“Descarga Coronapp”, nos dice una voz femenina a cada llamada que hacemos. Esa es la aplicación descargada por 9 millones de personas en Colombia en el último tiempo. Es parte de las Apk que actualmente sirven para monitorear, controlar y vigilar el coronavirus.
Un dato curioso es que esa aplicación existía desde 2017. El Instituto Nacional de Salud -INS- la tenía diseñado para casos de pandemia. Por eso en marzo ya estaba lista. Para el desarrollo y mantenimiento de la Apk (antes de la actual pandemia) se habían gastado 500 millones de pesos. Esto sin los costos del despliegue mediático actual ni el análisis de los datos que ahora genera.
Ante este dato, surgen varias interrogante: ¿Por qué muchos países como Colombia invirtieron millones en aplicaciones para manejo de datos en caso de pandemia antes de la Covid-19? ¿Por qué la mayoría de los Estados invierten sumas escalofriantes en el desarrollo de estas aplicaciones que se descargan gratis? ¿Por qué Facebook, Google y Amazon saldrán mas ricos que nunca de esta “crisis” que nos hizo perder el trabajo a tantas personas?
Las aplicaciones de control del coronavirus
Por qué tantos Gobiernos, en lugar de proponer inversiones masivas en los servicios públicos (en particular en el sistema de salud), están recurriendo masivamente al sector privado para que nos proporcione soluciones tecnológicas. Hay que decir que la eficiencia de las cerca de 30 aplicaciones que para este objetivo existen en el mundo es cuestionable.
Al inicio de la pandemia, algunos Gobiernos reciclaron aplicaciones de salud que ya tenían guardadas. Otros desarrollaron unas nuevas. En Israel, por ejemplo, ya se tenían aplicaciones de este tipo en uso. El Gobierno de esa nación utilizó los datos geolocalización de teléfonos celulares (que normalmente aplican sus servicios de inteligencia para reprimir los movimientos sociales palestinos) para identificar a las personas que podían haber estado en contacto con portadores de virus.
Sorprende el entusiasmo de tantos Gobiernos por una solución cuya eficacia no está demostrada. ¿Por qué? En primer lugar, porque la geolocalización (por GPS o por la presencia de otro teléfono dentro del rango del Bluetooth) no es prueba de que la persona infectada pueda realmente constituir un riesgo de contagio. Los datos médicos de este último año afirman que un portador de la Covid-19 solo contaminará como promedio entre 0 y 5,7 personas.
Si varias docenas de personas que se cruzaron en su camino reciben un aviso de riesgo de contaminación, esto puede causar innecesariamente una potencial ola de pánico. Por el contrario, si una manilla de la puerta ha sido contaminada por una persona y es tocada por otra 15 minutos después, el riesgo de contagio entre las dos personas pasará desapercibido.
Según los desarrolladores de estas aplicaciones y los gobiernos que las implementan, para que dichas Apk sean efectivas el 75% de la población de una ciudad o país tendría que descargarlas. Es difícil creer que se logren estos altos índices de uso mientras las descargas sean voluntarias.
Como señaló la revista Nature en un editorial del 30 de abril, la elogiada aplicación de Singapur solo fue utilizada por el 20 % de la población. Lo que significa que las posibilidades de que dos personas que utilicen la aplicación se crucen en el camino es solo del 4%.
Aunque el uso de estas tecnologías es actualmente voluntario en la mayoría de los países que se declaran democráticos, existe el riesgo real de que haya una fuerte presión para hacerlas obligatorias. En Colombia algunas ciudades están considerando volverlas obligatorias, como lo reporta el Bogotá Post. Así pues, los Gobiernos y los medios de comunicación tienen que desempeñar un papel importante en la promoción de este tipo de aplicaciones.
Se han planteado serias dudas sobre la capacidad real de los desarrolladores de estas aplicaciones para proteger los datos de los usuarios. Por ejemplo, en Dakota (Estados Unidos) la aplicación Care19 ha hecho públicos los datos de geolocalización de 30.000 usuarios.
“El sentido de urgencia de la industria tecnológica y de los responsables de la toma de decisiones para encontrar soluciones a la pandemia, exacerbado por cierto clima de miedo, puede llevar a los desarrolladores de estas aplicaciones a dar un giro de 180 grados en lo que respecta a la seguridad de los datos”, explica el jefe de seguridad cibernética de los Comisionados de Quebec en Canadá, Jean-Philippe Décarie-Mathieu.
En Colombia la organización no gubernamental Karisma publicó el 17 de abril un primer informe que evidencia los riesgos de la CoronApp pues no ofrece las garantías suficientes para la seguridad de los datos de sus usuarios.
Datos, vigilancia policial y contagio
Estamos asistiendo a la implantación de sistemas de vigilancia sistemática de los movimientos y relaciones de miles de millones de individuos, con la excusa de protegernos del virus. Mientras, los resultados en materia de salud de estas aplicaciones son inciertos.
Además, también se están implementando otros varios medios de vigilancia médica masiva. Un ejemplo de esto son las cámaras térmicas. En Colombia ya son perfectamente aceptadas en los aeropuertos y el transporte público.
La tarjeta de inmunidad es otra de las propuestas en boga. Esta es un documento de identidad que registraría, entre otras cosas, los resultados de las personas que han sido sometidas a pruebas. Parte de una propuesta que surgió como respuesta a la escasez de pruebas. Actualmente, mediante la CoronApp se obtiene un pasaporte de movilidad. Existe también una propuesta similar que es la aplicación Bogotá Cuidadora. Esta última se intentó volver obligatoria a través de la influencia de la Alcaldesa Claudia López. Pero sus propios servicios jurídicos le recordaron que no lo podía hacer.
En un futuro no muy lejano, la información sobre la vacunación probablemente también formará parte de lo que se registre en estas tarjetas o pasaportes. Estas medidas de inmunidad son emblemáticas, ya que son más una cuestión de vigilancia de la movilidad de la población que verdaderas medidas de protección de la salud. Los científicos aún no saben si la inmunidad es posible y menos cuánto tiempo.
Según un informe publicado por la firma Cifras y Conceptos, además de CronApp y otras aplicaciones locales, la Superintendencia de Industria y Comercio informó a los operadores de telefonía móvil que la ley los autoriza a suministrar datos personales sin autorización del titular a entidades públicas como el Departamento Nacional de Estadística -DANE- con el fin de enfrentar al coronavirus. El DANE se ve obligado a romper su compromiso de confidencialidad estadística, permitiéndole a la entidad entregar información desagregada a nivel individual.
Hay una historia en Colombia de vigilancia masiva de la población (legal o ilegal) por parte del Estado. El Famoso sistema PUMA permite a la Policía acceder directamente a toda la información de cualquier usuario en el país. En julio 2020 la Policía Nacional abrió licitación para un sistema de monitoreo de redes sociales, incluyendo información privada de los usuarios.
Antes de la pandemia de la Covid19 ya se estaban proyectando otras tecnologías para vigilar la inmunidad de los individuos y el riesgo potencial que representan. Desde 2016, el Instituto Tecnológico de Massachusetts -MIT, por sus siglas en inglés- ha estado trabajando en un registro de vacunación en forma de una tinta invisible inyectada bajo la piel. Esta sería detectable por los teléfonos inteligentes y permitiría comprobar si una persona ha recibido realmente una vacuna en particular. Aunque es probable que eso no esté listo antes de que termine esta pandemia, la corporación IBM también está trabajando en el desarrollo de un certificado digital para cuando se halle una vacuna.
Estas medidas de control llevan años siendo experimentadas en las poblaciones más vulnerables, como los refugiados. El proyecto de identificación digital desarrollado por Accenture y Microsoft bajo el nombre de ID2020, que se lanzó en la cumbre de las Naciones Unidas en Nueva York en junio de 2017, tenía el objetivo de desarrollar una vasta red de documentación digital para las personas refugiadas.
Y esto lo planteaba hacer mediante la creación de una base de datos biométricos mundial. Esto significaría que todos los datos públicos y comerciales que existan sobre una persona se introducirían en la base de datos y se registraría cada servicio recibido. Los sistemas de identificación existentes (como cédulas y pasaportes) se considerarían obsoletos. Las organizaciones que apoyan a los refugiados y los migrantes indocumentados han denunciado que para la obtención de ayuda humanitaria están condicionadas a aceptar este registro en algunos campos de refugiados de las Naciones Unidas.
La noción de aislamiento o cuarentena adoptada como una emergencia mundial es en sí misma cuestionada. El aislamiento de la población tiene consecuencias negativas para la salud especialmente psicológicas pero también físicas. La falta de exposición a los demás y el uso excesivo de gel antiséptico debilitan nuestro sistema inmunológico, retrasando artificialmente los picos de contagio. Asimismo, la falta de actividad física hace que nuestro cuerpo sea más vulnerable a todo tipo de enfermedades y debilita a los ancianos en particular. Todo esto sin hablar de las terribles consecuencias económicas que ponen en riesgo la capacidad de sobre vivencia de millones de personas en el mundo.
El miedo y el virus aceleran los planes del Capital
Para poder entender la situación generada por la crisis mundial relacionada con la pandemia de la Covid-19 es necesario examinar las condiciones preexistentes de esta crisis. ¿Cuál es el estado de desarrollo de la economía capitalista en la era digital y el mercado del Big Data? ¿Cuáles son los avances en robótica, biotecnología y neurociencia combinados con los avances en inteligencia artificial?
La crisis actual acelera el despliegue de lo que algunas cientistas sociales, como Shoshana Zuboff, han llamado ·un capitalismo de vigilancia· El Foro Económico Mundial lo denomina como la “cuarta revolución industrial”. Este organismo afirma que:
“La crisis de COVID-19 nos muestra que las tecnologías emergentes como la Internet de las cosas y la inteligencia artificial no son solo herramientas, sino que son esenciales para el funcionamiento de nuestra sociedad y economía. Especialmente en estos tiempos de inestabilidad, necesitamos pensar en ellos en términos de infraestructura crítica”.
Hoy en día el Big Data, o la minería de datos personales, valen más en las bolsa de valores que la minería de oro o la explotación del petróleo. Los usuarios de aplicaciones, quienes usamos teléfonos inteligentes, somos su materia prima. Según las previsiones de los expertos financieros de la agencia Gartner, “el 90% de los datos que existen hoy en día se crearon en los últimos dos años y la producción de estos datos debería explotar en un 800% dentro de 5 años”.
Los datos provienen de todas partes: mensajes que enviamos, vídeos que publicamos, información sobre el clima, señales de GPS, compras con tarjeta de crédito y transacciones en línea. Los sitios de citas, símbolo de las relaciones de nuestro tiempo, son los mejores proveedores de datos personales. Así que tenemos sombras virtuales que saben más sobre nuestros gustos, deseos, sentimientos y pensamientos que nosotros. Aún peor, son máquinas dotadas de “inteligencia artificial” que los analizan para darnos acceso a la realidad digital que nos conviene.
Todos los servicios “gratuitos” que utilizamos en línea, aceptando políticas de uso que no leemos, son contratos por los cuales vendemos información sobre nosotros mismos. A esto hay que sumarle la información recogida sin nuestro conocimiento por cámaras, Google Map y tarjetas de débito. Esta información es compilada y analizada usando inteligencia artificial y luego vendida.
Al reunir cantidades masivas de información sobre sus usuarios, las aplicaciones hacen predicciones altamente comercializables sobre sus comportamientos con la ayuda de la inteligencia artificial. El “capitalismo de vigilencia” es, en resumen, una forma de extractivismo que tiene a nuestros datos como materia prima.
*Continúa en una segunda entrega que se publicará el próximo fin de semana.
Fuente: Colombia Informa