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Ecuador: ¿A qué le teme la derecha?

Juan Cuvi :: 29.08.20

Inventar cucos es un viejo recurso político que hasta ahora da frutos. Ni la tecnología de la información, ni las redes sociales, ni la banalización de la posmodernidad han logrado desarticular este eficaz mecanismo de manipulación colectiva. Los cucos sirven para que el poder neutralice aquellas amenazas que se salen de su esfera de control. Poco importa la orientación ideológica de las élites de turno; el objetivo central es protegerse.

¿A qué le teme la derecha?
 

Juan Cuvi

Ecuador Today

Inventar cucos es un viejo recurso político que hasta ahora da frutos. Ni la tecnología de la información, ni las redes sociales, ni la banalización de la posmodernidad han logrado desarticular este eficaz mecanismo de manipulación colectiva. Los cucos sirven para que el poder neutralice aquellas amenazas que se salen de su esfera de control. Poco importa la orientación ideológica de las élites de turno; el objetivo central es protegerse.

El siglo XX es pródigo en ejemplos. Stalin se inventó al trotskismo, Hitler a la conspiración judía y los Estados Unidos al comunismo. En cualquiera de esos casos, los cucos sirvieron –y sirven– para reinar durante largos períodos. El dispositivo es muy sencillo: se convoca a la unidad de todos frente a una grave amenaza, que supuestamente podría destruir la república, la nación, la sociedad, etc.

Los cucos no son cortinas de humo ni distractores. Activan el miedo, esa pulsión humana tan indispensable para la supervivencia de la especie. Los cucos actúan sobre los resquicios más profundos de nuestra conciencia. Y cuando son colectivos, pueden provocar la respuesta masiva de amplios segmentos de la población.

La derecha ecuatoriana ha reactivado el cuco del correísmo a propósito del próximo proceso electoral. Sin más argumentos que unas encuestas de dudosa veracidad, convoca al país a combatir este flagelo, como si se tratara de un asunto de vida o muerte. Lo sorprendente es que los promotores de esta cruzada son los mismos sectores políticos y económicos que durante una década mantuvieron un feliz concubinato con el gobierno anterior, relación de la que sacaron tajadas extraordinarias.

¿Cuál es, entonces, la verdadera jugada detrás de esta ofensiva discursiva? Pues, ni más ni menos, apuntalar un sistema de dominación agotado, que cada día se vuelve más inviable. El paro de octubre es la evidencia más palmaria de que la crisis estructural de este país requiere de cambios profundos; sobre todo, que necesita ponerles fin a las desigualdades. Y a la derecha le aterra una inestabilidad que termine democratizando a la sociedad.

En estas condiciones, el proceso electoral sirve como la última carta de legitimación del sistema. La derecha empresarial no solo apunta a ganar; tiene que hacerlo con cierta holgura. Y, de paso, impedir que la candidatura de los movimientos sociales posicione un proyecto alternativo con perspectivas estratégicas.

Por eso, precisamente, la invitación a la unidad no tiene ningún empacho en extenderse más allá de toda lógica y coherencia ideológica. La derecha pretende incluir en el acuerdo electoral a sus antagonistas fundamentales, como son los sectores de izquierda, para combatir a sus furtivos aliados correístas.

Sumemos hoy para excluir mañana, es la consigna. Primero lleguemos al gobierno, para luego saldar cuentas. Utilicemos al cuco del correísmo para impedir que la amenaza mayor se fortalezca. Todo vale con tal de mantener el statu-quo.

 

Agosto 27, 2020


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