Esta situación representa un gran desafío y, al mismo tiempo, una gran oportunidad de recuperar la vida, recuperar nuestras formas de habitar, comer y sanar. Nos estamos dando cuenta de que dejamos en manos de otros la responsabilidad de nuestra salud, de nuestra comida y de nuestro aprendizaje. Nos toca ahora a nosotros saber qué hacemos para estar sanos, para hacer nuestra medicina y nuestro alimento. Pensamos que la comida es el tema central de este tiempo. Para resolver el problema de la comida debemos crear y vivir la autogestión, la organización, compartir maneras de producir y cultivar en casa, crear redes de apoyo mutuo y redes de cooperación, con campesinos y productores, huerterxs, con muchas más personas.
Compartimos la palabra de la sesión pasada, escuchamos inquietudes y pensamientos en torno a la pandemia que vivimos. En este periodo de contingencia se han movido y revelado muchas cosas, nos estamos dando cuenta que tenemos una gran dependencia hacia el Estado, hacia el sistema, vemos como se acentúan los egoísmos y la individualización, como se ha construido mucho caos en este clima de aislamiento.
En esta condición de encierro vemos que hay casos de conflictividad al interior de los hogares, hay gentes que no saben cómo lidiar con sus hijos en casa, nos cuesta mantener el aislamiento social, por otra parte, hay quienes no se pueden dar el lujo de parar, no todos pueden vivir esto de la cuarentena, es como un privilegio de clase.
También descuidamos lo que pasa fuera de la situación del Coronavirus, ya que eclipsa otras cosas que están sucediendo, como lo que pasa en Ayutla, en los Mixes, están a más de mil días sin agua y hoy sus bosques son devorados por un incendio. Vemos que continúan los otros despojos, como el ataque a la comunidad de Xochicuautla, hay incidentes contra migrantes centroamericanos en la frontera. Vemos fue aprobada la ley del maíz nativo, los programas sociales también pasaron a ser ley y obligatorios.
Esta situación representa un gran desafío y, al mismo tiempo, una gran oportunidad de recuperar la vida, recuperar nuestras formas de habitar, comer y sanar. Nos estamos dando cuenta de que dejamos en manos de otros la responsabilidad de nuestra salud, de nuestra comida y de nuestro aprendizaje. Nos toca ahora a nosotros saber qué hacemos para estar sanos, para hacer nuestra medicina y nuestro alimento. Pensamos que la comida es el tema central de este tiempo. Para resolver el problema de la comida debemos crear y vivir la autogestión, la organización, compartir maneras de producir y cultivar en casa, crear redes de apoyo mutuo y redes de cooperación, con campesinos y productores, huerterxs, con muchas más personas.
¿Después de esto que va a pasar? ¿Qué sigue? ¿Viene un tiempo para volver a la normalidad? Quizá podamos crear la vida que sí queremos, que no es la vida normal que conocemos. Es momento de quitarle la máscara al sistema alimentario, de salud, económico; instituciones que hoy no funcionan. Es una crisis para ir hacia otro lugar. Es necesario tener otras miradas, es necesaria otra mirada sobre la forma de vivir.
¿Cómo poder dejar que se mundo nuevo emerja y que una vez pasada la emergencia se siga construyendo? ¿cuál es la distancia entre soñar la autonomía y mantener los pies en la realidad? La única manera posible, pensamos, es caminándola, porque así seguimos con los pies en la tierra.
Una de las posibles herramientas para hacer que permanezca la solidaridad y autonomía es preguntarnos quiénes somos, en cuanto a la identidad personal y colectiva. Preguntarme quién soy y quién es el otro, para que podamos pasar de “los otros” al “nosotros” y formar el sentido de comunidad.
La situación que vivimos nos pone filosóficos, una de las cosas que está de por medio es la definición de la realidad; se nos dice que la pandemia es universal, que esta situación se trata de un hecho mundial y que muestra que todos estamos interconectados, eso aparece ante nosotros como una realidad y se nos dice que los Estados, interconectados de esa realidad, van a ocuparse de ello. Si hacemos un pequeño esfuerzo podemos ver que son fantasmas, que la abstracción la podemos utilizar para fines analíticos, pero que no son una realidad; no es cierto que hay una realidad global, no es cierto que la interconexión general es algo tangible. Esta manera de mirar como real lo abstracto se convierte en una forma de relacionarnos entre nosotros y de pronto a las personas que están a nuestro lado les lanzamos también una mirada abstracta, los vemos en la abstracción y no vemos su realidad concreta, no vemos realmente quienes son y cómo estamos interactuando con ellos.
Se nos dicen que después de la emergencia volveremos a un mundo normal, pero esto quizá ya no tenga fin. Tal vez en un par de semanas se dirá que ya todo el mundo puede salir a la calle, ya no se recomendará la sana distancia, ni permanecer en casa, pero el mundo que estaba ya murió y habrá una emergencia para muchas y muchos; gente sin trabajo, sin comida, una situación de emergencia permanente que tendríamos que estar pensando con mucho realismo ¿cómo vamos a enfrentar esa condición permanente de emergencia?
Vivíamos en un mundo de cosas previsibles, tendencias que permitían anticipar lo que seguía, en este momento eso ya no es posible, hemos dejado de estar en un mundo previsible. Reflexionar en términos tan filosóficos nos exige aferrarnos a las cuestiones más fundamentales: comer, sanar, habitar, aprender, es ahí, en lo que para algunos, pareciera una ilusión –o una posibilidad abstracta– en donde podemos construir esos caminos de la autonomía, para ver que solos no podemos hacer nada, que esa ha sido una de las ilusiones más grandes que se han quedado, hemos sido formateados para pensar que los individuos pueden hacerla solos, colgados de mercado y de Estado, esa ilusión se desvanece y vemos que juntos, juntas, no con mil millones de personas o ciento treinta millones de mexicanos, sino con ese pequeño grupo alrededor, que nos nuestros amigos, compañeros, vecinos, conocidos que a veces no saludamos, ellos son la realidad con la que puede construirse otro mundo. Un mundo en el que podríamos estar viviendo, porque los mundos abstractos entraron en un colapso en el que ya no pueden recuperarse ni se recuperarán jamás. Es un momento de incertidumbre radical, no sabemos qué va a pasar, pero quizás deberíamos estar haciendo un recuento de cadáveres: qué es lo que murió en este tiempo, qué es lo que estaba ahí y se había convertido en fantasma.
Tendremos que encontrarnos en los otros, y saber que los otros viven en nosotros, es la única esperanza ante lo que será una emergencia permanente, la supervivencia está en juntarse con otros y salvarse.
Al final nos preguntamos cómo se enlazó el tema de la pandemia con la autonomía, vimos que el camino nos lleva hacia allá. Ya estamos en la tormenta y una isla no puede sobrevivir sola en esta tormenta, no hay que quedarnos solas y solos, aisladxs, la autonomía está en el andar y hacer camino, en algún momento pasa por un sueño, pero es un soñar despiertos, soñar desde nuestra realidad, soñamos con el espíritu porque es volver al corazón; al sueño de los abuelos, de las abuelas, al sueño de nuestros pueblos.