¿Cuánto “vale” la vida humana? Para algunos, semejante pregunta sería inaceptable. Sin embargo, en tiempos de una pandemia global, como la del coronavirus (COVID-19), las perspectivas que consideramos “normales” y “aceptables” cambian por completo. Y aquello que parece evidente y sagrado -como salvar la vida humana a cualquier precio- puede dejar de serlo. Un ejemplo es el Ecuador que, como Argentina, acaba de alcanzar un acuerdo por su deuda, y en donde la vida llegó a tener un “valor” menor a la imagen internacional del país ante los mercados financieros internacionales…
“La única parte de la llamada riqueza nacional que realmente entra en la posesión colectiva de los pueblos modernos es… su deuda pública”
Karl Marx
Pagan la deuda en medio de la tragedia
Mientras cientos de personas fallecían en las calles de Ecuador entre marzo y abril de 2020 a causa del coronavirus, mientras los servidores de la salud protestaban por la falta de insumos mínimos para enfrentar la pandemia[1], mientras aumentaba el desempleo y la crisis en el agro se agravaba[2], el gobierno ecuatoriano capturado por las élites económicas[3] cumplió puntualmente sus obligaciones financieras (como el pago de más de 300 millones de dólares en bonos que vencían en marzo de 2020[4]) hasta posteriormente alcanzar un acuerdo con los acreedores de su deuda externa en agosto del año en curso.
El saldo es lamentable: mientras que entre marzo y abril hubo más de 13 mil muertes oficiales por encima del promedio histórico[5], para el mismo período el gobierno central pagó 1.882 millones de dólares en el servicio de la deuda externa (amortizaciones más intereses). Es decir, por cada persona fallecida en exceso, en promedio el gobierno central pagó más de 143 mil dólares en servicio de deuda externa. Los hechos grotescos del gobierno nos demuestran que la deuda pesa más que la vida.
Endeudamiento acelerado luego de la Gran Recesión
Es absurdo y condenable el uso de recursos públicos para pagar la deuda externa en los mismos momentos que se podía salvar vidas humanas, dotando por ejemplo, de los recursos necesarios al sistema sanitario para afrontar la pandemia. Además de no contar con los mínimos recursos sanitarios, el sistema de salud ecuatoriano está altamente concentrado, de hecho, el 87% de la oferta de bienes y servicios de la salud en país está en manos privadas[6]. Sumemos también que el gobierno ha promovido recortes sistemáticos en el presupuesto, en el año 2017 el presupuesto para salud era de 353 millones de dólares y en el año 2019 pasó a 186 millones. La crisis sanitaria llega cuando el sistema de salud ya estaba en la cuerda floja.
El elevado servicio de deuda externa que el Ecuador enfrentó en esos meses en realidad solo es uno de tantos problemas que golpean al país desde hace tiempo. Es evidente que el país sufre un estancamiento económico de años: entre 2014-2019 el ingreso anual por habitante se ha reducido al pasar de 6.347 a 6.222 dólares, mientras que en 2020 dicho ingreso caería drásticamente a 5.512 dólares anuales por habitante según previsiones del Banco Central del Ecuador.
En términos de empleo, mientras que en 2014 casi el 49,3% de trabajadores alcanzaba un empleo adecuado (básicamente un empleo con ingreso laboral mayor al salario mínimo), para 2019 la proporción se redujo a 38,8%; por su parte, estimaciones oficiales preliminares sugieren que, a junio de 2020, solo 16,7% de trabajadores alcancen el empleo adecuado. Es decir que, “5 millones de personas, no cuenten con un empleo digno y se vean obligados a vivir al día, sin capacidad de ahorro, ni estabilidad, ni futuro”[7].
La situación es más grave para las zonas rurales del país pues la concentración de los recursos productivos es inmensa, considerando que la tierra, el agua y los mercados están en manos de pocas familias[8]. A junio de 2020, apenas 9,5% de los trabajadores rurales alcanzaron un empleo adecuado. Y muchos otros indicadores económicos igualmente se han estancado o deteriorado sobre todo desde 2015, cuando los precios internacionales del petróleo se redujeron y provocaron una contracción de 53% en las exportaciones petroleras estatales ecuatorianas[9].
Podríamos ir más atrás para mirar los problemas del Ecuador con respecto a la deuda externa. Por ejemplo, en la crisis financiera internacional de 2009 (la Gran Recesión) la respuesta del gobierno -liderado por el Correísmo- fue repatriar recursos de las reservas internacionales e inyectarlos en la economía local (en particular, a través de la Banca Pública) para tratar de amortiguar los efectos de dicha crisis internacional. A su vez, en el mismo 2009 y luego de toda una auditoría, el Ecuador alcanzó su nivel más bajo de deuda externa, 7.393 millones de dólares equivalentes a 12% del Producto Interno Bruto (PIB) (proporción mínima para las últimas décadas)[10].
Como resultado, el país superó de forma relativamente rápida la crisis de 2009, más cuando los precios del petróleo fueron creciendo a máximos históricos. Sin embargo, parecería que luego de esa crisis el Ecuador se volvió cada vez más dependiente del ingreso de dólares del exterior. Dicha dependencia, junto con un irresponsable manejo económico tanto en manos del gobierno de Rafael Correa[11] como de Lenín Moreno (incluyendo claras medidas de corte neoliberal aplicadas ya desde los últimos años del Correísmo y durante gran parte del Morenismo[12]), provocaron que el país quede atrapado en una dinámica de creciente deuda externa para sostener sus finanzas públicas en medio de un contexto de dolarización.
En efecto, luego del nivel mínimo de deuda alcanzado en 2009, el Ecuador arrancó un agresivo endeudamiento, marcado tanto por la deuda externa adquirida con China desde 2011 como con las primeras emisiones de bonos de deuda pública externa realizadas desde 2014, y el intento de implementar dos acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI): un acuerdo fallido en marzo de 2019 y un acuerdo alcanzado en septiembre de 2020.
Fruto de una política de endeudamiento permanente y creciente, para abril de 2017 (último mes del gobierno Correísta), la deuda externa llegó a 27 mil millones de dólares (26,7% del PIB), para abril de 2020 el monto escaló a 40.241 millones (casi 42% del PIB) y de ahí cabría sumar los anuncios de futura deuda proveniente del FMI (6.500 millones) y China (2 mil millones), aunque el ritmo de la llegada de esos fondos al país es aún incierta. Lo que sí está claro es que el crecimiento descontrolado de la deuda persiste.
Posibles problemas de liquidez
Aunque en primera instancia podría pensarse que el peso de la deuda respecto al PIB en el Ecuador no es tan alta en comparación a otros países Latinoamericanos (casi 90% para el caso de Argentina), el problema ecuatoriano se magnifica con la dolarización. Al tener el país una economía dolarizada, la sostenibilidad de múltiples cadenas de pagos locales dependen de una liquidez denominada en dólares, y si esa liquidez se debilita, entonces los pagos dejan de realizarse. De hecho, en 2020 la crisis económica que acompaña al coronavirus ha provocado una nueva contracción de las exportaciones petroleras ecuatorianas (entre abril de 2019 y abril de 2020 el precio del crudo ecuatoriano cayó 78%), mientras que los desembolsos de nueva deuda externa han quedado congelados (más aún durante la renegociación de la deuda). Como resultado de la menor exportación petrolera y el estancamiento de los flujos de deuda, emergen posibles problemas de liquidez.
Por ejemplo, hasta agosto de 2020 el Presupuesto General del Estado acumuló un retraso de casi 4 mil millones de dólares[13], el cual se ha traducido en varios problemas en las cadenas de pagos estatales: retrasos en sueldos a servidores públicos (incluyendo a los médicos que enfrentan la pandemia en primera línea); retrasos en pagos a proveedores del Estado (a los cuales se ha empezado a pagar con bonos en reemplazo de dólares); falta de recursos para insumos médicos; y demás problemas que también se trasladan a las cadenas de pagos privadas. Para colmo, el servicio de la deuda externa presiona a una mayor salida de dólares que se vuelve insostenible sin flujos igualmente crecientes de nueva deuda. Semejante necesidad de dólares tanto para las finanzas públicas como para sostener la liquidez interna crean un escenario sui generis donde la sostenibilidad monetaria del Ecuador termina dependiendo del “respirador artificial” de una deuda cada vez más difícil de saldar[14].
En otras palabras, el país posee una fuerte dependencia en la deuda externa para sostener su liquidez interna; una dependencia quizá hasta estructural considerando que alrededor de la mitad de la población ni siquiera está bancarizada, de modo que necesita dinero en efectivo para mantener su actividad económica. Y en tiempos de pandemia y una crisis drástica, son justo esos sectores informales los que sufren del estancamiento y la destrucción de empleo. En suma, la economía que se derrumba en estos momentos es la de los sectores populares y las clases medias, cafeterías, restaurantes, hosterías que han cerrado sus puertas o la de abogados u otros profesionales o artesanos en libre ejercicio que no han podido abrir sus oficinas o talleres, sin un mínimo de respaldo por parte del gobierno.
¿Ganadores privados de una deuda externa pública?
A más de un potencial efecto sobre la liquidez, el agresivo endeudamiento público externo en un contexto de dolarización también tiene una dimensión distributiva. Incluso podría plantearse la hipótesis de que en el Ecuador existen grupos y élites (económicas y políticas) que se han beneficiado de dicho endeudamiento. Si reconocemos que en el capitalismo contemporáneo es casi inevitable que las élites económicas y otros grupos de poder capturen al Estado, entonces dichas élites cada vez tienen mayor poder para direccionar las políticas públicas a su favor. Ese direccionamiento puede incluir el uso de los recursos a los que accede el Estado por medio de deuda externa para beneficiar de una u otra forma a diferentes agentes privados. Evidentemente, esta tendencia ya no solo corresponde al Ecuador, sino a gran parte de las sociedades capitalistas, más aún aquellas sociedades dependientes y periféricas. Pero en el país andino la dolarización otorga a este proceso una dimensión aún más compleja.
Una forma clara de aprovechamiento de la deuda externa pública para el enriquecimiento privado es el propio pago del servicio de la deuda, el cual genera una extracción de recursos de los países en beneficio de los tenedores de bonos. Cuando ese pago corre riesgos a causa de una crisis, los gobiernos pueden terminar endeudándose hasta con organismos internacionales (como el Fondo Monetario Internacional en el caso ecuatoriano) con tal de garantizar que las finanzas públicas podrán cumplir el servicio de la deuda.
Todo este entramado de acreedores, acuerdos con organismos internacionales, renegociaciones y demás, condicionan la implementación de políticas públicas, llevando incluso a que se abandone la cobertura de las brechas fiscales en proyectos para el beneficio de los sectores populares. En el caso ecuatoriano esa dinámica fue más que evidente durante los trágicos meses de marzo y abril de 2020, cuando fue prioridad el pago de la deuda en vez de canalizar recursos urgentes para enfrentar la pandemia del coronavirus: pagar al capital financiero pesó más que salvar la vida del pueblo…
El resultado de estas dinámicas no es otro que una mayor concentración de dinero y de poder (hasta político) en manos de los tenedores de los bonos, muchos de los cuales incluso son grupos privados originarios de los propios países endeudados, como por ejemplo las bancas locales. Es decir, los bancos locales de los países endeudados podrían -directa o indirectamente- comprar deuda externa, volverse acreedores y ganar poder dentro de sus países de origen. Con este proceso, la inversión en deuda externa pública puede resultar bastante rentable pues, con el poder alcanzado, los bancos pueden presionar al Estado a tomar medidas para garantizar el pago de la deuda a cualquier precio. Así, mayores cargas a los sectores populares terminan financiando las ganancias financieras privadas.
A su vez, en estos procesos siempre hay comisiones de por medio que seguramente se quedan en los bolsillos de los agentes negociadores de la deuda (que también son parte de las élites económicas o son sus acólitos). Por ejemplo, en Ecuador, como premio a su buen comportamiento ante el capital financiero internacional, el ministro de economía, Richard Martínez (representante de las cámaras empresariales), en marzo de 2020 fue nombrado Presidente del Directorio y de la Asamblea de Accionistas del CAF-Banco de Desarrollo de América Latina y, en junio, fue nombrado presidente de la Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)[15].
Y el potencial enriquecimiento a grupos privados con deuda externa pública no se queda ahí pues hay otras posibilidades más aún en dolarización. Desde la experiencia ecuatoriana pueden plantearse dos ejemplos. Por un lado está la canalización de recursos de deuda pública a la economía interna a través del sistema financiero doméstico, lo cual otorga aún más poder a un grupo de apenas cinco bancos que concentra 64% de los créditos y casi 67% de los depósitos ecuatorianos[16]. Por otro lado está el uso de recursos de deuda para pagar a grandes corporaciones por medio de las compras públicas, reconociendo que en el Ecuador dichas compras están concentradas en empresas grandes[17]. Sobre este último caso, puede plantearse una versión extrema: el pago con deuda externa a empresas del propio país acreedor, como sucedía con los créditos recibidos desde China, pagados a empresas chinas encargadas de obras de infraestructura en el Ecuador y que traían insumos y hasta a trabajadores chinos (se decía que, en varias ocasiones, los recursos de deuda china ni siquiera ingresaban a territorio ecuatoriano).
En definitiva, el endeudamiento público externo combinado con Estados capturados por élites económicas (tendencia casi innata en el capitalismo contemporáneo) crean círculos viciosos de “acumulación por despojo” con los recursos de los pueblos en beneficio de los grandes capitales locales y transnacionales. Y en el caso particular del Ecuador, esos “círculos viciosos” son aún más evidentes y complejos a causa de la dolarización.
La urgencia de replantear lo público
La economía de libre mercado en la que vivimos otorga a los grandes empresarios el poder de decidir sobre los horarios, los términos de trabajo, las ganancias, el pago de impuestos, y en los sectores populares afianza una tendencia al consumo competitivo dictado por el status. Podemos afirmar entonces que la neutralidad del Estado es una fantasía, cuando los gobiernos dicen ser “neutrales” se limitan a entregar el poder a los guardianes del capital para manipular las aspiraciones de los sectores populares en su propio interés. Esa realidad se extiende al manejo de la deuda externa y, en general, al manejo del Estado, las políticas y las compras públicas.
Así, en el capitalismo contemporáneo los Estados son utilizados por los sectores económicos para apuntalar su acumulación capitalista, dejando de lado cualquier interés general; dicha acumulación, a más de la deuda, se traslada al acaparamiento de tierra, agua, mercados, y hasta la vida misma. Por ende, prácticamente vivimos en tiempos de “democracia” de mercado (más allá del signo político del gobernante del momento), en manos de rentistas, especuladores y vendepatrias enquistados en altos cargos públicos que gobiernan para beneficiar y proteger a minorías adineradas.
Comprendiendo semejante realidad, surge el reto de construir un pensamiento crítico que promueva tácticas y estrategias enfocadas al servicio de lo comunitario y que sea en el campo de lo público donde estos actores sociales se definan con propuestas alternativas reales. Para ello es necesario replantearse varias cuestiones, partiendo quizá desde la siguiente interrogante: ¿qué es realmente “lo público” en tiempos de Estados cooptados por el capital? La respuesta a esta y otras dudas exige de nosotros el máximo de claridad intelectual, por lo que es necesario prepararnos con sentidos y significados de contribuciones sociales, es decir, de la mano de esta capacidad intelectual debemos ondear la bandera de la lucha popular y la acción social.
Notas:
[1] Ver artículo de El Universo: “Plantón de médicos y enfermeras de hospital de Machala por falta de implementos”, marzo 20 de 2020: https://bit.ly/3hBEeyv
[2] Ver artículo de Carlos Pástor “Miriam, Luis y el Vírus”, 29 de marzo de 2020: https://www.planv.com.ec/historias/sociedad/miriam-luis-y-el-virus
[3] Ver artículo Carlos Pástor “Mi poder en los grupos económicos”, 1 de junio de 2017. https://www.planv.com.ec/historias/sociedad/mi-poder-grupos-economicos
[4] Ver artículo de CADTM de Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro: “Pagar es morir, ¡queremos vivir!”, marzo 23 de 2020: https://bit.ly/3kneveR
[5] Ver artículo en PlanV de John Cajas-Guijarro: “Guayas, entre las zonas más golpeadas del mundo junto con Bérgamo y Nueva York”, mayo 25 de 2020: https://bit.ly/3dHUwom
[6] Para mayores detalles sobre la concentración en el sistema de salud, ver el artículo El Negocio Invisible de la salud, de Pablo Iturralde. http://cdes.org.ec/web/wp-content/uploads/2016/02/CCSSalud-CDES.pdf
[7] Propuestas Parlamento de los pueblos.
[8] Para una lectura compleja ver “Atlas de los grupos económicos agroalimentarios”. https://www.rosalux.org.ec/pdfs/ATLAS_AGRARIO_VERSION_DIGITAL_REC.pdf
[9] Para mayores detalles sobre el estancamiento por años de la economía ecuatoriana, ver el artículo en el Boletín Sociología y Política Hoy, No.4 de John Cajas-Guijarro: “¿El no-futuro de un barquito de papel… llamado Ecuador?”, pp.93-98, septiembre 2020: https://bit.ly/2DkAkfl
[10] Al respecto, ver el artículo en PlanV de Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro: “La deuda eterna contraataca”, julio 24 de 2017: https://bit.ly/2XjFIH2
[11] Sobre el manejo económico ecuatoriano en tiempos del Correísmo, ver el libro de Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro (2018): Una década desperdiciada. Las sombras del correísmo. Quito: CAAP: https://bit.ly/35Ho1Fp
[12] Para mayores detalles ver el artículo https://www.planv.com.ec/historias/economia/la-decada-ganada-grupos-economicos-ecuatorianos
[13] Ver el artículo de Metro Ecuador: “Gobierno pagará cerca de USD 4 mil millones en atrasos de salarios y pago a proveedores”, septiembre 3 de 2020: https://bit.ly/3kmQSmJ
[14] Un ejemplo donde la falta de acceso a dólares desde el exterior ha complicado al sistema monetario es Zimbabwe, país que desde 2020 debió oficialmente emprender un plan de “desdolarización”. Ver, por ejemplo, el artículo de The Zimbabwe Mail: “Zimbabwe to be fully de-dolarised by 2024”, abril 15 de 2020: https://bit.ly/33t47eK
[15] Ver el artículo de Primicias: “Ecuador ha recibido USD 1.994 millones de organismos multilaterales”: https://bit.ly/2RDgP4Z
[16] Ver el artículo en La Línea de Fuego de Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro: “La banca gana… ¡siempre!”, septiembre 5 de 2017: https://bit.ly/2ZOal85. Sobre la banca ecuatoriana cabe agregar que, para 2019, la misma reportó una rentabilidad de más de 600 millones de dólares en utilidades netas (Julio José Prado 2020). Por su parte, en 2020 y como “respuesta filantrópica”, destinaron entre 15 y 20 millones como donaciones en medio de la pandemia del coronavirus; al mismo tiempo, los costos por servicios financieros se han ido elevando. Es decir, hasta al otorgar donaciones, la banca gana siempre…
[17] Ver el trabajo de Jonathan Báez (2015): ¿Para quién el Estado? Estudio de la concentración en compras públicas. Quito: CDES: https://bit.ly/3kqNM0V
* Economista ecuatoriano. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central del Ecuador. Candidato a Doctor en Economía del Desarrollo por FLACSO-Ecuador. Página académica: https://uce-ec.academia.edu/JohnCajasGuijarro
** Politólogo ecuatoriano, militante de las luchas populares por la soberanía alimentaria, la agroecología y la economía solidaria. Candidato a Doctor en Estudios Latinoamericanos. Página académica: https://uasb.academia.edu/CarlosPastorPazmiño
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