcar que se trata de construir Nación, y esta no puede ser hecha sobre bases étnicas, sino como proyecto político común e innovador.
¿Hacia dónde vamos?
Lo adecuado es asumir posición sobre las causas profundas de este malestar y obrar para solucionarlo. Desde su constitución Bolivia vive un estado larvado de guerra civil. A lo largo de nuestra historia los momentos de crisis que conocemos son episodios, escaramuzas, de esa guerra. Si no lo solucionamos corremos el riesgo de desaparecer. Peor aún, de prolongar una vida de Estado ficticio, de Nación inexistente: Sobrevivir, recelosos, llenos de malicia y desconfianza entre nosotros y —en contraparte— apocados y sumisos con el mundo externo.
Contribuyamos a que este momento no concluya en una guerra fratricida. Pero, sobre todo, constituyámonos en fuerzas de nuevo pensamiento y de nueva acción para cambiar el rumbo del acontecer político en Bolivia. Todas las fuerzas políticas, todas las aproximaciones ideológicas, han fracasado. Urge instaurar nuevas.
Es urgente constituir una verdadera Nación. “Integrar” al “indio” a la vida nacional, como se decía antes, es una falacia. ¡Nada se puede integrar a lo que todavía no existe! Otra ilusión es el desvarío plurinacional. La construcción nacional es lograr un hogar común en base a principios compartidos, no la legitimación de proyectos ficticios. Planteamos la necesidad de una Nueva Identidad Nacional, con la misma dignidad para todos sus integrantes, en la que la preeminencia no dependa de la cualidad “intrínseca” de algún grupo, sino de la disposición, capacidad y aptitud de cualquiera de sus miembros, establecida de acuerdo al bien común.
Es necesario constituir un verdadero Estado con articulación orgánica y federal como lo fueron las sociedades prehispánicas, que es simplemente la administración de esa Nación. Si no existe nación, es lógico que la administración sea solo continuación de los desvaríos coloniales heredados. Entendamos la descolonización de esta manera: la depuración institucional de vicios y taras heredadas de la Colonia. Ello conduce a una necesaria modernización.
Se ha querido violentar la identidad indígena como encerrada en un pasado y renuente a los logros contemporáneos. La modernidad es necesaria, si esta es adecuada a nuestra realidad y a necesidades. Debe ser entendida no solamente como logros institucionales y materiales, sino como conjunto de valores necesarios a ser implementados en nuestra sociedad.
Un Estado funcional, una Nación integrada necesita modelos sociales y económicos que puedan favorecer la expresión de sus potencialidades. No podemos concebir una sociedad contemporánea sin que esta sea funcional en el contexto coetáneo. ¿Por qué encandilarnos por modelos ajenos, teniendo a nuestra disposición recursos propios? Nuestras sociedades originarias supieron armonizar la necesidad de transformación material con el adecuado respeto de los recursos naturales. Supieron respetar la prosperidad individual, en el marco del bien común y del equilibrio comunitario. Las disparidades biológicas, entre hombre y mujer, fueron recursos para el equilibrio en las diferencias, y no pretexto para la dominación del uno sobre el otro. Estos y otros principios se expresaron en modelos institucionales, sociales y económicos, que están vigentes en las comunidades y en las ciudades con población migrante de áreas rurales, a la espera de que se les reconozca su legitimidad y su adecuación a condiciones materiales actuales para probar su grado de validez y eficacia, no solo para estas poblaciones, sino como aporte para el conjunto de todos los bolivianos.
Evidentemente, un nuevo diseño de país necesita explayar el modelo administrativo que necesitamos. El centralismo republicano fue arbitrio de una casta que quiso gobernar el país a expensas de otros. El plurinacionalismo, una inspiración foránea que solo encontró indolencia entre quienes deberían haber sido sus más entusiastas receptores: los pueblos indígenas. De ahí el fracaso de las autonomías indígenas, sobre todo en el área occidental del país. Es necesario reformular esa propuesta e inscribirla en una de mayor amplitud: una alternativa Federal para Bolivia, basada no en criterios étnicos, ni geográficos, sino de unidades geopolíticas y económicas.
Salvar estos momentos duros, implica no solamente evitar enfrentamientos sin resolver las causas profundas que las motivan. Invitamos a cuestionar conceptos profundamente arraigados, para condición para inaugurar nuevas perspectivas de Unidad y progreso común. Convocamos a desarrollar una auténtica y fuerte Voluntad de Patria.
Reconduzcamos nuestro destino histórico
Convirtamos el momento adverso y conflictivo que vivimos en una oportunidad para reconducir el sendero de nuestro país. No tenemos por qué repetir los mismos escenarios polarizados. Que esta encrucijada permita construir una nueva visión de país para lograr una descolonización real: el ingreso a una Modernidad Adecuada.
Replanteemos la modernidad con una mirada boliviana, que nos permita interactuar con el mundo contemporáneo manteniendo nuestra diversa herencia cultural y potencialidades humanas. Proyectemos el país al futuro, sin enajenar nuestra riqueza natural y cultural. Desde ya, el ámbito “popular” por voluntad propia se desenvuelve en un mundo contemporáneo, tejiendo redes económicas y culturales con las potencias del siglo XXI. Su mentalidad no está enclaustrada en un pasado idílico ni en la reproducción mecánica de cánones occidentales. Ellos construyen la modernidad en su cotidianidad, esa ingeniosidad para lograr la sobrevivencia puede llegar a ser voluntad de jugar un papel en el mundo.
El Estado boliviano debe ser representativo de la sociedad. Debe posibilitar el desarrollo de las potencialidades culturales, regionales, productivas y científicas de la población, reduciendo las inequidades sociales y regionales. Se debe construir un Estado con desarrollo planificado, en el que la multipolaridad sea eje central. Son necesarios los equilibrios regionales. La “Modernidad Boliviana” debe consolidar el desarrollo integral, no sólo a nivel urbano, sino también a nivel periurbano y rural.
Tengamos en cuenta que el tejido social boliviano se estructura a través de la migración interna y la movilidad social. La energía “popular” surgida en el área rural se materializa en las ciudades. La economía, la cultura, las relaciones sociales se hacen más diversas y permeables. Así también los nexos con el mundo contemporáneos se hacen más fuertes, sin que implique una ruptura cultural. El boliviano se adapta al mundo tomando lo utilitario. Bolivia está cambiando, más allá de los posicionamientos políticos e ideológicos, muchos de ellos anacrónicos, ya que corresponden a una sociedad estática y simplificada.
La Bolivianidad del siglo XXI debe trascender las dicotomías polarizantes, es necesario un
Pacto Social por la Bolivianidad. Los sectores “indígenas” y “populares” han demostrado su voluntad de construir una Bolivianidad enmarcada en la pluralidad, la cual, por la migración interna, por lazos de parentesco cada vez más amplios y por la riqueza mejor distribuida constituirán el “ser boliviano”, del cual lo indígena y popular, por el éxito de su propio esfuerzo, es primicia social e ideológica.
La ciudadanía debe ser atributo inherente de todos los bolivianos, rebasando ficciones supremacistas, regionalistas, miradas coloniales y darwinianas sociales. Debemos construir una ciudadanía basada en la igualdad de oportunidades y posibilidades para todos los bolivianos, indistintamente de su residencia, género, origen étnico y posición social. Nadie debe quedarse atrás, todos debemos partir de posiciones similares en la consecución de nuestras aspiraciones individuales y comunitarias.
Una “Bolivia Moderna” debe desligarse de ataduras atávicas que impiden una mirada lúcida hacia el futuro. Es necesario reformular la mentalidad enclaustrada en el aspecto marítimo que siempre ha servido para la manipulación por parte de las administraciones anteriores. Este siglo XXI es necesario estrechar lazos con el Asia y por ello debemos mirar al Pacífico.
Solo en ese marco de innovación colectiva tiene sentido cualquier diálogo con el mundo que nos rodea. De otra manera, las tendencias de pensamiento externos son solo moda para algunas élites hegemónicas, que por su calidad colonial las desvirtúan y las vuelven contraproducentes. En ese marco deben ser considerado temas tan importantes como los derechos de la mujer y la protección del medio ambiente. La participación de la mujer, de sus conocimientos y sabidurías son elementos esenciales. Al igual que una correcta comprensión del uso de los recursos naturales para el bienestar humano y el progreso de nuestra sociedad.
Que este momento difícil se convierta en oportunidad. Tengamos Voluntad de Patria.
Luchemos por la verdadera descolonización, que es crear Nación y Estado para todos.
Es dado en Chuquiago Marka – Altupata Marka (El Alto-La Paz), a los 18 días del mes de agosto de 2020.
Firman los miembros de la Comunidad Pukara
Personas e instituciones que se adhieren a este manifiesto.