Recuerdo la primera vez que mi tío Eugenio me habló de la lucha No Tav (No al Tren de Alta Velocidad). Fue en 1998. Yo tenía 16 años y tenía rastas, y todavía no frecuentaba los centros sociales, y mi tío era, para mi muy extraño, miembro del partido Lega Nord qué en aquel tiempo promovía la autonomía de la región Lombardia. Mi tío Eugenio es un personaje increíble, uno de los primeros hippy, anarquista, pero inscrito en la Lega Nord, y ciertamente No Tav.
Desde hace más de 20 años la lucha No Tav marca la historia de la Val di Susa, la región involucrada en este megaproyecto, cuya población lleva más de 20 años bloqueando este gran proyecto de infraestructura del Tren de Alta Velocidad. Un proyecto que en nombre del progreso (y de la especulación capitalista) serviría para reducir los tiempos de recorrido entre Turín y Lyon, de hecho entre Milán y París, sin preocuparse por todo lo demás, ni desde el punto de vista de la viabilidad ni de la sostenibilidad ambiental y social.La idea de llegar a París desde Milán en cuatro horas sin duda estimula la imaginación de muchos, pero ¿a qué precio? El costo es fácil de hacer al observar la transformación del tráfico ferroviario en Italia: por cada tren de alta velocidad se han cancelado muchos trenes regionales utilizados diariamente por los trabajadores de cercanías. Ahora, de Milán a Roma salen 3-4 trenes cada hora y en pocas horas viajas del norte al centro del país; pero un trabajador que tiene que viajar unos pocos kilómetros tiene que viajar en trenes abarrotados y a menudo cancelados, y ni siquiera está seguro de si todavía hay un tren para recorrer esos pocos kilómetros.
El Tren de Alta Velocidad es la distrucción morfológica y social de la Val di Susa para mejorar una línea ferroviaria solo para unos pocos. Y mi tío Eugenio lleva décadas luchando contra todo esto, desde que regresó de la India y luego cuando fue miembro de la Lega Nord, partido que luego abandonó, y aún hoy, aunque es crítico con las compañeras y compañeros del movimiento, pero siempre dice «yo soy y siempre seré No Tav, puede ser que no esté de acuerdo con muchas elecciones del movimiento, pero nunca estaré del lado del tren de alta velocitad». Así que su cuerpo y sus pies muchas veces están entre esos cuerpos y pies que se entremeten a las fuerzas policiales y militares que protegen una obra fantasma que fatiga a ir adelante también porque las empresas que allí trabajan no encuentran quien les alquila casas u hotel en los países del Valle. Y mi tío Eugenio no es el único así entre los No Tav, porque pertenecer a esta lucha supera ideologías y mantiene unido lo que chocaría en otros lugares. Estar juntos genera una alquimia mágica que es precisamente ser No Tav. La lucha No Tav está tan arraigada que es algo que va más allá de las ideologías, las siglas y las historias individuales. Jóvenes y mayores, habitantes del Valle y simpatizantes de toda Italia defienden el medio ambiente del caos llamado progreso. En los pueblos del Valle los comicios municipales se juegan entre listas No Tav y listas Si Tav. Hay muchos alcaldes del Valle que, a pesar de ser miembros de partidos que apoyan al Tav, se oponen abiertamente a este megaproyecto. Una contradicción que en estos lugares es método.
Se necesitarían kilómetros de líneas para contar la fuerza de una historia que se convirtió en una comunidad resistente hace más de 25 años. Hay dos libros fundamentales para entenderlo: “Un viaggio che non promettiamo breve” de Wu Ming 1 (https://bit.ly/3gZL8NO), y “A sarà düra!” escrito por el centro social Askatasuna (https://bit.ly/31Ts8fr). Dos libros que valdría la pena traducir del italiano para permitir, a los que quieran, descubrir una de las luchas occidentales más interesantes, articuladas y arraigadas. La lucha No Tav no es sólo una lucha ambientalista, ciertamente no es una protesta nimby (en inglés «Not In My Back Yard», «No en mi corral»), indudablemente es una idea de sociedad diferente dónde el territorio, las relaciones humanas y sociales valen más, mucho más que el interés económico. Al igual que con los movimientos indígenas en defensa de la tierra, incluso los No Tav son llamados «primitivistas» por sus detractores, argumentando que «hacer» y «construir» representan un progreso que choca con la idea «reaccionaria» de dejar todo como está. Y al igual que con los movimientos indígenas, los detractores que se erigen como símbolo del progreso no pueden explicar porqué obras similares no solo fracasaron, sino que no aportaron ningún beneficio a los territorios involucrados. La confusión es de hecho el caldo de cultivo del capitalismo; donde hay nieblas y ambigüedades el capitalismo especula. No en vano los partidos reformistas de centro-izquierda que en Italia están muy a favor del Tav, a cambio de «gobernar» han jugado el papel de destruir ideologías y generar confusión. Los No Tav, con la sencillez de quienes viven la montaña y no están interesados en desperdiciar palabras, dicen una palabra sola, clara, simple: NO. Un NO constituyente porque se convierte en comunidad, lugar de discusión y práctica de alternativa. La lucha No Tav es como mi tío Eugenio, llena de contradicciones, de gente, de vitalidad. Es genuina y verdadera. Simple y radical. Y quién es No Tav no duda, no se vende, no se arrepiente, no se se rinde. En este valle de lágrimas y derrotas que es Italia, la lucha No Taves el ejemplo evidente que un otro mundo es posible y estos pedazos de mundo están bien dónde están, no se pueden replicar o mover, y son fuertes y poderosos. Incluso más que el capital.