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Venezuela: El Proceso Bolivariano es obra del Pueblo y no del Psuv

Roberto López Sánchez :: 01.09.20

La división entre dirigentes y dirigidos, entre trabajo intelectual y trabajo manual, que es uno de los fundamentos de las sociedades divididas en clases, se ha repetido históricamente hasta en los partidos más revolucionarios. En otras palabras, el empuje revolucionario de las masas ha sido detenido y aniquilado por las cadenas organizativas de los partidos políticos. Eso ha ocurrido tanto en las experiencias del llamado Bloque Comunista Soviético, como en los partidos de izquierda y socialdemócratas del capitalismo occidental.

 

 

El Proceso Bolivariano es obra del Pueblo y no del Psuv

Hemos afirmado muchas veces que el llamado proceso bolivariano que tuvo a Chávez como principal protagonista, arrancó desde el 27 de febrero de 1989 (aunque haya tenido antecedentes importantes con anterioridad a esa fecha).

Hemos dicho también que el período histórico de auge revolucionario que se abrió a partir del 27 de febrero de 1989, y que tuvo momentos estelares como la reacción popular del 12-13 de abril de 2002 y la resistencia del pueblo ante el paro petrolero golpista de 63 días ejecutado en 2002-2003, se fundamentó en la acción autónoma del pueblo ante los poderes constituidos.

El proceso bolivariano no fue obra de ningún partido político, como tampoco surgió de un liderazgo en particular. En 1989 existían en Venezuela varias organizaciones que se denominaban “el verdadero partido de la clase obrera”, o que se presentaban como partidos “socialistas” o de “izquierda” que se autodesignaban como los genuinos representantes del pueblo.

Todos ellos estaban en su casa y vieron por televisión el levantamiento popular espontáneo del 27 y 28 de febrero de 1989, acción que cambió la historia de Venezuela y que inició la caída del régimen puntofijista. Todos esos partidos de “vanguardia” se quedaron más allá de la retaguardia cuando el pueblo salió a la calle el 27 de febrero.

 

La enseñanza que dejó el 27 de febrero fue precisamente la capacidad del pueblo de levantarse por encima de sus falsas vanguardias y asumir una posición de lucha social que exigía la redefinición de todo el sistema político que hasta ese momento prevalecía en el país.

El espíritu del 27F se basaba en la crítica a los jefes autoproclamados, en el desenmascaramiento de los “comandantes” y supuestas organizaciones de vanguardia, y en la reivindicación de la acción popular directa, mediante la democracia de la calle, la insubordinación ante las corruptas y fracasadas instituciones del pacto de Punto Fijo, la desobediencia ante los mecanismos de dominación que imponían el bloque social que gobernaba desde el 23 de enero de 1958 (los partidos AD y Copei, Fedecámaras, la cúpula militar y eclesial, los medios de comunicación y la CTV).

El 27 de febrero constituyó una recuperación de la soberanía popular, que había sido confiscada por los partidos políticos y por las instituciones de la democracia puntofijista. Una soberanía popular que se manifestó nuevamente en 1998 al triunfar Hugo Chávez en las elecciones presidenciales, que impulsó con fuerza la Asamblea Constituyente y permitió la actual ley fundamental de la nación, y que volvió a la calle el 11, 12 y 13 de abril de 2002 para derrotar el intento de golpe fascista promovido por el imperio gringo y sus aliados criollos.

El proceso bolivariano en sus inicios se desarrolló como lo han hecho todas las revoluciones populares en el mundo, invocando la soberanía constituyente de los pueblos, rompiendo con las estructuras de poder constituidas, derribando las instituciones y mecanismos de dominación existentes, y procediendo a erigir nuevas estructuras, democráticas y participativas, que permitan el nacimiento de nuevas formas de organización social.

 

La Comuna de París, la primera revolución proletaria triunfante, estudiada por Carlos Marx y presentada por él como ejemplo histórico concreto de su propuesta socialista, permitió el nacimiento de una forma de organización social, cuyos principios fueron adoptados por la revolución bolivariana bajo la denominación de la democracia participativa y protagónica.

La Revolución Rusa de 1917 fue ejecutada por los Soviets, por los consejos de obreros y soldados, organismos democráticos nacidos del auge revolucionario del pueblo ruso, estructurados bajo los mismos principios de la comuna. El poder constituyente del soviet de Petrogrado tomó el cielo por asalto cuando decidió derrocar al gobierno burgués de Kerenski, dando paso al nacimiento de la primera república socialista del mundo, la Unión Soviética.

La democracia directa no es una utopía como modelo de organización para las modernas sociedades industrializadas. La Comuna de París, en 1871, era una asamblea popular integrada por los delegados de cada comuna en que estaba dividida la ciudad. El Soviet de Petrogrado, en 1917, era una asamblea de obreros y soldados integrada por delegados de las fábricas, barrios obreros y cuerpos de ejército. La profunda y trascendental rebelión juvenil y social de los años 60, que se expresó en Venezuela en el proceso de Renovación Universitaria iniciado en 1969, fue igualmente un proceso sustentado en las formas asambleísticas de organización. Los movimientos sociales que se manifiestan en el mundo en las últimas décadas reivindican esa democracia de la calle que insurge contra la engañosa democracia capitalista.

De todas estas experiencias históricas han surgido una serie de principios básicos de la democracia participativa y protagónica, que a continuación resumimos:

Una democracia popular debe eliminar a la política como una esfera donde los “especialistas” o políticos profesionales dominan al resto de la población, reabsorbiendo a la sociedad política en la sociedad civil, asumiendo formas de autogobierno o autogestión popular. Los partidos deben dejar de ser organizaciones compuestas por profesionales de la política, para convertirse en agrupaciones que expresen las diferentes tendencias políticas del país, integradas por individuos que estén insertos en la estructura social y que en un momento determinado pueden ser elegibles a cargos de representación pública. La política ya no será un privilegio de los más “vivos”, sino una responsabilidad de todos los ciudadanos.

Los principios de la democracia participativa se aplican también para las organizaciones populares y gremios en general, y para los partidos y agrupaciones políticas. Ha sido una tradición en el país y en el mundo que quienes postulan cambios democráticos en una sociedad no practican la democracia en sus propias organizaciones. Uno de los defectos fundamentales de la propuesta socialista que colapsó en Europa del Este fue la supresión de la democracia directa de los soviets y consejos obreros por las decisiones unilaterales de la dirección del partido revolucionario. La sociedad de hombres libres con la que soñaron los teóricos marxistas se concretó en su opuesto, en la dictadura del partido único, y dentro del partido, en la preeminencia del Buró Político o secretariado sobre toda la militancia. Stalin al frente del aparato del partido acabó con todo lo revolucionario que había construido el pueblo ruso, y sentó las bases para el hundimiento definitivo de esa experiencia en 1991

La división entre dirigentes y dirigidos, entre trabajo intelectual y trabajo manual, que es uno de los fundamentos de las sociedades divididas en clases, se ha repetido históricamente hasta en los partidos más revolucionarios. En otras palabras, el empuje revolucionario de las masas ha sido detenido y aniquilado por las cadenas organizativas de los partidos políticos. Eso ha ocurrido tanto en las experiencias del llamado Bloque Comunista Soviético, como en los partidos de izquierda y socialdemócratas del capitalismo occidental.

Y eso es precisamente lo que ocurrió en la revolución bolivariana a partir de la creación del PSUV como instrumento de control y contención del auge revolucionario del pueblo venezolano. Si Chávez tuvo muy buenas ideas, como por ejemplo el fijarse la meta del Estado Comunal, inspirado en las experiencias como la Comuna de París y los Soviets rusos, tuvo una muy mala decisión al copiar el modelo de “partido único” propuesto por los líderes soviéticos, modelo que a la larga hundió ese proceso revolucionario.

El PSUV es un partido donde nada se discute. El PSUV es un partido que no elige democráticamente a sus dirigentes ni a sus representantes en los poderes públicos. El PSUV reproduce todos los vicios de los viejos partidos de la cuarta, y termina siendo un aparato al servicio de una nueva clase dominante, que al igual que los adecos y copeyanos en los primeros años de la democracia burguesa, ha surgido al amparo del control sobre la renta petrolera y el dominio corrupto de las empresas e instituciones públicas.

La nueva boliburguesía que tanto gusta a Castro Soteldo y que respalda el mismo Maduro, es muy similar a la vieja burguesía adeco-copeyana de hace medio siglo. El PSUV es la versión de AD y COPEI en el siglo XXI.

En 1999 afirmábamos algo que hoy sigue teniendo plena vigencia: “Practicar la democracia en todas las instancias en las cuales se actúa es fundamental si realmente se quieren generar cambios de fondo en nuestra sociedad. La revolución comienza por nosotros mismos, por las organizaciones populares, por los partidos de vanguardia. Sin ello, el actual proceso será nada más un simple cambio de personas, y se mantendrán el tipo de relaciones que han marginado históricamente a la mayoría de la población venezolana del disfrute de las enormes riquezas naturales del país. Ninguna revolución democrática puede ser llevada a cabo bajo liderazgos unipersonales ni vanguardias autoproclamadas que coarten la participación creativa del pueblo organizado en la conducción del proceso”.

Recuperar el rumbo del proceso bolivariano haciendo valer la Constitución del 99 parece ser el único camino que puede salvar a Venezuela del desastre en que nos metieron las malas decisiones de quienes han conducido la nación.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 31 de agosto de 2020.


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