El filósofo italiano, Franco Berardi, Bifo, participó de una conferencia virtual: Respiración umbral: virus y literatura. “¿Qué pasa en el imaginario de una generación que entra en el mundo de la afectividad con la prohibición de acercar sus labios a otros labios?”, se pregunta Bifo y despliega la idea de sensibilización fóbica a los cuerpos.
PostaPorteña
16.SEP.20
El filósofo italiano, Franco Berardi, Bifo, participó de una conferencia virtual: Respiración umbral: virus y literatura. “¿Qué pasa en el imaginario de una generación que entra en el mundo de la afectividad con la prohibición de acercar sus labios a otros labios?”, se pregunta Bifo y despliega la idea de sensibilización fóbica a los cuerpos. “El umbral. Crónicas y meditaciones” es su nuevo libro publicado por Tinta Limón. El encuentro estuvo organizado por la UNTREF, (Universidad de Tres de Febrero)Coordinó Daniel Link, director del PELCC, por el miembro del comité académico del PELCC, investigador del CONICET y codirector del proyecto Archivo y Diagrama de lo Viviente Diego Bentivegna y participo Diego Sztulwark coordinador de grupos de estudio de filosofía y política e integrante del blog Lobo Suelto Compartimos la transcripción de sus intervenciones.
Antes que nada, pido disculpas por producir tantos escritos. Es un problema obsesivo pero, al mismo tiempo, en el último período me ha parecido necesario hacer un trabajo de análisis sobre lo que pasa. Es un trabajo auto-terapéutico e intenta ser terapéutico. Cuando uno conoce un poco las cosas que he escrito, que he dicho –como Diego Sztulwark, viejo amigo– puede sonreír al escucharme decir que me propongo ser terapéutico, porque no estoy describiendo, en estos libros sobre todo, una situación que se pueda definir como optimista o fácil de enfrentar, todo lo contrario. Creo que nos encontramos en una situación que me gusta definir como “umbral”. ¿Por qué? Porque el umbral es el pasaje en el que nos trasladamos de la luz a la oscuridad, pero también de la oscuridad a la luz.
Entonces, lo que intento hacer es comprender y conceptualizar los aspectos oscuros del pasaje que vivimos. Lo primero que tenemos que hacer es mirar la bestia a los ojos. Ponernos al nivel de la tragedia que estamos viviendo. Solo a través de la comprensión de las tendencias que vivimos podemos cambiar, transformar el ritmo de nuestra propia respiración. Creo que la explosión del virus, al comienzo de este año, no es la causa de la catástrofe que estamos viviendo, es el catalizador. Se puede decir que fue un elemento de precipitación de otros procesos catastróficos que se estaban desarrollando. Primero, el proceso de catástrofe ambiental del que la explosión del coronavirus es un efecto y, al mismo tiempo, un acelerador. Segundo, la extrañación del capitalismo global, que en los últimos diez o quince años ha caracterizado la vida social, ha golpeado la vida social.
La manera para recuperar la acumulación capitalista ha sido la de empobrecer la vida social en todos sus aspectos. Ha comenzado con el empobrecimiento del sistema sanitario que en Europa, en España, en Italia, en Inglaterra ha sido la causa directa de la situación trágica de la primavera de 2020. La recuperación financiera capitalista ha producido un empobrecimiento de la vida y, al mismo tiempo, de las infraestructuras que hacen la vida posible. Entonces, las tendencias catastróficas ya estaban inscriptas en el proceso social, el COVID solo las ha precipitado.
El otoño de 2019, desde Santiago de Chile a Hong Kong, desde Beirut a París, a Barcelona, ha sido un otoño de convulsión como si el cuerpo sofocado, asfixiado de la sociedad, sobre todo de los jóvenes, se rebelara sin una estrategia clara, sin una línea de unificación posible, pero con un mismo rechazo de la asfixia neoliberal. Después vino el contagio y el contagio ha producido una explosión de estos procesos.
Ahora lo que me pregunto, en una precipitación que se vuelve cada vez más peligrosa a nivel económico, a nivel geopolítico, en una situación como la que estamos viviendo, dónde tenemos que mirar, cuál tiene que ser el objeto principal de nuestra observación. Y mi respuesta es: la subjetividad, o mejor dicho, el proceso de subjetivación. Necesitamos una subjetivación solidaria, colectiva, feliz para enfrentar los efectos del Apocalipsis. Si miro a la subjetivación, miro antes que nada a los cuerpos. Miro la declaración de la ministra canadiense de la sanidad que ha dicho, muy irresponsablemente, catastróficamente, stop kiss, interdicción de besarse. Y si tienes sexo –porque el sexo es necesario económica y demográficamente, parece–, no olvide de ponerse la máscara sanitaria. No tengo una opinión positiva ni negativa sobre esta declaración.
La política está muerta. La política buena hoy es solo la política capaz de aceptar la disciplina de los científicos, la disciplina de los médicos. Pero eso no es política, no es invención de una transformación posible. Y la invención de una transformación posible –depende hoy y mañana– del inconsciente social, del imaginario social. ¿Qué pasa en el imaginario de una generación que entra en el mundo de la afectividad con la interdicción de acercar los labios a los labios? Esta es mi obsesión principal: ¿cómo podemos reconstruir subjetividad —en términos psicoanalíticos, políticos, poéticos— cuando hay miedo al acercamiento de los labios? Ese es un poco así que voy a presentar la discusión desde mi punto de vista.
La pandemia y el umbral
Estamos en un umbral. Me gusta decirlo así. En el umbral podemos vislumbrar un panorama de posibilidad, estas posibilidades son como una oscilación que puede evolucionar en direcciones diferentes, pero antes que nada tenemos que describir las condiciones en las cuales la oscilación subjetiva se hace posible. ¿Cuáles son estas condiciones? Alguien pregunta si el distanciamiento físico es distanciamiento afectivo y político. Claro que lo es. Sé muy bien que hay una retórica –que comparto en cierta medida– de que hay un sentimiento de solidaridad entre los que se encuentran en peligro verdadero, pero paralelamente lo que es más verdadero es que está creciendo una generación de niños, de jóvenes, que internalizan el miedo de la relación con el cuerpo del otro. En términos psicoanalíticos yo la llamaría una sensibilización fóbica a los labios, a los cuerpos. En una sensibilización fóbica muchas cosas pueden acontecer. Puede acontecer que el miedo se transforme en una verdadera epidemia de depresión o de autismo.
La discusión de esta tarde también está dedicada a la relación entre literatura y efectos de la pandemia. Hay una escritora negra, norteamericana, que se llama Octavia Butler que escribió en el año 1984 un libro con el título The parable of the sower [La parábola del sembrador], donde narra una Norteamérica violenta, destrozada, como la que vemos hoy en la pantalla del televisor. En esta Norteamérica, hay una niña de tres años que sufre de un mal espantoso llamado “empatía”. Los médicos la están curando, porque esta niña, cuando ve a alguien sufriendo o muriendo en la calle, sufre un poco. En su cerebro hay una disfunción empática. Esta historia a mí interesa mucho: ¿por qué la multiplicación del sufrimiento y del miedo puede producir un efecto que se define propiamente como autístico? El autismo me parece la condición psíquica más probable a la salida de este proceso. Pero cuando digo probable no estoy diciendo que vamos en esta dirección estoy diciendo que tenemos antes que nada que reflexionar y actuar anticipadamente ante esta posibilidad. Antes que nada, reconociéndola, analizándola.
Diego pone la cuestión de que es la política en la época de la extinción como nuevo horizonte. Antes que nada la palabra extinción ha entrado en el vocabulario político solo en los últimos dos años –me parece– pero ha habido también una remoción, un rechazo, una negación a la tendencia de la extinción. He leído el último libro de Donna Haraway y la cito mucho porque me parece iluminadora. En la introducción a su libro Staying with the trouble —no sé si está traducido en Argentina— Donna Haraway dice: tenemos que reconocer que si la tendencia demográfica anunciaba 11 mil millones de personas al final del siglo y, al mismo tiempo, las tendencias del colapso ambiental de áreas enteras del globo, sobre todo las montañas –miren lo que está pasando en California hoy–, estas tendencias van a producir un efecto que no puede ser la extinción de la civilidad humana, de la civilidad del género humano, tenemos que reflexionar desde este punto de vista. Este es el horizonte que descubrimos saliendo de la pandemia. Cuando descubrimos un horizonte tenemos también que buscar las herramientas que nos permitan cambiar de dirección, inventar algo nuevo.
¿Es la política esta herramienta? No lo sé. Me parece que la política como capacidad de gobernar el conjunto social desde un punto de vista de la racionalidad progresiva no tiene mucha fuerza, mucha credibilidad. Yo creo que el trabajo principal que hay que hacer es esencialmente desvincular, disentangle, liberar, emancipar comunidades que se dan una regla, un ritmo, una forma de vida, un horizonte que es diferente, que es cismogenético, en el sentido de que abandona la historia de la humanidad. Yo creo que la evolución humana no puede más que transitar a través de un proceso cismogenético. Naturalmente lo que estoy diciendo es muy grave, porque implica que no somos capaces de enfrentar la realidad probable de una población mundial que se está precipitando en una condición de creciente miseria y sufrimiento. Lo sé, pero solo recreando las condiciones de un éxodo de la sensibilidad, de la conciencia y de la cognición, de la condición cognitiva, solo a partir de eso podemos repensar el futuro de la comunidad humana en su conjunto.
La poesía como premonición
Cuando hablamos de poesía no sabemos mucho bien de qué estamos hablando. Intentamos definirla, pero se nos escapa siempre. La palabra poética se podría decir con el arte, pero me parece que la palabra arte tiene demasiado contacto con el mercado, con la valoración, no me interesa todo eso. No me interesa la poesía, en un sentido estrictamente literario, pero ¿qué me interesa? Me interesa, antes que nada, la capacidad profética del poeta. A comienzo de la pandemia releí libros de William Burroughs, de Philip Dick, el último libro de Salman Rushdie, Quijote. He leído Quijote. Es una anticipación delirante de un Apocalipsis producido por el vacío. Entonces, la poesía como premonición sensible de algo que está aconteciendo en la dimensión de la psicosfera, en el psiquismo social. Pero la poesía es también sublimación –lo ha dicho Freud, lo sabemos por el psicoanálisis–, y la sublimación es algo que siempre me ha parecido ambiguo. Significa que cuando no puedo acercar tus labios a mis labios, como deseo hacerlo, puedo escribir versos, puedo dibujar imágenes, puedo hacer gestos que actúan en la misma dirección de seducción y de implicación erótica a nivel lingüístico del otro. Pero eso lo creo hasta un cierto punto.
Hay un tercer nivel del que se puede hablar. Que es la transformación del ritmo. La poesía es esencialmente eso: la pesquisa, la búsqueda de un ritmo que nos permita encontrar una sintonía con los otros cuerpos, con la naturaleza, con la muerte. Es un tercer nivel, la transformación de nuestro ritmo interior y la relación con el caos circundante y al final la poesía es una ampliación de la dimensión imaginaria, imaginacional. Una ampliación de una capacidad de imaginar algo que no se podía imaginar al interior del lenguaje dominante. Hemos descubierto que se puede distribuir millones a personas que no van a trabajar. Hemos descubierto que se puede dar la renta básica. Hemos descubierto que el imposible es posible. Cuando el posible se ha hecho imposible, la tarea de descubrir dimensiones de la realidad que no podemos ver es una tarea de la actividad poética.
El teletrabajo y el distanciamiento
Se puede decir que una parálisis de la subjetivación se ha manifestado de manera evidente, casi escandalosa en el lockdown, en el distanciamiento social, en el miedo del acercamiento, pero esta tendencia ya existía. Ya existía desde hace décadas, en la tendencia hacia la virtualización, la digitalización, la descorporalización de la relación social y hasta de la relación erótica. Ya hay una literatura sobre los efectos psicopatológicos de este distanciamiento, de esta virtualización que llega al triunfo con el distanciamiento obligatorio. Una atrofia emocional como la que se ha producido en las últimas décadas es algo que no solo imposibilita algunas formas de solidaridad política que hemos conocido en el siglo pasado, sino que al mismo tiempo nos obliga a buscar nuevas dimensiones de esta solidaridad.
Por ejemplo, creo que en el futuro próximo asistiremos a la formación y al éxodo de comunidades pequeñas, grandes, medianas, que crean las condiciones para cooperar y, al mismo tiempo, vivir en una relación armónica con la naturaleza y, sobre todo, en una condición armónica con los cuerpos de los otros. La comunidad, la red de comunidades, el abandono de la dimensión metropolitana, de la dimensión urbana, esa es una tendencia que ya vemos en Europa. Tengo muchos amigos que hablan de esta posibilidad, que quieren abandonar la ciudad para vivir en lugares donde hay muchos cuerpos amistosos.
Pero al mismo tiempo hay un problema y es el problema del trabajo asalariado. El teletrabajo es una condición provisional, temporal, pero es al mismo tiempo una tendencia que no va a retraerse en el futuro, va a expandirse, y el desafío más grande del teletrabajo, y en general de todas las formas trabajo cognitivo, es el desafío del trabajo asalariado, el fin del salario como forma de compensación del trabajo físicamente o digitalmente controlable; es algo que me parece más en crisis, cada vez más marginal. El tema de la renta básica hoy se ha hecho un tema absolutamente necesario para un futuro que no sea un futuro de guerra social en todos los espacios. Pero siempre hablamos del mismo problema: demos posibilidades nuevas, como la posibilidad de emancipación del trabajo asalariado, pero dónde construimos, dónde encontramos una subjetividad social solidaria capaz de implementar estas posibilidades.
La literatura como insumo para entender el mundo
Tengo que hacer una confesión un poco vergonzosa: no he leído Proust, me ha aburrido desde el comienzo. No sé por qué es mi falta. He leído dos, tres partes, pero no hace parte de mi universo literario. Los autores que he leído más en los últimos meses —puedo decirlo porque he intentado más o menos seguir una línea— son, primero, algunas escritoras como Sara Mesa, de Sevilla, como Octavia Butler, como Margaret Atwood, o como la misma Joyce Carol Oates. Entonces, la sensibilidad femenina como capacidad de realizar sintonías que la cultura patriarcal no puede ni imaginar, es decir, el proceso de desidentificación. Hay un pequeño libro de Sara Mesa que se llama Cara de pan que a mí me ha parecido muy sugestivo a este nivel. Es la percepción de una niña frente a la percepción de un viejo loco, furioso, de 60 años, y se hacen amigos, viven en un mundo. Es un tipo de posibilidad de la percepción que sale totalmente de la percepción que hemos recibido de la historia del patriarcado y del capitalismo.
La segunda dirección que me ha interesado muchísimo, es mi obsesión en este momento, es la crisis final de los Estados Unidos de América. Yo siento, percibo, con mucha claridad que los Estados Unidos de América como Estado federal, nacional, unitario no existe. Lo vemos porque tienen una unidad falsa, pero lo que se está verificando es de un lado, el desencadenarse de una verdadera guerra contra los pobres, contra los negros. Una guerra civil, criminal de la mayoría blanca, de la casi mayoría blanca americana. Segundo, y más catastrófico en el largo plazo, el armamento masivo del pueblo norteamericano y el desmoronamiento de la unidad del sistema militar y de los servicios de seguridad. La crisis de la relación entre la Casa Blanca y el FBI. La crisis de la relación con el sistema militar. He leído a Philip Roth, American pastoral, Joyce Carol Oates, American martyrs, Jonathan Franzen, The corrections, que es un libro sobre la descomposición del cerebro blanco, patriarcal, masculino, norteamericano. Y para terminar he leído Quijote, de Rushdie, que es una lectura del enloquecimiento de la mente americana que tiene como tela de fondo el fin del mundo americano, el fin del abismo americano. Esa es mi obsesión en este momento, no importa si gana Trump o si gana Biden, es exactamente la misma cosa porque el proceso ya se ha movilizado. Si gana Biden, la guerra civil puede precipitarse de manera peligrosa. Esas son mis lecturas. Escritores y escritoras que he leído para entender lo que está pasando en el mundo a nivel geopolítico y, por otro lado, para repensar la percepción, la sensibilidad, la manera de filtrar sensiblemente la relación con la naturaleza.
Lazzarato, la estrategia y la crítica a los automatismos
Tenemos que investigar la palabra estrategia. Maurizio Lazzarato siempre escribe cosas interesantes, pero tal vez no estoy de acuerdo con su manera de interpretar la palabra estrategia. No es muy clara, o es clara pero en una dirección que no me interesa. Es la voluntad en relación a la estrategia. La voluntad humana –para mí- es una facultad que ha sido enormemente sobrevalorada por el pensamiento político. Creemos que la voluntad es tan importante que decidimos. Y decidimos, pero lo que decidimos es relevante para una pequeña parte del conjunto de la historia humana, de la sociedad, de la colectividad, etc. Y sobre todo la voluntad y la conciencia racional que permite actuar decisiones, analizar, comprender la realidad y decidir. Esta fuerza de la voluntad ha existido en cierta medida, desde Maquiavelo hasta Lenin. Maquiavelo ha pensando la potencia de la estrategia como manifestación de la voluntad humana, más precisamente de la voluntad masculina. Maquiavelo habla en El Príncipe del poder político como la capacidad de someter la fortuna que es fémina, y por eso caprichosa y voluble. Esa es la política como dominio de la voluntad hasta Lenin, que ha realizado una actuación esencialmente voluntarista, en el buen y mal sentido de la palabra. Pero cuánto más la velocidad y la complejidad de los procesos informacionales, de los procesos políticos y de las formas de vida se han hecho caóticas, en este punto me parece que la voluntad humana, la voluntad política vale siempre menos, decide siempre menos, cada vez menos.
Los automatismos, claro, en esto Maurizio tiene razón: son estrategias, pero no son estrategias de la voluntad. Son estrategias de intereses brutales de un lado, que se manifiestan a través de automatismos psíquicos. Cómo podemos imaginar que la clase capitalista financiera que odia a todo el mundo, como dice Maurizio y tiene razón, cómo podemos pensar que la voluntad de la clase capitalista haya creado esta situación sin considerar la autodestrucción misma del capital, no creo. Creo que, a cierto punto, la voluntad de los capitalistas no ha sido capaz de controlar una máquina, un autómata –Autómata y caos, el libro que gracias a las compañeras de Hekht he editado, es un discurso que largamente, no había leído aún el libro de Maurizio entonces no he respondido, pero es implícitamente una respuesta.
Existe el caos de las infinitas voluntades que son deseo, que son las formas de manifestación del inconsciente. Esto es causa del cuerpo real, de la corporeidad social y de la mente encorporada. Y, del otro lado, hay un autómata que se está construyendo a través de un entrelazamiento de automatismos. En ese proceso, la voluntad se está claramente retrayendo, hasta el punto que hoy la voluntad política, cuando es racional, se pliega completamente sobre la disciplina sanitaria, pero cuando es manifestación loca-criminal-genocida, en el caso de Trump, Bolsonaro y otros, se manifiesta como autonomía de lo político.
La autonomía de la voluntad política está muerta. Tenemos que inventar algo que nace del interior de la subjetividad, pero se manifiesta y se construye a través de formas de contra-automatismos, antes que nada, a nivel psíquico. Pero hoy el contra-automatismo se verifica, se puede implementar solo cuando tenemos la fuerza, la capacidad de salir, no se para el automatismo financiero, se abandona. Se crea una forma de vida que no depende y que se defiende si es necesario con todas las herramientas. Tenemos que defender nuestra posibilidad de abandonar el cadáver del capitalismo.
La Malinche: traición y traducción
¿Qué es Malinche? Antes que nada es una mujer. Segundo, una mujer que juega un doble juego. De un lado, es la traidora que traiciona a su pueblo, su etnia, su comunidad para ponerse al servicio del conquistador. Pero, por otro lado, su pueblo la había esclavizado. Malinche era esclavizada, era sometida a la violencia de su propio pueblo, entonces es el olvido de la identidad. No tengo ninguna bandera, ninguna patria, ningún pueblo y ninguna comunidad. Soy una singularidad. Es la amante de Cortés, la madre del primer mexicano, pero al mismo tiempo, nos dicen los historiadores, desarrolla una función esencial que es una función de traductora. El traidor es traductor. Sabemos que el traductor es traidor, pero también el traidor se hace traductor y traduce las palabras de Cortés y de los curas, de los conquistadores para los pueblos de idioma náhuatl. Esta traducción en algunas situaciones, no solo permite la salvación de grupos de personas de su comunidad, sino que sobre todo instaura, crea una tradición cultural sincrética, nueva, que permite a algunos pueblos latinoamericanos, sobre todo al pueblo mexicano, reproponer una ambigüedad y una autonomía a nivel lingüístico, a nivel cultural, religioso, social, etc.
Entonces, la figura de Malinche me interesa mucho porque es la figura de alguien que reconoce que la mega máquina está destrozando nuestra cultura. El fin de una cultura es el fin de un mundo. La única manera que tenemos para transmitir un mensaje humano es hablar la lengua del enemigo, hablar el idioma del enemigo para traicionarlo desde adentro.
Eso significa que tenemos que hablar el lenguaje de la máquina digital para traicionarlo, para cambiar o redirigir la dirección hacia donde la máquina digital se mueve. Así, similarmente tenemos que esperar algo de las generaciones que están viviendo en su inconsciente más profundo, en su formación infantil, adolescente, una transformación que es enormemente profunda del inconsciente. ¿Cómo se puede reinventar el erotismo? ¿Cómo se puede reinventar la solidaridad social? ¿Cómo se puede reinventar la amistad a partir de esta nueva condición? Malinche puede hacerlo. Es la única persona que puede hacer este proceso.
Caósmosis y cismogénesis
Hay dos palabras que me parecen cruciales. Una es la palabra caósmosis de Félix Guattari. La otra es cismogénesis, que es una palabra de Gregory Bateson. Caósmosis es una definición perfecta para definir lo que estamos viviendo. Caósmosis significa que entramos en un proceso de aceleración, pero no solo de aceleración, de intensificación dolorosa de nuestra relación con el entorno técnico y social. Esta aceleración produce lo que Félix Guattari llama un espasmo caósmico. ¿Qué es un espasmo? Un movimiento de los músculos, del cuerpo, del organismo; un movimiento tan acelerado, tan irregular, tan caótico que produce un dolor, un sufrimiento físico o mental. Porque hay un espasmo mental que es un espasmo que se manifiesta en la forma del pánico, pero también puede caer en la dimensión de la depresión como intento de destacarse del espasmo. Caósmosis es el proceso que nos permite encontrar un nuevo ritmo de nuestro organismo, lingüístico, cognitivo, estético, erótico.
El encuentro estuvo organizado por el Programa de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados (PELCC) de la UNTREF, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y el Proyecto UBACyT Archivo y Diagrama de lo Viviente (Siglo XX). fuente: Tinta Limón Ediciones/ Lobo Suelto 13/9/20